viernes, 24 de enero de 2025

LA HEGEMONÍA DE LA MÚSICA CUBANA DESDE LA PRIMERA MITAD DEL S. XIX (2 de 3)

Las danzas cubanas no salieron del barracón, sino de las academias

La orquesta era la del señor Rodríguez, la cual fue celebrada por los extranjeros con justicia pues tocó con sumo gusto no solo nuestras danzas sino también polcas etc. A lo que parece, y sea dicho de paso, esta orquesta es la que verdaderamente está hoy de moda, pues raro es el baile notable donde no figure.

Orquesta de Enrique Peña 1908

La calidad de las orquestas, de los intérpretes y los compositores fue indispensable para que las danzas cubanas pudieran establecerse en el mercado, y esto tuvo sus causas en la preparación académica de los músicos, quienes contaron con la posibilidad de tomar clases con profesores criollos y extranjeros que competían con los mejores del mundo -como he documentado en el acápite Las academias de música-, de tener a su disposición un ambiente musical que les permitía crear hábitos de escucha, y un mercado que les posibilitaba obtener instrumentos, accesorios, métodos de estudio, música impresa, y participar en ese mercado ofreciendo sus servicios. 

En la siguiente nota se menciona esa afición de los habaneros por la música y el piano:

Pianistas en la Habana. (DM, 30 nov. 1850). Es verdaderamente notable la grandísima afición y el buen éxito con que se cultiva entre nosotros la música, y sobre todos los instrumentos el piano. Rara es la casa de mediana apariencia donde no hay uno de estos instrumentos, y lo admirable es que con grande frecuencia se oyen en muchas de ellas los mejores trozos de ópera ejecutados con rara habilidad.

Y otra, nos permite conocer la asiduidad del público a los conciertos en las casas de música y de la presencia de pianistas de todas las latitudes en La Habana:

(El País, 13 jun. 1895). La elegante sala del establecimiento del Sr. Pola estaba lleno de señoritas y distinguidas damas que se habían dado allí cita para oír las magníficas voces del soberbio piano que la empresa del popular periódico El Fígaro regala a sus abonados. 

El notable pianista peruano Sr. Manuel I. López, deleitó a los concurrentes con admirables piezas, unas originales y otras de autores clásicos, en cuya ejecución pudo el público allí congregado admirar las brillantes dotes del artista y las no menos admirables voces del gran piano que regala El Fígaro.

Y la siguiente, es una nota referida a una de aquellas agrupaciones famosas:

Orquesta Siglo XIX. (DM, 21 abr. 1850). Hace algunos días pasábamos por la calle de la Industria y nos llamó la atención un buen golpe de música que salía de la casa núm. 80. Indagamos el nombre de la orquesta y se nos dijo que era la del Siglo XIX, compuesta de jóvenes industriosos y aplicados entre los que se cuentan algunos buenos profesores. En dicha casa, donde se halla instalada, ensayaban en aquella ocasión algunas de nuestras más preciosas danzas y entonces tuvimos ocasión de juzgar de la justicia con que se le concede un lugar preferente entre las buenas orquestas de esta ciudad. Sabemos que se la contrata para los bailes de uno de nuestros más animados pueblos de temporada.

Y sí que era muy demandada aquella orquesta. Otra de las tantas notas en las que se le menciona, la que publicó el DM (29 abr. 1855), anunciaba la celebración de las fiestas patronales de Bejucal durante los días 30 de abril, y 1, 2, y 3 de mayo, y advertía que «la orquesta contratada para todas esas funciones» había sido «la acreditada Siglo XIX».

Más demandas de danzas y más ofertas

Otra nota menciona la cantidad de orquestas y danzas que se disputaban el mercado habanero:

Diluvio de danzas. (DM, 11 oct. 1850). Son tan numerosas las danzas nuevas que salen a la luz todos los días, litografiadas con más o menos primor, que no bastan todas las orquestas de la Habana (que no dejan de ser numerosas también) para tocarlas, aun cuando se echen al olvido muchas lindísimas que porque solo cuentan ocho días de vida ya son viejas. Pero entre las novísimas que llaman más la atención se cuentan la Favorita, del Sr. Riesgo; la Moncita, del señor Sierra, etc.

