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lunes, 28 de diciembre de 2020

LA DESAPARICIÓN DEL LUCERO DEL ALBA

 


28.12.2020. La National Association of Zodiac and Astronomy Clubs (NAZCA) ha develado que a partir de hoy 28 de diciembre de 2020 dejará de verse en todo el mundo el Lucero del Alba. Según la nota publicada en el sitio web oficial, esta desaparición a la vista de los noctámbulos y madrugadores estaría causada por una explosión en ese planeta, la que habría provocado una gigantesca nube de polvo intergaláctico compuesto de partículas microscópicas. Algunos científicos independientes, consultados por la prensa después de la conferencia que ofreció la Asociación vía Zoom en la madrugada de hoy, se mostraron escépticos ante el anuncio.

La nota no da muchos más datos acerca de las consecuencias que este fenómeno pudiera tener para los habitantes del planeta Tierra; sin embargo, uno de los miembros numerarios de NAZCA, quien no quiso ser identificado, aseguró que para los humanos significaría la pérdida de otro símbolo, y agregó que: «A pesar de que ya pocos bardos le cantan al Lucero del Alba, su pérdida pudiera causar la resignificación de muchas metáforas».

domingo, 20 de diciembre de 2020

LOS REFORMISTAS DEL CASTRISMO SALEN DEL CLOSET

 Los cambios fraude cabalgan de nuevo

Estos reformistas, promotores otra vez de un cambio fraude, traen un mensaje hipócrita que oxigena a la dictadura, haciendo pasar gato por liebre a los indecisos y propagando la especie de que el castrismo es perfectible. 


Ya andan, sin pérdida de tiempo, las prensas utilizando las palabras «diálogo» y «tolerancia» sin mencionar la palabra «dictadura» para referirse a los sucesos ocurridos en Cuba durante el último mes, y que han salido a la luz por las ventanas del periodismo independiente y los vídeos subidos por los protagonistas a la incontrolable Internet. 

El Movimiento San Isidro (MSI) y el veintisiete de noviembre (27N) se han mencionado en varios caracteres, pero no en todos ni mucho menos se ha enseñado la verdadera causa de todos los conflictos ocurridos en la Isla durante los últimos 62 años, no se ha mostrado, como otras tantas veces, al verdadero causante de la falta de «diálogo» y «tolerancia», no se ha mencionado a la dictadura castrista. 

Hace unos días me tropecé con uno de estos artículos en Facebook bajo el título de «El diálogo y la tolerancia política agitan Cuba», firmado por Mauricio Vicent, publicado originalmente en El País. Lo primero que me llamó la atención fue el uso de dos palabras proscritas de las relaciones sociales en Cuba desde hace más de seis décadas, y expatriadas desde el año 1961 cuando el finado dictador I criminalizó todos los diálogos e hizo ley el monólogo del partido único, con lo cual demolió, con una oración y un ejército implacable, toda posibilidad de disidencia. 

Todas las acciones llevadas a cabo por los cubanos en contra de la dictadura son válidas excepto el diálogo, porque mientras en ese diálogo no se incluya la necesidad de eliminar la dictadura, es poco lo que se podrá hacer. Muchas veces, cientos de cubanos han intentado dialogar y se han encontrado de frente con la dictadura castrista que los ha reprimido con violencia, los ha perseguido, los ha encarcelado y les ha provocado la muerte -física o moral-. Estos reformistas, promotores otra vez de un cambio fraude, traen un mensaje hipócrita que oxigena a la dictadura, haciendo pasar gato por liebre a los indecisos y propagando la especie de que el castrismo es perfectible. Es una práctica manida la de confundir los conceptos aparentando sintonía con los que desean cambios en Cuba, pero con el decidido interés de que prevalezca el dogma que arruinó la cultura cubana: «con la dictadura todo, contra la dictadura ningún derecho». Lo primero es el cese de la dictadura castrista. Lo demás llegará como una consecuencia lógica de esto.

Mi punto único es que los diálogos durante 62 años se han convertido en monólogos a causa de la fuerza que ha ejercido la dictadura contra los que han intentado dialogar, por lo que en mi opinión, «mientras en el diálogo no esté como objetivo principal el fin de la dictadura castrista, volveremos al punto de partida», todos los tempos volverán a ser los mismos, por muy vivaces que puedan haber comenzado otra vez.

No tengo dudas, por haberlo visto tantas veces, de que quienes están de acuerdo con volver a intentar un diálogo con la dictadura están de acuerdo con la «perfectibilidad de la dictadura» y serán capaces de acatar una vez más las «sugerencias» y las «promesas» del Partido único, y es con eso con lo que no estoy de acuerdo. Es verdaderamente simple.

Y como prueba más que fehaciente de que el diálogo no sirvió para nada, están la persecución y el estado de sitio en el que han vivido todos los participantes en el MSI y en el 27N hasta el sol de hoy, que los presos políticos siguen estando presos, y la represión de las llamadas avispas negras contra la población se ha recrudecido y esparcido por las calles de toda Cuba. «Las protestas pacíficas visibles erosionan a la dictadura, el diálogo le da fuerzas». En cuanto a eso se puede estar a favor o en contra, pero no hay medias tintas, todos sabemos, por haberlo vivido más de una vez, las consecuencias de tomar uno u otro camino.

sábado, 28 de noviembre de 2020

LA GUAGUA DEL NARANJO

Buscando perlas en periódicos viejos

Ya mencioné en un post anterior que para los lectores de la prensa cubana a mediados del siglo XIX, la guagua era el ómnibus, que entonces era una diligencia tirada por caballos, pero también era un insecto que atacaba a los naranjales, y además tomar algo gratis. En la siguiente nota publicada en un periódico en 1851, el juego de palabras incluye la guagua como insecto y el leer de guagua, que es leer el periódico del vecino, leer sin comprar el periódico, leer gratis.  

Naranjas. Con sumo placer de los amantes de esta rica fruta, ornato de nuestras fincas, los puestos de los mercados y los talleres de los revendedores se ven ya atestados de ella, libre del microscópico insecto que asolara los naranjales de la Isla. Esto confirma una vez más que no hay mal que dure cien años, bien que si la guagua de los naranjales ha desaparecido la «guagüitis» de las ciudades no da muestras de hacer lo mismo, al menos por lo que respecta a leer periódicos. Al fin del mal el menos, y este menos es que ya se dan cinco y seis naranjas por medio real. 

viernes, 20 de noviembre de 2020

Yo fui el «hombre nuevo» y mis padres perdieron la patria potestad

Desde los Carlos y los Federicos, los Lenin, los Stalin y los Castro, todos pensaron que era imprescindible destruir la familia para que el comunismo y sus sectas marxistas ejercieran su hegemonía, y eso fue lo que hicieron. 

