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domingo, 20 de mayo de 2012

DICTADURA Y DEMOCRACIA: UN DEBATE ENTRE GÓMEZ Y MARTÍ


Ayer fue 19 de mayo de 2012, se cumplieron ciento diecisiete años de la muerte en combate de José Martí, el Apóstol de Cuba. Y volví a leer lo que escribió Máximo Gómez ese día en su diario:

El 19, a la Vuelta Grande, en donde encuentro al General Bartolo Masó con más de 300 jinetes- y a Martí y mis ayudantes.

Pasamos un rato de verdadero ardor y espíritu guerrero; ignorando que el enemigo venía marchando por mi rastro […]

Dos horas después, nos batíamos a la desesperada con una columna de más de 800 hombres, a una legua del campamento, en Dos Ríos.

Jamás me he visto en lance más comprometido- y Martí, que no se puso a mi lado, cayó herido o muerto en lugar donde no se pudo recoger y quedó en poder del enemigo.

Cuando supe eso avancé solo hasta donde pudiera verlo.

Esta pérdida sensible del amigo, del compañero y del patriota; la flojera y poco brío de la gente, todo eso abrumó mi espíritu a tal término, que dejando algunos tiradores sobre un enemigo que ya de seguro no podía derrotar, me retiré con el alma entristecida.

¡Qué guerra ésta! Pensaba yo por la noche; que al lado de un instante de ligero placer, aparece otro de amarguísimo dolor. Ya nos falta el mejor de los compañeros y el alma podemos decir del levantamiento.

Así demostraba el General Gómez el respeto y el cariño fraterno ante un hombre con quien había tenido un fuerte encontronazo en Nueva York, en octubre de 1884. Había sido verdaderamente fuerte el altercado entre los dos hombres, pero habían muchas y más grandes cosas que los unían, por eso 1892, cuando Martí lo visitó en “La Reforma”, en La República Dominicana, Gómez escribió en su diario:

Septiembre 11.- […] Muchos cubanos prominentes de nuestro Partido, con aparente razón temían que ahora, guardando yo algún resentimiento de Martí, por su conducta pasada, negase a la Revolución que él trata de resucitar, mi apoyo moral y todos mis servicios.

No debe ser así, pues Martí viene a nombre de Cuba, anda predicando los dolores de su Patria, enseña sus cadenas, pide dinero para comprar armas; y solicita compañeros que le ayuden a libertar, y como no hay un motivo, uno solo, ¿por qué dudar de la honradez política de Martí? Yo, sin tener que hacer el menor esfuerzo, sin tener que ahogar en mi corazón el menor sentimiento de queja contra Martí, me he sentido decididamente inclinado a ponerme a su lado y acompañarlo en la empresa que acomete.

Así pues Martí ha encontrado mis brazos abiertos para él, y mi corazón, como siempre, dispuesto para Cuba.

Aquella desavenencia entre Gómez y Martí, del todo ríspida, quedó registrada también en el diario del General dominicano:

Agregaré a esto que no faltaba alguien, como José Martí, que le tenga miedo a la dictadura, i que cuando más dispuesto lo creía se retiró de mi lado furioso según carta suya insultante, que conservo; porque no dejándolo yo, inmiscuirse en los asuntos del plan general de la Revolución, a cargo mío en estos momentos, y deseando enseñarle su papel, se ha creído que yo pretendo ser un dictador i dando a éste frívolo pretexto, la gravedad que jamás en si puede tener se ha alejado de mi lado vertiendo especies que no creo favorezcan a las cosas i a los hombres. He empezado de nuevo a saborear gotas amargas, pero yo seguiré mi camino sin miedo ni contemplaciones. 

Ambos hombres, ya desde entonces, debatían acerca del valor de la libertad y la democracia. Para Gómez, Martí se inmiscuía en sus asuntos, en los que nadie tenía derecho a opinar y mucho menos a fiscalizar; y para Martí, Gómez estaba en el deber de actuar de manera transparente y democrática. Y ese ideal de libertad y democracia el Apóstol lo enunció en la mencionada carta, dirigida al general Gómez con fecha 20 de octubre de 1884:

Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento:-y cuando en los trabajos preparatorios de una revolución más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada, de hacer servir todos los recursos de fe y de guerra que levante este espíritu a los propósitos cautelosos y personales de los jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la guerra, ¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? ¿Qué somos, General?: ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? ¿La fama que ganaron Uds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra?-Si la guerra es posible, y los nobles y legítimos prestigios que vienen de ella, es porque antes existe, trabajado con mucho dolor, el espíritu que la reclama y hace necesaria:-y a ese espíritu hay que atender, y a ese espíritu hay que mostrar, en todo acto público y privado, el más profundo respeto;- porque tal como es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales de gloria o de poder, aunque por ella exponga la vida.—El dar la vida constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente.