La demanda de orquestas se disparaba en épocas de fiestas y así lo describe la siguiente nota:

Orquestas. (DM, 25 nov.1852). Aunque todos los años durante la Pascua de Navidad casi no hay pueblecito en la isla donde no se den grandes bailes con orquesta, resultando que todas las que hay en la Habana y otros puntos son solicitadas con grandes empeños, creemos que este año la animación de estos pueblos será en extremo notable durante aquella alegre festividad a juzgar por los preparativos que en todas partes hacen, incluso la construcción de salas expresamente para bailes, aún en parajes donde no se ve más que una aislada taberna, y que por consiguiente las orquestas andarán como cosas vedadas, no siendo quizá extraño que se eche mano hasta de esos órganos que tan maravillosamente se han multiplicado en la Habana. Creemos por lo tanto hacer un servicio a los empresarios de bailes del campo llamándoles la atención sobre el anuncio de la buena orquesta titulada La Flor de Cuba y sobre la parte de ese anuncio referente a la pequeña orquesta para tocar en reuniones familiares.

Y para conocer la cantidad de público que asistía a estas fiestas y los estratos sociales a los que pertenecían, se puede confrontar una rara estadística que dio a conocer el DM:

Pasajeros. (DM, 28 jun. 1854). Debemos a la bondad de una persona de nuestra amistad el siguiente estado de los individuos que fueron a Guanabacoa por los carritos de «La Prueba» el día de San Juan y el domingo siguiente:

Sábado: Blancos, 536; de color, 1322 / Domingo: Blancos 317; de color, 921 / Total: 3,096[1]

Sin contar los que fueron en carruajes de alquiler particulares, y tirando el limoncito, que forma un respetable número. No ha ocurrido a pesar de eso la más leve novedad.

Esta nota estadística probablemente sea imposible encontrarla en otro lugar, pero la empresa que entonces manejaba el ferrocarril de sangre que unía la terminal de Regla con Guanabacoa, al que llamaban «los carritos de la prueba»[2], debió estar muy interesada en conocer la cantidad de pasajeros que transportaba, por lo que me es posible darle un voto de confianza al dato y a partir de este concluir que a los bailes de San Juan, al menos de aquel año, asistieron en un fin de semana miles de personas de modestos ingresos, que eran por lo general quienes abordaban el transporte público, pero que además estuvieron muchos otros que con mayor capacidad económica podían disponer de carruajes de alquiler privados, siendo esta una muestra plausible de la pasión que existía entonces en todos los estratos sociales de La Habana por los bailes temporadistas y las fiestas patronales que se realizaban en Guanabacoa, Marianao, Calabazar, Las Puentes, Jesús del Monte, Quivicán, San Antonio, Santiago de las Vegas y todos los pueblos cercanos a la capital, a donde iban a refugiarse, sobre todo durante el verano y días festivos, los bailadores. Y cada orquesta, en cada baile debía estrenar al menos una danza.

Las danzas viajan el mundo en los equipajes de los artistas

Como ya escribí, todas las bandas del ejército y la marina española acantonadas en Cuba y muchas de las bandas de las marinas de otros países que pasaban por La Habana, tocaban danzas que luego llevaban a donde les llevara el movimiento de tropas, pero también los artistas que pasaban por la Isla se llevaban en sus equipajes las partituras y allá donde fueran las hacían instrumentar y arreglar para incluir en sus espectáculos. Una nota publicada en 1850 dice lo siguiente:

Strakosch[3], Macallister y la danza cubana en Nueva Orleans. (DM, 3 may. 1850). El célebre pianista estaba ya en Nueva Orleans el 24 de abril y a los pocos días debía dar un gran concierto en unión del distinguido artista Wallace, pianista, violinista y compositor, antiguo conocido de los dilettanti de la Habana.

También se hallaba dando funciones en la misma ciudad el célebre nigromántico Macallister. El 26 estaba señalado para su beneficio y entre las novedades de que habla el anuncio vemos la de que la orquesta tocaría las danzas compuestas por Arditi durante la visita que hicieron a esta: el Brujo y la Bruja. ¿Dónde no se tocará con el tiempo la cubana danza?

