Las danzas cubanas no salieron del barracón, sino de las academias
La orquesta era la del señor Rodríguez, la
cual fue celebrada por los extranjeros con justicia pues tocó con sumo gusto no
solo nuestras danzas sino también polcas etc. A lo que parece, y sea dicho de
paso, esta orquesta es la que verdaderamente está hoy de moda, pues raro es el
baile notable donde no figure.
Orquesta de Enrique Peña 1908 |
Pianistas en la Habana. (DM, 30
nov. 1850). Es verdaderamente notable la grandísima afición y el buen éxito con
que se cultiva entre nosotros la música, y sobre todos los instrumentos el
piano. Rara es la casa de mediana apariencia donde no hay uno de estos
instrumentos, y lo admirable es que con grande frecuencia se oyen en muchas de
ellas los mejores trozos de ópera ejecutados con rara habilidad.
Y otra, nos permite conocer la asiduidad del
público a los conciertos en las casas de música y de la presencia de pianistas
de todas las latitudes en La Habana:
(El País, 13 jun. 1895). La elegante sala del establecimiento del
Sr. Pola estaba lleno de señoritas y distinguidas damas que se habían dado allí
cita para oír las magníficas voces del soberbio piano que la empresa del
popular periódico El Fígaro regala a sus abonados.
El notable pianista peruano Sr. Manuel I.
López, deleitó a los concurrentes con admirables piezas, unas originales y
otras de autores clásicos, en cuya ejecución pudo el público allí congregado
admirar las brillantes dotes del artista y las no menos admirables voces del
gran piano que regala El Fígaro.
Y la siguiente, es una nota referida a una de aquellas agrupaciones
famosas:
Orquesta Siglo XIX.
(DM, 21 abr. 1850).
Hace algunos días pasábamos por la calle de la Industria y nos llamó la
atención un buen golpe de música que salía de la casa núm. 80. Indagamos el
nombre de la orquesta y se nos dijo que era la del Siglo XIX, compuesta de
jóvenes industriosos y aplicados entre los que se cuentan algunos buenos
profesores. En dicha casa, donde se halla instalada, ensayaban en aquella
ocasión algunas de nuestras más preciosas danzas y entonces tuvimos ocasión de
juzgar de la justicia con que se le concede un lugar preferente entre las
buenas orquestas de esta ciudad. Sabemos que se la contrata para los bailes de
uno de nuestros más animados pueblos de temporada.
Y sí que era muy demandada aquella orquesta. Otra de las tantas notas
en las que se le menciona, la que publicó el DM (29 abr. 1855), anunciaba la celebración de las fiestas patronales de
Bejucal durante los días 30 de abril, y 1, 2, y 3 de mayo, y advertía que «la
orquesta contratada para todas esas funciones» había sido «la acreditada Siglo XIX».
Más demandas de
danzas y más ofertas
Otra nota menciona la cantidad de orquestas y danzas que se disputaban el mercado habanero:
Diluvio de danzas. (DM, 11
oct. 1850). Son tan numerosas las danzas nuevas que salen a la luz todos los
días, litografiadas con más o menos primor, que no bastan todas las orquestas
de la Habana (que no dejan de ser numerosas también) para tocarlas, aun cuando
se echen al olvido muchas lindísimas que porque solo cuentan ocho días de vida
ya son viejas. Pero entre las novísimas que llaman más la atención se cuentan
la Favorita, del Sr.
Riesgo; la Moncita, del señor Sierra, etc.
La demanda de orquestas se disparaba en
épocas de fiestas y así lo describe la siguiente nota:
Orquestas. (DM, 25 nov.1852). Aunque todos
los años durante la Pascua de Navidad casi no hay pueblecito en la isla donde no se den grandes bailes con
orquesta, resultando que todas las que hay en la Habana y otros puntos son
solicitadas con grandes empeños, creemos que este año la animación de estos
pueblos será en extremo notable durante aquella alegre festividad a juzgar por
los preparativos que en todas partes hacen, incluso la construcción de salas
expresamente para bailes, aún en parajes donde no se ve más que una aislada
taberna, y que por consiguiente las orquestas andarán como cosas vedadas, no
siendo quizá extraño que se eche mano hasta de esos órganos que tan
maravillosamente se han multiplicado en la Habana. Creemos por lo tanto hacer
un servicio a los empresarios de bailes del campo llamándoles la atención sobre
el anuncio de la buena orquesta titulada La Flor de Cuba y sobre la
parte de ese anuncio referente a la pequeña orquesta para tocar en reuniones
familiares.
