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jueves, 17 de enero de 2019

ANTONIO MACHÍN EN LUNA LLENA (*)


Quiso ser Caruso, pero fue mejor aún, fue Antonio Machín.

Antonio Machín en una presentación de televisión en España
Antonio Lugo Machín quizás no sea tan famoso en Sagua la Grande, su pueblo natal, como en Sevilla, su tierra de adopción, donde hasta una calle lleva su nombre y algunos refranes populares le mencionan, como «estar más sonado que las maracas de Machín». Pero él es un hombre eterno, y así, por momentos brinca el charco y se escurre en Sagua, la pequeña ciudad que en el centro de la isla de Cuba tiene hijos naturales tan grandes como Wilfredo Lam, el más cotizado de los pintores cubanos del siglo XX.

Antonio Machín cumpliría cien años de edad el 19 de enero de 2004, pero una afección pulmonar, como a don Guido, lo mató en 1977, y las maracas aún suenan por él, riquiti rach, riquiti rach. Machín está en las nostalgias de muy pocos cubanos, pero es referente de muchos recuerdos entre los españoles, Machín está en Sevilla, la que cantó Lorca, que es una torre llena de arqueros finos, y por toda España su nombre y sus boleros aún amamantan memorias, pero en luna llena Antonio Machín vuelve a su pueblo -como Lorca va a Santiago-, en un coche de aguas negras. Entra en Sagua, la grande ciudad pequeña, con sus maracas riquiti rach, riquiti rach, sonando el ritmo de semillas secas, y todos, entonces, le recuerdan a su paso. «¡Ah, este es Machín!, dicen, él estuvo aquí siempre, él es de los que se va sin irse, de los que están en lo intangible, de lo que se conoce sin ser visto».

Cuarteto Machín, grabado en New York 1930-31
Alguien menciona a su paso: «Ese fue quien en los años treinta vendió un millón de discos de El manisero en los Estados Unidos», y todos recuerdan, «claro, doña Rita Montaner, claro, también lo cantaba Rita, la gran Montaner de Cuba, la Única». Otros, desde los techos de palmeras reflexionan a su paso: «La fama y la fortuna, claro, esos esquivos y equívocos bichos los encontró Antonio Machín donde su padre, el gallego Antonio Lugo Padrón, no pudo... El gallego Lugo vino a hacer la América y la encontró aquí, en Sagua la Grande, y su hijo se fue a hacer la Europa y la encontró en Sevilla. Esquivos y equívocos bichos la fama y la fortuna».

«Sarita Montiel, comentan, fue su representante durante algunos años». Otros, bajo el arco del cielo, responden: «Claro, Sarita, el último cuplé...».

Sagua es como Sevilla, una ciudad que acecha los largos ritmos y los enrosca como laberintos, y allí cantan por donde pasa Machín: «Una linda Sevillana le dijo a su maridito, me vuelvo loca chiquito por la música cubana», y sigue el comentario: «El hermano mayor de Antonio, para 1929, vivía enamorado en Sevilla, allá, Ignacio Piñeiro lo visitó cuando la gran Feria y así surgió el verso que incluyó en Suavecito». ¡Claro hombre!, «El son es lo más sublime para el alma divertir». Le reconocen enseguida porque Antonio Machín es uno más de los sagüeros, está sin dudas sentado en el parque, doblando una esquina, trepado a un flamboyán, cazando tomeguines, arrancando güines a las cañas para enjaular sueños, buscando semillas secas para unas maracas nuevas, o quizás en este momento, en este preciso instante de luna llena, Machín le esté dando la vuelta a la vieja ceiba, al tronco espinoso rodeado de ofrendas que está en el monte. Él se fue sin irse, estuvo sin quedarse. Machín, las maracas, el son montuno y el bolero. «Angelitos negros», dice un gallego que viene con él en su «coche de aguas negras». «Angelitos negros, dice un sagüero, claro que sí, mil veces lo escuché, no por Machín, pero... píntame angelitos negros».

