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domingo, 28 de marzo de 2010

HA MUERTO CARLOS ALBERTO PIANTINI ESPINAL

En la madrugada del 26 de marzo falleció en la Ciudad de Miami el Maestro Carlos Piantini. Había nacido en el barrio San Carlos en la Ciudad de Santo Domingo, el 9 de mayo de 1927. Hijo de Alberto Julio Piantini Morales y Marina Espinal Maceo, comenzó sus estudios musicales a muy temprana edad con la maestra Josefita Heredia quien le inició en el solfeo, y poco después tomó sus primeras clases de violín con el profesor Guillermo Jiménez.

Con diez años de edad, el 9 de mayo de 1937, se presentó en un recital al que asistió lo más granado de la sociedad dominicana de la época. Sus interpretaciones le valieron entusiastas aplausos y los primeros elogios de Enrique de Marchena Dujarric, uno de los críticos más importantes del ámbito cultural de entonces, quien en mayo de 1937 publicó en el Listín Diario lo siguiente:

Carlos Alberto, hombrecito en ciernes, artista temperamental, tiene un sentido rítmico como pocos grandes pueden tenerlo o adquirirlo a fuerza de método. […] Luego reúne otras dos condiciones esencialísimas para triunfar: su tono, fuerte, afinadísimo para su poca edad, su alcance de posiciones; y luego, la más difícil aún, como es la de no temer al público y ejecutar ante él con absoluta naturalidad y despejo.

[…] Carlos Alberto Piantini […] está predestinado a convertirse en luminaria de nuestra cultura pudiendo ser con el tiempo, y siempre y cuando salga a cursar estudios fuera del país, uno o tal vez el más grande violinista que haya producido la República. […]

En 1939 Piantini comenzó a tomar clases con Willy Kleinberg, un gran pedagogo que había sido Concertino de la Orquesta Sinfónica de Viena y Director de la Sinfónica de Breslau. En 1941, cuando se fundó la Orquesta Sinfónica Nacional, Carlos Piantini conformó la plantilla de los fundadores de la institución. También tomó clases de violín con el Maestro Emil Friedman, otro gran maestro europeo que se radicó temporalmente en el país.

Ya en 1943 Piantini comenzó a hacer recitales con mucha mayor complejidad artística y técnica. Durante ese año se presentó en cuatro conciertos con obras de Bach, Handel, Kreisler, Beethoven y Sarasate, acompañado al piano por Julio Alberto Hernández. Entonces, Eugenio Fernández Granell –eminente crítico musical de la época y quien se convertiría en el último pintor surrealista español- publicó en La Nación sus criterios:

El programa que interpretó el joven instrumentista es de los que sólo, quien esté bien dotado para el arte puede remontar con brío y lucidez. Este fue el caso de Piantini, que mostró su dúctil capacidad interpretativa tanto en la profundidad de sentimiento que anima la ‘Partita en Mi mayor’, (para violín solo), de Juan Sebastián Bach, como en el esencial ‘Concierto al estilo Vivaldi’, del gran violinista y compositor Fritz Kreisler.
En 1944 se fue a México a estudiar y matriculó en el Conservatorio, donde tomó clases de violín con los maestros Henryk Szeriyng y Joseph Smilovits, y de armonía con Manuel Ponce. También integró la orquesta Sinfónica que por entonces dirigía Carlos Chávez y con ella participó en conciertos que al pasar el tiempo, constituyeron hitos en la historia musical americana. Piantini conoció allí a muchos de los grandes músicos vanguardistas y tuvo la posibilidad de interpretar sus obras, entre ellos Igor Stravinski, Darius Milhaud, Paul Hindemith, tres de los más grandes compositores del siglo XX.

El 13 de diciembre de 1944, por la emisora radial X. E. W, tocó el primer movimiento del Concierto para violín y orquesta, de Mendelsshon, acompañado por la Sinfónica H Steele, bajo la dirección de Julián Carrillo, con una tremenda acogida del público y la crítica. La Revista Todo, el 28 de diciembre de 1944 publicó que:

Carlos Piantini es la más brillante promesa que hemos escuchado en los últimos años. […] Supo equilibrar las frases de la parte solista con las de la orquesta y al llegar la cadenza dio una ejecución limpia y de gran emotividad. Tiene una virtud rara en la mayoría de los violinistas, como es la de tener el poder de comunicar una emoción en un instrumento tan difícil como es el violín. Este y otros datos nos dan la esperanza de que el joven artista que tocó con la Sinfónica Steele llegue a señeros lugares en la música.

