martes, 19 de mayo de 2020

LOS CIEN MÚSICOS DEL SIGLO

EL SIGLO XX DOMINICANO

A manera de prólogo

Algunos lectores me han reprochado que no incluyera al músico de su preferencia entre estos que aquí se reseñan, así que creo oportuno anotar los motivos por los cuales algunos importantes músicos dominicanos no quedaron incluidos entre los 100 músicos del siglo XX.

Ante todo, la editora me solicitó un número determinado de síntesis biográficas y ese número fue 100 –como un homenaje al siglo XX que se iba-, y como si fuera poca la presión de esa coyunda, la elección quedó completamente a mi criterio, así que como en cualquier antología literaria, tuve que decidir entre más de 100 y con mis propios parámetros asumir la responsabilidad de incorporar o descartar.

En honor a la verdad, los nombres que más trabajo me costaron desechar fueron los de Johnny Pacheco y Mario Rivera; sin embargo, no fue ni por olvido ni desconocimiento. Estos dos monumentales músicos no están entre los 100 músicos dominicanos del siglo XX porque, en mi criterio, su trayectoria artística estuvo completamente apartada del ambiente musical del país, si bien es cierto que arrasaron en los escenarios del mundo, el primero con la llamada salsa y el segundo con los más importantes jazzistas del mundo, no tuvieron en la República Dominicana la presencia que sí tuvo, por ejemplo, Michel Camilo, quien incluyó Santo Domingo y/o Santiago de los Caballeros en sus giras internacionales y durante varios años presidió el Festival de Jazz Heineken, que tuvo tremendo impacto en el público del país y que propició este ambiente jazzístico que hoy se respira en la República Dominicana.

Otros compositores e intérpretes de la llamada música culta que quizás no tuvieron resonancia en los estratos populares y que sí están incluidos, fueron reseñados porque sus obras -que siempre son apreciadas por un reducido estrato de la sociedad-, recibieron elogios del público y de la crítica especializada dentro y fuera del país, crearon y divulgaron obras relevantes para la cultura musical dominicana y su labor pedagógica dejó huellas en la música nacional; por ejemplo, en los casos de Ninon Lapeiretta, Mary Siragusa, Carlos Piantini y Pedro Echeverría Lazala, por solo mencionar a cuatro de los artistas dominicanos que durante el siglo XX no formaron parte del gusto de un extenso público, pero que por sus obras sí mantienen aún una amplia vigencia en la cultura musical dominicana.

El hecho de incluir a los que consideré en su momento los mejores músicos dominicanos del siglo XX, tanto de la llamada música culta y popular, conllevó –a pesar de que debió ser rápido para cumplir con los tiempos de la edición y publicación de la obra-, un examen detallado de cientos de páginas escritas y varias entrevistas con algunos de los más destacados especialistas en Historia de la Música Dominicana. No obstante, es seguro que este libro debe tener errores; sin embargo, no es precisamente la selección de los biografiados uno de ellos.

ADVERTENCIA

En este libro se ha hecho un esfuerzo por acopiar la información más veraz posible acerca de la vida y obra de cien músicos descollantes del siglo XX dominicano. No siempre las fechas, los sucesos los títulos de las obras interpretadas o los infinitos detalles que integran estas cien vidas descollantes coinciden en las fuentes investigadas. Si usted, estimado lector, llegara a encontrar algún dato que enriquezca estas páginas y del cual posea prueba documental, no lo dude, deje su mensaje al pie de esta publicación o envíe un correo electrónico haciéndome llegar copia del documento, y publicaré inmediatamente esos aportes. 

Para acceder a cada una de las fichas biográficas de los 100 músicos, busque el índice en la columna de la derecha de este blog.

lunes, 18 de mayo de 2020

RAFAEL COLÓN

Rafael Colón (1918-1991)

El siglo XX dominicano. Los 100 Músicos del Siglo

El día 18 de mayo de 1918 nació en la ciudad de Santiago de los Cabaleros quien sería uno de los cantantes  dominicanos más inspirados de su tiempo. La Espiga de Ébano, como se le llegó a conocer en el medio, era hijo de la señora Ana Rita Colón y el señor Juan Santiler (Saint-Hilaire). A muy corta edad, Rafael participó en un trío que actuó en la emisora radial HI1A, de la ciudad de Santiago de los Caballeros; aquella fecha quedó marcada como su iniciación en el oficio que iba a ejercer por toda su vida, incluso en épocas en que debió alternar su vocación de trovador con las más disimiles ocupaciones. 

