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domingo, 2 de septiembre de 2018

LA GRUTA DE FINGAL EN LA SALUD DIGITAL DE UNA ORQUESTA SINFÓNICA


Cartas a un colega

Con el tiempo, en algunos lugares, las orquestas sinfónicas se han convertido en parte de la sociedad, en un tema que suena en la intelligentsia de esas sociedades, donde el músico es reconocido como lo que es: un fabricante de ilusiones y de estados de ánimo placenteros. 

La gruta de Fingal es una cueva marina de Escocia  situada
en el islote de 
Staffa, en el archipiélago de las Hébridas.

Foto: Fuente externa
Estimado colega, a esto me refería cuando te decía que la obertura Las Hébridas es una obra que debería «obrar» en el repertorio de campaña de cualquier orquesta que vele por su «salud digital» y todas sus consecuencias, o al menos formar parte de su bibliografía pasiva.

Vamos por partes: el tempo, según dice la partitura es un Allegro moderato, y no hay ninguna variación hasta el compás 217 donde aparece un Animato, pues bien, como te dije, es el mismo de principio a fin, por lo que desde ese punto no tiene el más mínimo problema técnico, tú o yo podemos dirigir esa obra. ¡Ah!, pero eso no es todo, para llegar a esa conclusión, para llegar a esa solución tan simple, para llegar ahí hay que comprender; primero, cómo consigue el compositor, entonces, las tensiones y distenciones naturales que debe tener toda historia para que, de principio a fin, capte la atención del público.

Pues bien, en esta obra, Mendelssohn, quien, hasta aquí, según sus catalogadores había escrito solamente 24 obras, lo resuelve con la simplicidad de los genios, agrega más notas por compás al tema, sí, tan simple como eso. Ahora, ¿por qué lo hace? ¿por qué ese es el recurso que utiliza Félix para establecer el ritmo interno de la obra?

Según la partitura, la obertura fue compuesta en 1830, tres años después de la muerte de Beethoven, dos años antes de la muerte de Goethe y cuando Mendelssohn tenía 21 años, era la Europa de las primeras décadas del siglo XIX, iba naciendo lo que después conocimos como Romanticismo. Goethe había nacido en 1749, había escrito Los sufrimientos de Joven Werther en 1774, en mi opinión, la obra que hizo explosión en las mentes de los milenians del siglo XIX y que finalmente, en 1789, comenzaría, implosionando también en las acciones de toda Europa, a hacer volar en pedazos, junto con la Bastilla, el sistema feudal y a dar paso al capitalismo… claro, pero esto, dicho así a tan largos trancos puede parecer una digresión o un disparate -Ojo, Goethe no fue el autor intelectual de la toma de la Bastilla-, pero lo hago para exponerte el camino por el cual trato de entrar en la mente, en el intelecto y en la estética de Félix, de entender el contexto en el que se movía entonces Mendelssohn cuando compuso Las Hébridas. Es mi modo de entender sus hábitos de escucha y cómo debo disfrutar la obra, cómo enfrentarla y sacarle partido emocional, pero como somos de profesión músicos, también arrancarle a la obra sus aportes técnicos.

Sí, es una hipótesis algo macarrónica… ¿y si no? Pero, para lo que quiero demostrar es suficiente. Para él, para el joven Félix, quien aún no era protestante, ¿o sí?... ahí habría otra línea de investigación, porque como sabes su familia era de origen judía y se volvió al protestantismo… pero esa es otra harina… aunque, eso sí, antes o después de Las Hébridas, la música que pasó por sus oídos tuvo fuentes muy diversas… Como te decía, la cuerda sonaba más bien soplada, aún los grandes teatros no eran un espacio a llenar con la música, aún Berlioz no se había obsesionado con las grandes masas sonoras aunque ese mismo año estrenó su Sinfonía Fantástica, así que en el oído de Félix cabían menos, muchísimos menos decibeles que en los oídos de los románticos posteriores, donde la cuerda comenzó a ser; primero, lamida y, después, mordida, como lo quiso Chaikovski en algunos pasajes de sus sinfonías, pero aún faltaban diez años para que naciera el genio ruso y morder la cuerda no era parte de la estética.

Ahora, las semicorcheas en la cuerda, que son en mi opinión las que ejercen la tensión de la obra ¿para qué más nos pueden servir? Pues te digo, si hablamos de técnica monda y lironda, estas figuras, tocadas por toda la cuerda durante pasajes largos, tocables y muy agradables al oído son la perfecta medicina para ensamblar la orquesta. ¿Cómo? Pues primero lo primero, cada músico debe desentrañar su parte y poner en dedos estos magníficos pasajes que, como verdaderos estudios para violín, viola, violonchelo y contrabajo, Félix escribió para La Gruta de Fíngal.

¿Y cómo así? Pues como todo instrumentista debe hacerlo, como se hace desde tiempos inmemoriales: abordando la obra nota por nota y dedo por dedo. Aquí te recomiendo ver el filme El Violín Rojo, y si ya lo viste vuelve a verlo. La película, además de una deliciosa historia, finamente construida, con un cuido especial por toda la estética cinematográfica, es una verdadera clase magistral de ciencias de la música. Fíjate en la escena en la que el maestro le enseña al estudiante como usar el metrónomo para alcanzar la habilidad de tocar a la velocidad de la luz… en el caso que nos ocupa, a tocar todas las semicorcheas en tempo, afinadas y todos juntos… ¡Ah! Aquí debería hablarte del tono, pero ya será en otro momento… ¿o no?

