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martes, 15 de julio de 2014

GRANMA FUNDAMENTA ADUANAZO

Para una estadística futurista
“En un año un pasajero importó, […] 41 monitores de computadoras y 66 televisores de pantalla plana. Otra persona trajo 34 impresoras, 58 monitores y 74 torres de computadoras, todo ello entre el 2011 y el 2014. […] un pasajero llevó en su equipaje 1 695 unidades de rodamiento y otro en el mes de marzo cargó con 400 […] bombillos intermitentes para motos; todas esas mercancías fueron decomisadas por comprobarse su carácter comercial.”
Si desapareciera en un cataclismo todo lo escrito entre 1959 y 2014 acerca de la economía cubana, y algún historiador del futuro descubriera este párrafo publicado en el tabloide Granma en fecha 10.07.14, llegaría rápidamente a la conclusión de que durante todos esos años la indigencia se salió de madre en la isla.
¿En qué lugar del mundo se pueden dar tales estadísticas?; pero peor aun, que éstas sean tomadas en cuenta para justificar la puesta en vigor de disposiciones que profundizarán aun más la debacle económica. ¿Cómo es posible que un monopolio se sienta superado por la insignificante importación que hace un reducido número de personas en sus equipajes?
Esas importaciones informales existen en todas partes del mundo, pero ningún empresario, ninguna distribuidora, ningún importador, nadie en el mercado se siente agobiado por estas nimiedades. En casi todos los países de nuestra América ese mercado informal existe, pero ni por asomo en las cantidades ridículas que publica el Granma, magnificándolas como si estas fueran la lanza contra el costado de Jesús, como si estas pacotillas significaran la causa de la indigencia económica de la isla.
Controlar la pacotilla que llevamos a Cuba los emigrados o los nuevos emprendedores cubanos no sería necesario si el Estado monopólico cubano hubiera sido capaz de producir riquezas suficientes y sostenibles, y esas impresoras, monitores, computadoras, papel sanitario, bombillos, zapatillas para grifos, tornillos, bisagras y todo lo demás estuviera en el mercado de la isla.
En la República Dominicana, por ejemplo, el mercado de pacas o informal ha llegado a cifras
Mercado de la pulga en Santo Domingo
que en realidad alarman a algunos comerciantes formales, pero eso no invita todavía a las autoridades a emitir decretos y disposiciones ridículas para regular la “pacotilla” que en cantidades irrisorias importan los dominicanos como equipaje. Según las estadísticas publicadas en el portal de la Internet
diario3.com “para 2011 entraron al país 22,515.1 toneladas métricas (TM) de pacas por un valor de más de RD$606.7 millones. Esto representó un volumen de 20,627.8 TM más que en 2005, cuando se trajeron 1,887.3 TM, y 920.2 TM menos que en 2010, cuando entraron 23,435.3 TM”.
En Cuba no existe ni siquiera el mercado de pacas, de lo que se trata allí es de las libras y los artículos que puede un pasajero llevar consigo como equipaje, y es verdaderamente dramático, que un cubano necesite pasar tanto trabajo y gastar tanto dinero para importar 41 monitores como equipaje, una carga, que ni por el peso ni por el volumen pudiera considerarse de provecho comercial en ningún lugar del mundo con una economía medianamente sana.
Esas importaciones informales son necesarias cuando el monopolio del mercado lo mantiene un dueño inoperante, incapaz de abastecer los artículos que satisfagan las demandas. Si el mercado cubano estuviera abarrotado de monitores, impresoras, computadoras, televisores, papel sanitario, cepillos de diente, fusibles, interruptores, niveles de burbuja, serruchos, planchas, rodamientos, etc., los cubanos no tendríamos que llevar o mandar, para comercializar o para simplemente avituallar a nuestros seres queridos varados en esa isla, cualquier cosa, porque sería muchísimo más rentable comprar todo eso allá.
Pero la enajenación de la realidad es tan colosal en la isla del Dr., que para la economía cubana el “pasajero” adquiere categoría de empresario privado, cuando no es más que un pasajero con sus maletas, y en todo caso un comerciante informal, y nunca ningún artículo en esas cantidades pudiera ser tenido en cuenta por el mercado. Por supuesto, que como el dueño monopolista de toda la actividad comercial es el dueño del estado, y ese dueño es incapaz de producir riquezas, se siente temeroso de ser puesto en ridículo con cada monitor o computadora que un Juan Pérez cualquiera es capaz de importar y poner en manos de 41 cubanos.
No hay que ser muy ducho en delirios para entender el estado de las cosas en la isla y sus causas, pero cada día comprendo más, que para quienes nunca la han sufrido, comprender estos dislates es una empresa inalcanzable. 

Si toda la literatura acerca de la economía cubana desapareciera, y solamente quedara ese párrafo publicado por el órgano oficial del PCC, sería fácil concluir que: “Hubo una isla en el Caribe llamada Cuba, en la que de acuerdo a las pocas estadísticas encontradas los resultados económicos debieron ser catastróficos”.

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