Con toda esta aureola, entró el joven violinista dominicano al año 1945, y se presentó con fortuna en diversos lugares de la gran ciudad. Con la Orquesta Sinfónica tuvo la oportunidad de acompañar a grandes solistas como a Heifetz, y a Rubinstein, y también entabló una gran amistad con Blas Galindo, quien era uno de los compositores del grupo de los siete más importantes que había en México entonces y de quien estrenó la Sonata para violín y piano, uno de los momentos más importantes para su carrera. Aquel concierto le valió las críticas que todo joven que inicia su carrera quisiera tener, tuvo la legitimación de dos de los críticos musicales más importantes de América: Mayer Serra y Adolfo Salazar. El primero publicó el 10 de noviembre de 1945 en Mañana que: Carlos Piantini es un excelente violinista dominicano […] Y el segundo, en Novedades, afirmó que:

Carlos Piantini con su apellido italianizante y su acento antillano lleva dentro de sí un gran artista. Su juego es fácil; su sonido rico y voluminoso; su arco tiene amplitud y jugosidad. Canta con calor y pasión en las grandes frases. En los pasajes de agilidad, su técnica es limpia y brillante en su transparencia.
Entre 1948 y 1950 Piantini fue director de la orquesta del Teatro Puerto Rico en la ciudad de New York, donde compartió el escenario con los más populares artistas del cine y el teatro de variedades de la época; entre ellos, Pedro Infante, Libertad Lamarque, Antonio Badú, Jorge Negrete, Rosita Fornés, María Félix y Agustín Lara.

En 1950 fue nombrado en el cargo de Concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional de la República Dominicana, trabajo que alternó con el de recitalista, presentándose por todo el país.
A partir de 1953 tomó clases con Iván Galamián en New York y debutó como violinista en el Carnigie Recital Hall, pero también integró Los Violines del Cotillion Room, del Hotel Pierre -que estaba en la 5ta. Avenida y la calle 61-, conformó un mariachi para acompañar en un espectáculo al ex torero mexicano Manuel Capetillo, quien devino en cantante, tocó en un sin número de fiestas con la charanga de su compatriota Johnny Pacheco, y en 1956 se ganó una plaza como violinista en la Orquesta Filarmónica de New York, en la que permaneció hasta 1971.

Durante los años en la Filarmónica, bajo la conducción de Leonard Bernstein, fue testigo de una de las más florecientes épocas de esa institución, con la que viajó medio mundo y compartió conciertos, grabaciones y giras con directores, solistas y compositores de gran renombre.

Recomendado por Bernstein, Piantini se fue en 1971 al Conservatorio de Música de Viena a estudiar dirección orquestal con el Maestro Hans Swarowsky. Ya había hecho su debut como director con la Sinfónica Nacional de la República Dominicana en 1963, y periódicamente continuó presentándose con la institución.

En 1973 fue nombrado Director del Teatro Nacional, que se inauguró el 16 de agosto de ese año con un Festival en el que participaron destacados artistas nacionales y extranjeros. Dirigió la primera puesta en escena de la ópera Traviata en ese coliseo y tocó, junto a Ruggiero Ricci, el doble de Bach.

En 1973 también debutó como Director con la Orquesta Sinfónica Venezuela, en un concierto que causó una grata impresión en el publicó y del que Israel Peña publicó en Últimas Noticias el 18 de noviembre lo siguiente: Piantini deja notar [...] al músico que por sobre todo penetra y comunica cuanto interpreta, demostrando además un gran conocimiento de la orquesta [...]

El 17 de febrero de 1974, con la misma orquesta, Piantini estrenó en Venezuela La consagración de la primavera, de Stravinski. De aquel memorable concierto Rházes Hernández López publicó en El Nacional de Caracas, refiriéndose al músico dominicano lo siguiente:

Piantini es todo un maestro, un artista que en apenas tres ensayos ha hecho el milagro de hacer realidad esta grandiosa ‘Consagración’ que a su vez le consagra como a un conductor de sólida sapiencia, de una autenticidad que queda fuera de toda discusión.

En 1975 Piantini organizó el Festival Santo Domingo y en la clausura del evento, el 16 de marzo, estrenó en la capital dominicana, con la Orquesta Sinfónica de Maracaibo, la importantísima obra de Stravinski. Ambos estrenos, de tan compleja obra, dice mucho del ímpetu y la fuerza natural de la que estaba dotado el ilustre sancarleño.