Otra nota referida al arpista francés Charles Bochsa (1789-1856)[4], quien se había presentado en La Habana, dice lo siguiente:

Danzas cubanas en Nueva York. (DM, 11 ene. 1851). Poco a poco nuestra danza criolla va teniendo eco hasta entre los fríos hijos de otras zonas. En un concierto a la promenade que dio el amable Bochsa, de grave recordación, a mediados de diciembre en la ciudad de Nueva York entre las piezas que había de tocar la orquesta vemos que anuncia el programa: «Contradanza de Cuba El incendio, por Arditi».

Habanos y habaneras, dos nombres de marcas

A lo largo del siglo XIX se compusieron danzas para todo y para todos. Según la nota del DM (11 feb. 1852), en la función que la compañía de Los Raveles presentaría al día siguiente en el Teatro de Tacón, se daría a conocer una danza titulada La Celestina[5], compuesta por el «conocido joven compositor D. Manuel Saumell», y dedicada a la «simpática bailarina Srta. Celestina Frank», integrante principal de aquella troupe. Otras dos notas publicadas en el mismo periódico dos días después, apuntan; una, que Recuerdos del Wajay fue el título de una danza compuesta por «el joven filarmónico Francisco G. Carvajal, y que éste la dedicó a la memoria de las fiestas y las jóvenes de aquel partido; y otra, que La India fue el título de la danza que, «el apreciable joven don Antonio B. de la M.», compuso y dedicó a «los jóvenes dueños de la nueva y hermosa panadería denominada La India, situada en la calle de Virtudes, entre las de Manrique y San Nicolás».

La Habana tenía un ritmo que iba al son del invierno y el verano, las lluvias y la sequía, el Carnaval y la Semana Santa. Entre esos parámetros se acomodaban los calendarios y en todos los eventos de ese almanaque estaba, invariablemente, la música. Y la música era, en estos años la danza, y esta era el motor de todos los eventos, era la mercancía tras la cual corrían todos y alrededor de la cual se movían innumerables relaciones mercantiles.

Con la intención de que el lector pueda apreciar lo que afirmo, he querido citar la crónica de uno de los bailes de máscaras que se celebraban cada año en una de las más prestigiosas instituciones privadas que tenía la capital cubana. El baile se verificó el sábado 14 de febrero de 1852, y el cronista publicó lo siguiente el día 17: 

 Liceo. (DM, 17 feb. 1852). No pocas horas han transcurrido desde que el último golpe de orquesta anunciaba la terminación del primer baile de máscaras del Liceo y aun conservamos vivísimos los recuerdos de los amenos momentos que en él gozamos, como indudablemente los conservarán todos cuantos tomaron parte en esa fiesta de Momo, en esa fiesta que, sin ser báquica, desmoralizadora, ofrecía los mil chistosos lances de la careta. Los salones del instituto se vieron invadidos por un considerable número de máscaras, de caprichosos y elegantes vestidos y no menos considerable era el número de las personas de ambos sexos que en traje de gala animaban el local.

El «¿me conoces?», eterna fórmula mascaril contra la que apenas pueden el talento y el dominio de sí propio, resonando en todas partes servía de pedal a las agudezas y no agudezas que mutuamente se decían los sí y los no enmascarados, quienes ni aún entregados al placer de la danza dejaban reposar el órgano de la palabra. Como era natural los bailes estuvieron animadísimos, e inútiles serían las expresiones que quisiéramos usar para pintar el cuadro que entonces ofrecía el local, profusamente iluminado y adornado. Pero ese primer baile de máscaras del Liceo ha sido una gota de dulce miel que ha caído en los labios de sus socios, despertándoles la ansiedad de apurar toda la copa, y por eso nos aventuramos a decir que el segundo, que tendrá lugar el miércoles, será aún más brillante que el primero.

