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domingo, 19 de agosto de 2018

EL SOCIALISMO Y EL HOMBRE EN CUBA… EL REGGAETON Y EL QUIBÚ

Casando las noticias… camino del puente me iré

No, yo no soy síquico, los síquicos no existen, solo presto atención. El Mentalista.

El Quibú, antes de 1959, cuando Cuba era un país capitalista y a nadie le preocupaba el socialismo, era un río cristalino, de lo contrario la historia de la arquitectura en Cuba hubiera sido distinta.

Río Quibú, en su serpentear por el reparto Cubanacán,
otrora uno de los más lujosos en Cuba.
Foto: Fuente externa
Claro, yo tampoco soy psíquico, pero hago mi mejor esfuerzo por prestar atención. En eso, prestando atención, hace seis años, cuando se suscitó un conato de altercado entre el Instituto Cubano de la Música y algunos géneros musicales que estaban aflorando con mucha fuerza en los barrios de La Habana, escribí el artículo Contra el reggaeton y otras yerbas, en el que vislumbré que a todas esas manifestaciones culturales se le vendría encima una censura -espasmódica, violenta e hipnotizante-, como la que el socialismo le había impuesto en Cuba al jazz, al rock y a todo el que por pito o por flauta disintiera con el pétalo de una rosa de la voluble y monolítica política cultural de la revolución cubana; vislumbré -no por psíquico sino por haber prestado atención-, el fuerte gardeo que le vendría a todas las ventanas de información que como hipidos pudieran entreabrirse aquí o allí, tanto al muy tecnológico, «clandestino» y ultimageneracionista paquete semanal, como a los que cantan bajo la ducha.

Y a riesgo de perder el buen ritmo de este artículo debo hacer una digresión por si las dudas: Digo «voluble», porque puede adaptarse a cualquier escenario, esa licencia se la dan hasta los clásicos del marxismo, y como en Rebelión en la Granja es lícito y necesario escribir «digo» donde decía «Diego»; y «monolítica», porque no se aparta un ápice del dogma fundacional que reza: «Con la revolución todo, contra la revolución ningún derecho».

Y continúo: Después de seis años, en los que supongo el legislativo hizo estudios detallados, académicos, jurisprudentes y jurisconsultos, el pasado día 10 de julio, 14ymedio.com lanzaba al ciberespacio la Gaceta de Cuba en pdf, conteniendo el Decreto No. 349/2018, el que, después de leído, me resultó una ejemplarizante pieza de lo que debe y no debe hacer el hombre nuevo con el socialismo en Cuba, una icónica manera de apergollarlo, una vara para medir «quienes sí y quienes no».

No es difícil comprender, teniendo en mente las definiciones ya existentes en los manuales, discursos y propiamente en la PCRC, que este Decreto es una pieza ilustre del «mecanismo» que permite «la selección natural de los destinados a caminar en la vanguardia y que adjudica el premio y el castigo a los que cumplen o atentan contra la sociedad (socialista) en construcción»[1], una pieza que «encaja perfectamente en el concepto de institucionalización como el conjunto de […] aparatos bien aceitados que permitan esa marcha»[2].

Hoy, la noticia que voy a casar con el Decreto viene de la mano de Luz Escobar, es una nota que aparece bajo el titulo: «Animales muertos, heces y plástico cubren el río Quibú a su paso por La Habana».

Pero y ¿dónde, se preguntará el lector, estará la compatibilidad de caracteres entre una noticia y otra? Pues allá vamos: Ese río Quibú no siempre estuvo así, no siempre fue fétido, putrefacto y contaminante como documenta el artículo, porque, si la lógica no falla, si hubiera sido así, los muy arquitectos e ingenieros que diseñaron el Country Club de La Habana no lo hubieran construido en sus serpenteantes riberas, jamás se les hubiera ocurrido crear en el curso de un río putrefacto uno de los barrios más lujosos de toda Cuba, no hubieran asentado, los muy capitalistas empresarios cubanos sus mansiones, muchas de las cuales son copias fieles de casas de películas o castillos medievales, donde hoy aún anida una buena parte de la rancia aristocracia en Cuba.