A juzgar por Helio Orovio y su Diccionario de la Música Cubana, fue en 1904 cuando Antonio Lugo Machín llegó a este mundo, a donde le trajo con unos pujos y gritos enormes la mulata Leoncia Machín. Otros dicen que eso sucedió un año antes, e incluso algunos aseguran que fue en 1900. De todos modos, el siglo XX era muy joven aún cuando en Sagua la Grande un negrito, como tantos otros, comenzó a meterse por el rumbo de las fiestas, por la música, por las rumbas, y por el coro de la iglesia. El siglo era joven cuando un negrito, como tantos otros, comenzó a cocinar el mejunje de músicas que es la música cubana, a cantar y a tocar las maracas y un buen día fue a parar a Sevilla, ciudad que acecha largos ritmos, y los enrosca como laberintos.

Escultura de Antonio Machín en Sevilla
Quiso ser Caruso, pero fue mejor aún, fue Antonio Machín. En 1926 llegó a la capital cubana y pronto se encontró con el trovador Miguel Zaballa y cantando con él por la radio le conoció Don Azpiazu, quien rápidamente lo reclutó como cantante de su orquesta. También el Trío Luna, y su propio sexteto o septeto le proporcionaron trabajo hasta que en 1930 viajó a los Estados Unidos con Don Azpiazu, después Europa le rindió honores, y por fin en 1939 se radicó definitivamente en España, la tierra que le adora, el público que le conoce y le recuerda, donde es amor de muchas infancias.

Sevilla tiene a Machín bajo el arco del cielo, sobre su llano limpio, con sus maracas que no dejan de sonar, pero siempre, en luna llena, riquiti rach, riquiti rach, oh curva de suspiro y barro, brincan el charco, y suenan a todo dar en solares de inexplicables rumbas, de antillanos rumbos. Riquiti rach, suenan en las ceibas de espinosos troncos centenarios, riquiti rach en el monte. Las maracas de Machín, en un coche de aguas negras, con brisa y alcohol en las ruedas, viajan por una isla, por un caimán dormido y verde. En noche de luna llena, riquiti rach, riquiti rach, riquiti rach

(*) (Mundoclasico.com 19 ene. 2004 / Santo Domingo, [A]hora 21 ene. 2004)


viernes, 11 de enero de 2019

MÉXICO: EL FRUTO MADURO QUE NO ENTRARÁ A LOS EE. UU POR LA FRONTERA


Es posible que el problema más duro que tenga en la actualidad los Estados Unidos con México sea la consolidación de un gobierno anticapitalista al sur del Río Bravo, alineado con el socialismo del siglo XXI.

Trump inspecciona los prototipos para construir el muro.
Fuente externa
En estos días la política de los Estados Unidos ha estado girando alrededor del muro que el presidente Trump se ha comprometido en construir en la frontera de su país con México. En su empeño, el presidente, al no obtener del Congreso la aprobación del financiamiento para construir el muro fronterizo, decretó la parálisis parcial del gobierno y amenaza con decretar un estado de emergencia si no se ponen de acuerdo, e incluso pudiera evadir a los legisladores y sacarles a los militares el monto que necesita para cumplir su promesa de campaña. En su opinión ese muro resolverá el problema de la inmigración descontrolada, evitará que los Estados Unidos se llene de inmigrantes ilegales y evitará el mayor de los problemas de ese país.

Aunque hay otra amenaza que está en camino y que no entrará por la frontera: las consecuencias de una «revolución» obradorista. Y esto es posible porque en México, el fruto del anticapitalismo está maduro, y si México se derrumba como Cuba, Nicaragua y Venezuela, y si esa «revolución» contara con el apoyo de Rusia y China, nada bueno le sucederá al vecino del norte.

En México hubo una revolución radical, de México salió el Granma, allá se entrenaron y compraron armas los «revolucionarios» cubanos, en México, desde que Castro llegó al poder, la embajada de Cuba ha sido un centro de repartición de misiones «internacionalistas». Allí, bajo techo diplomático, se han impartido instrucciones a terroristas que han ido a cumplir misiones por todo el mundo y los gobiernos mexicanos han hecho la vista gorda. Y esa fidelidad ha sido retribuida a ojos vista: allí nunca hubo una guerrilla que lamentar. No son los mismos tiempos, pero el imaginario ideológico de millones de mexicanos está a tono con AMLO y él ha dicho claramente qué hará con México.

