miércoles, 26 de febrero de 2020

(SON Y SALSA) ALGUNAS CAUSAS QUE ORIGINARON LA ETIQUETA SALSA

En el octogécimo quinto aniversario del natalicio de Johnny Pacheco (2 de 5)

Los géneros de la música cubana se definen por determinadas células rítmicas y por formas musicales bien delimitadas y perfectamente identificables. La habanera, el danzón, el mambo, el cha-cha-chá, el son, el bolero, la guajira y tantos otros se basan en células, por lo general de dos compases, sobre las cuales se estructura toda la pieza.

Alegre Records ‎– LPA 827 (1963)

Hace algún tiempo un amigo me reprochaba que hubiera escrito varios artículos enfilados a establecer que la salsa es música cubana. Argumentaba él que eso era tan evidente para los músicos que resultaba una verdad de Perogrullo, y que parecía como si yo estuviera tratando de demostrar lo que está ante los ojos -en este caso los oídos-, de todo el mundo.

Sin embargo, eso que puede parecer tan claro y natural para los músicos aún promueve el desconcierto, sobre todo en el público que consume esa música cubana con las etiquetas de salsamúsica tropicalmúsica latinalatín jazz y un amplio surtido de términos imprecisos que son utilizados por las casas disqueras que comercializan lo que en verdad es música cubana en sus múltiples y complejos géneros.

La última de las controversias de la que fui testigo, se produjo en el programa multimedia De dónde son los cantantes, que sale al aire de 9:00 a 12:00 pm en el canal 62 de la televisión dominicana y que conducen de muy buena manera la señora Abigail García y el señor Julián Fernández, dos espigados jóvenes que conocen muy bien lo que están haciendo. El programa, que se ocupa de difundir la música cubana con un magnífico corte didáctico, le da al público la oportunidad de exponer sus criterios, sus gustos, pedir sus piezas preferidas y solicitar información sobre sus artistas predilectos. En este ámbito, el tema de si es son o es salsa siempre anda rondando, y el pasado domingo 12 de mayo (de 2001) otra vez hubo opiniones divididas entre el público: unos dicen que el son y otros dicen que la salsa. Es por eso que vuelvo a tomar el tema, aunque mi amigo, del lado de allá del Atlántico, me tilde de redundante.

Para no hacer esta vez el preámbulo muy largo, voy a definir que es una verdad probada, a través de un enorme caudal de documentos, que la música en Cuba ya desde la primera mitad del siglo XVIII había comenzado a tener un desarrollo muy particular en La Habana y Santiago de Cuba.

La salsa no es un género musical, sino un nombre comercial

En estas ciudades la música religiosa y profana tenía compositores e intérpretes de gran valía que elaboraban la música venida de todos los confines del planeta en los innumerables barcos que anclaban en los importantes puertos de estas dos ciudades y que trasegaban los mil y un géneros comerciales. Ya en la década del sesenta del siglo XIX muchos de los elementos de la música africana, haitiana afrancesada, francesa, inglesa, italiana y española habían evolucionado hacia formas y contenidos que no eran ni de un lado ni de otro, sino que, en el lujurioso y desenfrenado mestizaje, originaron los elementos de la música propia de la mayor de las Antillas. Así fueron apareciendo los diversos géneros de la música cubana, géneros que no detuvieron nunca su marcha evolutiva y que, en la primera mitad del siglo XX, apoyados en la radio, la prensa escrita y la industria discográfica se posicionaron en los mercados más importantes.

Célula rítmica contenida en las danzas, contradanzas,  danzones, boleros y otros géneros de la música popular cubana.
Los sellos discográficos de mayor alcance se asentaron en Cuba y desde allí hacían negocios millonarios con el talento de los músicos y la música cubana, en el que participaron, por supuesto, todos los artistas, cubanos o no, que tuvieron el genio suficiente como para imponerse en el competitivo mercado. Vale mencionar algunos dominicanos como Alberto Beltrán, Billo Frómeta, Lope Balaguer, Johnny Pacheco, Esteban Peña Morell y Eduardo Brito, o algunos puertorriqueños como Roberto Roena, Ismael Miranda y Rafael Ithier, o europeos como Xavier Cugat, o norteamericanos como Larry Harlow quienes alcanzaron cimas insospechadas en el mercado de la música cubana muchos años antes de que se hablara de salsa.