Participó en lo sucesivo en diversas agrupaciones y así llegaron los años cuarenta en que, fundada La Voz del Yuna, fue contratado como cantante de la Orquesta San José. En 1943 fue a San Cristóbal, contratado por el Maestro Luis Alberti para actuar como trovador en La Voz de la Fundación. Años después, mientras Alberti cumplía un contrato al frente de su orquesta en el viejo Hotel Jaragua, en Santo Domingo, Rafael Colón comenzó a hacer algunos trabajos con dicha orquesta. Así, a principio de los años cincuenta, hizo su primera grabación comercial: Ven, bolero que se ha convertido en todo un clásico del género.

Como prueba del inspirado sonero que fue Rafael Colón, quedaron las grabaciones que hiciera con el Sexteto Alba. Muchos fueron los registros que en su voz adquirieron fama continental, entre ellos están, De qué te vale y Desvelo de amor, ambos números de la autoría de Rafael Hernández.

El 7 de junio de 1991 falleció en la ciudad de Santo Domingo el insigne cantor.

jueves, 7 de mayo de 2020

MARÍA DE FÁTIMA GERALDES

María de Fátima Geraldes (1953)

El siglo XX dominicano. Los 100 Músicos del Siglo

María de Fátima Geraldes Siragusa nació el 7 de mayo de 1953. Fue en su propio hogar y a través de las enseñanzas de su madre, la pianista Mary Siragusa, que tomó contacto con el mundo de la música, cuando apenas tenía cinco años de edad. Luego cursó estudios en la Escuela Elemental y los continuó en el Conservatorio, institución en la cual estudió con el Maestro Manuel Rueda en los Cursos Superiores y obtuvo el profesorado en piano.

Concluidos sus estudios al más alto nivel que se ofrece en el país, viajó a Europa para hacer algunos cursos de post-grado. En 1973, en Florencia, tomó clases en la Escuela de Bellas Artes. En 1976 se trasladó a Viena, donde realizó estudios de piano y acompañamiento vocal en la Academia de Música y en 1979, en el Conservatorio de la ciudad, obtuvo el diploma en Acompañamiento Vocal.

Desde su debut como pianista ante el público dominicano, el 25 de junio de 1971, en la Biblioteca Nacional de Santo Domingo, María de Fátima Geraldes ha desarrollado una brillante carrera. Con la Orquesta Sinfónica Nacional ha interpretado obras de Beethoven, Mendelssohn, Ravel y Rachamaninoff. Como pianista acompañante de los Cantantes Líricos de Bellas Artes ha recorrido todo el país y en 1983 tradujo al castellano el oratorio La creación, de Haydn, y en 1985 la ópera Fidelio, de Beethoven.

Desde 1988 ha sido, junto con la soprano Ivonne Haza, Embajadora Cultural de la República Dominicana y ha representado al país en eventos de gran prestigio a nivel internacional, entre ellos el XVI Festival Cervantino en México, la VIII Cátedra de las Américas, en el Teatro de la Villa de Madrid, España, y el I Encuentro de la Canción Iberoamericana de la Universidad de Cassino, en Italia. En 1989 se presentó, a solicitud de la embajada dominicana, en el Teatro Nacional de San José, Costa Rica, en un concierto al que asistió Oscar Arias,  entonces presidente de la República centroamericana.

En 1995 grabó su primer disco compacto, que incluyó veinte obras para piano solo de Bullumba Landestoy y en 1997 presentó su segundo registro con otras veinte piezas, esta vez de Julio Alberto Hernández.

Ha sido profesora de Acompañamiento y Música de Cámara del Conservatorio Nacional de Música y también pianista del Ballet Clásico Nacional de la República Dominicana.

Tomado del libro Los 100 Músicos del Siglo. Elaborado por AGS para la editora Caña Brava en el año 2000.


sábado, 2 de mayo de 2020

AÍDA BONNELLY

Aída Bonnelly (1926-2013)

El siglo XX dominicano. Los 100 Músicos del Siglo

Aída Bonnelly de Díaz nació el 2 de mayo de 1926, en la ciudad de Santigo de los Caballeros. Hasta 1945 tomó clases de piano con la genial profesora y pianista germano-cubana Manuela Jiménez, radicada por entonces en Santo Domingo. En 1949 fue diplomada en Julliard School of Music, de New York, mención piano, y en 1955 realizó cursos de perfeccionamiento en París con el profesor Harry Cox. Entre 1962 y 1967 realizó cursos de postgrado en la Universidad Católica y cursos de piano con Emerson Meyers, en Washington , D. C.

Al regresar a su país, realizó recitales y se dedicó a dar clases a un gran número de alumnas de manera privada y también en el Conservatorio Nacional de Música de Santo Domingo, donde fue irectora del Departamento de Piano, entre 1955 y 1961.