Bueno, va a ser una digresión a quemarropa, pero ahí te va: El tono es eso que puede parecerle al público un misterio indescifrable, pero que es simplemente el resultado de una serie de acciones coordinadas que ejerce con ambas manos el instrumentista sobre su instrumento, la izquierda pisando firme con los dedos la cuerda contra el diapasón, como una cejilla mecánica, y la derecha frotando el arco contra la cuerda firmemente de manera tan perpendicular como sea posible, propiciando la vibración de la cuerda. Eso, la justa afinación, el vibrato controlado y la eliminación de todo ruido constituyen el tono, que es quizás, un peldaño más alto que el sonido, la afinación o el toque por separados, es todo eso y mucho más. El tono es el resultado, en última instancia, de la cultura del instrumentista…  

Como te decía, en todo esto debe enfocarse una orquesta cuando ve en sus atriles las partichelas de La Gruta de Fíngal. Claro, y aquí hay especificaciones también. Si la orquesta está en dedos, si la orquesta está «hecha» y por sus atriles han pasado muchas sinfonías de Mozart… y ojo, más adelante te comentaré por qué esta obra es superior a casi todas las de Mozart para la salud digital de una orquesta y a qué me refiero con «hacer» la orquesta … Como te decía, si la orquesta está hecha, si viene de tocar muchos pasajes escabrosos y los ha estudiado como en la escena de El Violín Rojo, pues al director no le queda más que hacer su versión de la música, pero si la orquesta no está hecha, es decir, no suena ensamblada y la afinación, a consecuencia de la inseguridad digital, está afectada, pues le toca al incumbente hacer lo que nunca se hizo: el papel del metrónomo. Muy probablemente, a estas alturas, un director sensato optará por tocar a como dé lugar, pero un director sabio optará por hacer de metrónomo y ajustar el tempo a las posibilidades del conglomerado y como último recurso cambiar la obra, como han hecho muchos directores en semejante encrucijada.

¿Y a qué me refiero con «hacer» la orquesta? Aunque algo te he dicho en los párrafos anteriores y aunque creo que alguna vez hablamos del asunto, creo que este es un motivo que da para muchas sinfonías. Con el tiempo, en algunos lugares, las orquestas sinfónicas se han convertido en parte de la sociedad, en un tema que suena en la intelligentsia de esas sociedades, donde el músico es reconocido como lo que es: un fabricante de ilusiones y de estados de ánimo placenteros. Pero también hay orquestas, que alcanzado esto y por su alto grado de especialización, por estar hechas con meticulosidad y memoria histórica, han alcanzado una personalidad capaz de elegir cómo desean sonar y a quién desean ver en el podio… pero este no es el caso, aquí, en Nuestra América, son pocos los casos como ese, así que de este lado del mundo, «hacer la orquesta», en mi opinión, es trabajar un repertorio coherente desde el punto de vista técnico y artístico, como hace un estudiante en una academia, con método y metodología y con el objetivo de alcanzar cada vez mayores niveles artísticos… y aquí vuelvo a la salud digital… porque para eso, para alcanzar el arte musical en una orquesta sinfónica, es indispensable la salud de la cuerda… y eso se obtiene pasando por los dedos de los instrumentistas muchas obras que establezcan un sello de solvencia técnica. Es esa la única ruta por la que se llega a altos niveles en la escala de valores estéticos.

Creo que hasta aquí pudiera quedarte claro lo que entiendo por «hacer la orquesta», me falta ahora el asunto «Mozart». Mira, aún en el siglo XVIII el contrabajo no era un instrumento respetado, aún estaba «en construcción», las técnicas de interpretación se estaban explorando, las cuerdas eran de tripas, muy largas, poco duraderas, etc., y, sobre todo, los contrabajos servían solamente para doblar a los violonchelos, era el contra bajo de la orquestación, eso, a pesar de que ya Haydn le hubiera dado un solo de 16 compases al contrabajo en su Sinfonía No. 31, pero eso no significó que se escribieran pasajes contrabajísticos.

Mira si no la Sinfonía No. 35, donde lo escabroso de los pasajes no se recompensa con la belleza sonora, aporta al malabarismo, pero no al arte y a la técnica, algo que no sucede con Félix, todos los pasajes de La Gruta de Fíngal devuelven en oro las horas de trabajo, todos son absolutamente contrabajísticos, todas sus notas se pueden tocar, incluso a velocidades supersónicas, pero ya, si el director viola el tempo destroza la belleza de la obra. En fin querido amigo, ahí te dejo un enlace para que disfrutes de una versión de La Gruta de Fíngal que me parece justa, bella, sensata y emocionante, interpretada por una directora que no conozco personalmente, pero con la que me gustaría poder trabajar algún día, me refiero a Patricia Pouchulo.

En conclusión, para hacer la orquesta es indispensable cuidarle la salud digital, y, claro, para estos menesteres, La Gruta de Fíngal es una magnífica medicina… pero como toda cura, es menester aplicarla en las dosis que recomienda el médico, de lo contrario pudiera ser venenosa. Así que, como dice el prospecto, manténgase alejado del alcance de los niños.

Un abrazo y seguimos en contacto.

2 comentarios:

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