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lunes, 10 de mayo de 2010

CENTAVO A CENTAVO NOS ROBAN MILLONES

Desde hace más de una década los centavos del peso dominicano no circulan en el mercado; sin embargo, los precios de casi todos los artículos se cotizan en base a esa llamativa fracción que al cliente le hace parecer que los precios son más bajos.

Ese 20.80, 26.99 ó 27.95 -que al comprador desprevenido le entra por los ojos, le cala el cerebro y le empuja a tomar el artículo-, se utiliza en casi todo los mercados del mundo, pero en nuestro país no se le devuelve al cliente la fracción. Aquí, aparentemente, no le prestamos atención a esos "chelitos" que cuando vamos al supermercado nos quitan con premeditación y alevosía.

¿Será porque somos tontos? o ¿porque estamos convencidos de que por unos centavos más o menos no seremos ni más pobres ni más ricos? Puede que haya algo de verdad en ambas causas, pero nadie reclama su calderilla; sin embargo, los empresarios se ponen las botas quitándonos esos centavos que, como por arte de magia, aparecen en las facturas como si nos hubieran sido devueltos. Esa calderilla que no nos devuelven, sumada mes tras mes y año tras año, multiplicada por millones de clientes se convierte en millones de pesos, millones que no se contabilizan adecuadamente, dinero que supuestamente está en manos del cliente, pero que en realidad pasó mediante el engaño a ser patrimonio del vendedor.

Pero lo más lamentable no es que tales desmanes se comentan en el mercado por tantos años, lo peor es que el propio Banco Central le dejó las manos libres a los perpetradores para cometer tal fechoría cuando sacó de circulación las monedas de menor denominación que el peso dominicano (RD$1.00) y tal acción no fue complementada con la prohibición de los precios con fracción de centavos.

El Estado Dominicano, que cuando fue catalogado como un estado fallido recibió tantas defensas y lo más granado de la intelligentzia dominicana expresó las mil y una pruebas de lo contrario, tiene en este hecho una tarea pendiente, tiene aquí la intelligentzia dominicana un síntoma que explicar y explicarse, porque en esta práctica se muestra no solamente la debilidad del Banco Central sino el de muchas otras instituciones del Estado. ¿Cómo se puede conocer exactamente el PIB con este desparpajo financiero? ¿Cómo calcular con exactitud la inflación? ¿Cómo creer en las estadísticas?

Si esto se puede ver en los iluminados anaqueles de las tiendas, cuántos desaguisados no habrá en las intrincadas madejas por las que se escurren las Finanzas del Estado. Un Estado que, a propósito de las elecciones del próximo 16 de mayo, es el engendro de todos los Partidos Políticos, tanto los mayoritarios como sus aliados, un Estado que, aunque unos políticos y otros se lancen las culpas de los errores y se apropien de los aciertos, está construido con la inteligencia de todos los dominicanos, pero en muchos casos, como en este, con la indolencia de todos.

viernes, 7 de mayo de 2010

LA COSTUMBRE HACE LA LEY Y EL LENGUAJE SINTETIZA LOS CONCEPTOS

La legalización de la unión homosexual

El tema de la legalización de las parejas de individuos del mismo sexo acapara la atención pública desde hace mucho tiempo en diversos puntos de la geografía mundial. Por ignorancia, más que por otra cosa, en nuestro país aun no se tocan esos temas, pero sería muy bueno que legisladores, activistas e interesados vayan poniendo oídos a lo que en el resto del mundo sucede para que no les tome de sorpresa cuando les toque opinar y legislar acerca de ello.

Entre los muchos escollos que encuentra el tema está el lingüístico, porque, por lo general, las parejas del mismo sexo no se refieren al otro como esposo o esposa y mucho menos a esa unión como matrimonio. Al parecer, estos deseos de igualar los derechos de las parejas homosexuales con los de las parejas heterosexuales ha metido a legisladores y activistas en un escollo que de no salir de él podrá, en el futuro inmediato, desembocar en otros desaguisados o por lo menos en situaciones desagradables. Según entiendo no han tenido en cuenta la fuerza de la costumbre y la capacidad del lenguaje para sintetizar un concepto.