Desde Cuba salían a recorrer el mundo artistas, agrupaciones y discos que mantenían vivo el mercado. María Teresa Vera, Rafael Zequeira, Celia Cruz, Benny Moré, Los Compadres, Orlando Contreras, Lino Borges, Vicentico Valdés, Olga Guillot, Arsenio Rodríguez, Chano Pozo, Machito, Bola de Nieve, Barbarito Diez, Lecuona Cuban Boys, La Sonora Matancera y una lista interminable eran conocidos en todos los confines del planeta. Pero esto quedó bruscamente cortado en los primeros años de la década del sesenta del pasado siglo XX, ese desenfreno comercial quedó mutilado por la llamada «revolución cubana» de 1959, que impuso mediante leyes espurias un sistema económico no capitalista que comenzó en 1961 por expropiar y confiscar todos los medios de producción y terminó por abolir la propiedad privada en 1968 y esta es la primera causa del surgimiento del nombre comercial: salsa.

Las producciones que habían quedado
en los almacenes,  después de las
confiscaciones, salieron al  mercado
con la palabra «nacionalizada» junto
al sello Panart.
El sistema de «dirección económica de la cultura» que se centralizó en manos del estado, provocó un total disloque entre la producción musical, los músicos y el mercado. En ningún momento, ni siquiera cuatro décadas después, los sistemas aplicados estuvieron en capacidad de crear las condiciones apropiadas para que la música cubana volviera a asomarse a los mercados como un producto asequible, competitivo y cotidiano, ni dentro ni fuera de la isla, o que volvieran a presentarse los artistas habitualmente en decenas de centros nocturnos y salones de bailes como sucedía cada día en la primera mitad del siglo XX.

Ya para los sesentas, la radio cubana había dejado de ser una vía de promoción internacional, puesto que en los países del área fueron apareciendo emisoras potentes que ocuparon el éter e impidieron que las señales llegaran desde Cuba, además, a partir del punto de vista ideológico, el arte, como objeto comercial, estuvo censurado por las autoridades cubanas. La función comercial de la obra de arte produjo ojerizas, el arte fue convertido en un «arma de la revolución» y esta fue una premisa fundamental en la aparición de la salsa.

Con este panorama, la década del sesenta del pasado siglo XX fue gris para la música cubana dentro y fuera de la isla; sin embargo, muchos de los músicos que comerciaron con sus múltiples géneros en otros países se mantuvieron expectantes y trataron de no perder los mercados que por años estuvieron abiertos y que se reciclaban naturalmente con el ir y venir entre Cuba y el mundo.

En 1968, la disquera Fania, del flautista dominicano Johnny Pacheco (1935), quien dirigió por mucho tiempo una charanga -formato clásico de la música cubana-, y el empresario Jerry Masucci (1934-1997), hicieron el primer intento por revitalizar el mercado con un baile en el Red Garter de New York, donde hicieron una descarga al estilo de las que fueron grabadas por Cachao y su Combo para el sello Panart en La Habana por los años cincuenta. Esta presentación y el disco que en ella se grabó no tuvieron gran aceptación, pero fue un buen intento. En agosto de 1971 Fania volvió a la carga, esta vez en el Cheetah, donde se realizó un baile-concierto.

Allí se volvió a aplicar la fórmula de las grabaciones en vivo y la filmación de un documental que se tituló Nuestra Cosa Latina, en el que se quiso dar, quizás por primera vez, una torcedura a la procedencia de la música que en el filme se le ofrecía al público, allí se manipuló la terminología y la Historia pretendiendo mostrar que todos aquellos sonesrumbasguarachasmambos, boleros etc., que aplaudían los latinos residentes en Nueva York no venían de Cuba.