Para el domingo 15, se anunciaban Grandes Bailes de Máscaras en el Teatro del Circo con dos orquestas que tocarían escogidas danzas, entre ellas dos nuevas tituladas: Dicen que tienes una, y el Amante majadero. En los salones altos del Café Escauriza tocaría la orquesta del Sr. Rodríguez, quien había preparado para esa noche «cuatro danzas nuevas, cuyos títulos son: La nueva comadrita, La cadena de la loba, No me esperes, y el Nuevo Carnaval. Y en el salón Paraíso, de Regla, «después de terminada la tercera danza, se procedería a la rifa», y seguidamente la orquesta, dirigida por el acreditado profesor Feliciano Ramos, estrenaría dos danzas compuestas por el clarinete primo Juan de Dios Alfonso, tituladas Los desdenes de Clorinda y Los lunares de Lolita.  

A propósito de la orquesta del Sr. Rodríguez, en una crónica dedicada al baile «que tuvo lugar la noche del martes (2 mar.) a bordo de la corbeta de guerra americana Albany», se lee lo siguiente:

(DM, 6 mar. 1852). […]. La orquesta era la del señor Rodríguez, la cual fue celebrada por los extranjeros con justicia pues tocó con sumo gusto no solo nuestras danzas sino también polcas etc. A lo que parece, y sea dicho de paso, esta orquesta es la que verdaderamente está hoy de moda, pues raro es el baile notable donde no figure. En Escauriza es un poderoso reclamo para atraer concurrencia, en el Liceo es celebrada por todos sus numerosos socios, y donde quiera en fin se revela por sus escogidas piezas de todas clases y la buena ejecución de ellas.

Como he mencionado, se hacían danzas para todos y para todo, lo que es posible documentar con la siguiente nota:

El triunfo de Panchita. (DM, 5 dic. 1850). Este es el título de una danza nueva, muy linda, se dice, que acaba de componerse y deberá tocarse el día 9 en un baile que se dará en la calle de Farruco, núm. 56. Se ha dedicado al Sol del Pilar, que según noticias es de la señora Cerveto de Cisneros.  

Otra nota, en la que es posible apreciar el vertiginoso ritmo al que se movían las relaciones comerciales en el mercado de la música, indica lo siguiente:

La India. (DM, 2 mar. 1852). En el acreditado establecimiento denominado «La Marina» se está litografiando la bonita danza de este nombre, compuesta por don Salvador Palomino y dedicada a los dueños de la nueva panadería titulada «La India» sita en la calle de las Virtudes entre las de San Nicolás y Manrique. Se nos asegura que dicha danza va a ser tocada en una de las próximas funciones de los Raveles y puesta en uno de los órganos que con más aceptación se oyen en las calles.

Debo insistir en que estas danzas se editaban para voz y piano, o piano solo, por lo que era necesario realizar arreglos para interpretarlas con orquestas, bandas, órganos o cualquier otro formato vocal-instrumental, y eso se convirtió en un trabajo cotidiano para un sin número de músicos, independientemente de su lugar de nacimiento y su localización geográfica. El Carnaval de la Habana, por ejemplo, fue el título de una colección de danzas del profesor de música D. Evaristo Diez, las que se habían interpretado en las noches de máscaras del teatro del Circo. Según la nota (DM, 12 mar. 1852), «la colección constaba de veinte danzas para piano» y se vendían en los almacenes de música de Maristany, en la calle Obispo, y en la confitería del Circo. Y todo ese trabajo estaba movido por el frenesí que provocaba en los bailadores la danza como se puede apreciar en la siguiente nota:

Liceo. (DM, 2 mar. 1852). […] La animación fue tan grande, tan sostenida que después de concluirse la que sería la última danza muchas familias que ya se hallaban en el zaguán dispuestas a retirarse volvieron a penetrar en los salones al oír que la orquesta llamaba otra vez a los hijos de Terpsícore en virtud de los deseos manifestados por todos de bailar otra más. Mucho después que retumbó el cañonazo del alba se veían aun numerosos restos de la brillante función con que el Liceo se despedía del Carnaval.