Maleta de madera para «la escuela al campo».
Dos o tres años antes de morir, mi padre me recordó algo de lo que apenas me acordaba: Fue un viaje que él hizo en septiembre de 1970 a un intrincado lugar, en las inmediaciones de San Nicolás de Bari, al que me habían llevado a hacer «la escuela al campo», y que él, después de viajar durante muchas horas para llegar a verme, cuando se encontró conmigo, yo lo recibí con una frase que le dolió, le dolía aun casi medio siglo después: «¿Y para qué viniste a verme?». 

Ese recuerdo me lo contó con dolor en el rostro, con pena por aquel recuerdo; sin embargo, yo, aunque lo recordaba, no le había dado la menor importancia. Así que después, tratando de reacomodar aquel pasado a la realidad, cuando han pasado cincuenta años, y revisando lo que había sucedido con aquel niño que entonces era yo, cuando apenas tendría unos dieciséis años, llegué a entender que hay una sola explicación para aquella frase.

A esa edad yo llevaba cuatro años separado de mi familia, como yo había querido estudiar música y las academias que hubo en mi pueblo desaparecieron gracias a la abolición de la propiedad privada impuesta por la dictadura, a los doce años me tuve que ir de la casa para estudiar en un internado en Cienfuegos bajo la tutela del «estado revolucionario», y allí, sin que yo me diera cuenta me fueron enseñando la doctrina, me fueron convirtiendo en un «hombre nuevo», me fueron dando las consignas y me fui alejando de mi familia, así que cuando vi a mi padre aquel día me sentía quizás como un «hombre nuevo», como un heroico guerrillero que ya no necesitaba ni del padre ni de la madre. ¡Vaya estupidez! ¡Vaya ingratitud!

No me siento orgulloso de aquella frase, tanto es así que no pude ni responderle a mi padre cuando él me contó aquel pasaje de su vida, me quedé petrificado y antes de poder recordarlo le pregunté: «¿Pero yo te dije eso?», y me dijo: «Sí, tú me dijiste eso después de haber pasado yo tanto trabajo para llegar a aquel campo con dos jabas de comida para que llenaras tu maleta de madera». Y ya, en aquel momento, en aquel campo en medio de la nada, ni él ni yo podíamos entender que mi madre y él habían perdido realmente la patria potestad, ya ellos no podían decidir sobre mi educación, no podían decidir dónde yo iba a dormir, no podían decidir qué iba a hacer de mi vida. Allí, como todos los niños y jóvenes, teníamos que levantarnos a las cinco de la mañana para ir al campo a hacer labores agrícolas que jamás en nuestras vidas habíamos hecho, niños menores de quince años, menores de edad éramos puestos a trabajar en el campo, hoy eso se denomina trabajo infantil y está muy mal visto, pero muy bien tolerado.

Hoy, después que han pasado tantos años, cuando ya conseguí desprogramarme de aquella profunda y obscena secta, de aquel profundo adoctrinamiento al que fui sometido, comprendo perfectamente por qué la familia cubana ya no existe, por qué eso que llaman el «hombre nuevo», es la marca más visible en los cubanos. Es terrible, son generaciones sin medidas, generaciones absolutamente dominables por el estado, dominados por el poder hegemónico del «estado revolucionario», un estado que hace lo que le da la gana con todos nosotros.

Nunca, nuestra familia, que en el núcleo éramos dos padres y dos hijos, nunca nos dimos cuenta del gran asesinato, del crimen que estaban cometiendo, del crimen que cometieron con nuestra familia. Mi madre y mi padre, muy revolucionarios, seguidores entusiastas de todas aquellas consignas que destruyeron sus propias vidas, allá se quedaron, allá enterramos sus cenizas, y sus dos hijos finalmente tuvimos que emigrar, y como emigrados adquirimos una categoría muy triste. No somos emigrados por gusto, no emigramos por buscar nuevos horizontes, sino por escapar de una realidad hostil -incluso aunque no nos diéramos cuenta de la mitad de las cosas-, y hemos llegado a un destierro donde en definitiva somos enterrados, porque, a diferencia de la gran mayoría de los emigrantes, lo que dejamos atrás se hundió, destruyeron nuestra cultura con conocimiento de causa, con perversidad, con un programa filosófico.

Desde los Carlos y los Federicos, los Lenin, los Stalin y los Castro, todos pensaron que era imprescindible destruir la familia para que el comunismo y sus sectas marxistas ejercieran su hegemonía, y eso fue lo que hicieron, y como la familia es el núcleo fundamental a partir del cual se ejercen todas las relaciones que se establecen en el proceso de conformación de una cultura, al demoler la familia estaban dando el primer y fundamental paso para demoler la cultura, sobre la cual echarían las bases de la cultura castrista. Y aquel día, hace casi medio siglo, aquel día que yo le pregunté a mi padre que para qué había ido a verme, yo era la muestra perfecta de aquella destrucción de los valores que habían provocado en mí, en un niño de apenas 16 años, pero que ya llevaba cuatro años sometido al rigor ideológico de un internado donde las veinticuatro horas del día era adoctrinado y sometido a lo que con mucha exactitud llama Orwell el «lavado de cerebro».