Entiendo que Martí tenía muy claro los peligros que corría la Patria que estaban tratando de fundar, y no se equivocó, porque aunque el general Gómez nunca estuvo en condiciones ni en el camino de ser un dictador, muchos otros llegaron, desde 1902 hasta hoy, para comandar a Cuba como si la isla fuera un regimiento; y ayer, a ciento diecisiete años de su muerte, José Martí seguía teniendo sobradas razones para desconfiar.

sábado, 12 de mayo de 2012

LA ARROGANCIA INFINITA DEL CUBAN-NON-SAPIENS


La pedantería cubana fue tan notoria y nociva para la reputación de las tropas castristas en África, como lo es ahora usándola en contra de los afroamericanos, los latinos, los indios y demás comunidades que cohabitan con nosotros en el sur de la Florida.


Por Paquito D´Rivera


Hace unos días llegó a mis manos (o más bien a mi Mac) un ilustrativo artículo firmado por Jesús García titulado “El Cubano No Cae Bien”, que enumera y describe los múltiples logros de muchos exiliados nacidos en la mayor de las Antillas y el efecto negativo que dichos logros pudieran haber tenido en el resto de los mortales. Pero analizando las cosas desde otro punto de mira, los indiscutibles éxitos de algunos coterráneos nuestros, es quizás una de las peores e injustificables razones de esa desagradable petulancia por la que algunos nos llaman con sorna y alguna razón "Los Argentinos del Caribe", o “El Pueblo Elegido” (por nosotros mismos). O sea que –como diría mi abuela Panchita –, poco a poco nos hemos ido convirtiendo en un bando de engreídos y sangrones. Pero como dicen que lo último que se pierde es la  esperanza, quizás aún estemos a tiempo de aplicarnos la sabia frase del filosófico Bill Cosby que dice que: “el reconocimiento de nuestros propios defectos es la única forma de enmendarlos”. En caso de que sea esa la intención, agregaría yo.

Conversando cierta vez con un psicólogo en La Habana, este me decía que la arrogancia tiende a aflorar cuando consciente o inconscientemente se trata de cubrir o disimular alguna deficiencia o defecto personal o social (que pal’ caso es lo mismo). Yo he conocido cubanos que después de 30 o 40 años de vivir en este país, dicen hasta con orgullo no hablar o entender “ni una papa de ingles", o hablan del éxito obtenido en los negocios siendo casi analfabetos. Y no es que sea deshonroso carecer de determinados conocimientos, pues todos tenemos “handiaps” en nuestra formación personal (mi propia abuela nunca aprendió a leer o escribir), sino que el "ser cubano", cuando es mal educado, es el único en el mundo que alardea de su propia ignorancia. Es lo que yo llamo el Cuban-Non-Sapiens.
Uno de los siete pecados capitales, la envidia es indudablemente un sentimiento vil y recriminable, pero propiciar el resentimiento con ostentaciones y desmanes contra individuos o grupos étnicos de menor éxito es aun mas vergonzoso, y a mi me produce muchas veces vergüenza ajena.

La pedantería cubana fue tan notoria y nociva para la reputación de las tropas castristas en África, como lo es ahora usándola en contra de los afroamericanos, los latinos, los indios y demás comunidades que cohabitan con nosotros en el sur de la Florida. Esa es la triste realidad que además, estamos pasando como pésimo ejemplo a las nuevas generaciones. ¿Podremos algún día superar tanta estupidez y falta de tacto y sentido común? Lo dudo. Son demasiados años de creernos la "raza superior", sin darnos cuenta de que –como bien dijo aquel psicólogo habanero– la arrogancia en el fondo no es mas que un tremendo complejo de inferioridad, y que  la superioridad de los verdaderamente grandes radica –por el contrario –,  en su humildad y sencillez. Celia, Martí, Monseñor Román, Montaner, Cachao, Andy, y Bebo Valdés son solamente unos pocos ejemplos de ello. Ojalá nuestros hijos y nietos siguieran ese patrón. Supongo que entonces no caerían tan mal.

Paquito D’Rivera
Mayo 2012