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martes, 24 de marzo de 2020

(SON Y SALSA) LA ENTUSIASTICA Y MUNDANA SOLICITUD A LA UNESCO PARA QUE EL SON CUBANO SEA DECLARADO COMO PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL DE LA HUMANIDAD


En el octogésimo quinto aniversario del natalicio de Johnny Pacheco (5 de 5)

Cuando la Fania se presentó en el teatro Karl Marx, en aquel memorable encuentro Cuba-USA, el público aprovechó para ir al baño. Entonces, en todo el mundo la Fania arrasaba, Fania divulgaba el son cubano, el son cubano que formó y forma parte de los hábitos de escucha de disímiles culturas, el son cubano que hace parte del Patrimonio de la Humanidad, pero en La Habana de principios de los 80, aquellos sones del 50 eran música vieja.

Hoy me entero -cuando la solicitud en la página de la Internet Change.org ya ha recogido 2,113 firmas de las 2,500 que se propone obtener-, que hay buen número de personas que clama por incluir el son cubano en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO.


Eso, a simple vista, está muy bien, pero solo a simple vista, porque, en  mi opinión, después de haber leído algunos de los procedimientos que utiliza la UNESCO y las listas en las que deben ser incluidos los bienes patrimoniales que esa institución registra, se me presentan al menos dos preguntas; una, ¿cómo se define el son cubano?; dos, ¿está el son cubano tan instalado en la cultura inmaterial de la humanidad como para inscribirse en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad?

Para responder la primera pregunta: ¿Cómo se define el son cubano?, es imprescindible acudir a los parámetros establecidos por musicólogos y etnomusicólogos, porque solamente definiendo la estructura de la música que genéricamente se define como son cubano podremos saber qué es lo que se quiere incluir en las listas de la UNESCO.

Haciendo un breve recorrido por esas definiciones, dejándole muchos cabos sueltos a quienes los quieran atar, o lo que es lo mismo, dejando muchas líneas de investigación para quienes quieran llevar el tema hasta sus últimas consecuencias, tomo una de las primeras definiciones de son cubano, la de más permanencia en la historiografía cubana, incluso, a pesar de que en 1971 fue vuelta patas arribas, desmitificada y descontinuada.

Según Alejo Carpentier[1], en el siglo XVI hubo en Santiago de Cuba una negra horra, que se hizo famosa por sus canciones; entre ellas, «la única composición que puede darnos idea de lo que era la música popular cubana en el siglo XVI: el famoso Son de la Ma`Teodora».

De este son, Carpentier reproduce la partitura que Laureano Fuentes había publicado en su obra Las Artes en Santiago de Cuba[2] en 1893, y a simple vista destaca que no está en 2/4 como los sones cubanos del siglo XX, sino en 6/8.

Alberto Muguercia Muguercia[3], en un extenso ensayo, demostró que la existencia de la Ma`Teodora era improbable por falta de documentación, y, desbrozando otras incongruencias en los dichos de Carpentier y otros autores que también tocaron el tema, echó por tierra la primera definición del son cubano, el que según Alejo se bailaba y cantaba en Cuba desde el siglo XVI.

En el Diccionario de la Música[4], Helio Orovio nos anuncia que El Son es un género vocal, instrumental bailable que constituye una de las formas básicas dentro de la música cubana.

Según Odilio Urfé, citado por Orovio en la mencionada obra[5], afirma que el son cubano «es el exponente sonoro más sincrético de la identidad cultural nacional».

Emilio Grenet, también citado por Orovio[6], escribió que la estructura del son cubano «consiste en la repetición de un estribillo de no más de cuatro compases».

Y Rosendo Ruiz y Vicente González Rubiera (Guyún), en la obra Polirritmia del Son, citados también por Orovio[7], afirman que en la estructura del son cubano «se evidencia una constante y contrastante yuxtaposición de tres franjas rítmicas independientes en proyección dinámica. La primera línea (sincopada) se representa en el bajo anticipado. La segunda la integran a un tiempo la guitarra acompañante, las maracas y el bongó […]. Ambas franjas se […] someten al módulo métrico bicompasado del toque de claves».

Y finalmente citaré la definición de Armando Rodríguez Ruidíaz, quien en su obra El origen de la música cubana. Mitos y realidades[8], afirma que:

Dentro del proceso evolutivo del son podemos identificar varias etapas sin mayor dificultad. Una primera, en la cual su forma se limita a la repetición variada de una misma frase o estribillo, llamado «montuno» por su origen campesino, y donde la voz es usualmente acompañada por muy pocos instrumentos musicales, quizás uno o dos, que pudieran ser: un cordófono como la guitarra o el tres, además de un idiófono como el güiro o las claves. Una segunda etapa, más compleja, cuya estructura formal incluye una copla o cuarteta (llamada regina en las regiones orientales de Cuba) además del «montuno», y donde la instrumentación se amplía con otros instrumentos como la tumbandera, la botija, o la marímbula; y la tercera etapa que se caracteriza por una forma más profesional y sofisticada en el desarrollo de cada sección, además de mayores grupos, formados por seis o siete instrumentos, los cuales incluyen timbres característicos, como los del bongó y las claves, así como el del contrabajo y la trompeta. En esta tercera etapa arribamos a una estructura y sonoridad del Son que pudiéramos llamar clásica, pero la evolución de este género no concluye en ese punto, sino que prosigue hasta nuestros días generando nuevas y atractivas modalidades (tales como el Mambo, la Timba y el Songo).