No me arrepiento, no me puedo arrepentir, pero siento mucho dolor por aquel niño que fui una vez, por mi inocencia y por la ingenuidad de mis padres, por aquella familia que había sido normal hasta el año 59 y que una década después ya prácticamente no existía. Le pido perdón a mi padre y a mi madre por haberme sentido muchas veces como un «hombre nuevo» y haber actuado en contra de los principios de la familia, y condeno al castrismo por haberles arrebatado a mis padres la patria potestad, con tanta perversidad, que apenas si nos dimos cuenta. 

sábado, 14 de noviembre de 2020

BUEYES VOLANDO

Buscando perlas en periódicos viejos

Muchas son las frases en nuestro idioma castellano que se convierten en metáforas; sin embargo, casi todas, en principio, no lo fueron. Andando por ahí encontré esta perla publicada en un periódico de 1852 que explica la manera prosaica en que nació la metáfora que da título a esta nota, y dice así:

Bueyes volando. Más de una vez que por casualidad nos hemos hallado en el muelle a horas de trabajo hemos creído que ciertamente los bueyes que tiran de las carretas que conducen bocoyes de moscabado y otros volúmenes semejantes tenían cierta propensión a volar, pudiendo asegurar al menos que con bastante indignación los hemos visto en el aire suspendidos del pértigo a guisa de malhechores. La causa de esa suspensión es tan sencilla como inhumana y ainda mais denota el poco meollo que debe contener el cerebro de los individuos que entienden en la operación. Resulta pues que al bajar los bocoyes de moscabado, que frecuentemente pesan la friolera de unas ochenta arrobas, estando en vago la parte trasera de la cama de la carreta hace esta el oficio de palanca y de aquí al gravitar sobre esa parte el bocoy se eleven los bueyes suspendidos por el pértigo, y bramen y se torturen mientras acaso se ríen los que contemplan el triste papel que representan. En el campo y donde quiera que los que andan con carretas demuestran que abrigan sentimientos de humanidad respecto de los animales y que saben su oficio, colocan puntales o estacas en ambos extremos de la carreta y entonces sin temor de desnucar a los bueyes cargan o descargan volúmenes diez veces más pesados que un bocoy de moscabado.

sábado, 7 de noviembre de 2020

LA BALLENA DE LA BAHÍA DE MATANZAS

Buscando perlas en periódicos viejos

Cuando viví en la ciudad de Matanzas, Cuba, pude disfrutar más de una vez de las historias que se contaban acerca de las sorprendentes visitas que una gran ballena hacía cada año a aquella abierta y deslumbrante bahía, alguna vez, asomado por allá por la cuesta en la que comienza la Vía Blanca, pude ver una enorme mancha oscura que se desplazaba por debajo del azul marino del agua, y hace unos días, andando por ahí, descubriendo lecturas que suelen ser a veces como perlas, encontré una nota publicada en 1849 y que muy probablemente constituya el primer registro de las visitas de aquel gran pez a la bahía de la entonces Atenas de Cuba. 

Y como las perlas que no se exhiben no son perlas, ahí subo esta al Tren para que pueda ser admirada: 


Gran pez. Hoy se ha traído al puente de Yumurí, atado por la mitad del cuerpo, un gran pez desconocido para nosotros, Los inteligentes dicen que se conoce en las costas de España con el nombre de Bote. Nosotros creemos pertenece a la familia de las ballenas. Tiene de largo cerca de tres varas, y de alto, desde la punta de la aleta dorsal, nueve cuartas. Su boca es sumamente pequeña y sus ojos más parecen un pedazo de cristal tallado. La parte superior de la cabeza se halla cubierta de una concha tan dura que creemos difícil de penetrarse con una bala. Suponen algunos que este cetáceo ha venido siguiendo las aguas de algún buque procedente de la Península. 

jueves, 29 de octubre de 2020

LA GUAGUA DE LOS CUPIDOS

Buscando perlas en periódicos viejos

El ingenio no escasea, solo hay que andar por ahí para tropezar con él. Como ya mencioné en otro artículo, la palabra guagua como sinónimo de ómnibus se usó en Cuba desde las primeras décadas del siglo XIX. Ahora, lo que voy a reproducir es una nota muy ingeniosa, en la que se describe la solución, que dio un guagüero para que sus «flechados» pasajeros no perdieran la «confronta». 


¿No han oído alguna noche nuestros lectores después de las diez el ruido de un vehículo de cuatro ruedas acompañado del tañido de una pequeña campanilla? Pues esa es la guagua de los cupidos. Ahora, para saber lo que eso significa, solo es preciso una pequeña explicación. Atendiendo el empresario de las guaguas a las súplicas de los pasajeros que suelen ir de noche al Cerro, y conociendo muy bien (sin duda por haber sido cocinero antes que fraile) la causa porque muchos de ellos tienen que efectuar su regreso a pie, ha determinado que el carruaje que salga de ese paradero a la hora de las 10 venga más despacio que los demás tocando una pequeña campanilla a fin de que su tañido saque de su embeleso a los tiernos Adonis que se hallen al lado de sus ternísimas Filis. Ese ingenioso medio parece que surte el mejor efecto, pues al escuchar el metálico sonido todos los retardatarios se apresuran a despedirse de las bellas retardatarias y regresar a la Habana sabiendo que es la última guagua que pasa. De cada ocho pasajeros que vengan en la de esa hora se puede apostar cualquier cosa a que siete son víctimas del niño ciego. He ahí pues por qué se da el nombre de guagua de los cupidos.

martes, 27 de octubre de 2020

NICOLO PAGANINI o el arte de los industriosos para generar industria


Retrato de Paganini (Eugène Delacroix, 1832)
Un día como hoy, 27 de octubre, pero de 1782, nació Nicolò Paganini, un violinista que en su época fue tan famoso como lo han podido ser en el siglo XX y lo que va del XXI las más rutilantes estrellas del cine, la radio, la televisión o el rock. Hubo multitudes que adoraron al Violinista del Diablo, quien de cierto transformó para siempre el modo de tocar el violín y de quien se cuentan leyendas asombrosas.

El 3 de septiembre de 1845, el Diario de la Marina, que se publicó en La Habana desde 1844 hasta 1961, insertó un artículo de la revista France Musical en el que se cuenta un pasaje, para creer o no creer, de la vida del increíble violinista italiano:

EL CABRIOLÉ DE PAGANINI

Muchos escritores en sus artículos sobre Paganini han supuesto que este eminente artista había recibido una brillante educación, y hablaba y escribía con la mayor facilidad todas las lenguas vivas: esto es inexacto. Paganini no hablaba ni escribía más lengua que la italiana. En los últimos años que pasó en París, había llegado a hacerse comprender zurciendo bien o mal algunas palabras francesas, las unas tras las otras. No había podido nunca sujetarse a los serios estudios de la pronunciación y cosa extraña, su memoria que era maravillosa para retener motivos o frases musicales más complicadas se negaba a conservar las palabras más simples de los idiomas. En el extranjero, sobre todo en Alemania, donde Paganini pasaba por hombre de extremada avaricia, se pretendía que el ilustre violinista fingía no comprender el alemán, a fin de sustraerse a las importunidades de los criados que lo asediaban pidiéndole dinero antes y después de sus conciertos. Esta es otra invención de los periódicos alemanes.