Y para conocer la cantidad de público que
asistía a estas fiestas y los estratos sociales a los que pertenecían, se puede
confrontar una rara estadística que dio a conocer el DM:
Pasajeros. (DM, 28 jun. 1854). Debemos a la bondad de
una persona de nuestra amistad el siguiente estado de los individuos que fueron
a Guanabacoa por los carritos de «La Prueba» el día de San Juan y el domingo
siguiente:
Sábado: Blancos, 536; de color, 1322 / Domingo:
Blancos 317; de color, 921 / Total: 3,096[1]
Sin contar los que fueron en carruajes de
alquiler particulares, y tirando el limoncito, que forma un respetable número.
No ha ocurrido a pesar de eso la más leve novedad.
Esta nota estadística probablemente sea
imposible encontrarla en otro lugar, pero la empresa que entonces manejaba el
ferrocarril de sangre que unía la terminal de Regla con Guanabacoa, al que
llamaban «los carritos de la prueba»[2], debió estar muy interesada en conocer la
cantidad de pasajeros que transportaba, por lo que me es posible darle un voto
de confianza al dato y a partir de este concluir que a los bailes de San Juan,
al menos de aquel año, asistieron en un fin de semana miles de personas de
modestos ingresos, que eran por lo general quienes abordaban el transporte
público, pero que además estuvieron muchos otros que con mayor capacidad
económica podían disponer de carruajes de alquiler privados, siendo esta una
muestra plausible de la pasión que existía entonces en todos los estratos
sociales de La Habana por los bailes temporadistas y las fiestas patronales que
se realizaban en Guanabacoa, Marianao, Calabazar, Las Puentes, Jesús del Monte,
Quivicán, San Antonio, Santiago de las Vegas y todos los pueblos cercanos a la
capital, a donde iban a refugiarse, sobre todo durante el verano y días
festivos, los bailadores. Y cada orquesta, en cada baile debía estrenar al
menos una danza.
Las danzas viajan
el mundo en los equipajes de los artistas
Como ya escribí, todas las bandas del ejército y la
marina española acantonadas en Cuba y muchas de las bandas de las marinas de
otros países que pasaban por La Habana, tocaban danzas que luego llevaban a donde les llevara el movimiento
de tropas, pero también los
artistas que pasaban por la Isla se llevaban en sus equipajes las partituras y
allá donde fueran las hacían instrumentar y arreglar para incluir en sus
espectáculos. Una nota publicada en 1850 dice lo siguiente:
Strakosch[3], Macallister y la danza cubana en Nueva
Orleans. (DM, 3 may.
1850). El célebre pianista estaba ya en Nueva Orleans el 24 de abril y a los
pocos días debía dar un gran concierto en unión del distinguido artista
Wallace, pianista, violinista y compositor, antiguo conocido de los dilettanti
de la Habana.
También se hallaba
dando funciones en la misma ciudad el célebre nigromántico Macallister. El 26
estaba señalado para su beneficio y entre las novedades de que habla el anuncio
vemos la de que la orquesta tocaría las danzas compuestas por Arditi durante la
visita que hicieron a esta: el Brujo y la Bruja. ¿Dónde no se tocará con el tiempo la cubana
danza?
