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jueves, 6 de febrero de 2014

EDEL MUÑOZ: EL LENGUAJE MUSICAL DESDE LA GUITARRA

Santo Domingo, 02.01.2014. Sala Aída Bonelli del Teatro Nacional Eduardo Brito. D. Scarlatti, Sonata en La M; J. S. Bach, Preludio, Fuga y Allegro; Dionisio Aguado, Introducción y Rondó; Leo Brouwer, Elogio de la Danza; Eduardo Martín, Mirándote; Ñico Rojas; Guajira a mi Madre,  C. Fariñas, Canción de Laura; Silvio Rodríguez, Rabo de Nube (Arr. Carlos Lloró); A. Piazzola, La Muerte del Ángel (Arr. L. Brouwer); Encore: L. Brouwer, Un día de Noviembre. Edel Muñoz, guitarra. Aforo, 70%

El joven Maestro Edel Muñoz, llegó por primera vez a Santo Domingo cargado de premios en concursos internacionales -19 primeros premios para ser exacto-, de fabulosas críticas y de un gran éxito de público. Con sus pocos años ya tiene hecha una carrera estupenda en el mundo real, enfrentado al gran público, ese que se encuentra en el Weill Hall del Carnigie Hall de New York, el Palau de la Música de  Barcelona y en los teatros de más de veinte países en los que se ha presentado. Así que tratar de elogiar a estas alturas a Edel es bien difícil, por lo que intentaré poner en lenguaje escrito lo que su música fue capaz de provocarme.

Siempre he sentido que interpretar bien una obra musical, consiste “simplemente” en acercarla a lo que pudiera ser una declamación, o más bien una conversación en la que cada melodía es un personaje, o en la que todas en conjunto conforman un actor que nos habla, que trata, desde los sonidos hilvanados como un monólogo o un diálogo, de contarnos una historia; o más bien, de expresarnos algo que en ese momento es lo más importante del mundo, algo que nos amarra al discurso y nos pone el cerebro a generar sensaciones indescriptibles, a crear imágenes inimaginables. Y eso sentí ante el concierto de Edel Muñoz.

Edel posee una dicción impecable, su discurso es coherente, cada sonido es único, pero al mismo tiempo cada nota que pulsa es consecuencia de todo lo anterior y un precedente de lo que vendrá.

No pude evitar escuchar un clavecín; sin embargo, era como un juego, como si uno de los personajes -extrañamiento mediante- imitara a otro que el público conoce de otras historias. Estoy seguro que muchos clavecinistas que le han escuchado quedaron sorprendidos con la claridad y expresividad de los adornos que utiliza en la obras de Scarlatti y Bach.

No pude sustraerme a la idea de un arpa -y esto quizás esté entre las cosas más subjetivas que ahora escribo-, pero el Rabo de Nube, ese, al que Lloró le hizo un magnífico arreglo, se me quedó en el disco duro en su versión original y saltó de nuevo el juego de las imitaciones, y era un arpa lo que sonaba desde la guitarra del Maestro Muñoz.

No creo que pueda escribir mucho más de Edel, porque tendría que decir que es un artista excepcional, que está entre los guitarristas más virtuosos de su generación, que es hoy por hoy uno de los más destacados representantes de la Escuela Cubana de Guitarra, ese modo de tocar que distingue a todos los que estudiaron apegados a la técnica de Clara Romero de Nicola e Isaac Nicola, a los que por su técnica y su espíritu se les nota que llevan consigo una larga tradición, y miles de horas de estudio entre seis cuerdas.

Ah, tendría que decir además que Edel posee una digitación perfecta, que sus dos manos trabajan como reloj suizo. La izquierda se desplaza sin ruidos por el mástil evadiendo ese siseo o rayar de güiros, a veces molesto, que dejan los dedos al viajar sobre las cuerdas, -que por lo aparentemente inevitable muchos otros grandes guitarristas han tratado de tolerar como “daños colaterales” o quizás gajes del oficio-. Y pisa con una pasmosa precisión, sin aproximaciones, anulando absolutamente cualquier distorsión provocada al chocar la cuerda con los trastes. Edel no comete estos “pecados piadosos” que se pueden escuchar en grabaciones tenidas como legendarias, y el resultado es un sonido pulcro, culto y expresivo.

Tendría que decir que su variedad en el toque se ajusta a la firmeza y precisión con que pisa las cuerdas, tendría que decir que es a través de su maestría técnica que consigue una paleta infinita de colores; pero, estoy seguro que todo eso ya lo han dicho y escrito.

El público que asistió al concierto debió sentir muchas otras sensaciones, porque aplaudió con ganas cada una de las piezas, y al final fueron muchas las muestras de agradecimiento al artista.

También tendría que decir que volveremos muchas veces a escuchar a Edel, porque su carrera hasta aquí augura un porvenir excepcional; pero esto seguramente también ya lo habrán dicho.

Vaya, resumiendo… que fue un placer enorme poder haber asistido a este concierto y conocer en vivo a un artista de su talla, a un músico capaz de hacerme escuchar la música en el lenguaje de la guitarra.

Un nuevo espacio para la guitarra en Santo Domingo
En Santo Domingo se mueve la guitarra clásica, no tanto como en otras  grandes y pequeñas urbes, pero se mueve. Y en el motor de ese meneo está, desde hace algunos años -unos veinte más o menos-, el Maestro Rubén González, quien acumula múltiples logros como artista y pedagogo, y casi sin darse cuenta, como promotor indiscutible de la guitarra en nuestro país. 

Y el último empujón al que he podido asistir, fue el concierto que realizó aquí el guitarrista Edel Muñoz, quien con su recital movió la guitarra en la República Dominicana de una manera telúrica. Pero además de eso, según se supo, este fue el primer recital de un ciclo que en ese lugar y a esa misma hora, se realizarán cada mes, un sitio nuevo, un tiempo y un espacio que estarán dedicados a mover la guitarra en Santo Domingo.  

Página oficial de Edel Muñoz

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