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martes, 31 de mayo de 2016

EL DERECHO DE NACER O LIMPIARSE CON ALIAS FIDEL CASTRO

Contigo en la distancia
En los inicios de la radio en Cuba, se popularizó una novela que medio siglo después de su desaparición continúa en las mentes de muchos cubanos. Uno de los ganchos más ingeniosos que tuvo aquel culebrón, fue Don Rafael del Junco, un personaje que dejó de hablar por decenas de capítulos, y se convirtió en la primera celebridad cubana que brilló, literalmente, por su ausencia. Cada día, millones de radio escuchas se aferraban a su aparato receptor con la esperanza de enterarse de lo que Don Rafael estaba por decir.

A tantas décadas de distancia, el tabloide Granma, resucita de tiempo en tiempo la esencia del ilustre personaje, publicando editoriales firmados por Fidel Castro. Sin embargo, quien escribe las llamadas “reflexiones” –riflexiones diría Zumbado- no consigue parangonarse al genio de Félix B. Caignet, autor de la original radio novela titulada El Derecho de Nacer, porque nada tiene ya que decir este neo-Don Rafael, nada nuevo tiene que reflexionar.

En sus dichos arremete, como siempre, contra el “imperialismo yanqui”, a quien culpa de las miserias en que se hundió Cuba durante el último medio siglo. Pero el rating de alias Castro es insignificante, porque todos saben que el único culpable de esas miserias fue el castrismo, un sistema dislocado que desbrozó la economía cubana y la dejó sin centrales azucareros, sin industrias, sin agricultura y sin moneda nacional -a pesar de que organismos internacionales pronostiquen cifras altísimas de desarrollo, comprensibles sólo si se tiene en cuenta que Cuba tampoco tiene capacidad para ofrecer estadísticas ciertas-.

Y a propósito de estadísticas, el rating de alias Castro tampoco se puede medir por el número de tabloides vendidos, porque quienes lo compran no siempre lo hacen con la intención de leerlo. Gracias a las mismas carencias que el régimen erigió, al comprar el tabloide, los cubanos adquieren el sustituto de un artículo primordial y deficitario desde hace casi medio siglo en el mercado de la isla. Los cubanos, en la intimidad de los retretes, utilizan el tabloide para necesidades más apremiantes que leer sus páginas.
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