Buscaba con preferencia las personas que hablaban italiano. Cuando tenía la dicha de encontrarse con gentes que no hacían una especulación de sus visitas, se entregaba por momentos a una loca alegría, su palabra corría rápidamente. Era feliz en estas horas de charla en que podía contar sin restricción y con grandes carcajadas historias singulares. Así le hemos oído repetir muchas veces una anécdota bastante conocida: pero que en boca de Paganini tenía un sello enteramente particular.

Hallábase una noche -decía-, en las calles de Viena: «el trueno bramaba en el cielo y la lluvia sonaba en las ventanas. Salía de mi hotel y caminaba muy despacio, sin objeto, mirando a las buenas cabezas de los austríacos rubias y cuadradas, cuando la lluvia y la tempestad me sorprendieron repentinamente en un arrabal: iba solo, cosa que me sucedía rara vez. Para volver a mi casa me hubiera sido necesario andar media legua por lo menos: no me quedaba más que un medio, tomar un carruaje. Detuve sucesivamente tres góndolas; pero no comprendiendo los conductores la lengua en que les hablaba, continuaban su camino y se negaron a abrirme la portezuela de sus carruajes. Llegó a pasar la cuarta góndola: la lluvia caía fuertemente; el tiempo era horrible. Esta vez el cochero me había comprendido: era italiano, verdaderamente italiano. Al subir quise convenir en el precio con él; pero a esta pregunta que le hice:

-¿Cuánto llevarías por conducirme a mi hotel?

-Cinco florines -me respondió-, el precio de un billete de entrada a los conciertos de Paganini.

-¡Qué pícaro eres! -le respondí-. ¿Cómo te atreves a exigir cinco florines por tan corto camino? Paganini toca con una sola cuerda, pero ¿puedes tú hacer andar tu carruaje con una sola rueda?

-¡Eh, señor!, no es tan fácil como pretende tocar con una sola cuerda, soy músico, y he doblado el precio de mis viages para ir a oír a ese señor que se llama Paganini.

-¡Toma!, he aquí la suma que me has pedido -dije al cochero-, y además un billete para ir a oír a ese señor que se llama Paganini, en un concierto que debe dar mañana en la sala filarmónica.

En efecto, al día siguiente a las ocho de la noche la multitud se oprimía a las puertas de la sala en que yo debía hacerme oír. Acababa de entrar, cuando un comisario vino a llamarme diciéndome: «Hay un hombre en la puerta muy mal vestido que quiere entra a viva fuerza». Seguí al comisario, y me encontré con el cochero de la víspera que usando del derecho que yo le había dado quería introducirse con su billete: gritaba que se le había regalado y que no se le podía impedir la entrada al concierto. Yo levanté la consigna, y a pesar de su mal vestido, sus gruesos zapatos mal encerados, hice entrar a mi buen hombre pensando que se perdería entre la multitud. ¡Mas, qué sorpresa la mía!, desde que me presenté en el estrado percibí delante de mi al cochero, que producía grande sensación por el contraste que ofrecían sus vestidos y su rostro con los lindos palmitos y los ricos adornos de las señoras colocadas en las primeras galerías. Cada trozo que ejecuté fue aplaudido con frenesí: obtuve el mejor éxito; pero mi hombre no lo tenía menor que yo. Batía las manos y gritaba en medio de un trozo, cuando todo el mundo estaba en silencio. Sus gestos, sus gritos, sus aplausos hasta el delirio, le hacían notar tanto como su porte que era de los más burlescos. La soirée se terminó, gracias al cielo, sin ningún accidente. Por la mañana al levantarme, se me anunció que un hombre solicitaba hablarme; no quería nombrarse, y como tardaba demasiado en responder, vi llegar al mismo individuo que había excitado tanto gozo en mi concierto. Mi primer impulso fue hacerle arrojar por las escaleras; sin embargo, tenía un aire tan humilde, que no me sentí con valor para ello.

-Diávolo, ¿qué queréis? -le dije-.

-Excelente -me respondió-, vengo a pediros un servicio, un gran servicio: soy padre de cuatro hijos, soy pobre, soy vuestro compatriota. Vos sois rico, tenéis una reputación sin igual; si queréis, podéis hacer mi fortuna.

-¿Qué quieres decir?

-Y bien, que me deis el permiso de escribir en gruesos caracteres detrás de mi carruaje, estas dos palabras: CABRIOLE DE PAGANINI.

-¡Vete al diablo! Pon lo que quieras.

Ese hombre no era ni loco, ni imbécil. En algunos meses fue más conocido en Viena que yo mismo hubiera podido serlo. Con esta inscripción, que no le había prohibido poner, hizo fortuna considerable. Dos años después volví a Viena; el cochero había comprado el hotel en el que yo había vivido con el producto de su carruaje, en dos años su fortuna se había elevado a cien mil francos, y había revendido el carruaje en cincuenta mil. (France Musicale)

miércoles, 2 de septiembre de 2020

LA PALABRA GUAGUA ENTRE CUBANOS

A estas alborotadas horas los buques despachados levan sus anclas para transportar nuestros preciosos frutos a países lejanos; los vapores de Regla comienzan su incesante crucero de una banda a  otra de la bahía, así como las guaguas lo verifican desde Marianao a la plaza de armas.

Apeadero de guaguas en la Plaza de la Catedral.
Fuente externa: Foto 1900 Anónima
En Cuba, el ómnibus de sangre o guagua fue, durante buena parte del siglo XIX -y deplorablemente lo ha vuelto a ser desde finales del siglo XX-, un medio de transporte público y colectivo que se utilizó para dar solución a la necesidad de mover, en un espacio urbano cada vez más extenso, en el que se desarrollaba un vertiginoso comercio, a grupos numerosos de pasajeros que no disponían de un medio de transporte privado. En cuanto a la aparición de aquellos carruajes en las calles de La Habana José María de la Torre[1], nos dice que:

Los ómnibus (cuyo origen se remonta al siglo pasado), se establecieron primero desde Regla a Guanabacoa en 1839 y después desde el Cerro a la Habana, en 1840; los de Jesús del Monte en 1844; los de Príncipe en 1850, y los del Cerro a Marianao, en 1855.

