Johnny
Pacheco y Jerry Masucci le dieron vida a una disquera, Fania Records, que asumió el reto de suplir con
salsa el mercado al que dejaron de llegar los productos de la música popular
cubana.
Johnny Pacheco (Santiago de los Caballeros, República Dominicana 1935) |
El próximo
25 de marzo, si mis fuentes no fallan, Juan Azarías Pacheco
Kiniping cumplirá 85 años de edad, y para festejarlo haré lo único que está
en mis manos hacer: publicar cada semana en mi blog algunos de los artículos
que durante las dos primeras décadas del siglo XXI escribí tratando de darle
una explicación teórica a lo que Johnny fue capaz de hacer en la práctica:
torcerle el pescuezo al mercado de la música que utilizaba los productos de la
música popular cubana y sustituir aquellos por los productos de la salsa.
Pero ¿qué
es la salsa?, ¿es un género musical?, ¿cuáles fueron las causas que
provocaron el desabastecimiento de los productos de la música cubana en el
mercado internacional?, ¿la salsa es música cubana?, ¿el barrio de Nueva
York desplazó a La Habana como termómetro del mercado de la música? Trataré de
dar respuesta a estas preguntas, pero diré de entrada que Johnny Pacheco
inventó la salsa.
El cortometraje Salsa propició que se identificaran como salsa los productos de la música cubana que comercializaba la Fania |
Pues,
sí, Johnny inventó la salsa. Sí, usted ha leído bien, Johnny, dominicano, nacido en Santiago de los Caballeros, inventó eso
que millones bailan alrededor del mundo y que sin más ni más le llaman salsa.
Pero eso, dicho así, pudiera provocar dos reacciones totalmente opuestas; una, a
quienes les importa un bledo teorizar, y estos son casi siempre los bailadores
y consumidores asiduos de salsa, quienes bailan no más escuchan una
síncopa en clave cubana y a quienes
a las diez de última ni les importa si lo que suena es una de las consagradas
como Siembra, Mi gente, Diosa del ritmo, Quítate tú o cualquiera recién salida al mercado. Este
grupo, al que le importa un bledo teorizar, y que le da lo mismo que Quítate
tú sea un son montuno, Siembra un bolero son, Mi
gente una rumba, o que Diosa del ritmo sea una guaracha
es en realidad el público que disfruta bailar con eso que desde 1976, más o
menos, le llaman salsa.
Otros
reaccionarán con más «filosofía» y quizás presten atención a mis dichos y disientan
absolutamente; pero, si usted llegó a leer hasta aquí, le invito a descubrir
conmigo las respuestas a algunas de las preguntas que me ocuparon la sesera por
largo tiempo y a festejar la obra de un músico extraordinario. Compartiré mis dudas,
preguntas y respuestas y trataré de documentar las causas por las cuales, entre
otras cosas, La Habana no sería más la jueza del mercado, nunca más se
establecerían los gustos del público desde las pantallas de los televisores
cubanos y que nunca más los salones de baile, como los de Prado y Neptuno o el
Tropicana, darían las pautas a seguir en el negocio de la música, que las
páginas de Bohemia o Vanidades no celebrarían los triunfos de las estrellas que
titilaban en los escenarios cubanos y estas se convertirían en cánones a seguir.
Trataré de argumentar por qué las ondas de Radio Progreso o la Mil diez nunca
más llenarían el éter con las estrellas que brillaban en Cuba y las esparcirían
por todo el Caribe, y trataré de documentar las causas por las que dejó de
existir el sistema de estrellas que se impuso en los mercados desde Cuba durante
la primera mitad del siglo XX y por qué se desmanteló el posicionamiento de los
productos de la música cubana en el mercado.
Mi nuevo tumbao. Cañonazo. El Gran Pacheco, (LP 321) fue el primer disco que publicó la Fania (1964) |
Johnny
Pacheco y Jerry Masucci le dieron vida a una disquera, Fania Records, que asumió el reto de suplir con
salsa el mercado al que dejaron de llegar los productos de la música
popular cubana hechos en Cuba y en las múltiples disqueras que a través del
mundo estaban asociadas en la producción, divulgación y distribución de la
música cubana. En los artículos que publicaré en este blog, trataré de responder
y documentar cómo fue que el mercado de la música pudo vivir sin Cuba y sin los
cubanos, que a la música cubana, como a cualquier otro producto, se le podía
resignificar, recapitalizar e identificar con cualquier palabra que el público creara
y/o aceptara, y que no era necesario darle al producto los nombres de rumba,
charanga, pachanga, danzón, mambo o cha-cha-chá
con los que se habían vendido durante la primera mitad del siglo XX toneladas
de discos y se habían destruido en las pistas de bailes millones de pares de
zapatos. Trataré de documentar como fue que la salsa le dijo al son:
«Quítate tú pa´ponerme yo». Y feliz cumpleaños Maestro.
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