Otra nota referida al arpista francés Charles
Bochsa (1789-1856)[4],
quien se había presentado en La Habana, dice lo siguiente:
Danzas cubanas en Nueva York. (DM, 11
ene. 1851). Poco a poco nuestra danza criolla va teniendo eco hasta entre los
fríos hijos de otras zonas. En un concierto a la promenade que dio el amable Bochsa, de grave
recordación, a mediados de diciembre en la ciudad de Nueva York entre las
piezas que había de tocar la orquesta vemos que anuncia el programa:
«Contradanza de Cuba El incendio, por Arditi».
Habanos y habaneras, dos nombres de marcas
A lo largo del siglo XIX se compusieron danzas para todo y para todos.
Según la nota del DM
(11 feb. 1852), en la función que la compañía de Los Raveles presentaría al
día siguiente en el Teatro de
Tacón, se daría a conocer una
danza titulada La Celestina[5], compuesta por el
«conocido joven compositor D. Manuel Saumell», y dedicada a la «simpática
bailarina Srta. Celestina Frank», integrante principal de aquella troupe. Otras dos notas
publicadas en el mismo periódico dos días después, apuntan; una, que Recuerdos
del Wajay
fue el título de una danza compuesta por «el joven filarmónico
Francisco G. Carvajal, y que éste la dedicó a la memoria de las fiestas y las
jóvenes de aquel partido; y otra, que La India fue el título de la danza que, «el
apreciable joven don Antonio B. de la M.», compuso y dedicó a «los jóvenes
dueños de la nueva y hermosa panadería denominada La India, situada en la calle de Virtudes, entre las
de Manrique y San Nicolás».
La Habana tenía un ritmo que iba al son del invierno y el verano, las
lluvias y la sequía, el Carnaval y la Semana Santa. Entre esos parámetros se
acomodaban los calendarios y en todos los eventos de ese almanaque estaba,
invariablemente, la música. Y la música era, en estos años la danza, y esta era el
motor de todos los eventos, era la mercancía tras la cual corrían todos y
alrededor de la cual se movían innumerables relaciones mercantiles.
Con la intención de que el lector pueda
apreciar lo que afirmo, he querido citar la crónica de uno de los bailes de
máscaras que se celebraban cada año en una de las más prestigiosas
instituciones privadas que tenía la capital cubana. El baile se verificó el
sábado 14 de febrero de 1852, y el cronista publicó lo siguiente el día
17:
Liceo.
(DM, 17 feb. 1852). No pocas horas han transcurrido desde que el último golpe
de orquesta anunciaba la terminación del primer baile de máscaras del Liceo y
aun conservamos vivísimos los recuerdos de los amenos momentos que en él
gozamos, como indudablemente los conservarán todos cuantos tomaron parte en esa
fiesta de Momo, en esa fiesta que, sin ser báquica, desmoralizadora, ofrecía
los mil chistosos lances de la careta. Los salones del instituto se vieron
invadidos por un considerable número de máscaras, de caprichosos y elegantes
vestidos y no menos considerable era el número de las personas de ambos sexos
que en traje de gala animaban el local.
El «¿me conoces?», eterna fórmula mascaril contra la que apenas pueden
el talento y el dominio de sí propio, resonando en todas partes servía de pedal a las agudezas y no agudezas que
mutuamente se decían los sí y los no enmascarados, quienes ni aún entregados al
placer de la danza dejaban reposar el órgano de la palabra. Como era natural
los bailes estuvieron animadísimos, e inútiles serían las expresiones que
quisiéramos usar para pintar el cuadro que entonces ofrecía el local,
profusamente iluminado y adornado. Pero ese primer baile de máscaras del Liceo
ha sido una gota de dulce miel que ha caído en los labios de sus socios,
despertándoles la ansiedad de apurar toda la copa, y por eso nos aventuramos a
decir que el segundo, que tendrá lugar el miércoles, será aún más brillante que
el primero.