En cuanto al significado de la palabra guagua entre cubanos, Esteban Pichardo[2] registra en su Diccionario tres acepciones; la primera, «cualquier cosa que no cuesta dinero ni trabajo, o de precio baratísimo, y cuando se espresa en modo de adverbio De guagua», y especifica en cuanto a esta acepción que «antes se decía de Guaguanche[3], de gorra»; la segunda, «Insectillo especie de cochinilla[4]»; y la tercera, «especie de coche u ómnibus usados en la Habana para viajar a los suburbios por un estipendio tan barato que le ha merecido la aplicación de aquella palabra, o quizá por la Inglesa Wagon».

De estas tres acepciones es posible encontrar numerosas referencias en la prensa periódica, en la literatura, en documentos y en diccionarios de la época. Las siguientes las he tomado del Diario de la Marina y en ellas se puede apreciar el uso de la palabra guagua como sinónimo de gratis o barato

Noticias Locales. Tacón. Escauriza. El Circo.  (DM, 7 mar. 1848). [...]. Escauriza rebosaba de gente, los paganos[5] estaban en razón de tres a uno con los «guagüeros[6]». [...].

Crónica Local. Guagua. (DM, 10 mar. 1852) Con este título nos remite un suscriptor lo siguiente: «Toda persona que quiera rapé sin que le cueste nada puede ocurrir a la calle de Factoría esquina a la de Vives, en cuya azotea ciernen picadura al viento».

En esta otra se relacionan los precios baratísimos con la guagua:

Crónica Habanera. (DM, 18 jul. 1847). [...]. No fue en Cuba donde existió el Paraíso, por más que digan los poetas. Sin mosquiteros, sin nieve y sin carruajes, no es una morada agradable nuestra patria.

Esto lo repetimos cada día, cuando achicharrados por el sol y casi ahogados con el polvo, entramos en la Lonja y apuramos un vaso del exquisito agraz helado que allí se destila, tomando después asiento en la económica Guagua para ir a respirar los aires del Cerro o de Jesús del Monte. [...].

Y en la siguiente se juega con dos de las acepciones de la palabra guagua: como gratis y ómnibus:

Noticias Locales. Guaguas de guagua. (DM, 19 nov. 1848). Por inconvenientes que no ha podido allanar la empresa no se estrenan ya mañana los coches de la nueva línea de Jesús del Monte, y los aficionados a la guagua tendrán que esperar algunos días para hacer el vieje redondo gratis.

En su obra citada[7], José María de la Torre nos dejó una hermosa página en la que podemos leer la palabra guagua como sinónimo de ómnibus, y ver, como en un grabado de Federico Mialhe, el vertiginoso comercio que se desarrollaba cada día en La Habana:

El panadero y el malojero. 
F. Mihale. 1883. Fuente externa.

No bien resuena el estampido del bronce poco antes de despuntar el día cuando entran por las puertas de la ciudad los alegres campesinos, que con sus ayes lastimeros vienen de las inmediaciones, a abastecer los mercados con todo lo que un fertilísimo suelo ayudado del arte produce para sustento y regalo del hombre. Otros circulando por las calles de intra y extramuros, permanecen durante la mañana, ocupados en la venta por menor de sus provisiones. A estas alborotadas horas los buques despachados levan sus anclas para transportar nuestros preciosos frutos a países lejanos; los vapores de Regla comienzan su incesante crucero de una banda a  otra de la bahía, así como las guaguas (ómnibus) lo verifican desde Marianao a la plaza de armas; los vaqueros y lecheros invaden las plazas; los ligeros repartidores de periódicos serpentean por las calles introduciendo los periódicos por entre las rendijas de las cerradas puertas y ventanas; las iglesias van llenándose de ancianas, beatas y madrugadoras que corren a la primera misa de la mañana; los encargados de la limpieza de la ciudad comienzan la higiénica tarea de despejar las calles de cajones y barriles de pestilente basura: los cocineros salen con sus canastas a proveerse en los mercados, que progresivamente van llenándose de toda clase de gentes ocupadas en la venta por menudeo; las bodegas se abren para dar entrada a la multitud de jornaleros y obreros que concurren a ellas, bien a tomar la mañana, bien a desayunarse una taza de café, para marchar en seguida a sus respectivos trabajos.

Fue este vertiginoso comercio el que hizo necesario el uso de un tipo de transporte colectivo capaz de mover a numerosos grupos de pasajeros en una ciudad que se expandió rápidamente. Así que, visto lo visto, y leído lo leído, me es posible concluir que fue durante la primera mitad del siglo XIX, en La Habana, donde se comenzó a utilizar la palabra guagua para significar el ómnibus o diligencia, y muy probablemente fue extraída, por asociaciones metafóricas, de la síntesis de dos palabras: Wagon y guaguanche, y no solamente de la palabra inglesa como se ha repetido una y otra vez.


[1] Torre, José María de la. 1857. Lo que fuimos y lo que somos o la Habana antigua y moderna. Habana: Imprenta de Spencer y Compañía, p. 120

[2] Pichardo, Esteban. 1862. Diccionario provincial casi razonado de vozes cubanas. Tercera edición, notablemente aumentada y corregida. Habana: Imprenta La Antillana, p. 120

[3] Pichardo registra en la misma obra y página que el guaguanche era un pez muy abundante en los mares de Cuba, y que la palabra se utilizaba como modismo que significaba «lo mismo que de guagua».

[4] En la actualidad se conoce en Cuba la Guagua verde de los cítricos, un insecto que ataca a las plantaciones jóvenes.

[5] Los que pagaron el billete de entrada.

[6] Los que no pagaron

[7] De la Torre 1857, 174


domingo, 26 de julio de 2020

TONY CURIEL

Tony Curiel (1931-2009)

El siglo XX dominicano. Los 100 Músicos del Siglo

Rafael Antonio Curiel Batista nació en la ciudad de Santiago de los Caballeros el 26 de julio de 1931 y a muy corta edad se trasladó con su madre a San Pedro de Macorís. Allí realizó sus estudios en las escuelas públicas y más tarde se interesó en hacer prácticas de mecánica dental, oficio en el que llegó a destacarse. Junto a estos estudios y desde muy temprano fue descollando Tony como cantante y su voz era requerida en muchas actividades realizadas en San Pedro.