El Quibú, antes de 1959, cuando Cuba era un país capitalista y a nadie le preocupaba el socialismo, era un río cristalino, de lo contrario la historia de la arquitectura en Cuba hubiera sido distinta; sin embargo, después de 1959, cuando en medio del campo de golf del Country Club de La Habana, unos apócrifos golfistas barbudos y vestidos de verde decidieron enclavar allí una escuela de arte, comenzó el socialismo a cambiar al hombre en Cuba, a desviar el curso de los ríos, a demoler el medio ambiente y a la madre de los tomates.

Country Club de La Habana
Todos, los muy capitalistas que vivían en aquel lujoso barrio, fueron expropiados, el Country, con su campo de golf, no volvería a ser nunca más lo que fue, y aquel maravilloso espacio se convirtió en el hábitat de un arma de la revolución: el arte. Un arte, que al igual que el río comenzó a cambiar con el hombre, un arte que comenzó a recrear una sociedad  como el río, un río putrefacto que comenzó a mencionarse en canciones.

Pero ojo, si le prestamos atención a los textos, no es su vulgaridad o chabacanería lo que más hiere los oídos del hombre socialista en Cuba -porque la timba se las trae en eso de textos violentos, lenguaje de adultos y escenas que pudieran herir la sensibilidad del público-, sino a sus disparos directos al mono, sin jugar con la cadena, la verdadera ojeriza es a las denuncias sin ambages a los verdaderos culpables del desastre, los fogonazos públicos contra el sistema, entre los que puedo mencionar dos de certera puntería: Háblame, de Tribu Mokoya[3], y Mi Hermosa Habana, de Aldo y los Aldeanos.

No es a la estética a lo que le teme el Estado Socialista, sino a la ética: quienes hayan aprehendido la autocensura y jueguen con la cadena deben estar tranquilos, pueden seguir cantando, como Frank Delgado, su popular Río Quibú, e incluso, seguir escribiendo textos académicos, entre ellos la tesis de maestría que cita Luz en su artículo, publicada por Edgar Alexander Amaya Vázquez en 2015, en el que se afirma «que el origen de la contaminación de la cuenca del Quibú es de origen tanto doméstico como industrial». 

Orillas del río Quibú
Un texto en el que aparentemente no se avizora la verdadera causa del desastre[4], al menos en el texto citado por Luz y tampoco en lo que pudiera ser el resumen de la tesis que aparece en el perfil de LinkedIn del autor, donde se puede leer: «La investigación tiene como propósito contribuir con futuras acciones de gestión integrada que se realicen sobre la zona costera del municipio Playa, en La Habana, Cuba, para sensibilizar a la comunidad en general por su manejo eficiente y se gestione la participación de todos». Y aquí se declara que los culpables somos todos y de hecho la acción política así lo establece cuando son los propios ciudadanos los designados para limpiar la inmundicia[5], que no es más que el resultado del abandono en el que dejó el Estado Socialista al río Quibú y a la madre de los tomates. Menudo estudio.

Puede ser que aún no quede clara la compatibilidad de caracteres para casar a estas dos noticias, pero usted verá por dónde le entra el agua al coco: Simple, el Quibú, cuando era lindo y sus aguas eran claras y cristalinas, formaba parte del imaginario colectivo de los vates cubanos y muy probablemente, en uno parecido al Quibú, cuando era lindo, se inspiró Pituko Rigual para tirar su cariño al río. Para componer uno de los boleros más bellos de su tiempo, con un texto digno de cualquier antología.


Ahora, cuando el rio Quibú es una fuente de contaminación también forma parte del imaginario colectivo, es como el colectivo. Así que, a un Quibú contaminado corresponde -y allá los marxistas con su materialismo histórico, su realidad objetiva y su última instancia-, un arte que recrea esa contaminación. El Decreto y el Quibú son la expresión genuina del socialismo y el hombre en Cuba.

Si alguien tiene algo que decir, que hable ahora o calle para siempre.

 



[1] Guevara, Ernesto. 1988. El socialismo y el hombre en Cuba, La Habana. Editora Política. 14
[2] Ídem.
[3] «Háblame de ti, de tus mañas, tus estupideces,
Y de un comunismo fusionado con tus intereses
Del odio que crece por oírte hablar tantas sandeces
Y de la miseria porque el pueblo no se lo merece»
[4] Debo advertir que el texto íntegro de la tesis no lo pude encontrar en la Internet, pero sigo buscándolo.
[5] Cfr. Ángela Corvea Martínez. Acciones de limpieza en el río Quibú. [En línea] [Consultado el 19 de agosto de 2018] Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=146840

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