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martes, 12 de diciembre de 2023

LLAMARSE CASIMIRO Y VIVIR EN BUENA VISTA (*)

Glorias olvidadas, marginadas por el sistema

En 1997, en el glamoroso espectáculo donde cada año se entregan los premios Grammy, sucedió algo insólito. Esa noche, un disco hecho en Cuba saltó al estrellato, a la fama que da una imagen repetida en millones de televisores alrededor del mundo. Esa noche, un disco hecho en Cuba, por cubanos que residen en la isla, fue tocado por la inconmensurable nombradía que da uno de los certámenes más importantes en el mercado de la música. Esa noche los presentadores dijeron: «Y el Grammy va a Buena Vista Social Club».

La producción impactó por el contenido musical, un sonido añejo, de remembranzas, interpretado por glorias olvidadas para unos y desconocidas para otros. Nombres como Compay Segundo, Ibrahím Ferrer, Manuel Puntillita Licea, Manuel El Guajiro Mirabal, Eliades Ochoa, Pío Leyva y Rubén González habían tenido una resonancia indiscutible durante las décadas del cuarenta, cincuenta y principios de los sesenta para la música bailable latino americana; sin embargo, algo muy grande hubo de suceder para que esos legendarios del mercado de la música quedaran borrados, para que carreras fulgurantes quedaran consumidas, para que quienes disfrutaron de días de bonanza económica quedaran en una modestísima situación de sobrevivencia.

Las economías y las políticas dislocadas erosionaron las carreras y las vidas de estos y otros miles de músicos cubanos durante las últimas cuatro décadas, pero para 1997 se habían producido algunas de esas inevitables sacudidas que de cuando en cuando estremecen hasta a los más cerrados y supuestamente monolíticos sistemas. Para la noche en que se presentó en Los Ángeles, California, la producción Buena Vista Social Club, como la ganadora en la categoría de Música Tropical, muchas cosas habían sucedido en Cuba y alrededor de Cuba, entonces, algunos obstinados como Juan de Marcos González, Ry Cooder y Nick Gold pudieron romper algunas reglas y crear un producto de gran aceptación en el mercado.

La música cubana, que dominó el ámbito latinoamericano desde el siglo XIX, se posicionó, durante la primera mitad del siglo XX, de una gran parte del mercado de la música bailable. Existían, sobre todo en el área del Caribe y algunas ciudades de los Estados Unidos, gran cantidad de agrupaciones que interpretaban los ritmos elaborados en Cuba durante siglos con materiales sonoros venidos de los cuatro puntos cardinales. En Santo Domingo, San Juan, Caracas, Veracruz o New York se bailaba el danzón, el son, el cha-cha-cha y el mambo con igual ímpetu que en La Habana, Santiago de Cuba, Matanzas, Aguada de Pasajeros o Pedro Betancourt. Billo Frómeta, Alberto Beltrán, Johnny Pacheco, Cortijo y su legendario combo, Ismael Rivera, Tito Puente o Joseíto Mateo jamás negaron su pertenencia a la cofradía de los soneros.

La producción y comercialización de la música bailable cubana fue un negocio en el que estuvieron involucrados los músicos de toda el área. Los creadores y sus creaciones se movían fluidamente en todas direcciones y lo que se tocaba un día en los salones de baile de Prado y Neptuno, en La Habana, al otro se conocía en Puerto Príncipe, Chicago, San Juan, Ponce o cualquiera de las ciudades del continente. El vínculo de los creadores con las raíces de la música cubana era absoluto. Se escribía en Santo Domingo lo que se cantaría luego en Radio Progreso y se grababa en Campanario y San Miguel la música que se bailaría durante los próximos meses en cualquier lugar.

Ese flujo y reflujo de los músicos y la música cubana, ese ir y venir de La Habana a cualquier sitio del mundo, quedó dramáticamente cortado durante los primeros años de la década del sesenta del siglo XX. 

Durante la década del sesenta, murieron Benny Moré (1919-1963) y Roberto Faz (1914-1966), dos de los grandes. Rolando Laserie, Celia Cruz, Bienvenido Granda, Olga Guillot, La Sonora Matancera y muchos, afectados económicamente por las nuevas reglas del mercado cubano, salieron a radicarse en el extranjero. Otros, como Vicentico Valdés o Pérez Prado, no volvieron nunca. La política y la economía diseñada por el gobierno de Castro propiciaron que se creara a finales de esa misma década, y tomando como referencia el sistema de administración económica de la cultura en los países de Europa del este, un sistema de evaluación artística que, en la música, puso un muro ante cualquier intento de libre comercialización de la creación musical.