El 26 de diciembre de 1978 renunció a su cargo de Director del Teatro Nacional y en 1979 fue nombrado Director Asistente de la Orquesta Filarmónica de Caracas, una orquesta que se creó en ese año y que llegó a convertirse en una de las mejores del continente, y con la que Carlos Piantini realizó una labor musical extraordinaria.

En 1984 el entonces Presidente de la República Dominicana lo nombró en el cargo de Director Titular de la Orquesta Sinfónica Nacional, institución de la que había sido fundador y Concertino. Fue durante su gestión que se establecieron y regularizaron las Temporadas Sinfónicas, se aumentó el número de instrumentistas de la Orquesta, llegando a ocuparse los puestos más importantes, contribuyó a elevar los salarios de los músicos y propició la creación de la Fundación Sinfonía, una institución que durante décadas administró con tino la agrupación musical.

Como director de orquesta alcanzó grandes éxitos al frente de las sinfónicas de Viena, Washington, South Florida, Milwakee, La Habana, Maracaibo, San Juan, Massimo Bellini y las Filarmónicas de New York, Ciudad México, Caracas y New York, y el Teatro San Carlos, de Nápoles, Italia, lo invitó para dirigir una serie de 17 conciertos que realizó entre los años 1985 y 1986.

Desde 1988 fue invitado anualmente a dirigir la orquesta Alejandro Scarlatti de la radio Televisión Italiana (RAI) de Nápoles, Italia. En julio de 1990, en el Festival del Valle d'Itria (Martina Franca), dirigió la ópera Los Pescadores de Perlas, de Bizet. En agosto de 1992 estrenó la Epopeya Lírica 1492, de Antonio Braga la cual fue grabada para la firma Buongiovanni de Italia.

Desde 1984 hasta 1994 fue Director Titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de la República Dominicana y en enero de 1995 fue nombrado Director Laureado de ésta. El Maestro Carlos Piantini ocupó durante muchos años el cargo de Director de Estudios Orquestales en la Universidad Internacional de la Florida donde fundó la Orquesta Sinfónica de ese alto centro de estudios.

En 1998 grabó con la orquesta Filarmónica de Varsovia los dos conciertos para guitarra y orquesta del compositor dominicano Román Ernesto Peña los cuales contaron con la participación del destacado guitarrista cubano Rubén González Ávila. Durante el mismo año estrenó en el Teatro San Carlos de Nápoles el oratorio Santo Domingo de Guzmán, de Antonio Braga.

En 1999 dirigió la puesta en escena de la ópera Carmen, de Bizet, que produjera el Teatro Nacional de Santo Domingo y en la misma sala, meses después dirigió la Orquesta Sinfónica Nacional en el estreno latinoamericano del Concierto para Piano y Orquesta, de Michael Camilo, en el que actuó como solista el propio autor.

En el año 2001, fue nombrado por segunda vez en el puesto de Director Titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de la República Dominicana, esta vez por el entonces Presidente Hipólito Mejía. En esta nueva etapa consiguió nuevos y más altos lauros, siendo merecedor de un Soberado en los Premios Casandra.

El 14 de Septiembre de 2005 Carlos Piantini dirigió por última vez la Orquesta Sinfónica Nacional de la República Dominicana. Fue el concierto No. 1722 de la OSN, y se realizó en la Sala Principal del Teatro Nacional.

El nombre de Carlos Piantini permanecerá en la memoria del arte y la cultura dominicana, por sus obras como artista, y por su capacidad humana para fundar y llevar a la cima empresas artísticas que forman parte hoy de la vida cotidiana de los dominicanos.

viernes, 26 de marzo de 2010

UNA REFLEXIÓN SOBRE ZAPATA Carta pública de Daniel

Por lo general no subo en este tren nada de lo que no sea yo el único culpable, quizás por aquello de de que "quien solo la hace solo la paga", pero aparecen cosas muy interesantes en la Internet, como esta carta de Daniel que comparto con quienes la quieran disfrutar.

Estimados compañeros:

Me llamo Daniel y vivo en Cárdenas, Matanzas. Trabajo en turismo y por eso he podido ver en estos días todo el debate que se ha levantado a raíz de la muerte del preso Orlando Zapata. Lo he visto en CNN en Español y Televisión española. También he leído algunos periódicos porque en los hoteles tenemos internet. He leído artículos escritos por intelectuales extranjeros, disidentes cubanos, amigos de la revolución, enemigos. A raíz de todo eso, y de las cartas que andan circulando por ahí, me gustaría compartir una reflexión con ustedes. Yo no soy nadie, ni actor ni cantante ni figura pública, tampoco intelectual, pero si sirve de algo, antes de dedicarme al turismo hice la carrera de sociología, soy militante del Partido y miembro de la asociación de Combatientes de la Revolución por haber cumplido misión internacionalista en Etiopía.