En 1954 se fue a la capital del país y realizó sus primeras apariciones en la radio y en el programa Buscando Estrellas, de La Voz Dominicana, le fue otorgada una beca para realizar estudios de música. En esa escuela, que fue mentora de grandes talentos en su época, Tony Curiel tuvo la orientación de insignes músicos, tales como el Maestro Dolores Cerón, Mario Ferretti y Dora Merteen, entre otros.

Su voz se fue cultivando hasta permitirle en 1956 aparecer en el papel de Alfio en la ópera Cavalleria Rusticana, de P. Mascagni, y en 1957 es el Giorgio Germont de La Traviata, de G. Verdi. En ambas oportunidades compartió con un elenco integrado por figuras estelares del canto lírico nacional.

La buena formación y el enorme talento del señor Curiel le permitieron incursionar en diversos géneros, por lo que en 1959, con la Orquesta San José, dirigida por el trompetista y compositor Ramón Antonio Molina, grabó doce boleros en un disco de larga duración que llevó por título Quiero verte. Para 1962 grabó en un sencillo el vals peruano No te Vayas, de Javier Arce, y el bolero Miedo de quererte; en 1963 grabó un sencillo con el tango Sombras en un arreglo de bolero.

Muchas son las piezas que quedaron grabadas en su voz y cada una de ellas es representativa de una alta calidad y de una exquisita voz.

El 25 de enero de 2009, murió en la ciudad de Santo Domingo.

Tomado del libro Los 100 Músicos del Siglo. Elaborado por AGS para la editora Caña Brava en el año 2000.


sábado, 4 de julio de 2020

NO SE TRAUMATIZARÁN POR NO IR AL COLE


Ojeando recuerdos

...carreras, columpios, los escondidos, los agarrados y martina  una, martina dos el que no se escondió se quedó… y ni un minuto de lectura, escritura, geografía, historia… nada, pura diversión durante todo el año, mientras alfabetizaban.

Entre las primeras campañas mesiánicas en las que Él metió a millones de cubanos -mientras dilapidaba los activos y pasivos que había arrebatado a quienes construyeron la Isla y echaba los cimientos de su poder vitalicio-, fue en aquella campaña de alfabetización, ya antes había intentado desecar la Ciénaga de Zapata, pero esa idea no era suya, otros antes que Él habían hablado y hecho planes para hacerlo… y por suerte nunca se pudo materializar, porque visto lo visto y vivido lo vivido, si hubieran convertido la Península de Zapata en una zona agrícola, el agua potable de media Isla hubiera desaparecido… pero no es por ahí, sino por el rumbo de la alfabetización por donde estaba escribiendo, aunque con Él sucede eso, fueron tantas sus maldades que en los recuerdos se agolpan unas a otras. En fin, que ahora cuando leo que muchos padres se preocupan porque sus hijos han dejado de ir a la escuela como consecuencia de la pandemia y que no saben qué hacer con ellos, me hicieron recordar mi más tierna infancia y adolescencia, misma que tuvieron en la Isla millones de niños y adolescentes a partir de 1959.

En 1961, cuando se le ocurrió aquella perversidad paralizó la educación, dejó las aulas sin maestros, y todos -como después haría cada vez que le llegaba una de aquellas alucinaciones o «caprichos» como le dijo una vez, eufemísticamente en un careo que le costó un «plan piyama», el más afrocubano de los expedicionarios del Granma-, todos los que sabían leer y escribir tuvieron la «honrosa misión» de abandonar las tareas para las que estaban capacitados y ponerse a alfabetizar.

De tal suerte que los niños que como yo durante el año 1961 asistíamos a la «escuela pública», porque ya Él se había apropiado de todos los centros de educación privados, tanto laicos como religiosos, vimos que nuestras profes dejaron de ir a clases, ah, pero eso sí, para alegría de la grey infantil llegaron unas «asistentes» que durante muchos meses nos permitieron jugar a todo lo que juegan los niños y ni un minuto de aburridas clases, recuerdo con mucha alegría aquellas llamadas «tablas gimnásticas», en las que solíamos hacer unos ejercicios que casi siempre incluían un batón largo, carreras, columpios, los escondidos, los agarrados y martina  una, martina dos el que no se escondió se quedó… y ni un minuto de lectura, escritura, geografía, historia… nada, pura diversión durante todo el año, mientras alfabetizaban a los que no sabían leer y escribir… en realidad nosotros tampoco sabíamos, pero de eso no nos dábamos cuenta arrebatados como estábamos por la alegría, o al menos si alguien pensó en eso no lo dijo de tal forma que yo pudiera escucharlo.

En fin, que no se va a acabar el mundo porque los niños dejen de ir a la escuela a cambio de protegerles la salud, ninguno se va a traumatizar porque estén recogidos temporalmente al cuidado de sus padres si sus padres mantienen muy firmes las riendas de la educación de sus hijos. Mismas herramientas que le quitaron a mis padres y a los padres de mis amiguitos y a todos los padres que vivieron en Cuba desde 1959. Fue el principio de una larga y enmarañada sustitución de valores, una profunda conversión de la «Educación» en «Adoctrinamiento».

La doctrina en los libros de alfabetización
Yo me divertía y en eso recuerdo que dábamos vivas a los superhéroes que en los comics y en la televisión habían sustituido a Superman, al ratón Miquito y otros tantos y como grandes momentos de aquel curso de 1961 nos llevaron a la playa dos veces, pero no a una playa cualquiera, sino a Playa Girón, donde no pudimos nadar -que por cierto es la playa más erizada que conozco-. Allí hicimos, durante la primera visita, nuestra flamante «tabla gimnástica» para celebrar una victoria, y durante la segunda enarbolamos banderas por otra y para escucharle decir a Él que «Cuba era el primer territorio libre de analfabetismo de América», no recuerdo si primero lo dijo en La Habana, pero allí, en Playa Girón, siguió siendo una mesiánica mentira que retumba hasta el día de hoy.

Pero de eso vine a darme cuenta muchísimos años después, cuando ya nada quedaba de mi infancia, mi adolescencia ya no adolecía y la juventud se me iba gastando en arrugas. Aquellos vivas y aquel curso de 1961 nos llevaron de la «Educación» a la «Doctrina», y en mi caso de la Escuela Metodista Luz, en la que mis padres me habían puesto por libre elección al cuidado de los maestros Rosaura Parpal y Eleazar Legrá, a la escuela pública impuesta, por encima de cualquier razonamiento en la que nos inculcaban algo muy parecido a lo que contenían los manuales Alfabeticemos y las cartillas Venceremos, que con temas muy sugerentes, como «Fidel es nuestro líder», nos adoctrinaban.