Para el domingo 15, se anunciaban Grandes Bailes de Máscaras en el Teatro
del Circo
con dos orquestas que tocarían escogidas danzas, entre ellas dos nuevas tituladas: Dicen que
tienes una,
y el Amante majadero. En los salones altos del Café
Escauriza
tocaría la orquesta del Sr. Rodríguez, quien había preparado para esa noche
«cuatro danzas nuevas, cuyos títulos son: La nueva comadrita, La cadena
de la loba,
No me esperes, y el Nuevo Carnaval. Y en el salón Paraíso, de Regla,
«después de terminada la tercera danza, se procedería a la rifa», y seguidamente la
orquesta, dirigida por el acreditado profesor Feliciano Ramos, estrenaría dos danzas compuestas por el
clarinete primo Juan de Dios Alfonso, tituladas Los desdenes de Clorinda y Los
lunares de Lolita.
A propósito de la orquesta del Sr. Rodríguez,
en una crónica dedicada al baile «que tuvo lugar la noche del martes (2 mar.) a
bordo de la corbeta de guerra americana Albany», se lee lo siguiente:
(DM, 6 mar. 1852). […]. La orquesta era la
del señor Rodríguez, la cual fue celebrada por los extranjeros con justicia
pues tocó con sumo gusto no solo nuestras danzas sino también polcas etc. A lo
que parece, y sea dicho de paso, esta orquesta es la que verdaderamente está
hoy de moda, pues raro es el baile notable donde no figure. En Escauriza es un
poderoso reclamo para atraer concurrencia, en el Liceo es celebrada por todos
sus numerosos socios, y donde quiera en fin se revela por sus escogidas piezas
de todas clases y la buena ejecución de ellas.
Como he mencionado, se hacían danzas para
todos y para todo, lo que es posible documentar con la siguiente nota:
El triunfo de Panchita. (DM, 5 dic. 1850). Este es el título de una danza nueva, muy linda, se
dice, que acaba de componerse y deberá tocarse el día 9 en un baile que se dará
en la calle de Farruco, núm. 56. Se ha dedicado al Sol del Pilar, que según noticias es de la
señora Cerveto de Cisneros.
Otra nota, en la que es posible apreciar el
vertiginoso ritmo al que se movían las relaciones comerciales en el mercado de
la música, indica lo siguiente:
La India. (DM, 2
mar. 1852). En el acreditado establecimiento denominado «La Marina» se
está litografiando la bonita danza de este nombre, compuesta por don Salvador
Palomino y dedicada a los dueños de la nueva panadería titulada «La India» sita
en la calle de las Virtudes entre las de San Nicolás y Manrique. Se nos asegura
que dicha danza va a ser tocada
en una de las próximas funciones de los Raveles y puesta en uno de los órganos
que con más aceptación se oyen en las calles.
Debo insistir en que estas danzas se editaban para
voz y piano, o piano solo, por lo que era necesario realizar arreglos para
interpretarlas con orquestas, bandas, órganos o cualquier otro formato
vocal-instrumental, y eso se convirtió en un trabajo cotidiano para un sin
número de músicos, independientemente de su lugar de nacimiento y su
localización geográfica. El Carnaval de la Habana, por ejemplo, fue
el título de una colección de danzas del profesor de música D. Evaristo Diez,
las que se habían interpretado en las noches de máscaras del teatro del Circo. Según la nota (DM, 12 mar. 1852),
«la colección constaba de veinte danzas para piano» y se vendían en los almacenes de
música de Maristany, en la calle Obispo, y en la confitería del Circo. Y todo ese
trabajo estaba movido por el frenesí que provocaba en los bailadores la danza como se puede
apreciar en la siguiente nota:
Liceo. (DM, 2 mar. 1852). […] La animación
fue tan grande, tan sostenida que después de concluirse la que sería la última danza muchas
familias que ya se hallaban en el zaguán dispuestas a retirarse volvieron a
penetrar en los salones al oír que la orquesta llamaba otra vez a los hijos de
Terpsícore en virtud de los deseos manifestados por todos de bailar otra más.
Mucho después que retumbó el cañonazo del alba se veían aun numerosos restos de la
brillante función con que el Liceo se despedía del Carnaval.