Jorge Masetti cuenta cómo en 1982 se desplazaban por todo México los «revolucionarios latinoamericanos» y cómo a través de la embajada cubana se les apoyaba de manera incondicional. «Desde La Habana nos ordenaron prestarle apoyo técnico a grupos latinoamericanos que operaban en México», escribió[1]. Y ese apoyo consistía «desde asaltos a bancos hasta joyerías» para poder financiar las organizaciones revolucionarias sudamericanas que atravesaban momentos difíciles. La cercanía del gobierno de México con la dictadura de Castro y su tolerancia con las acciones de este por el continente provocaron momentos de tanta comprensión oficial, que Manuel Piñeiro, entonces Jefe del Departamento América del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, viajó a México exclusivamente a entrevistarse con el entonces presidente Miguel de la Madrid (Masetti 1988 143). Así de estrechos eran los servicios de inteligencia de ambos países.

«Durante muchos años la inteligencia cubana ha estudiado a fondo los territorios mexicanos y sus condiciones sociales»[2] escribió Carlos Franqui, así que al madurar la fruta ya se sabe cual ha de ser el protocolo. Muchos «revolucionarios» mexicanos han vivido en Cuba y allá se han entrenado. «Castro pensaba que México era una fruta madura» (Franqui 1988 222), y según todos los indicios, esa fruta está por caer y «para ese momento los planes están muy bien estudiados». Es posible que en la actualidad La Habana ya no pueda financiar con efectivo, pero sí con las doctrinas y el romántico recuerdo de una ideología «revolucionaria» que millones de mexicanos han asumido. Las universidades están dominadas por la izquierda, basta mirar los murales de la Universidad de Ayotzinapa, que saltó trágicamente a las noticias por la desaparición de 43 de sus estudiantes.

Es posible que el problema más duro que tenga en la actualidad los Estados Unidos con México sea la consolidación de un gobierno anticapitalista al sur del Río Bravo, alineado con el socialismo del siglo XXI. Es lícito y atinado pensar que, si las acciones de López Obrador van en ese rumbo, los resultados sean los mismos que en todos los países que han emprendido ese camino y que su fin último sea el derrocamiento del capitalismo, esté donde esté.

La escasez de gasolina  ha provocado largas filas
Foto: Fuente externa. Créditos de la imagen
Como un aperitivo ya están las largas filas de vehículos para conseguir la gasolina, una consecuencia de las restricciones al suministro a través de los oleoductos de Pemex. Con el objetivo de combatir el robo por esa vía, el presidente y el Gobierno Federal, ordenaron el uso de camiones cisterna, pero esos camiones no son capaces de abastecer adecuadamente el producto en un territorio tan extenso como el de México, es por eso y por los altos costos que se construyó el oleoducto. Esta medida, de lógica irracional, viene perfectamente a tono con la de sus predecesores anticapitalistas: Primero: Restringir el suministro para acabar con el robo. Segundo: Dejar de producir y culpar de ello a los ladrones, quienes en contubernio con el imperialismo yanqui pretenden dar un golpe de estado en México.

Si es cierto que México, con López Obrador como caudillo, ya es el fruto maduro que caerá en la bolsa de los socialistas del siglo XXI, de los revolucionarios que asaltarán al capitalismo en su crisis final, los Estados Unidos tienen de frene un problema que no entrará por las fronteras.   



[1] Masetti, Jorge. 1999. El Furor y el delirio. Itinerario de un hijo de la Revolución cubana. Barcelona: Tusquets. 135
[2] Franqui, Carlos. 1988. Vida, aventuras y desastres de un hombre llamado Castro. Barcelona: Planeta. 222

domingo, 6 de enero de 2019

CUANDO LA INTERVENCIÓN MILITAR ES LA ÚNICA VÍA PARA DERROCAR LAS DICTADURAS


Mientras no se establezca como buena y válida la intervención militar para casos de probadas violaciones a la democracia, con bases establecidas en un pacto continental, con leyes claras y un tribunal internacional capaz de refrendar condenas vinculantes, estaremos cada día con más frecuencia ante casos como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Fuente externa
Hace unos días el tema de la intervención militar para resolver la llamada «crisis humanitaria» en Venezuela saltó a la palestra; una vez, en boca de Luis Almagro, presidente de la OEA; y otra, en boca de Donald Trump, y de ahí la bola comenzó a rodar. Quiero compartir mi opinión al respecto, misma que desde al año pasado he venido comentando en este blog.