Pero nada de esto le sucederá a los padres e hijos que hoy viven en democracias, donde aún quedan espacios de libertad para educar y donde difícilmente un niño, a pesar de los mil y un problemas domésticos que esto pudiera implicar, tendrá que verse en el futuro en la difícil encrucijada de enfrentar una «auto desprogramación de secta», no necesitará poner en tela de juicio todo lo que le inculcaron en la escuela «gratuita», no tendrá que deslindar las «doctrinas» del «conocimiento universal», no tendrá que reconocer entre la cizaña el trigo.

Los niños de hoy recordarán con felicidad estos días en su adultez, no necesitarán enfrentarse a la realidad de que su felicidad infantil estuvo marcada por la perversión del adoctrinamiento obligatorio y de la pérdida de la patria potestad de sus padres. No tendrán que descubrir con dolor y asombro que sirvieron de conejillos de indias en unos mesiánicos experimentos propios de La Isla del Dr. Moreau o de haber sido manipulados por los cerdos en una Rebelión en la Granja.

lunes, 29 de junio de 2020

JOSÉ DOLORES CERÓN

José Dolores Cerón (1897-1969)

El siglo XX dominicano. Los 100 Músicos del Siglo

José Dolores nació el 29 de junio de 1897 y llegó a ser un hombre de gran instrucción; además de realizar estudios musicales, llegó a diplomarse como médico. Aunque su verdadero nombre fue Pedro Pablo, por decisión de sus abuelos se le llamó José Dolores, en honor al padre, quien murió siendo muy joven.

José Dolores, niño aún, tomó clases con el profesor Arturo Senior, quien era un destacado pedagogo y le encaminó en el conocimiento de un instrumento que mucho ayudaría después al músico y compositor. También fueron sus profesores de composición y armonía los eminentes José de Jesús Ravelo y Esteban Peña Morell. Cándido Castellanos, español radicado en Santo Domingo por muchos años, le impartió clases de cello y contrabajo.

A los 22 años de edad, José Dolores fundó su primera orquesta, en la que compartió las funciones de director, compositor y chelista. Esta agrupación se dio a conocer a través de sus frecuentes presentaciones en el Club de Artesanos. Al ser nombrado en el puesto de subdirector de la Banda de Música del Ejercito Nacional en 1925 y director en 1930, dio inicio en la carrera de Cerón una de las etapas más fructíferas en cuanto a logros musicales. Elevó la calidad de la institución musical, que dirigió por varios años, a niveles nunca antes conocidos en el país. Le adicionó al conjunto campanas y contrabajos, con lo que dio la posibilidad de poner en los atriles de la Banda de Música del Ejército Nacional obras nunca antes escuchadas en una orquesta de ese tipo en el país. Así comenzaron a ser interpretadas en los predios castrenses algunas de las obras más representativas del repertorio sinfónico universal, y esto convirtió a la banda militar en una verdadera banda de conciertos.

Como compositor, el Maestro Cerón nos ha legado obras de gran valor musical, entre ellas los poemas sinfónicos A la caída de la tarde, IguanonaEnriquillo y Las vírgenes de Galindo. Para calificar su obra, el cantante y prolífico musicógrafo dominicano Arístides Incháustegui afirma que: «José Dolores Cerón ha sido uno de los melodistas más finos que haya tenido el país».

Cerón, como la gran mayoría de los compositores dominicanos que se han dedicado a crear dentro de la llamada música clásica, compuso un buen número de obras en el lenguaje más popular; de ellas, son recordadas aún la romanza Prodigio en dos de sus más sobresalientes versiones: la que hiciera el barítono Guarionex Aquino y la del tenor Rafael Sánchez Cestero. También quedan en la memoria discográfica del país muchas de sus canciones; entre ellas, una de las más conocidas: Como tú besabas, que fue grabada por Eduardo Brito y su esposa Rosa Elena Bobadilla.

El Maestro José Dolores Cerón murió en Santo Domingo el 22 de marzo de 1969.

Tomado del libro Los 100 Músicos del Siglo. Elaborado por AGS para la editora Caña Brava en el año 2000.


domingo, 28 de junio de 2020

RAMÓN RAFAEL CASADO SOLER

Ramón Rafael Casado Soler
(1917-1997)

El siglo XX dominicano. Los 100 Músicos del Siglo

Rafael Casado nació en la ciudad de Santo Domingo, capital de la República Dominicana, un día 28 de junio de 1917. No fue hijo de músicos, ni se le notaron excepcionales dotes artísticas a temprana edad, ni estudió música en academias o conservatorios. Nada.

Fue simple y llanamente un hombre que se inclinó siempre por las ciencias y la filosofía. Un hombre bueno que se desempeñó como educador y maestro de escuela, Licenciado en Filosofía, escritor y conferencista. Sin embargo, de un toque quedó para siempre grabado en el cancionero popular dominicano.

Su pieza El regalo mejor es cantada por todo el país en los días de cumpleaños. Sustituyó, de un toque, al tan divulgado Happy Birthday to You. Cuentan que fue durante la Navidad de 1959 que Casado entonó por vez primera la noble canción y los primeros en escucharla fueron sus compañeros en la carcel de La Cuarenta.

El Maestro falleció el 16 de marzo de 1997, a punto de cumplir 80 años de edad.

Tomado del libro Los 100 Músicos del Siglo. Elaborado por AGS para la editora Caña Brava en el año 2000.


miércoles, 24 de junio de 2020

JUAN BAUTISTA ESPÍNOLA REYES

Juan Bautista Espínola Reyes
(1894-1923)

El siglo XX dominicano. Los 100 Músicos del Siglo

Nacido el 24 de junio de 1894 en La Vega, el músico y compositor tuvo una corta pero intesa y productiva vida. Desde muy pequeño se descubrieron en él excepcionales dotes musicales y a los diez años de edad, en su pueblo natal, comenzó a estudiar solfeo y clarinete con el profesor Francisco Soñé. Con muy pocas clases, su gran talento le permitió adquirir rápidamente las habilidades necesarias para ser admitido en la Banda de Música del municipio; en ella se destacó en el atril de segundo clarinete, puesto que ocupó también a partir de 1907 en la orquesta de Rafael Morfa. En 1908, el español Manuel Pueyo lo admitió en su orquesta Unión Artística y en 1913 ingresó en el Ejército Nacional, institución en la que llegó a obtener un alto rango y en la que permaneció hasta 1915.

