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martes, 5 de agosto de 2025

LA INFINITA RED DEL CONOCIMIENTO SE TEJE CON PALABRAS

Dale agua a ese dominó

Con palabras se teje una infinita red de conocimientos que nos puede llevar -cuando en multitud las aprehendemos-, hasta la más luminosa capacidad para entender la realidad y seguir con acierto el camino de la verdad, o…

Cuenta la leyenda que Albert Einstein, cuestionado por un ingenuo admirador acerca de cuán fácil o difícil sería el entendimiento de su Teoría de la Relatividad, el genial hombrecillo respondió: «Mi teoría es tan fácil como freír un huevo». Lo que provocó en el ingenuo una explosión en el centro que desde el cerebro controla las expresiones de dudas en el rostro. Entonces, el genio, al percibir el atolondramiento de su inquisidor, no tuvo más remedio que rematar con una nota al margen, la que según cuenta la leyenda decía así: «El asunto es que usted debería tener en cuenta que no sabe lo que es un huevo, no sabe lo que significa freír y mucho menos cómo se hace».

La leyenda, hasta donde la conozco, no explica qué sucedió después con el ingenuo admirador, lo que sí sé es que hoy amanecí con una palabrita en la mente, algo que desde hace algún tiempo me sucede con frecuencia, y la palabrita de marras es: Capicúa. Y por esas cosas que dicen que nada sucede por nada o que todo sucede por algo, a partir de ese hilo comencé a buscar la madeja y mire usted hasta dónde llegué. Una palabra sencilla, aparentemente, puede contener toda una teoría del conocimiento, si se entiende el conocimiento como la información adquirida por diversos medios y que nos pone en capacidad de relacionar todos esos conocimientos para encaminarnos a la verdad y a la más precisa interpretación de la realidad.

En fin, que si un ingenuo admirador me preguntara que tan difícil es hacer capicúa, le diría que tan fácil como jugar dominó, y si se repitiera la historia del genio y el ingenuo, tendría que rematar diciendo: Pero fíjese, el asunto es que usted no sabe lo que es dominó, no sabe lo que es una ficha, no conoce tampoco los números, no sabe lo que es una mesa, y muchísimo menos cómo se le da agua al dominó, en fin, que para conocer que «capicúa en el dominó es poner en la mesa una ficha que puede ir por las dos cabezas», le ocuparía una buena parte de sus entendederas.

Lo mismo sucede con cada palabra que decimos o escuchamos, porque con ellas se teje una infinita red de conocimientos que nos puede llevar -cuando en multitud las aprehendemos-, hasta la más luminosa capacidad para entender la realidad y seguir con acierto el camino de la verdad, o, a la más miserable incapacidad -cuando apenas balbuceamos unas cuantas-, para entender la teoría de la relatividad, freír un huevo o hacer capicúa en el dominó. 

Disponible en: Hypermedia
y en Cuesta Libro

domingo, 3 de agosto de 2025

FAUSTO, UNA PRUEBA DE FUERZA CON RESULTADOS MUY DECOROSOS.

Hacer una adaptación para la escena del Fausto de Goethe y conseguir que funcione en las tablas es una ardua labor que pocas veces llega a feliz término, y entre esas pocas tuve el placer de presenciar una de ellas. En la noche del 2 de agosto se presentó por segunda vez en esta temporada la obra Fausto, de Goethe, adaptada y dirigida por Manuel Chapuseaux.

El pulso con la obra no termina por supuesto con la adaptación y dirección, sino que prácticamente comienza allí. La escenografía, de Tracke Stage es sencilla y enervante, aterradora y alegre -con el subrayado de las luces y la música-, según las emociones que van pasando por el escenario. Las actuaciones de Richardson Díaz, Patricio León, Lía Briones y Camila Santana son contundentes.

Una hora y tantos minutos de placer estético, en los que todos los elementos que consiguen la magia estuvieron bien equilibrados, y sobre todo, la seguridad de cada uno de los actores en sus muy largos parlamentos, verdaderos monólogos que cabalgan sin descanso y sin prisa hacia el muy distante próximo pie. Un gran ejercicio de concentración y una constancia de la apropiación que ha hecho cada uno de los actores de su personaje.

Y sí, un periquito: el final lo sentí abrupto, sin eso que algunos llaman un segundo o tercer final verdaderos, lo que no resta un adarme a los muy respetables resultados de este tour de force que ha significado la puesta en escena de Fausto, de Goethe en la Sala Ravelo del Teatro Nacional Eduardo Brito, de Santo Domingo. Éxitos.