lunes, 23 de junio de 2008

LA TOLERANCIA OPORTUNISTA DEL CASTRISMO.

A propósito del premio Ortega y Gasset a Yoani Sánchez y el levantamiento de sanciones de la UE al régimen de Castro.

Aunque el régimen se ha caracterizado por su capacidad para adecuar sus ofensas de manera personalizada, a través del último medio siglo dejó algunos clichés que se pueden seguir con más o menos precisión. No siempre destruyó con los métodos de acción rápida, en múltiples oportunidades dejó correr la película, le dio cordel al papalote para obtener alguna ganancia política y luego, en el momento oportuno, arrasar.

Así sucedió con quienes levantaron su voz contra el castrismo, y les dejaron hacer hasta llenar un expediente con mentiras suficientes como para mutarlas en consignas revolucionarias condenatorias. El pionero en adquirir matices internacionales, aunque no el primero, fue el caso Padilla, que tuvo como conclusión el encarcelamiento del poeta y el destierro. Entonces la ganancia política del régimen fue aplicar una sanción ejemplarizante al “contrarrevolucionario” y la excusa para realizar un Congreso de Educación y Cultura en el que se vilipendió la figura del intelectual que no comulgara con el castrismo. Después vinieron cientos.

Es lógico que Yoani Sánchez y todos los que como ella exponen sus vidas en Cuba, saben el terreno que pisan. Ella tiene que conocer que la han dejado hacer, que el castrismo tolera su presencia física en las calles de La Habana con el interés de obtener alguna ganancia política, quizás, en esta ocasión, muy relacionada con el levantamiento de sanciones que la Unión Europea acaba de otorgarle al régimen.

Si no me equivoco en cuanto a esto, la vida útil de Yoani y su entorno, para el castrismo, está llegando a su final y quienes le admiran y asisten por cientos a leer y debatir en su blog, deben estar muy al tanto de la integridad física de esta valiente joven, capaz de enfrentarse con la fuerza de sus textos al poder inconmensurable de un régimen que sabe borrar de un soplo a quienes no marchan en sus filas.

PLÁCIDO DOMINGO Y VIRGINIA TOLA EN ALTOS DE CHAVÓN.

20.06.08 Anfiteatro de Altos de Chavón, La Romana, República Dominicana. Massenet, O souuverain; Cilea, Io son l’umile ancella; Mascagni, Suzel, boun di; Rogers, Sound of Music, Some Enchanted Evening; Loewe, I could have danced all night, The street where you live; Bernstein, Tonigth; Giménez, Intermedio de La boda de luís Alonso; Soutullo, Quiero desterrar; Luna, De España vengo; Sorozabal, amor, vida de mi vida; Barbieri, Canción de la paloma; Grever, Júrame, Te quiero dijiste; Lecuona, Siboney; Gardel, El día que me quieras; Sorosabal, No puede ser. Orquesta Filarmónica Plácido Domingo, tenor; Virginia Tola, soprano, Eugene Kohn, director. Amaury Sánchez, director. Presentador, Freddy Beras Goico. Aforo: 60%
La primera vez que Plácido Domingo se presentó en la República Dominicana, fue el 16 de abril de 2002, en el Teatro Nacional Eduardo Brito de Santo Domingo, y la segunda el 22 de enero de 2004, en el Teatro del Cibao. El pasado día 20 lo hizo por tercera vez.
El espectáculo se realizó en la réplica de un anfiteatro romano, situado a unos ciento veinte kilómetros de la capital dominicana, en un lugar evocador y atractivo que desde su inauguración ha recibido a grandes artistas. El diamante que forma el escenario, fue techado como manda este tipo de espectáculos al aire libre, y de sus soportes pendían las luces que convocan la magia y permiten a los músicos la lectura de sus partichelas. El audio, del mismo calibre, permitió la alta fidelidad de las interpretaciones.
La tarde-noche del pasado 20 de mayo, cuando la calidez de sus piedras, atenuada por la lluvia vespertina, sirvió de entorno al concierto de Plácido Domingo, marcó un nuevo hito en su historia, y no solamente porque el público asistente pagó las boletas más costosas para un concierto en este país, sino porque sin dudas se produjo allí un evento artístico excepcional.
Primero salieron a “calentar” los músicos de la Orquesta Filarmónica, integrada por instrumentistas dominicanos y puertorriqueños, y minutos después el señor Freddy Beras Boico llegó con una humorada al proscenio para anunciar el espectáculo.
Luego el tenor español cantó las arias, romanzas y canciones que a través de su carrera le proporcionaron los éxitos más estruendosos, un repertorio que el público canta junto a él por los cuatro puntos cardinales cual si asistiera a un concierto de rock. Plácido lució cual grande es; sin embargo, lo más perdurable de la velada fue sin dudas Virginia Tola.
La voz de la soprano argentina, está en el punto exacto de la perfección, ella posee la técnica depurada, el timbre bello y el espíritu capaz de conmover, cuando encarna cada uno de los roles y los estilos. Fue magnífica tanto en las canciones como en las arias y las romanzas. Sus interpretaciones de Io son l’umile ancella, I could danced all nigth, De España vengo y El día que me quieras, merecieron la ovación del público que pudo apreciar la gracia y convicción de la artista en los diversos lenguajes expresivos.
La conducción orquestal de Eugene Kohn, fue de nuevo un acontecimiento. Este señor domina el repertorio de un modo asombroso, conoce hasta el más mínimo detalle en cada una de las partituras y se convierte a la hora del concierto en la llave maestra de todo el ensamblaje.
Amaury Sánchez, tuvo a su cargo la conducción de la orquesta en El sonido de la música, y destacó en su participación al dirigir tanto a Plácido como a Virginia Tola en algunas de las obras.
Por supuesto, que después que Domingo cantó No puedes ser, se hizo imposible terminar el concierto y el público aplaudió de pié por sus propinas. Fue entonces que se escucharon Granada, Paraíso soñado, Por amor, y el dúo de La Viuda Alegre.
Durante las dos horas del concierto, la lluvia se mantuvo amenazante y el anfiteatro no colmó su aforo; sin embargo, sobre aquellas piedras latieron emociones que se recordarán por muchos años.