En 1918 era ya muy conocido el Maestro Espínola por sus criollas, danzas, danzones, marchas y merengues,

Pero sobre todo como un brillante ejecutante del clarinete. Existen algunos documentos en los que se afirma que el joven Espínola fue el primer músico en tocar un merengue en un baile de sociedad, hecho que ocurrió en el Casino Central de La Vega.

El formato de su orquesta, Lira Vegana, era muy parecido al de la “orquesta típica”, que en Cuba fuera tan usada por esa época para interpretar un repertorio en el que llegó a hacerse fundamental el danzón. Espínola integró su conjunto con dos clarinetes, dos bombardinos, saxofón, cornetín, tuba, contrabajo, timbales, güira y tambora, mientras la “orquesta típica” cubana tenía dos clarinetes, un cornetín, un trombón de pistones, un figle, un contrabajo, timbales y güiro. Tal similitud no fue casual pues el fuerte de la Lira Vegana fueron los danzones que el Maestro Espínola componía y orquestaba a la perfección. Piezas de este género, como Pepe Virita, Yamí y El clarinete brujo gozaron de gran fama e hicieron las delicias de los bailadores de entonces, así como también los merengues Terapéutica, Burende adentro y Rubén.

Excelente y hábil compositor, arreglista y muy gran orquestador, pudo darse a conocer con su agrupación por todo el país y, según se afirma, fue el primer compositor dominicano a quien la RCA Victor grabó sus creaciones.

El 29 de septiembre de 1923 falleció, en el poblado que le vio nacer.

Tomado del libro Los 100 Músicos del Siglo. Elaborado por AGS para la editora Caña Brava en el año 2000.

lunes, 22 de junio de 2020

LUIS RIVERA

Luis Rivera (1901-1986)


El siglo XX dominicano. Los 100 músicos del siglo

Luis Armando Rivera González nació el 22 de junio de 1901, en San Fernando de Monte Cristi, y comenzó sus estudios de música con su padre José Luis Rivera, quien le inició en la ejecución del piano y el violín. En Santiago de los Caballeros continuó perfeccionándose como violinista con el maestro Carlos Manuel García Vila y, siendo adolescente aún, integró la sección de los primeros violines de la orquesta del Centro Lírico Ildefonso Arté, bajo la dirección de José Oviedo.

Luis Rivera recorrió casi todo el país como músico de las compañías de zarzuela, ópera y operetas que venían frecuentemente a realizar giras. También formó parte de diversas agrupaciones que se dedicaban a tocar en los cines, cuando los filmes eran silentes.

En 1922, tocando el violín, visitó Cabo Haitiano como parte de un conjunto que estaba integrado por Juan Francisco García en la trompeta; Julio Alberto Hernández al piano; Rafael Almánzar a la mandolina y el tenor Susano Polanco como vocalista.

En 1930 Rivera se presentó con el trío México Lindo, mientras este cumplía un contrato de trabajo en la República Dominicana. Concluida la gira por Quisqueya, el violinista dominicano salió rumbo al país azteca junto a la agrupación, que antes de llegar a su destino recorrió, luego de presentarse en Cabo Haitiano, la isla de Cuba. Viajaron desde Santiago de Cuba hasta La Habana y se presentaron en las plazas más importantes del vecino país. Llegados a la capital de la entonces Perla de las Antillas, el joven Rivera decidió establecerse allí y posponer su viaje a México. Entonces formó parte de los primeros violines de la Filarmónica de La Habana, que dirigía su fundador, el maestro español Pedro San Juan. Y fue en La Habana donde Rivera tomó clases de armonía con Amadeo Roldán, quien fungía por aquella época como Concertino de la Filarmónica.

El año 1932 fue de gran importancia en la vida del ilustre dominicano. En esa fecha publicó su primer álbum de canciones, conoció a Ernesto Lecuona, se le rindió un homenaje como compositor y violinista en el Conservatorio Falcón, compuso Dulce Serenidad, una de sus mejores canciones, y dirigió la orquesta que acompañó en el Teatro Nacional de La Habana (Hoy Gran Teatro de La Habana) a José Mojica.

Su talento como orquestador le permitió arreglar obras de Ernesto Lecuona que alcanzaron gran renombre en la historia de la música cubana, entre ellas la revista-opereta Lola Cruz y la zarzuela El torrente.

De 1937 a 1938 estuvo en México, donde compuso varias canciones con textos del poeta mexicano Manuel Bernal; entre ellas, una de las más resonantes fue Jugando y llorando, que fuera estrenada por Juan Albizu y que grabara Pedro Vargas. También en México estrenó la revista de su autoría Pa´ L´Habana me voy.

En 1939 se presentó en Puerto Rico como pianista de las Estrellas de Lecuona, y en marzo de ese mismo año regresó a su patria con el objetivo de recuperarse de algunos problemas de salud que le aquejaban. Lecuona y su compañía siguieron viaje hacia Venezuela, donde supuestamente unos meses después de le uniría el maestro Rivera. Eso no pudo ser porque el Gobierno dominicano de entonces le retiró el pasaporte al ciudadano Luis Rivera, lo que provocó que la carrera del artista perdiera el brillo intenso que en poco tiempo había adquirido allende los mares. En lo adelante le fueron nombrando en funciones pública que, aunque importantes para el desarrollo artístico del país, frenaron la proyección internacional del maestro Rivera.

En 1942 fue nombrado director de la Banda de Música del Distrito de Santo Domingo y profesor de violín del Liceo Municipal; en 1945 director de La Voz del Yuna, donde dirigió la Súper Orquesta San José, adscrita a dicha empresa; y en 1947 profesor de Curso Superior de Solfeo y Armonía, en el Conservatorio Nacional de Música.

Como compositor, el maestro Rivera dejó un extenso catálogo integrado por danzas para piano; el Poema indio, para orquesta, barítono y narrador; la Rapsodia dominicana No. 1, para piano y orquesta; y varias obras para piano, entre las que se destacan Sierra del Bahoruco, Danza en merengue, Fiesta de palos, Siñá Anacleta y Merengueando.

El 16 de septiembre de 1986 falleció en la ciudad de Santo Domingo el ilustre músico dominicano, nacido 85 años atrás.