Los músicos, debieron someterse a un sistema de audiciones ante tribunales para defender el monto de sus salarios, desvinculándose así el sueldo del producto final del trabajo. El salario mensual, comenzó a percibirlo un músico del mismo modo que un empleado público, completamente al margen de la comercialización que se hiciera de la orquesta a la cual pertenecía.

La industria discográfica en todas sus fases quedó también en manos del Estado y los jornales de quienes se emplearon en ella también se fijaron al margen de la comercialización, con lo que ese rubro sufrió también las consecuencias del anquilosamiento y la pérdida de los mercados. Los salones de baile también fueron expropiados y pasaron a ser administrados por el Estado lo que causó que en poco tiempo los lugares donde tradicionalmente se bailó por toda la isla, quedaran cerrados. Otro tanto sucedió con la radio y la televisión.

La música cubana, que durante décadas iba y venía sin cesar, quedó encerrada en la isla. Afuera quedó un mercado que fue perdiendo el vínculo con la raíz, y cuando no pudieron más, ni los músicos ni los bailadores, ni los empresarios, apareció una etiqueta para toda esa música cubana que habían conservado al margen de la base y le llamaron salsa.

Dentro de la isla, la música siguió su curso a pesar de todo y, en esa contienda, el sistema de evaluación artística se llevó de cuajo a muchos que por no solfear o no cumplir cualquiera de los requisitos establecidos, quedaron imposibilitados de tocar la percusión o cantar o hacer lo que sabían hacer muy bien. De nada valdría que los directores de orquestas y grupos los llamaran para que formaran parte de su equipo, no eran buenos para la comisión de evaluación y así, de un plumazo, quedaban descontinuados. Esta ley, que aun rige para los músicos en Cuba, ha permitido los dislates más sorprendentes; entre ellos, que luminarias como Carlos Embale o El Niño Rivera hayan desaparecido del ámbito musical cuando aún estaban en plenas facultades artísticas o que cientos de músicos cobren un salario subsidiado por el Estado sin hacer prácticamente ninguna labor, amparados en que ante el tribunal de evaluación obtuvieron una calificación adecuada.

En 1989, con la caída del muro de Berlín, casualmente unos doscientos años después de la toma de La Bastilla, se dio inicio a una nueva Era para los países que una vez estuvieron bajo la égida de la Unión Soviética. Las reglas del mercado, para bien y para mal, comenzaron a cambiar drásticamente en todo el mundo. En Cuba, comenzó un coqueteo errático, pero coqueteo al fin, con los mercados capitalistas.

Para esa fecha, las trágicas consecuencias de las políticas y los sistemas económicos dislocados aplicados por el Gobierno Cubano y contra el Gobierno Cubano tenían un saldo impresionante de víctimas fatales en el mercado de la música bailable. Entre otras desgracias, dicho mercado había sido absorbido por la industria de otros países, gran cantidad de músicos cubanos habían quedado, o marginados por la burocracia, o habían tenido que emigrar a otras tierras, o permanecían subutilizados y subsidiados a la espera de una oportunidad para vender su producto allende los mares.

En 1996, varios de los músicos que fueron citados para grabar en los estudios de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM) lo que después sería la producción Buena Vista Social Club, habían sido molidos por economías y políticas erráticas, habían sufrido la anulación burocrática. En plenas facultades y con un mercado carente del producto que finamente ellos saben crear, habían quedado marginados; sin embargo, algunas reglas se habían flexibilizado y a la vista de un inversionista extranjero, con moneda dura, se podían obviar ciertos artículos de la ley de evaluación artística. En 1997, esos marginados eran ganadores de un Grammy con auténtico sabor retro. Producido por quienes tuvieron la suerte de evadir los mecanismos establecidos, por quienes llegaron justo a tiempo, por los rechazados del sistema.

Ese Grammy, que ahora se anotan como un logro las autoridades que rigen los destinos de la música y los músicos cubanos, es ni más ni menos que la prueba más contundente de lo equivocado del régimen. Pero ni aun así quieren verlo. Parece ser éste el colmo de lo que pudiera ocurrirle a un ciego: Llamarse Casimiro y vivir en Buena Vista. (Santo Domingo, [A]hora, 7 ago. 2000)

(*) Este artículo lo publicó la extinta revista Ahora en Santo Domingo hace 23 años, y no me pregunten por qué no lo había subido antes al Tren de Yaguaramas porque no tengo ni idea. Que lo disfrutes.