Según esta definición de Rodríguez, una de las más actuales que he podido leer, el son cubano ha estado en permanente evolución, por lo que para entender dónde está justamente no es asunto de coser y cantar, es decir, cuando al público profano se le diga que el son cubano está también en los mambos de Pérez Prado, en el jazz, la música de Bernstein, Gershwin o en las canciones de Pablo Milanés, no podrá precisar exactamente en qué lugar.

Al-Qatt al-Asiri», decoración mural
tradicional de las mujeres de Asir.
Hasta aquí entiendo que por definición el son cubano se canta y se baila, que tiene un estribillo y los instrumentos se desempeñan en tres franjas sonoras muy bien definidas (contrabajo, o botija, o marímbula; guitarra y clave) provocando una polirritmia muy sincopada que se ajusta con el toque de clave cubana, que ejecuta el instrumento conocido como clave, al que Fernando Ortiz definió como clave xilofónica, por tener sus orígenes en los clavos, claves o pasadores de madera con los que se ajustaban las maderas de los barcos que se construían en los astilleros de La Habana[9].

Para responder la segunda pregunta: ¿Cuál de las tres listas de la UNESCO debe integrar el son cubano? Hay que conocer lo que hasta ahora está incluido en esas listas. La Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, incluye, por ejemplo, «Al-Qatt al-Asiri», decoración mural tradicional de las mujeres de Asir. Un tipo de ornamentación mural tradicional de Asir que practican las amas de casa de manera espontánea y constituye un elemento vivo del patrimonio cultural, «presente en la mayoría de los hogares de la comunidad»[10].

Otra es la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguardia, y en ella están, por ejemplo, los cantos de trabajo de Los Llanos de Colombia y Venezuela, debido a que «la práctica de este elemento del patrimonio cultural se ha visto mermada paulatinamente por toda una serie de cambios socioeconómicos y políticos que han modificado considerablemente el universo cultural de las comunidades de Los Llanos»[11]

Y la tercera y última lista es el Registro de buenas prácticas de salvaguardia, en el que fue seleccionado en 2016, por ejemplo, la protección que brindan los húngaros al método Kodály, un sistema creado por el compositor Zoltán Kodály hace más de un siglo y que hoy se mantiene vivo, gracias a las buenas prácticas en su salvaguardia.

Entonces, ¿en cuál de las tres listas cabe el son cubano? En mi opinión el son cubano no cabe en la primera lista, porque durante más de medio siglo, el mercado, que era el motor que impulsaba la música en Cuba, fue demolido con las prácticas de la economía socialista provocando que el son cubano y todos los demás géneros de la música cubana quedaran al pairo, y dejaran de tener la influencia que tuvieron durante la primera mitad del siglo XX -desde Cuba y como un producto cubano-, en el patrimonio de la Humanidad. Como escribí más arriba en el artículo Sin embargo son, con embargo salsa:

La industria del entretenimiento que utilizaba la música cubana como materia prima era muy próspera económicamente y no perdió por eso su profunda raíz cultural, ni su autenticidad. Constantemente se estaba reciclando, era un proceso en el que la sabia que la alimentaba circulaba por arterias expeditas. Entonces, el contacto entre Cuba y el mundo, era directo. Pero todo este lujurioso acontecer cultural y comercial tuvo un traumático corte, una contención abrumadora que comenzó a erigirse el primero de enero de 1959.

Como en realidad el son cubano de entonces sí pertenecía al Patrimonio de la Humanidad, otros grupos humanos lo hicieron suyo a través del mundo, convirtiéndolo en salsa en la ciudad de Nueva York, y convirtiéndose así la salsa en el reservorio más fiel que tuvo el son cubano sin Cuba. La salsa fue la reserva de las formas del son cubano, desde aquel sencillo canto que consistía en la repetición de un estribillo de no más de cuatro compases con el acompañamiento de uno o dos instrumentos, hasta, La pachanga, de Eduardo Davidson, el último en pegar un hit en el mercado del disco, justo antes de que llegara el Comandante y mandara a parar.

