Merecido homenaje a Nuestra Cosa llamada Salsa
El mercado de la salsa impidió que el son, la guaracha, la rumba, el danzón y todos los géneros de la música cubana tuvieran el destino del café, el azúcar, el tabaco y el ron.
Recientemente he podido
ver que aún se promociona el documental Nuestra Cosa Latina (Our Latin Thing), que Strut Records y Fania Records
relanzaron hace dos años para celebrar las cuatro décadas de un movimiento que
se llegó a conocer como salsa y significó una verdadera revolución musical y
cultural.
Es cierto que el
espectáculo del Cheetah y el documental
que allí se filmó en agosto de 1971 significaron el primer llamado a la rumba
global, fue el primer disparo de salida para que la música cubana volviera a posicionarse en los mercados, pero no fue hasta el concierto de agosto de 1973 –que comenzó en
el Yankee Stadium y terminó en el Roberto
Clemente de Puerto Rico-, que se coló definitivamente en el mercado de los cuatro
puntos cardinales.
Y Salsa fue
el título del documental que se filmó en aquel concierto entre New York y San
Juan, y fue a partir de entonces que la música en el nuevo mundo rescató, de la
muerte inducida por otra revolución, los ritmos afrocubanos que hasta la primera
mitad del siglo XX abastecieron los mercados de más de medio mundo.
Motivos mercadológicos habrán
tenido los productores para celebrar los 40 de la salsa con esa magnífica fiesta que es Nuestra Cosa
Latina, pero como disfruto lo nuestro y conozco la historia, quisiera que
la misma suerte tuviera el documental Salsa y las producciones
discográficas -live at the yankee stadium-, que resultaron de aquel concierto. Sería justo que
hubieran podido celebrar en este verano la revolución salsera con el documental
y las producciones remasterizadas, porque ahora es cuando en realidad se
cumplen los 40, porque fue aquel suceso de 1973 el que acabó por posicionar la salsa
en un nicho seguro en todos los mercados.
Quienes supieron
mercadear la salsa, impidieron que los ritmos afrocubanos corrieran la misma
suerte que muchos otros rubros producidos tradicionalmente en Cuba hasta la
primera mitad del siglo XX, el mercado de la salsa impidió que el son, la
guaracha, la rumba, el danzón y todos los géneros de la música cubana tuvieran
el destino del café, el azúcar, el tabaco y el ron, los que, luego de
enseñorearse por el mundo, posesionarse, posicionarse y establecer nichos
aparentemente invulnerables, encontraron la muerte súbita a manos de unos «revolucionarios»
que nunca han sabido qué hacer en el mercado. (El Tren de Yaguaramas
2ª Época. 11 jul. 2013)
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