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viernes, 8 de diciembre de 2023

LOS NÁUFRAGOS DEL MEDUSA

Cuando el de la barba entró, la cultura cubana salió. Cuando el capitalismo salió, la música cubana también. Sin capitalismo la música hecha en Cuba salió del mercado y el arte se convirtió en un «arma de la revolución». Cuando La Habana dejó de ser el centro de la industria musical del Caribe por obra y gracia de la economía comunista, New York capitalizó los géneros muertos de la música cubana y los metió de nuevo en el mercado, pero entonces el nombre de marca dejó de ser «música cubana» y se convirtió en Salsa. ¿Quién conoce hoy a los desterrados que inventaron aquellos ritmos cubanos, si el tirano los convirtió en ruinas de un pasado glorioso y navegan en una balsa como los náufragos de la fragata Méduse? ¿Quién sabe hoy de dónde son los cantantes?

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miércoles, 29 de noviembre de 2023

¿DÍA DE LA CULTURA CUBANA?

Si la bandera fue confeccionada en 1849 y se izó por primera vez en Cárdenas en 1850, si la enarbolaron los Mambises desde el 10 de octubre de 1868, si fue adoptada al año siguiente por la Asamblea de Guáimaro, si desde entonces sus tres colores fueron utilizados como distintivos en los vestidos de quienes abogaban por la independencia, si la bandera fue el primer símbolo que distinguió la patria cubana ¿Por qué el himno, compuesto en 1868, adoptado en 1902 y que no alcanzó su forma definitiva hasta muy entrado el siglo XX , se toma, junto con la celebración de la pírrica victoria del 20 de octubre de 1868, como el día de la cultura cubana? ¿Será porque la bandera, siendo el primer símbolo de la Nación Cubana que estaba naciendo, la ideó y la izó por primera vez en Cuba el intrépido militar español nacido en Venezuela, Narciso López? ¿Será porque la muerte de López en el garrote vil después de ser capturado por el ejército español en su quinta expedición intentando liberar a Cuba es menos romántica que la cantada de Perucho sobre su bravo corcel en la ciudad de Bayamo? ¿Será?

viernes, 27 de enero de 2023

CAROLA LOZANO FERRER: La familia y la profesión son para siempre

Contrabajistas cubanos por el mundo

@Carola Lozano
En Cuba, la maestra Carola Lozano fue la primera mujer que se graduó de contrabajista en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y en el Instituto Superior de Arte (ISA), y fue la primera mujer que integró la fila de los contrabajos en la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba (OSN). Desde 1994 reside en Córdoba, España, donde ha ejercido su profesión tocando y dando clases del más grande de los instrumentos de la familia de los violines. He tenido el placer de conversar con ella acerca de su larga y fructífera carrera como músico, y como madre, esposa y abuela de una familia de músicos que ha echado raíces profundas en una de las ciudades de más larga historia en la Península Ibérica, y esto es lo que me ha dicho: 

¿De mis primeros estudios de música? Pues cuando yo tenía 11 años comencé a tomar clases de piano con la profesora Regina Vergara en la escuela Alejandro García Caturla, en La Habana, donde hice los cuatro cursos del nivel elemental. Durante el último, yo tomaba las clases de 3º de Secundaria en otro conservatorio, en el Amadeo Roldán, y allí, unas alumnas que habían integrado un grupo musical, me entusiasmaron para que estudiara el contrabajo porque no tenían quien lo tocara, y, aunque nunca llegué a formar parte de aquel ensamble, lo cierto es que comenzó a llamarme la atención el instrumento, y fue mi opción cuando decidí estudiar en la ENA, donde después de aprobar el examen de ingreso que me hizo el maestro Orestes Urfé, formé parte de los alumnos de su clase y cursé con él los estudios de Grado Profesional y parte de los de Grado Superior en el ISA.

¿Cuándo llegué a España? Bueno... creo que debo ir atrás para que comprendas... Cuando me gradué de la ENA, en 1973, ingresé en la OSN. En 1972, siendo estudiante de la ENA me casé con quien desde entonces he formado una familia. En 1973 ambos éramos miembros de la OSN, donde estuvimos por casi veinte años. En 1992 mi esposo fue contratado para integrar la recién formada Orquesta de Córdoba, que dirigió desde entonces y durante 10 años el maestro Leo Brower. En 1994, vine a España integrando la OSN en su segunda gira por España, y en esa ocasión, y sabiendo que el contrato de mi esposo se extendería por más tiempo, decidí que era más importante para nuestra familia reunirnos en esta ciudad de Andalucía.

Aquí, durante más de veinte años, he participado en conciertos con la Orquesta de Córdoba, he sido miembro de la Orquesta de Cámara «Malibrán», integrada solo por mujeres, y desde hace 20 años soy profesora de contrabajo, Música de Cámara y Literatura del contrabajo en los Conservatorios de Grados Básico y Profesional de la Junta de Andalucía.