Lo primero que quiero contarles es que la muerte de Zapata me ha dejado muy confundido. Al margen de que Amnistía Internacional diga que era un preso de conciencia y nuestro gobierno insista en que era un preso común, Zapata ha muerto por una huelga de hambre. Porque se negó a comer. He pensado mucho en eso. ¿Qué le pasa por la mente a una persona para hacer algo así? Yo no lo sé, pero reconozco que en este país ningún disidente había llegado tan lejos. Al menos que yo tuviera noticia. El Granma ha dicho que Zapata hizo la huelga porque quería un televisor, un teléfono y una cocina en su celda. Que alguien muera por eso sólo admite dos lecturas, o Zapata estaba loco o el Granma miente. Ciertamente la locura podría explicar todo esto, pero si Zapata tuviera antecedentes psiquiátricos, no tengo duda de que el Granma los habría publicado. Así que no me queda más remedio que asumir que este señor no murió por un televisor. Murió por otra cosa. No sé cuál. Dicen que lo manipularon, y seguramente haya algo de verdad en eso, pero convencer a alguien para que se deje morir no debe ser fácil. Ni es tan simple.

Aquí siempre nos han dicho que los disidentes son mercenarios, pero un mercenario no hace eso. Los mercenarios cobran y viven. Los mercenarios no se inmolan por una idea (por muy ridícula que sea), por eso los terroristas de Al Qaeda no usan mercenarios sino fanáticos. ¿Era Zapata un fanático? ¿Un fanático de qué, de la contrarrevolución? No sé qué pensar, porque un fanático no surge de la nada, necesita un caldo de cultivo. ¿Existe en la Cuba de hoy ese caldo de cultivo que genera fanáticos? Sería realmente preocupante. Y una señal muy grave del estado de las cosas. Ya sé que la muerte de un solo hombre no tiene por qué significar nada. Puede ser un hecho aislado. O no. Mientras escribo esto hay otros dos disidentes que también se han declarado en huelga. Y uno de ellos está ingresado. ¿Qué pasará si mueren? ¿Serán otros dos mercenarios aislados, dos pobres víctimas manipuladas?

Lo bueno de hacerse viejo (yo tengo 44 años) es que uno tiene una memoria enorme de las cosas que ha visto. Yo estos días me acuerdo mucho de algo que pasó hace casi treinta años… En 1981 diez presos del ejército republicano irlandés (IRA) se declararon en huelga de hambre en sus cárceles de Gran Bretaña. Muchos cubanos no se acordarán, pero entonces el tratamiento que se le dio en la televisión nacional fue de respeto y admiración. Desde que falleció el primero; Bobby Sands hasta que murió el último; Mickey Devine, todos sus nombres fueron mencionados en el noticiero de las ocho como una forma de mostrar la represión política que entonces ejercía Margaret Thatcher sobre Irlanda del Norte.

No intento comparar Cuba con Irlanda. Pero sí me llama la atención que aquellos huelguistas (algunos de ellos condenados por delitos de terrorismo en los que fallecieron inocentes) merecieran tanta gloria, y los que tenemos aquí sólo desprecio. ¿Por qué? ¿Porque supuestamente son delincuentes comunes, porque son cubanos, porque están contra el gobierno? Soy consciente de que el mero hecho de plantearme esto me coloca en el bando del enemigo. Pero yo no soy el enemigo. Cuestionar la versión oficial de quién era Orlando Zapata no significa que comparta sus ideales (que desafortunadamente ni siquiera conozco). A mí la revolución no me educó para convertirme en una persona insensible, ni en una máquina de repetir consignas (aunque lo han intentado). Yo creo que si un cubano muere de huelga de hambre tengo derecho a exigir respuestas claras y convincentes.