viernes, 13 de junio de 2008

DE CADA CUAL SEGÚN SU CAPACIDAD A CADA CUAL SEGÚN SU INGENUIDAD.

Los cambios en Cuba 
La última “reforma” propuesta por Raúl Castro, que desde los cuatro puntos cardinales recibió loas, demuestra cuanta desmemoria somos capaces de acumular los seres humanos: Castro II, anunció la buena nueva de que se ajustarían los salarios de los trabajadores cubanos al rendimiento laboral. Anuncio que voló como las palomas que salen de la chistera de un mago, anuncio de una “reforma” que para nadie en Cuba es novedad. Es cierto que la década del 70 del siglo XX nos queda muy lejos en el recuerdo, y más aun la del 20; sin embargo, puedo tolerar el olvido, pero no lo comparto.

En 1975, Castro I celebró el I Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), del que salieron los planes del quinquenio 75-80, y entre la multitud de “reformas” que brotó del aquelarre, estuvo El Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE), un remedo de la más olvidada aun, Nueva Política Económica (NEP) con la que Vladimir Ilich Lenin pretendía “reformar”, a principio de los 20’s, la depauperada economía soviética.

Entre los mecanismos que ambos sistemas proponían para el desarrollo acelerado de la economía socialista, se contemplaba la vinculación del salario de los trabajadores con el rendimiento y la productividad de estos en la jornada laboral, algo que se resumía en el precepto: De cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo.

Algunas de estas “reformas” fueron practicadas en Cuba, y como consecuencia de ello aparecieron el mercado libre campesino, los mercados paralelos, el trabajo por cuenta propia y hasta una Ley de la Vivienda que permitía, en ciertas condiciones, arrendar, vender y comprar solares, azoteas y bienes inmuebles.

Por supuesto, que la primera que voló como Matías Pérez fue esta última Ley, que ni siquiera llegó a ser puesta en vigor completamente; y más tarde, todos los demás consecuentes de las “reformas” promulgadas por el I Congreso del PCC y reafirmadas en 1980 por el II Congreso.

A mediados del II quinquenio, Castro I promulgó nuevas “reformas”, las que bautizó con el castizo nombre de “Rectificación de Errores y Tendencias Negativas”, y que anulaban todas las “reformas” anteriores, poniendo fin a eso que hoy Castro II anuncia: La vinculación de los salarios con el rendimiento laboral.