Ojalá que aún no sea demasiado tarde. Ninguna de las salidas propuestas hasta ahora para el caso de Venezuela tiene futuro, ahí está Cuba, un cadáver que nadie sabe cómo enterrar, una dictadura que, a la hora de nones, los países democráticos, con EE. UU. a la cabeza, no pudieron contener, simplemente por andar con pies de barro, por no contar con una herramienta legal que justificara los múltiples intentos fallidos por derrocar el castrismo.
Hasta hoy primaron los intereses geopolíticos y la conspiración, y no fue posible construir una herramienta legal apropiada para aplicar lo pactado en tantos organismos internacionales; entre ellos, la ONU y la OEA.

En el siglo pasado nuestro continente vio en múltiples ocasiones la injerencia, fundamentalmente de EE. UU., para recomponer situaciones políticas de todo tipo, las que no siempre fueron el resultado del consenso o la voluntad expresa del conjunto de las naciones del continente, sino como la imposición unilateral -y sobre todo sin bases legales adecuadas-, de intereses geopolíticos particulares.

Mirando la realidad de hoy y cotejando el pasado con lo que pudiera depararnos el futuro, se impone recomponer los conceptos de injerencia humanitaria y de estructurar, a partir de los instrumentos legales ya existentes en la ONU, y la OEA un pacto, un sistema capaz de constituirse en la fuerza que, luego de haber gastado todos los recursos diplomáticos «no vinculantes», sea capaz de reprimir con el uso de las armas, si así fuera necesario, las violaciones a la Carta Democrática Interamericana u otros instrumentos legales, un ejército de coalición capaz de contener las acciones que ponen en peligro el curso pacífico de la democracia en el continente americano o cuando un tirano «hiciera padecer a sus súbditos un trato que nadie le ha autorizado tener».

Esto no es nuevo, el concepto es conocido desde el siglo XVII, cuando Hugo Grocio lo expuso ampliamente en su obra El derecho de la guerra y la paz y muy recientemente, en el siglo XX, resurgió como tema de debate y acción durante la guerra de Biafra (1967-1970)
Los regímenes totalitarios no andan con chiquitas cuando de enjaular a los ciudadanos se trata, no tienen contemplaciones con nada y las leyes no los detienen, ni siquiera las que ellos mismos han dictado. «El derecho de insurrección frente a la tiranía es uno de esos principios que esté o no esté incluido dentro de la Constitución Jurídica, tiene siempre plena vigencia en una sociedad democrática», escribió el fenecido dictador Fidel Castro en su libro La Historia me absolverá, pero al constituirse él en el tirano, criminalizó toda disidencia y la condenó con paredón, cárcel y ostracismo. Maduro y Chávez, como la farsa que es la repetición en la Historia, han hecho lo mismo.

Foto: REUTERS/Jorge Cabrera. Fuente externa
Pero los dictadores, sobre todo los de izquierda -quienes aprendieron todo de la derecha y a quienes han superado por mucho-, tienen, como ejemplarizante virtud, el orgullo felón: sus proclamas son aplastantes y sus actos son inmediatos, instauran gobiernos tribunicios en un abrir y cerrar de ojos y no se detienen ante nada, porque no hay instancias a las que deban dar cuenta alguna.

Ahí están las FARC, y para que este cuento no parezca largo, ellos proclaman a toda voz y sin el menor rubor que nunca renunciarán a sus principios. Y sus principios se basan en acceder al poder a como dé lugar y no soltarlo nunca más, su ideología es marxista -o cualquiera de las sectas que se han desprendido de esta doctrina anticapitalista-, y su medio hasta ahora para acceder al poder ha sido la lucha armada y el narcoterrorismo. Pero eso, quizás, el público no lo ha aprehendido aún porque la narrativa de la llamada izquierda es superior en efectividad a la de los pensadores liberales y demócratas.

Hoy se impone una revisión urgente del concepto de intervención militar o injerencia humanitaria y democrática, se impone una responsabilidad de todos los países -y sobre todo del gobierno de los Estados Unidos como principal potencia de la región-, con la salvaguarda de la democracia, so pena de perder todos y en muy poco tiempo, las libertades que sobreviven a duras penas.

En las Américas se requiere de una coalición capaz de contener las violaciones a la Carta Democrática, se necesita una fuerza militar capaz de contener la violencia con la que se han impuesto y se imponen los regímenes totalitarios.