Un frenesí que muy probablemente era provocado por la percepción que los bailadores tenían de la danza. En una nota publicada diez años después de que el baile de la polka se diera a conocer en el Gran Teatro (DM, 23 oct. 1844), una bailadora nos explica las causas del triunfo de la danza sobre la polka y todos los bailes que estaban de moda por entonces:

Comunicación. (DM, 2 ago. 1854). Con la firma de «Una temporadista» hemos recibido la siguiente para su inserción:

«Señor Localista: Cuando se va a un baile, aun cuando sea de pago, nadie que no sepa bailar debe intentar hacerlo por varios motivos, pero principalmente por dos: 1º. Porque hace una verdadera ofensa a la compañera que confiada le concede la danza, polka etc., que se va a bailar y 2º. Porque no solo la pone en ridículo, sino que él mismo es objeto de las burlas de los demás. Esto sucede con más frecuencia cada vez que se trata de bailar polka, a cuyo nombre tiembla aun de pies a cabeza una amiga mía recordando lo que le sucedió el domingo en Guanabacoa con el compañero que la suerte le deparó, y que así sabía bailar aquella como yo el fandango. La polka exige, como es sabido, una gracia particular para bailarla con buen éxito ante una concurrencia que fija ávidamente sus miradas en las pocas parejas que por lo regular se presentan a ejecutarla, sin embargo salvo muy pocas excepciones solo vemos aquí una pareja que se mueve a contra compás, allí otra que con paso de danza quiere salir del apuro, acá una tercera que se columpia media hora en un mismo punto porque no puede tomar al vuelo el momento de partir y allá una cuarta pareja que quiere bailar polka como si se tratara de lo que los ingleses llaman steeple-chase, tropezando con todo el mundo en arrebatados giros, pero de muy mal gusto. Concedo que esto reside en la variedad, pero le aseguro a usted que a pesar de ese aserto prefiero danzas y más danzas, porque si del mal el menos todo el mundo sabe que en la danza es donde único se puede disimular la poca destreza de un bailador».  

Un frenesí que causaba tanto en la capital como en el campo, y que obligatoriamente debía ser el final de todo evento:

Bermeja[6]. (DM, 4 mar. 1852). Acabamos de saber que en la mañana del sábado próximo (6 mar.) parten para el pueblo de este nombre las señoritas y caballeros que han ensayado las piezas dramáticas de que hablamos en uno de nuestros próximos pasados números con objeto de obsequiar a una hermosa señora en su finca. Se nos agrega que debiendo terminar la función con un baile se ha ajustado una de las mejores orquestas de esta capital.

 

Disponible en Amazon


[1] El total que aparece en la nota da por error la cifra de 3,129.

[2] La estación de este ferrocarril estaba cerca del circo La Prueba que Miguel Nin y Pons hizo construir en Guanabacoa, y a partir de 1845, cuando Nin se asoció a la empresa, se comenzó a conocer el tren por el nombre del circo. Los coches fueron tirados por mulos hasta 1884 cuando comenzó a usarse una locomotora de vapor. (Cfr.: Santamaría et al. 2020, 167, y DM, 09 jun. 1850)

[3] Se refiere al célebre Mauricio Strakosch, pianista de S. M. el Emperador de Rusia, miembro honorario de la academia de Santa Cecilia de Roma y de la primera sociedad filarmónica de Europa, quien había dado una serie de conciertos en La Habana y Trinidad durante el primer cuatrimestre de 1850. Cfr.: DM, 20, 22, 30 ene. / 1, 6, 15, 17, 19, 20 feb. / 3 mar. / 17, 19, 21 abr. 1850.

[4] El 1 de mayo de 1849, debutó en La Habana la soprano Anna Bishop junto a su amante y tutor, el eminente compositor, arpista y director, Charles Bochsa. (Cfr.: DM, 29 abr. / 3 may. 1849

[5] Giro, Radamés, ed. 1980. Manuel Saumell. Contradanzas. La Habana: Letras Cubanas, 51

[6] Bermeja tuvo ferrocarril desde 1841 y esto facilitaba una excursión de este tipo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Están permitidos todos los argumentos, sobre todo los que están en contra de los expresados en este blog. No están permitidas las ofensas personales por innecesarias para defender una idea. Así que me tomaré el trabajo de censurarlas.

LA HEGEMONÍA DE LA MÚSICA CUBANA DESDE LA PRIMERA MITAD DEL S. XIX (2 de 3)

Las danzas cubanas no salieron del barracón, sino de las academias La orquesta era la del señor Rodríguez, la cual fue celebrada por los e...