Ciertamente, en los 80’s se elevó la producción y mejoró relativamente el poder adquisitivo de los ciudadanos, quienes utilizaban entonces el peso cubano para sus obligaciones fundamentales. Pero más de tres décadas después, las “reformas” que propone Castro II, tienen un panorama muy distinto: Cuba no tiene moneda nacional, por más eufemismos y trucos lingüísticos que el régimen utilice para expresar lo contrario. Los trabajadores cubanos obtienen sus salarios en una moneda que le llaman “peso cubano”, pero todas las obligaciones fundamentales, incluidas las cacareadas y aplaudidas “reformas” del género celular o teléfono móvil, deben cubrirlas con un papel moneda innombrable, conocido como CUC, que por supuesto se adquiere a precios superiores al dólar norteamericano.

Esta espiral sin fin, esta infinita resurrección y muerte de “reformas” ha sido el modo de vida y de operaciones de una de las dictaduras más largas de América, y todavía en sus laberintos, los herederos del trono insisten en los mismos métodos, en las mismas “reformas”, porque las desmemorias e ingenuidades atrapan a los seres humanos, los anulan, y les impiden ver que nada se reformará en Cuba mientras gobiernen quienes la devastaron.
Más información:

sábado, 7 de junio de 2008

LA TRAVIATA, 155 AÑOS DESPUÉS DE SU ESTRENO

Nace un artista.
Al Norte de Italia, al pié de los Alpes meridionales y donde el Po baña las planicies, están Lombardía, Piamonte y Venecia; regiones que se distinguen por su aire continental, de tierra firme. En un lugar de la campiña lombarda, cerca de Parma y Busseto, está Roncole; allí, el 10 de octubre de 1813 nació Giusseppe Verdi.

Hijo del posadero del pueblo, el niño, iba a disponer de magros recursos para su educación, así fue que, párvulo aun, ya oficiaba de acólito del cura. Parece ser que fue allí, entre repicar de campanas y sonidos de órgano, que le vino aquello de hilvanar melodías. Cuentan algunos autores, para dar fe de tal supuesto, que un día, durante el servicio religioso, el cura sorprendió a Giusseppe con las entendederas puestas en la música del órgano más que en sus deberes y que para hacerle volver de su embeleso le propinó al muchacho tal patada, que éste fue a caer sin sentido al pié del altar. Ese iba a ser, muy probablemente, su primer descalabro como artista.

Decidido a ser músico salió rumbo a Milán un día, aspiraba a un puesto en el Conservatorio; pero, ¡cosas de la vida! el aldeano fue rechazado por falta de musicalidad. Por suerte para sus sueños –y para los nuestros-, le fue otorgada una beca en Busseto. Concluido este período de estudios volvió a su villa natal y allí se ocupó de lo poco que podía hacer un músico por entonces en un paraje como aquel.

Cumplidos los veinticinco años de edad, Verdi, llegó a Milán con una ópera recién terminada bajo el brazo y en la mente una idea fija: conquistar el mundo. Un Giorno di Regno se titulaba aquel primer balbuceo que luego de su estreno cayó en el más hermético olvido. Pero a aquella seguirían otras, hasta contar veintiocho, y un Rey Lear que destruyó.

Nace una obra.
Alphonsine Plessis, fue el nombre de una despampanante y enloquecedora jovencita a quien la tisis le arrancó la vida, cuando tenía tan sólo veinticinco años de edad; Alejandro Dumas (h), fue su desquiciado amante y quien volcaría esta tragedia personal, pasando los hechos por el tamiz del artista, en la novela La Dama de las Camelias, que viera la luz en 1848. Alphonsine, fue entonces Margarita Gautier.

Cuatro años después de ser publicada la obra, el autor quiso convertirla en un drama, entonces fue así que en cinco actos Alphonsine-Margarita pisó por primera vez las tablas. El resonante éxito teatral llevaría a otros éxitos. Francesco María Piave, el experimentado libretista, tomó la pieza y en unos cuantos cortes y adiciones estuvo listo el guión para que Giusseppe Verdi concertara nota a nota los textos. Alphonsine-Margarita encarnó otra vez y entonces fue Violetta Valery.

La ópera de Verdi, con libreto de Piave y basada en La Dama de las Camelias de Dumas (h), llegaba al mundo con el nombre de La Traviata. Concebida en un lenguaje terrenal, cotidiano, y contando los hechos simples de la vida y la muerte, incorporó al mundo de la ópera algo nuevo para su época, una tendencia que sitúa la obra a un paso de lo que más tarde sería el “verismo”.