Mientras no se establezca como buena y válida la intervención militar para casos de probadas violaciones a la democracia, con bases establecidas en un pacto continental, con leyes claras y un tribunal internacional capaz de refrendar condenas vinculantes, estaremos cada día con más frecuencia ante casos como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Ojalá que me equivoque y aún estemos a tiempo de establecer normas legales para la intervención armada oportuna en casos de probadas violaciones a los Derechos Humanos, crímenes de lesa humanidad, y cuando el principio de autodeterminación haya sido secuestrado por un grupo criminal que ostente el poder por la fuerza de las armas e impida que los ciudadanos determinen sus propios destinos. Ojalá.

sábado, 5 de enero de 2019

LA CEGUERA SELECTIVA ¿UNA ENFERMEDAD DEL SOCIALISMO?

No se restauran las ciudades completas sino sus monumentos artísticos, arquitectónicos o históricos, porque las casas de familia, esas, en el mundo real, cuando cumplen con su vida útil son demolidas y en su lugar se edifican otras nuevas y modernas, y cuando la demanda lo exige se abren nuevos espacios y se erigen nuevos barrios residenciales.

La tradicional vuelta a la ceiba del Templete. Fuente externa.
Dándole la vuelta a la ceiba del Templete se arremolinaron otra vez el pasado 15 de noviembre cientos de habaneros. La tradición marca que allí, haciendo la noria, se piden deseos que al año siguiente se irán cumpliendo; unos deseos que, a ojos vista, nunca se han cumplido durante los últimos 60 años, porque no creo yo que alguien pudiera pedir que Cuba se convirtiera en la ruina de nación que es hoy.
Sin embargo, dentro de esas ruinas, el Dr. Eusebio Leal, un sagaz historiador, oportuno como pocos, emprendió desde hace muchísimos años la restauración de La Habana. Una restauración selectiva, por supuesto, porque aunque él insinúe lo contrario no puede ser de otra manera, porque no se restauran las ciudades completas sino sus monumentos artísticos, arquitectónicos o históricos, porque las casas de familia, esas, en el mundo real, cuando cumplen con su vida útil son demolidas y en su lugar se edifican otras nuevas y modernas, y cuando la demanda lo exige se abren nuevos espacios y se erigen nuevos barrios residenciales, algo que en Cuba no sucede desde hace seis décadas, porque de eso se ocupan las constructoras de capital privado y eso no forma parte del imaginario del socialismo cubano. Es todo un logro, según informa la fuente citada, que «con el programa de viviendas se verán beneficiadas 700 personas residentes en el Centro Histórico». ¡Dígame usted!
Según Cubadebate, el Historiador, en conferencia de  prensa el pasado día 16 de noviembre, celebrando el advenimiento del aniversario 500 de la fundación de La Habana, dijo que: «es cierto que la ciudad ha sufrido a lo largo de los años el impacto de ciclones, de los profundos cambios sociales y económicos, pero a su vez los daños producidos por la incuria».
Residencial Ciudad Real II, Santo Domingo, RD. Construido
por la Empresa Bisonó en menos de 10 años.
Alberga 5000 familias. ©ags
Y es en esta palabra en la que se me detuvo el texto: incuria. ¿El auditorio que, según la misma fuente, estuvo integrado por la prensa y «los máximos representantes del Partido y el gobierno del territorio», habrá comprendido el significado de la palabra? ¿Habrán entendido que se estaba refiriendo a la negligencia como causal del derrumbe de La Habana?

Da igual, porque el Doctor habló de la cadena, pero no mencionó al mono, no asomó un solo signo que pudiera culpar al sistema y «los máximos representantes del Partido y el gobierno del territorio», porque, zigzagueando en el discurso, ya había dejado claras señales de que el culpable era el ciudadano. 

O por qué si no, abogó por «una educación ciudadana». O por qué puntualizó que los residentes en La Habana deben tener «un comportamiento digno de vivir en esta urbe». Y por qué si no criticó «los maltratos a los espacios públicos», que evidentemente son cometidos por los ciudadanos, como quien dice: «La ciudad se derrumba y ellos cantando». Si el Historiador hubiera dicho que el sistema tal como a sido instaurado no fue capaz de crear riqueza alguna, menos aún conservar las que le cayeron como maná del cielo con las miles de expropiaciones que se hicieron en nombre de la «revolución», no hubiera estado ni siquiera en las noticias, hubiera sido polvo en el viento, pero al pueblo se le puede culpar de todo. Él es dueño de sus silencios y sus cegueras selectivas.

