Por Roberto Sotolongo (**)
Yo sin cesar pienso en Ud.
La disyuntiva que más laceró al mejor de los cubanos, fue aquella que lo puso a elegir entre la consagración a la familia o su irreprimible apego al ideal de redención.
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Leonor Pérez (1828-1907) |
Esta es la carta :
Madre mía:
Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy
pensando en Ud. Yo sin cesar pienso en Ud. Ud. se
duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de
Ud. con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un
hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y
necesaria agonía, el recuerdo de mi madre.
Abrace a mis hermanas y a sus compañeros. ¡Ojalá pueda
algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí! Y entonces sí que
cuidare yo de Ud. con mimo y con orgullo. Ahora, bendígame, y crea que jamás
saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición.
Su
J. Martí
Lo primero que nos llama la atención de este transido texto,
es la conciencia que acompaña a Martí de la angustia de la madre por la perenne
ausencia de su primogénito y por su decisión irreversible de entregarse al
sacrificio. Ella nunca lo entendió y mucho menos lo apoyó en sus sueños de
redentor. En su primera misiva al hijo, después de echarle en cara lo poco que
le escribe a ella, le dice tajante: «Dios te perdone hijo todo el mal que me
haces, y por ti le pido a todas horas, y porque te conserve tu hermoso hijo, y
no te castigue en él lo que con tu abandono haces sufrir a tu madre».
En cada una de las 19 cartas que le envió, está presente
la queja de ella hacia él y su doloroso anhelo de que desista de la locura en
que se ha metido. En la epístola fechada el 19 de agosto de 1881, le advierte:
En todas partes los hombres son iguales, hay buenos y
malos y que con todas formas de gobiernos hay descontentos, y te acordarás de
lo que desde niño te estoy diciendo, que todo el que se mete a redentor sale
crucificado, y que los peores enemigos son los de su propia raza.
Si Dios y María entregaron a su unigénito, ella no estaba
dispuesta a hacer lo mismo con su primogénito. La
disyuntiva que más laceró al mejor de los cubanos, fue aquella que lo puso a
elegir entre la consagración a la familia o su irreprimible apego al ideal de
redención. Y aunque hizo desesperados intentos por buscar un equilibrio
entre los dos deberes, la vida no se lo permitió. Mas, nunca dejó de pensar en
los suyos, sobremanera en su hijo y en su madre. Por eso dice: «Yo sin cesar
pienso en Ud.», aun cuando le reitere que: «El deber de un hombre está allí
donde es más útil».
Tuvo la esperanza Martí de ver a toda la familia alrededor de él, contentos de él, y soñó con la posibilidad de cuidar de la madre «con mimo y con orgullo». No pudo ser. Por ello vivió con la convicción y el consuelo de que «No son inútiles la verdad y la ternura». Y sólo podía rogarle a la madre: «No padezca».
(*) Los 12 artículos que conforman esta serie fueron publicados por su autor en su página de Facebook entre el 1 y el 19 de mayo de 2025, como un homenaje de recordación a la caída en combate de José Martí.
Tomado de Facebook. Publicado el 11 de mayo a las 8:48 pm ·
Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:
José Martí: El asta contra el hacha.
La
reseña como parte de la crítica literaria.
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Roberto Sotolongo (1957) |
(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.
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Disponible en Hypermedia y en Cuesta Libro |
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