Un frenesí que muy probablemente era
provocado por la percepción que los bailadores tenían de la danza. En una nota
publicada diez años después de que el baile de la polka se diera a conocer en el Gran
Teatro (DM, 23 oct. 1844), una bailadora nos explica las causas del triunfo de
la danza sobre la polka y todos
los bailes que estaban de moda por entonces:
Comunicación. (DM, 2
ago. 1854). Con la firma de «Una temporadista» hemos recibido la siguiente para
su inserción:
«Señor Localista: Cuando se va a un baile,
aun cuando sea de pago, nadie que no sepa bailar debe intentar hacerlo por
varios motivos, pero principalmente por dos: 1º. Porque hace una verdadera
ofensa a la compañera que confiada le concede la danza, polka etc., que se va a
bailar y 2º. Porque no solo la pone en ridículo, sino que él mismo es objeto de
las burlas de los demás. Esto sucede con más frecuencia cada vez que se trata
de bailar polka, a cuyo
nombre tiembla aun de pies a cabeza una amiga mía recordando lo que le sucedió
el domingo en Guanabacoa con el compañero que la suerte le deparó, y que así
sabía bailar aquella como yo el fandango. La polka exige, como es sabido, una gracia particular
para bailarla con buen éxito ante una concurrencia que fija ávidamente sus
miradas en las pocas parejas que por lo regular se presentan a ejecutarla, sin
embargo salvo muy pocas excepciones solo vemos aquí una pareja que se mueve a
contra compás, allí otra que con paso de danza quiere salir del apuro, acá una
tercera que se columpia media hora en un mismo punto porque no puede tomar al vuelo el
momento de partir y allá una cuarta pareja que quiere bailar polka como si se
tratara de lo que los ingleses llaman steeple-chase, tropezando con todo el
mundo en arrebatados giros, pero de muy mal gusto. Concedo que esto reside en
la variedad, pero le aseguro a usted que a pesar de ese aserto prefiero danzas y más danzas, porque
si del mal el menos todo el
mundo sabe que en la danza es donde único se puede disimular la poca
destreza de un bailador».
Un frenesí que causaba tanto en la capital
como en el campo, y que obligatoriamente debía ser el final de todo evento:
Bermeja[6]. (DM, 4
mar. 1852). Acabamos de saber que en la mañana del sábado próximo (6
mar.) parten para el pueblo de este nombre las señoritas y caballeros que han ensayado
las piezas dramáticas de que hablamos en uno de nuestros próximos pasados
números con objeto de obsequiar a una hermosa señora en su finca. Se nos agrega
que debiendo terminar la función con un baile se ha ajustado una de las mejores
orquestas de esta capital.
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[1] El total
que aparece en la nota da por error la cifra de 3,129.
[2] La
estación de este ferrocarril estaba cerca del circo La Prueba que Miguel
Nin y Pons hizo construir en Guanabacoa, y a partir de 1845, cuando Nin se
asoció a la empresa, se comenzó a conocer el tren por el nombre del circo. Los
coches fueron tirados por mulos hasta 1884 cuando comenzó a usarse una
locomotora de vapor. (Cfr.: Santamaría et al. 2020, 167, y DM, 09 jun.
1850)
[3] Se
refiere al célebre Mauricio Strakosch, pianista de S. M. el Emperador de Rusia,
miembro honorario de la academia de Santa Cecilia de Roma y de la primera
sociedad filarmónica de Europa, quien había dado una serie de conciertos en La
Habana y Trinidad durante el primer cuatrimestre de 1850. Cfr.: DM, 20, 22, 30
ene. / 1, 6, 15, 17, 19, 20 feb. / 3 mar. / 17, 19, 21 abr. 1850.
[4] El 1 de
mayo de 1849, debutó en La Habana la soprano Anna Bishop junto a su amante y
tutor, el eminente compositor, arpista y director, Charles Bochsa. (Cfr.: DM,
29 abr. / 3 may. 1849
[5] Giro,
Radamés, ed. 1980. Manuel Saumell. Contradanzas. La Habana: Letras
Cubanas, 51
[6] Bermeja
tuvo ferrocarril desde 1841 y esto facilitaba una excursión de este tipo.
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