Ruinas de la terminal de ferrocarriles de Cienfuegos. ©ags
Es público y notorio que no existe una Habana ciudad maravilla, esa es otra falacia que profana la inteligencia de quien tenga ojos. Basta caminar por las calles Belascoaín, Habana, Aguacate, San Lázaro, Oquendo, 10 de octubre, Monte, los alrededores del Capitolio, Galiano, Infanta, Carlos III, ver la fachada del cine Pionero en San Lázaro, andar el espacio peatonal de San Rafael o emprender la caminata por la calle Obispo. Basta transitar por la autopista nacional para ver cómo, sin usar un solo explosivo, sin ser agredidos por ninguna nación extranjera, sin haber sufrido los embates de ninguna guerra, Cuba quedó devastada. Basta mirar a un lado y otro para ver miles de hectáreas de tierra sin cultivar, basta estar atentos a la circulación insignificante de camiones comerciales u ómnibus de pasajeros para ver la indigencia de la economía, basta con mirar a miles de cubanos haciendo auto stop con un billete en la mano a todo lo largo de la ocho vías para entender la magnitud de las armas que provocaron tal desastre.

Paisaje urbano. Calle San Francisco, Centro Habana. ©ags
Pero esas mismas armas que demolieron el país provocaron una epidemia que ya es endémica: La ceguera selectiva, una  incapacidad sensorial que imposibilita ver lo obvio, que provoca que un Doctor como Leal no logre ver -o aparente no ver- que es impracticable restaurar las ciudades completas, sino sus monumentos artísticos, arquitectónicos o históricos, porque las casas de familia, esas, en el mundo real, cuando cumplen con su vida útil son demolidas y en su lugar se edifican otras nuevas y modernas, y cuando la demanda lo exige se abren nuevos espacios y se erigen nuevos barrios residenciales, algo que en Cuba no sucede desde hace seis décadas, porque de eso se ocupan las constructoras de capital privado y eso ni siquiera forma parte del imaginario del socialismo cubano.

Pero a pesar de todo, el socialismo le seguirá dando la vuelta a la ceiba cual noria de sangre, y si los perjudicados no se ponen a tiro, si no se acaban de convencer de que  es inminente crear la vacuna para erradicar el cáncer de las dictaduras, todos, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, cantaremos, como Tejedor y Luis, aquello que dice así:

Sombras nada más entre tu vida y mi vida.

  

viernes, 4 de enero de 2019

EL DÍA DE REYES EN CUBA

Mis padres, con los juguetes que los Reyes Magos me dejaban debajo de la cama, me hacían una fiesta durante todo el día, y una buena parte de esa fiesta la ocupaba mi madre en hacerme fotos con su propia cámara fotográfica, «de cajón», o contratando los servicios de un fotógrafo profesional.

Aguada de Pasajeros, Cuba, enero de 1957.
Foto Orestes.
Los magos de Oriente, según el evangelio de san Mateo, fueron tres sabios peregrinos que siguieron una estrella hasta Belén, en Judea, para regalarle oro, incienso y mirra al recién nacido Jesús. La tradición convirtió en reyes a los magos de Oriente y sus nombres aparecieron por primera vez en una iglesia del siglo VI en Ravena, Italia.

Durante los últimos cinco siglos, es decir, desde el momento mismo de la colonización, comenzó a trasladarse a América la costumbre de recibir la visita de los reyes magos, la que se celebra el 6 de enero en las Iglesias anglicana, ortodoxa y católica.

En Cuba, como en todos los países de habla hispana, la costumbre era esperar a los tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar, durante la noche del 5 al 6 de enero, y en la mañana, debajo de la cama o en el arbolito de navidad aparecían los regalos que ellos habían dejado, pero hoy esa costumbre está congelada, se quedó en una cápsula desde que en la década del sesenta el 6 de enero dejó de ser un día feriado y los juguetes entraron en la lista de los artículos deficitarios y pasaron; primero, a ser «repartidos» mediante una libreta de racionamiento -en colas interminables, imposible de ocultar a los ojos curiosos de los niños que muy rápido comprendieron que no podían vivir de «ilusiones» y comenzaron ellos también a ayudar a sus padres en la épica misión de obtener los juguetes asignados-; que en los últimos tiempos, se trasladaron al mercado en «moneda convertible», mucho más prohibitivo que el mercado existente antes de 1959.