¿Malibrán? Pues te cuento. Al llegar a Córdoba en el 94, después de tocar en algunos conciertos con la Sinfónica de esta ciudad y con otras orquestas, me encontré con algunas intérpretes conocidas que tenían los mismos deseos que yo de hacer música de cámara, y entonces decidimos crear una Orquesta de cuerdas, a la que llamamos «Malibrán» ... ¿por qué Malibrán? Pues por la conocida cantante sevillana. En sus inicios tuvimos el apoyo de las instituciones de la ciudad y realizamos conciertos en diferentes actos, iglesias, pequeñas salas de conciertos en diferentes ciudades de Andalucía y en Madrid, y en los programas incluíamos obras originales del repertorio internacional, obras de compositores andaluces y arreglos para cuerdas. La Orquesta «Malibrán», al estar integrada solo por mujeres llamó la atención del Canal 2 de Televisión Española y nos hicieron un programa divulgativo. Hemos sido casi siempre siete u ocho músicos, pero lamentablemente, por el hecho de no coincidir los horarios de ensayos, después de 5 años, tuvimos que dejar de realizar conciertos... Tony, y como dato curioso te diré que siempre que hacíamos un bis con la «Malibrán», tocábamos La Bella Cubana… y a la gente le encantaba. Esa obra tiene un agarre especial.

¿Mis clases y mis alumnos de contrabajo? En cuanto a esto creo necesario hacerte un comentario sobre la enseñanza de la música por aquí… Los Conservatorios imparten las enseñanzas Básica, que son cuatro cursos, y la Profesional que son seis, generalmente en el mismo centro, aunque en algunos pueblos solo se imparte solamente Básicas. Los profesores pueden ser funcionarios, es decir, con plaza fija, o interinos como lo he sido yo, que aunque tenemos trabajo siempre, éste es a veces en un lugar diferente dentro de Andalucía.

En mi caso, durante estos 20 años, he estado en 8 centros distintos, en alguna ocasión en cursos continuos, y esto hace que los alumnos no tengan la continuidad necesaria para los objetivos deseados. En mi caso, he podido graduar a cinco alumnos, a los cuales sólo les di clases en el último curso y desde luego no son el resultado de mi único trabajo. Otro aspecto real es que más del 90% de los alumnos no continúan los estudios de Grado Superior ni se dedican a la música, y por lo general ingresan en la universidad para otra carrera. Como dato curioso, te cuento que tuve un alumno, David Santos Luque, en 1ro de Básica, y al cabo del tiempo, en 6to de Profesional, se graduó conmigo, un caso que te dice las vueltas que da el aprendizaje en este sistema de enseñanza. Desde luego, los alumnos más interesados y con apoyo de la familia, desde el inicio buscan un profesor particular y mantienen la estabilidad.

¿Sobre técnicas y métodos? Bueno, con los pequeños, que son la mayoría y empiezan con 9 años, utilizo el Método Contrabajo Exprés, del maestro español Diego Tejedor, porque está en español y contiene piezas conocidas por los niños aquí. Este Método se ocupa de enseñar solo la primera posición, así que con los que pueden completarlo uso a continuación desde el segundo tomo de All For String hasta el IV, que cubre de la segunda a la quinta posición que es donde terminan los que pasan de nivel en una prueba de acceso al Profesional.

Cuando están en este nivel continúo con el Método de Simandl y los 86 estudios de Hrabé; además de eso, en las Programaciones hay una relación de Métodos, estudios y piezas para que cada profesor decida dentro de lo relacionado. En cuanto al arco, el más usado es el alemán debido a la influencia que dejó Streicher cuando fuera profesor en Madrid, en general tocan sentados, por si logran integrar después una orquesta, y la digitación la enseño como la aprendimos (1/2/4).

En cuanto al arco, se dice que con el francés se consigue mejor fraseo y musicalidad y con el alemán mejor cantidad de sonido y facilidad para emitirlo, pero yo he escuchado muy buenos intérpretes de ambas técnicas consiguiendo tanto calidad como cantidad de sonido, así que ahí lo dejo.

¿Y mi familia española? Pues con el tiempo, nuestros hijos, nacidos en Cuba y músicos también, vinieron a reunirse con nosotros, así que al cabo de 27 años en esta ciudad, hemos visto crecer la familia con los nietos, que es lo más hermoso y tierno que nos ha podido suceder, así que como ves, he llegado a una etapa de mi vida laboral que ha sido reconocida, desde el pasado 29 de marzo cuando cumplí los 70, con una jubilación que me coloca en una nueva etapa de mi vida.

¿Y el contrabajo? Pues tú lo sabes, la familia y la profesión son para siempre.

 Esta serie consta de cuatro entrevistas que se pueden leer en:

Manuel Valdés Argudín: La Escuela Búlgara y la Rusa para el Contrabajo

Luis Cojal: Paisajes sonoros del alma

Oscar Rodríguez Calvo: El contrabajo, entre el sinfonismo y el jazz


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