El daño que provocó aquella ruptura es irreversible, por lo que tampoco tendría sentido incluir el son cubano en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguardia. El son cubano tuvo una vida dentro de Cuba y otra en el resto del mundo. Dentro de Cuba, tuvo la misma vida que los cubanos, la de sobrevivencia, la de genios ignorados, muchas veces perseguidos por sus «malas virtudes» o por sus «desviaciones ideológicas». El son y los soneros quedaron varados en aquella isla, de la que habían salido miles de músicos durante la primera mitad del siglo XX a plantar bandera y esparcir su patrimonio, pero después de 1959 los músicos se quedaron en Cuba amasando un pan que enrumbó por otros caminos, al margen del mercado, al margen del mundo, creando un son cubano que es hoy ajeno al Patrimonio de la Humanidad.  

Tres imágenes de las vidas paralelas del son cubano

Cuando la Fania se presentó en el teatro Karl Marx, en aquel memorable encuentro Cuba-USA, el público aprovechó para ir al baño. Entonces, en todo el mundo la Fania arrasaba, Fania divulgaba el son cubano, el son cubano que formó y forma parte de los hábitos de escucha de disímiles culturas, el son cubano que hace parte del Patrimonio de la Humanidad, pero en La Habana de principios de los 80, aquellos sones del 50 eran música vieja.

Otro caso ilustrativo de las vidas paralelas que ha tenido el son cubano, es el hecho cierto de que la orquesta Los Van Van, de excelente calidad artística y musical, única orquesta bailable que ha sobrevivido durante más de medio siglo y arrasa en Cuba, apenas si tiene un reducido círculo de seguidores fuera de la isla, a pesar de que en todos estos años no ha dejado de viajar, pero el mercado desde Cuba no funciona, el sistema no lo permite y el songo que creó Formell, como una evolución más del son cubano, no forma parte aún del Patrimonio de la Humanidad.

Y un tercer ejemplo fue Buena Vista Social Club, una orquesta que se creó con los músicos que el sistema había descontinuado, con algunos que estaban fuera de los escenarios y otros que cargaban en el recuerdo sus glorias pasadas. Esta orquesta se convirtió en un éxito del mercado, en un producto que se vendió por un productor norteamericano en el mejor estilo de las campañas capitalistas fuera de Cuba.

Aún resuenan los sones de BVSC, porque aquella música fue la que circuló frenéticamente en el mercado antes de 1959, la que formó parte de los hábitos de escucha de medio mundo y se convirtió, por eso, en Patrimonio de la Humanidad. Pero aquel experimento de BVSC llegó tarde para casi todos sus integrantes, y hoy forma parte de la Historia. Y BVSC nunca fue un éxito de público en Cuba, era música vieja.

En conclusión, solicitarle a la UNESCO que declare el son cubano como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, es verdaderamente descabellado, no tiene asideros ciertos, porque el son cubano que conoce la Humanidad es el mismo que mató el socialismo en Cuba, es en todo caso el que divulgaron las orquestas de salsa y Buena Vista Social Club, proyectos que triunfaron porque en el marketing se tomó muy en cuenta las leyes del mercado capitalista y las necesidades del público, quienes a fin de cuentas son la Humanidad, es el público consumidor de la música el que goza de ese Patrimonio Inmaterial.

Ojalá que los solicitantes lo consigan, que la UNESCO acceda, pero recuerden siempre: se los dije, es descabellado porque no se compadece con la realidad. El son cubano que hace parte del Patrimonio de la Humanidad ya no vive en Cuba, es parte de un pasado musical, y el son cubano que se ha hecho en Cuba desde la segunda mitad del siglo XX hasta las primeras décadas del siglo XXI, aún es el gran desconocido del mercado internacional, por lo que no hace parte del Patrimonio de la Humanidad. (El Tren de Yaguaramas2da. Época.4 jun. 2018) (Revisado y reeditado el 29.03.2020 en el octogésimo quinto aniversario del natalicio de Johnny Pacheco

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Algunas causas que originaron la etiqueta Salsa(2 de 5)   

 El triunfo de la revolución Fania (3 de 5)                                                 


  



[1] Carpentier, Alejo. 1961. La música en Cuba. La Habana: Luz-Hilo. 28
[2] Ídem. 29
[3] Muguercia, Alberto. 1971. «Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. Año 62. No. 3. Sept-dic. 1971». La Habana. Instituto Cubano del Libro. 53-85
[4] Orovio, Helio. 1992. Diccionario de la Música Cubana. Biográfico y Técnico. La Habana. Letras Cubanas. 455
[5] Ídem. 456
[6] Ídem. 456-457
[7] Ídem. 460
[9] Ortiz, Fernando. 1984. La clave xilofónica de la música cubana. La Habana: Letras Cubanas.
[10] Cfr.: «Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad». [En línea] [Fecha de consulta 4 de junio de 2018] Disponible en: https://ich.unesco.org/es/00011?type=00002#tabs
[11] Cfr.: «Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguardia». [En línea] [Fecha de consulta 4 de junio de 2018] Disponible en: https://ich.unesco.org/es/USL/cantos-de-trabajo-de-los-llanos-de-colombia-y-venezuela-01285

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