jueves, 3 de agosto de 2017

LA INTERVENCIÓN DE LOS CASCOS AZULES EN VENEZUELA… ¿o el Comando Sur?

¿Debería la Asamblea de Venezuela solicitar públicamente la intervención de las Fuerzas de Paz de la ONU, o llamar en secreto al Comando Sur?

Esa solicitud es un gesto preciso para llamar la atención de la comunidad internacional, un gesto que, con el apoyo que ya tiene esa Asamblea en la Organización de Estados Americanos, pudiera sentar un precedente en el área y encaminar el debate hacia la conformación de una fuerza militar regional.

El pasado 28 de julio se consumó el golpe madurista y hay constituyente en Venezuela, así que en el poco tiempo que le queda a la Asamblea Nacional como instancia del poder democrático -antes que Maduro y su cohorte acabe por defenestrarlo también, y todos los miembros de la bancada opositora legítimamente elegidos por los venezolanos vayan a la cárcel, al destierro o a la tumba-, esa instancia, a través de su Presidente Julio Borges, tiene, como alternativa a estas horas, la posibilidad de solicitar formal y públicamente, al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la intervención en Venezuela de los Cascos Azules, una fuerza militar que tiene entre sus funciones «Proteger a la población civil (dando medicinas y alimento a los más pobres) y realizar el mantenimiento de la ley y el orden».

Lo lento y azaroso de este proceso no garantiza en lo más mínimo su efectividad, y en las circunstancias actuales son pocas las posibilidades de materializarlo; sin embargo, esa solicitud es un gesto preciso para llamar la atención de la comunidad internacional, un gesto que, con el apoyo que ya tiene esa Asamblea en la Organización de Estados Americanos, pudiera sentar un precedente en el área y encaminar el debate hacia la conformación de una fuerza militar regional, dependiente de la OEA, como los Cascos Azules lo es de la ONU, una fuerza capaz de actuar con rapidez y poner freno a la destrucción del curso democrático de los países de América, un gesto que llame la atención sobre la necesidad de actualizar el concepto de «injerencia democrática» y reconsiderar el «principio de autodeterminación» de los pueblos, cuando estos, los pueblos, no son en realidad los que pueden determinar.

Entre las miles de resoluciones del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas está la 2134 (2014), refrendada en su sesión 7103ª, del 28 de enero de 2014, que autoriza la permanencia de BINUCA en la República Centroafricana. Este documento expresa, entre sus fundamentaciones, la profunda preocupación de ese Consejo por el hecho de que siga deteriorándose la situación de seguridad en aquel país de África, un deterioro que se caracteriza, según expresa el escrito, por el colapso total del orden público, la ausencia del estado de derecho y los asesinatos.

¿Acaso  no es esto precisamente lo que ha estado sucediendo en Venezuela durante las últimas dos décadas?, ¿acaso no se ha dejado inermes a los votantes que son en definitiva el pueblo? ¿acaso no se impone una rápida intervención de fuerzas externas para recomponer el Estado que ha sido demolido con las eficaces herramientas de las dictaduras marxistas del siglo XXI?

Solicitar en secreto la intervención del Comando Sur sería muchísimo más rápido y efectivo; sin embargo, esa es tan improbable como la anterior, y yo diría que muchísimo menos, basado solamente en que esa variante es a la que apuntaron los medios de distracción masiva, con Telesur al frente. La teoría de la conspiración y el substrato ideológico «antimperialista», sirve de caldo de cultivo para que esta noticia haga efecto en esa gran masa indecisa -que vaga por nuestro continente haciendo aún parte del idiotismo latinoamericano, como dirían Plinio, Álvaro y Montaner-, y condene a la Mesa de la Unidad Democrática por conspirar con el «imperio».  


Es cierto, solicitar la intervención del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el asunto, no arrienda las ganancias y mucho menos la del Comando Sur; pero entiendo, desde mi ordenador y mi más profundo sentimiento de impotencia, que, pensando en la historia pasada, cotejándola con el presente -y con Cuba en la memoria-, no concibo más camino que el uso de una fuerza internacional que detenga a los violadores, y Julio Borges, con la aprobación de la Asamblea, está a tiempo aún para hacer eso por todos nosotros. 

Ojalá que así sea. Ojalá.

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