Aguada de Pasajeros, Cuba, 6 de enero de 1958
También, en época de reyes salían en Cuba los cabildos en desfiles o procesiones, fiestas que con el tiempo originaron entre otras tradiciones las comparsas de los carnavales. Estos cabildos tuvieron su origen durante el siglo XVI en Sevilla, y fueron cofradías de negros horros que en un principio se reunían bajo la advocación de Nuestra Señora de los Reyes, hermandades, que al tener en sus altares a los Tres Reyes Magos, mezclaban las tres razas: negra, blanca y amarilla, y con los debidos permisos se reunían en los días de fiestas, sobre todo en Corpus Christi para bailar al ritmo de bandurrias y tambores. Estas asociaciones se trasladaron a Cuba a principios del mismo siglo XVI, y ya en 1520 habían llegado a Santiago de Cuba, y en 1570 estaban en La Habana donde muy pronto sus salidas comenzaron a hacerse también durante la Epifanía.

Durante el siglo XX los cabildos fueron desapareciendo pero no el fundamento religioso que los mantenía unidos y de donde surgieron en el siglo XIX las diferentes manifestaciones religiosas que hoy existen en Cuba: La Regla de Ocha o Santería, Las Reglas de Palo Monte, la Regla practicada por los Arará, y la Sociedad Secreta Abakuá.

Aguada de Pasajeros, Cuba, enero de 1959.
Estudio Cruz. 
De lo que mi memoria recuerda, y según las fotos que se conservan en los álbumes que mi madre confeccionó con mucho cuidado durante mis primeros años de infancia, el día de reyes era una fiesta de fantasías; pero eso, en mi país, ha cambiado mucho. Mis padres, con los juguetes que los Reyes Magos me dejaban debajo de la cama, me hacían una fiesta durante todo el día, y una buena parte de esa fiesta la ocupaba mi madre en hacerme fotos con su propia cámara fotográfica, «de cajón», o contratando los servicios de un fotógrafo profesional.

En un artículo titulado «El Día de Reyes», publicado en la revista La Habana Elegante el 9 de enero de 1887, el escritor Ramón Meza describió así aquella fiesta: «Luego salían del Palacio para dejar espacio a otros e iban desfilando, en perfecto orden, los congos y lucumíes con sus grandes sombreros de plumas, camisetas de rayas azules y pantalón de percal rojo; los ararás con sus mejillas llenas de cicatrices de cortaduras y de hierro candente, repletos de caracoles, colmillos de perro y de caimán, cuentas de hueso y de vidrio ensartadas y sus bailadores metidos hasta la cintura en un gran rollete formado con un aro cubierto de fibras vegetales; los mandingas, muy lujosos con sus anchos pantalones, chaquetillas cortas y turbantes de género de seda azul o rosa, y bordeados de marabú; y tantos otros, en fin, de nombre enrevesado y caprichosos trajes que no estaban hechos enteramente al estilo de los de África, sino reformados o modificados por la industria civilizada. En los barrios extremos y calles menos concurridas, campaban por sus respetos los ñáñigos cubiertos de un capuchón de burdo género, algo parecido al de los sayones del Santo Oficio... Las demás tribus llamaban la atención por lo pintoresco y exótico de sus cantos, trajes y bailes...».

Desde hace más de medio siglo el castrismo repudia con firmeza cualquier celebración pública del Día de Reyes y creó por decreto el día del niño, en una fecha de julio que nunca consiguió arraigo en la ciudadanía, pero del Día de Reyes aún quedan los recuerdos y las fotos.

Así como el Vesubio sepultó las ciudades de Pompeya y Herculano, la llamada «revolución» cubrió con un manto de lava esa y muchas otras tradiciones y costumbres, y aunque entiendo que los daños han sido irreversibles, algún día, como resurgieron de entre las piedras volcánicas las maravillas que sepultó el Vesubio, renacerán en Cuba los hábitos, las tradiciones y las costumbres que distinguieron a los cubanos y formaron parte siempre de una marca, de una nacionalidad.