Desde 1971 escribe críticas y artículos de temas culturales para el Listín Diario y otros periódicos. De 1973 a

1978 fue codirectora artística del Teatro Nacional. En 1979 fue directora de la Sección de Música  de la Bibliotéca Nacional. De 1980 a 1983 fue directora artística del Teatro Nacional, época en la que creó la Sala de la Cultura y dedicó la Sala Ravelo a presentaciones de teatro. Entre 1987 y 1990 volvió a ser directora artística del Teatro Nacional, esta vez hasta su retiro.

Aída Bonnelly ha recibido diversos honores y condecoraciones, entre ellos la Orden de Andrés Bello en el Grado de Caballero (1983) por su labor en favor de la cultura y su colaboración con Venezuela, y en el año 1997 recibió el premio Artes y Letras.

Ha publicado varios libros, entre ellos el título En torno a la música, de 1978, que fuera Premio Nacional en el renglón Didáctica.

La Maestra falleció el 27 de octubre de 2013

Tomado del libro Los 100 Músicos del Siglo. Elaborado por AGS para la editora Caña Brava en el año 2000.

viernes, 1 de mayo de 2020

LA CIVILIZACIÓN DEL ESPECTÁCULO ¿EN PELIGRO DE EXTINCIÓN?


La necesidad de que el currículo vuelva a tener algún significado

Es urgente que se acabe el espectáculo como civilización y que acabemos de una vez por todas de aceptar, como seres pensantes que somos, que cada cual debe estar en el lugar que se haya ganado a través del mérito de sus obras.

Vargas Llosa, el genial escritor peruano Vargas Llosa, de ideas clarísimas, estupendas novelas y artículos macanudos, describió, como nadie que yo haya podido leer, la realidad de celofán que nos ha rodeado y que por momentos intenta engullirnos, y que aunque no lo logre del todo, nos magulla constantemente y sus consecuencias nos hacen sufrir.

Su obra, la obra de Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo, es un ensayo que pudiera quedar como historia de un pasado al que nadie querría volver, quizás eso sea posible si todos esos predictores -de esos que ahora abundan y se multiplican como la pandemia y no pretenden derrotar a la muerte, ni sobrevivir en sus palabras en el futuro, ni seguir fascinando lectores en los tiempos futuros-, sino que fabrican predicciones, análisis del estado actual del mundo y de los mejores remedios contra la epidemia como productos «para ser consumidos al instante y desaparecer, como los bizcochos o el popcorn», si esos predictores, digo, desaparecieran y dejaran su espacio a las personas que se han gastado los ojos en los laboratorios, en los cuerpos de guardia de los hospitales, si esos predictores de buenas intenciones, digo, dejaran el espacio a quienes han puesto su vida en riesgo para salvar vidas, si esos que son quienes tienen el conocimiento, digo, ocuparan el espacio que les fue escamoteado por los que por su popularidad en cualquier espectáculo tienen la palabra, si esos que no saben de lo que hablan fueran echados, quizás, digo, la Humanidad tendría una oportunidad de reconstruir una civilización más humana.

Si fuera cierto que seremos capaces de vencer la pandemia por esa capacidad de resiliencia que tenemos, si eso fuera cierto, digo, es urgente, para lograrlo, que se pongan al mando quienes realmente saben del tema, que cada lugar lo ocupe quien se lo haya ganado por su sabiduría, en ello nos va la vida o al menos la calidad de la vida futura.

Es urgente que se acabe el espectáculo como civilización y que acabemos de una vez por todas de aceptar, como seres pensantes que somos, que cada cual debe estar en el lugar que se haya ganado a través del mérito de sus obras, que cada cual divulgue lo que ha estudiado largamente, que los clientes de la política o quienes ganaron fama en el circo no traten de utilizarla para sustituir a quienes la han ganado en los laboratorios, en los consultorios y en las guardias médicas.

Es urgente que se acabe el espectáculo como civilización y quizás, digo yo, esta debacle que es implacable nos obligará a todos a afinar la puntería y a no olvidar el viejo adagio que reza: zapatero a tus zapatos. Es inadmisible que se incendie un basurero en Santo Domingo y el humo inunde la ciudad que sufre una epidemia que ataca ferozmente las vías respiratorias, es inadmisible que en Santiago de Chile unos delincuentes hagan desastres en la plaza Baquedano, es deplorable que en Columbus, Ohio, se manifiesten, sin el menor pudor a la pandemia, contra el confinamiento, es intolerable que los servicios sanitarios en más de medio mundo hayan sido insuficientes para enfrentar una situación muy parecida a una guerra biológica. Si en esta no afinamos estaremos en peligro de extinción y acabaremos de forma espectacular con una civilización que nos costó miles de años construir.

LAS CANCIONES CUBANAS QUE LA FANIA NOS RECORDÓ

Nunca agradeceremos lo suficiente a los músicos y empresarios capitalistas que hicieron regresar a los mercados los productos de la música p...