Es sabido que cuando se nos llena un formulario, nunca se nos pregunta el sexo, el censor traza una cruz en el que a todas luces nos corresponde y sigue de largo para no herir susceptibilidades, no nos preguntan para no molestarnos, porque siempre suponemos que nuestro sexo es evidente -aunque no lo sea nuestra sexualidad-, y suele molestarnos un cuestionamiento acerca de lo que presumimos es obvio para cualquier prójimo.

De tal modo, la Ley que reconozca la unión entre personas del mismo sexo, ineludiblemente deberá adoptar otro nombre distinto al de matrimonio. Por la fuerza de una milenaria costumbre el matrimonio se efectúa entre personas de distinto sexo, es decir, quienes se unen en matrimonio adquieren el estado civil de casados, lo cual denota sin dudas al matrimonio heterosexual, por lo que al llenar una forma en la que se nos pregunte el estado civil, la respuesta es única: soltero(a), casado(a) o viudo(a) y en algunas legislaciones que lo contemplen divorciado(a).

Si la unión legal entre parejas del mismo sexo se adopta bajo la figura del matrimonio puede acarrear entuertos y preguntas que pudieran ser irritantes tanto para homosexuales como para heterosexuales.

Por ejemplo:

Pregunta: ¿Cuál es su Estado Civil?

Respuesta: Casado(a)

Pregunta (inevitable en ciertas circunstancias): ¿Con un hombre o una mujer?

En algunos contextos se utilizan ciertas palabras que definen conceptualmente la relación homosexual; entre otras, “pareja” o “compromiso”. Hay mucha inteligencia en la comunidad homosexual, y si bien es cierto que los derechos reclamados son justos, no lo es así la figura legal a la que se quiere ajustar. Ya en muchos Estados las uniones homosexuales se han legalizado bajo la figura del matrimonio, algo que seguramente provocará muchos entuertos que nada tienen que ver con la homofobia sino con el uso de las palabras.

LA DEFINICIÓN CIENTÍFICA DE VIDA HUMANA Y EL DERECHO A LA INTERRUPCIÓN DEL EMBARAZO.


Las religiones, a través del dogma de la fe, tratan de dar respuestas a todo lo que la ciencia no llega a comprender. De tal modo, a través de la Historia, la razón científica ha sido sustituida por el dogma de las religiones.

Hoy nos parece increíble la Inquisición, que persiguió y llevó al suplicio a cientos de individuos por sus ideas preclaras; entre ellos, Galileo Galilei, quien salvó la piel porque se retractó públicamente de sus descubrimientos científicos que demostraban el movimiento de la Tierra alrededor del sol.

Hoy las religiones han tenido que admitir lo que es evidente para todos, negar que la tierra es redonda y se mueve sería ridículo en una era que las tecnologías han permitido democratizar la educación de manera inimaginable en la Edad Media; sin embargo, aun quedan preguntas cuyas respuestas científicas no están listas o no reciben la suficiente difusión, y es por esos resquicios que la religión responde con sus argumentos.

El derecho a la interrupción del embarazo lleva, ineludiblemente, una definición científica del concepto de Vida Humana. No es posible que quienes se parcializan a favor o en contra de la Ley que permite la interrupción del embarazo, carezcan de una definición, científicamente comprobada, que sostenga cuando comienza la vida de los seres humanos y las células dejan de ser un embrión.

No es, porque nunca lo ha sido, la religión la más lúcida y autorizada para definir las normas de la razón, es el Dogma de la fe su esencia, es el cuido de las almas su misión. Sin embargo, en todo el proceso legislativo que puso de frente en la República Dominicana a partidarios y detractores de la Ley que posibilitaría la interrupción del embarazo, no hubo un contundente estudio científico que demostrara a la opinión pública de manera amplia y democrática, la diferencia entre Embrión y Vida Humana, lamentablemente, como siempre, se movieron intereses de otro tipo.

Tampoco las religiones se han hecho cargo de las consecuencias de los embarazos no deseados, ni de los millones de niños que vienen al mundo a pasar las más terribles humillaciones y sufrimientos, nadie ha dado cobijo a las familias disfuncionales que reciben criaturas que no pueden atender adecuadamente.

Es posible que, al igual que con la redondez de la Tierra, algún día el concepto de Vida Humana sea tan conocido por todos que la interrupción del embarazo sea un derecho pleno de quien cargue el embrión en sus entrañas, asistida por supuesto por un científico experto, quien diagnosticará certeramente cuándo, cómo y dónde se debería realizar el procedimiento.