El argumento.
El preludio del Acto primero nos va dando las primeras claves, el aviso de lo que vendrá después; aparecen los temas que en el transcurso del drama se irán desarrollando. Temas de un gran lirismo romántico comienzan poco a poco a hurgar en nuestras almas.

La historia comienza en un salón de la casa de Violetta, donde ella y sus amigos se divierten. Alfredo Germont, el loco enamorado, se une al grupo y entonces Violetta se pregunta si vale la pena dejar todo aquello y corresponder a Alfredo. En el Recitativo y aria del final del Primer Acto, Violeta, luego de despedir a sus invitados, pone en la balanza su libertad de cortesana y el verdadero amor de Alfredo. Medita si valdría la pena estar “siempre libre” o disfrutar el dulce encierro del amor sincero.

En el Segundo Acto, finalmente Alfredo ha conquistado a Violeta y ambos viven en una casa cerca de París. Violeta ha renunciado al desorden que era su vida para dedicarse sosegadamente a Alfredo, quien declara que no hay felicidad para él si ella no está a su lado. Lunge da lei (lejos de ella) canta Alfredo en un aria bellísima.

Giorgio Germont, padre de Alfredo no ve con buenos ojos esta unión y viene, a escondidas de su hijo, a hablar con violeta; le suplica que no continúe con aquella locura, pues de seguir adelante con ella provocaría grandes desgracias en la familia: la ruina de la carrera de su hijo y la suspensión de la boda de su hija. Violeta, decide entonces abandonar a Alfredo, así se lo promete al padre de éste; pero, le faltan fuerzas para enfrentar a su amante y acude a dejarle una esquela, en la que miente cuando dice, que el brillo de su vida pasada se le hace irresistible y por adicción, se ve obligada a volver a ella.

Cuando el telón se abre por tercera y última vez, el drama se nos viene encima, el dolor de la historia nos invade. En la habitación de Violetta el médico trata de darle esperanzas a la moribunda; en eso, recibe una carta firmada por Giorgio Germont en la que le es anunciado que Alfredo, quien había sido desterrado por herir en duelo a otro de los personajes, está próximo a regresar a París. Ya a estas alturas Alfredo sabe del sacrificio de Violetta y corre a sus brazos a pedirle perdón por haberle juzgado mal, pero ya es demasiado tarde, Violeta muere en su regazo.

La obra imperecedera.
La Traviata se estrenó el día 6 de marzo de 1853, en Venecia, y aunque hoy es una de las obras más aplaudidas de Verdi, aquel día fue un rotundo fracaso. Hay quienes afirman que las causas estuvieron en el vestuario, puesto que en la escena los artistas llevaban las mismas modas que el público. El tenor que encarnó a Alfredo, estaba completamente disfónico, y como si fuera poco todo esto, la soprano que se desempeñó en el papel de violeta era una mujer de algunos kilos de más. Sólo de imaginarnos la escena final de Violeta puede venirnos la risa.

En aquel estreno, cuando el doctor declaró que Violetta moría de “enflaquecimiento”, la sala se vino abajo. Pero ese fracaso no sería más doloroso para Verdi que el puntapié que el cura de Roncole le había propinado hacía algunos años. El autor y su obra, se irguieron nuevamente, y La Traviata, se renovaría en cada puesta en escena, capaz de emocionarnos hasta el fin de los días.

domingo, 1 de junio de 2008

SINDO GARAY SE ANAMORÓ EN SANTIAGO

Música y músicos

Sindo Garay nació en Santiago de Cuba el 12 de abril de 1867, pocos meses antes de dar inicio la guerra de los diez años, una contienda que se libró en la mayor de las Antillas por obtener la independencia de la metrópoli española.


Sindo Garay. Fuente externa.
Le cantó a la mujer como pocos, fue el trashumante que viajó a todas partes y en todas partes hizo amigos y canciones, tuvo amores en los cuatro puntos cardinales, pero su mejor canción, la canción de su vida la encontró en Santiago de los Caballeros. El autor de canciones que siempre se recuerdan, como La tarde, La bayamesa, La perla marina y tantas otras, llegó a la ciudad corazón y allí quedó prendado de una bella mujer dominicana.

