martes, 31 de mayo de 2016

EL CLÁSICO MORRAL SIN IMPORTANCIA

El deporte, ¿derecho del pueblo?

Es difícil de leer, pero lo hice, leí la última entrega de la saga que periódicamente publica la prensa cubana llamada reflexiones del compañero Fidel Castro, esta vez dedicada al Clásico de pelota 2009, y peor aun, le dediqué tiempo a razonar que quien esto escribe, recuerda que el abajo firmante siempre se jactó tanto de ser excelente manager de pelota, como chef de alta cocina, o de dirigir por teléfono la guerra de Angola, todo según fuera el tema de la conversación. Lo que no menciona la nota es que los pupilos de la novena cubana son los más pobres del evento, que juegan tan solo con la esperanza de un día ver el tan deseado letrero de los aviones que reza: fasten your seatbelts, y que el INDER les haga usufructuarios de una modesta vivienda y un auto. El resto de los jugadores que participan en el evento, que proceden de mil y un equipos de grandes ligas, son en su gran mayoría individuos que juegan a la pelota por verla correr, sin el menor conflicto económico, sin estar perseguidos por sus entrenadores, sin la obligación de depositar sus pasaportes en el cajón del jefe de delegación... y que no están obligados a rendirle tributo al presidente de su país por temor a ser expulsados de sus equipos.

En realidad, creo que no hice bien al leer este último libelo, porque me provocó pensar que en esas notas se transpira la gran rabia que siente el autor ante la realidad implacable de que todos los peloteros y sus familias, menos los cubanos, tienen un altísimo estándar de vida, una educación y una atención médica a la que no pueden aspirar, ni en sueños, los cubanos de la isla.
Nada, pero lo leí, y además encontré que quien hizo este escrito, tiene el coraje de enrostrarle al mundo que los únicos peloteros capaces de representar con honor y vergüenza a su país son los cubanos... pobre filósofo... pobre aplicación también de los principios del castrismo, que en un tiempo abogó por la libertad económica como la vía para obtener la verdadera libertad.

Y hasta Leonel agarró su ramalazo. Con el orgullo que los dominicanos disfrutan las proezas de sus peloteros de grandes ligas, con la fanaticada enorme que tienen todos los deportistas dominicanos que se dedican al deporte profesional, mencionar los lamentos de Fernández porque sus peloteros no pueden decidir por si mismos, es una aberración. Hay que tener la cara dura para hacer semejante afirmación, y mucho más para revelar palabras de terceros cuando la realidad dice cada día que quienes no tienen la menor libertad para decidir absolutamente nada son los cubanos, incluidos los peloteros, que según fuentes que cubren el evento no se les puede ver ni el pelo, tanto temor tienen los "entrenadores" de que los chicos se pierdan por esas calles capitalistas, que los tienen acuartelados en sus habitaciones.

Largas y antiguas son las historias del INDER, de sus escuelas de deportes, de sus equipos nacionales, de sus purgas y de sus prácticas dictatoriales, en las que primero hay que ser revolucionario, es decir, alabar, aplaudir y pensar como dicta el castrismo y después ser deportista… y representar a los revolucionarios, porque Cuba y su deporte no es para todos los cubanos sino para aquellos que de manera manifiesta y bien publicitada se comprometen con el castrismo, dan gracias a la revolución por ser lo que son y agradecen a Fidel el poder practicar un deporte. Es por eso, dicho sea de paso, que todos los equipos, menos el cubano, tiene en cada juego una multitudinaria fanaticada de nacionales que apoyan a sus equipos, todos, menos el cubano, pertenece a todos sus coterráneos. El equipo Cuba es sólo de los castristas y pensar en eso me provocó una gran vergüenza.

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