Además, no es la primera vez que me cuestiono una versión oficial. Ni la primera vez que la rechazo. Antes he contado que pasé dos años en Etiopía, en la brigada que apoyaba al gobierno de Mengistu Haile Mariam. Los que estuvimos allí sabemos quién era ese señor, y las barbaridades que hacía en su país. Era obvio que aquello no tenía nada que ver con el socialismo sino con prácticas de un gobernante feudal, pero aunque todos en la brigada éramos conscientes de lo que pasaba (incluidos los jefes de misión) la versión oficial siguió insistiendo en que apoyar a Mengistu era bueno para la causa revolucionaria, pero poco después de que Cuba retirara sus tropas (no el apoyo político) Mengistu huyó de Etiopía en un avión cargado de dinero. Hoy vive en Zimbawe y está acusado en su país de genocidio. Repito: GENOCIDIO. Cuando lo supe, en 1991, me dio rabia por tantos compañeros que fueron a Etiopia a luchar por una causa justa y murieron apoyando a un genocida que hoy vive de su cuenta en Suiza .

Aquella vez mi gobierno se equivocó. Como se ha equivocado muchas veces. Por eso tengo que decirlo; soy cubano, soy revolucionario, pero apoyo incondicional no. Me niego a confiar ciegamente en un sistema que a veces dice la verdad, a veces sólo media verdad, y a veces miente. Como todos los gobiernos del mundo, dirán algunos. Pero éste es el mío, éste es el que me exige cerrar filas sin hacerme preguntas, sin cuestionar qué está pasando en la sociedad cubana para que un preso muera de huelga de hambre.

A mí me enseñaron que en Cuba las huelgas de hambre las hacían los revolucionarios contra Batista. ¿Qué está pasando aquí para que ahora hagan huelga los gusanos? ¿Qué tendría Zapata en la cabeza para que no le baste con ser mercenario, para que elija morirse? Yo creo que para responder a eso tenemos que dejar de mirarnos el ombligo y ser autocríticos.

Hay que cuestionar las cosas, compañeros, porque eso es lo que hace un revolucionario. Y no se le puede llamar mercenario a todo el que lo haga. Algunos lo son, no tengo dudas, pero todos no. Yo no tengo buena opinión de los disidentes porque, en primer lugar, sólo sé de ellos lo que me cuenta el Granma, y segundo porque me siento lejos de personas que defienden posturas conservadoras que llevarían este país a un extremismo de derechas, justo aquello contra lo que siempre he luchado, pero tengo que reconocer que algunas de las cosas que dicen tienen razón. ¿Eso me convierte en disidente? Rotundamente no. Entonces, ¿Dónde está la línea? Por ejemplo, exigir responsabilidades políticas porque en Mazorra han muerto de frio treinta enfermos mentales de los que nadie se ocupó, ¿Eso es hacerle juego al enemigo? Quejarnos de que en los hospitales no haya higiene, o que no podamos salir del país sin permiso ni tener acceso a internet, ¿eso es de revolucionarios o de mercenarios? Lamentar que en mi país exista una ley de peligrosidad, copiada del régimen fascista de Franco, que condena a las personas “proclives” a cometer un delito (sin haberlo cometido aún), ¿Eso es de gusanos o de comunistas? Sinceramente no lo sé.

No sé dónde quejarme, dónde lamentar, dónde exigir. No sé con quién tengo que hablar. ¿Con mi núcleo del partido, con mi presidente del CDR, con el delegado de mi circunscripción? ¿Con el Granma? Créanme que ya lo he hecho y no ha servido para nada. Entonces, ¿Dónde canalizo mi vergüenza? ¿En el Miami Herald? Les voy a contar de qué se habló en la última reunión de mi núcleo del partido; de retirarle el carné a un compañero porque había pedido la nacionalidad española. De eso se habló.

Cuando veo el noticiero me indigno porque siento que me tratan como si tuviera diez años y viviera en la luna. Yo no vivo en la luna. Yo vivo en Cuba y sé lo que pasa. Y me indigna que me digan que un preso ha muerto porque quería un televisor.

Yo no sé lo que quería Orlando Zapata con su huelga, pero sé lo que quiero yo: soluciones a los problemas de mi país. Y podemos buscarlas o decirle al mundo que la culpa de todo la tienen los yanquis y los mercenarios, podemos intentar arreglar esto entre nosotros o mentirnos diciendo que no pasa nada, que la juventud está comprometida, que nuestro pueblo cada día es más heroico y viril, que somos la referencia del mundo, que la calle es de Fidel…

Y sí, mi calle hace cincuenta años que es de Fidel, y no tiene bombillas porque se las roban los de la empresa eléctrica (esos sí son mercenarios), se inunda siempre que llueve y necesita asfalto.

Así que ustedes dirán,
Revolucionariamente,
Daniel