Sindo Garay nació en Santiago de Cuba el 12 de abril de 1867, pocos meses antes de dar inicio la guerra de los diez años, una contienda que se libró en la mayor de las Antillas por obtener la independencia de la metrópoli española. Su madre, una mujer de bella y afinada voz de contralto, le cantaba sobre todo canciones patrióticas, y desde muy pequeño le puso en contacto con las fuentes de la canción cubana.

También en aquella modesta casa se encontraban para cantar y ayudar a los mambises, personalidades de la música cubana de la talla de Pepe Sánchez, quien fuera el horcón sobre el cual se erigió el bolero, uno de los géneros musicales más cultivados en toda América. De aquella época dijo Sindo en sus memorias: “Tendría yo alrededor de cinco años y recuerdo que mi casa era visitada frecuentemente por muchos cantadores y gente del ambiente artístico santiaguero”.

En esas contiendas patrióticas y musicales creció Antonio Gumersindo Garay y García, quien a muy corta edad ya componía canciones, se acompañaba a la guitarra, era maromero de circo, aprendiz de talabartero y servía de mensajero a los patriotas cubanos insurrectos.

Corría el año 1894 cuando llegó a Santiago de Cuba el circo de Portela, Bonne y Anido en el cual se presentaban los cantadores Ulpiano y José Valdés. Por supuesto que siendo la familia Garay una de las más ligadas en esa época a aquel tipo de espectáculos, por tener en Sindo al perfecto entretenedor, surgieron de inmediato relaciones amistosos muy fuertes y que durarían largos años con algunos de aquellos cirqueros.

En aquella oportunidad el circo tuvo en Santiago de Cuba graves problemas financieros y debió disolverse la compañía, fue entonces cuando Bonne le propuso a un pequeño grupo, en el que estaba incluido el bisoño Sindo, que salieran del país a buscar nuevos horizontes. Ya para entonces Sindo, en sus trajines independentistas, había recibido un balazo en una pierna al producirse una refriega de la que salió vivo de milagro, y poco era lo que podía ganar con su trabajo, fue por eso que aceptó emigrar por primera vez.

El primer puerto fue Cabo Haitiano donde tampoco les fue muy bien por lo que después de unas pocas funciones recogieron sus bártulos y se trasladaron a la República Dominicana, donde el bardo cubano, después de desintegrarse la compañía, iba a permanecer durante casi cinco años.

Anduvo, como un rapsoda, por montes y poblados sin descanso, buscándose el sustento con los más disímiles oficios y siempre con su imaginación al galope, creando poesías y canciones. Así llegó a Santiago de los Caballeros a finales de 1899, donde enseguida se relacionó con los trovadores del lugar y al poco tiempo ya andaba en su medio, rodeado de amigos y entonando sus canciones. Fue en eso que conoció a María Petronila Reyes y Zamora, una mujer a la que él describió en sus memorias como «una india hermosísima, de piel tostada y ojos rasgados y bellos. [ ] De pelo abundante, negro, (que) le cubría casi toda la espalda». Si así la vieron sus ojos, sus palabras no la dejaron ir. El trovador comenzó a enamorarla de inmediato y al poco tiempo ya compartían «el pan y la cama».

María Petronila fue la madre de sus hijos Guarionex y Guarina, quienes nacieron en Santiago de Cuba, puesto que ya para el año 1900 en la isla había terminado la guerra y Sindo Garay creyó que era hora de regresar a casa. Entonces se llevó consigo al amor de su vida, al amor que había encontrado en el otro Santiago, y un montón de canciones creadas en tierra dominicana.

Los años por venir iban a ser de grandes alegrías para el creador, sus canciones le darían la vuelta al mundo y serían cantadas por voces de todos los confines del planeta, eminentes figuras del mundo del arte elogiarían su obra, y la vida le premiaría con el don de la longevidad, prolongándole la existencia hasta el 17 de junio de 1968, fecha en la que dejó de existir el más prolífico de los trovadores cubanos.

Rey Guerra, guitarra.
Perla Marina / Mercedes, de Sindo Garay.

LAS CANCIONES CUBANAS QUE LA FANIA NOS RECORDÓ

Nunca agradeceremos lo suficiente a los músicos y empresarios capitalistas que hicieron regresar a los mercados los productos de la música p...