Por su parte, quienes escriben sobre el tema acuden con frecuencia a manipulaciones en las que eliminan el término música cubana o la mencionan sólo como una influencia para el surgimiento de la salsa. Nicolás Ramos Gandía, por ejemplo, afirma en su libro Salsa: de las raíces hasta el 1975, refiriéndose a los medios sonoros que utilizó La Fania en el concierto del 1971 en el Cheetah, que eran «una dotación bastante extraña en la tradición musical caribeña y que perfilaría el sonido de la salsa hasta nuestros días», refiriéndose a las tres trompetas y los tres trombones utilizados. Algo que no es cierto. Las tres trompetas fueron el medio sonoro que utilizaron los conjuntos, tales como el Casino de la Playa o Riverside, formato que apareció en Cuba como resultado de la ampliación del septeto sonero. Por otro lado, trompetas y trombones fueron utilizados en las bandas gigantes de Pérez Prado y Benny Moré –recuérdese al legendario trombonista Generoso Jiménez-, entre otras. Así que el formato instrumental que utilizó la Fania no era nada nuevo en la música cubana, ni siquiera el uso del cuatro puertorriqueño -que también se utilizó por Yomo Toro-, era algo raro, puesto que el tres, un instrumento típico de Cuba y pariente muy cercano del cuatro, ya había sonado muchísimo en Nueva York en las manos de Arsenio Rodríguez. De este modo, la manipulación de las terminologías musicales y de la historia aparece como otra de las causas que condicionaron la aceptación de la palabra salsa para referirse a los productos de la música cubana.

Finalmente, en 1975, el término salsa se posicionó en el mercado. En 1973, se había anunciado un concierto de la Fania en el Yankee Stadium, que, por lo monumental, fue abortado, no obstante, dos años después, en el Roberto Clemente de Puerto Rico, llegó a completarse el empeño. Con lo que se grabó y filmó en ambos lugares se creó un documental que se tituló Salsa y se sacaron a la venta dos discos. Fue entonces cuando la palabra salsa, que andaba hacía muchos años en boca de los músicos del género sirvió para revitalizar un mercado que por varios años estuvo dormido.

Este filme y estas grabaciones constituyeron una manipulación para el mercado, puesto que se le vendió al público un concierto que nunca se hizo en el Yankee Stadium y se le llamó salsa a lo que siempre fue música cubana. Se le daba nuevos significados a los productos de la música cubana y se rescataba el nicho en el que estuvo durante la primera mitad del siglo XX.

Los géneros de la música cubana se definen por determinadas células rítmicas y por formas musicales muy bien delimitadas y perfectamente identificables. La habanera, el danzón, el mambo, el cha-cha-chá, el son, el bolero, la guajira y tantos otros se basan en células, por lo general de dos compases, sobre las cuales se estructura toda la pieza. Así, es una verdad irrefutable, que las células rítmicas utilizadas en la gran mayoría de las piezas adjudicadas a la salsa son las células que surgieron, durante largos años de evolución musical, en la mayor de las Antillas y que identifican a los diversos géneros de la música cubana.

Ritmo de tango o habanera, contenido
en habaneras, danzas, contradanzas etc.


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Las expropiaciones y confiscaciones de los capitales de la industria y el comercio en Cuba, incluidos los que se empleaban en la música, impuestas por el «Gobierno Revolucionario» de la isla entre 1959 y 1968, y la sustitución del sistema capitalista de producción por los sistemas «socialistas de dirección económica» fueron la causa. Y estas causas propiciaron la aparición de premisas; entre otras, el desabastecimiento de los productos de la música cubana en los mercados nacionales e internacionales; el embargo comercial proclamado por el presidente de los Estados Unidos en 1962; el uso de nuevas terminologías para referirse a los géneros de la música cubana en el proceso de comercialización; la aparición en Nueva York de una industria capaz de suplir los productos que Cuba dejó de producir en las calidades y cantidades suficientes; y la aparición, gracias a esa industria, de un consumidor en las comunidades latinas de Nueva York que fue capaz de sustituir la falta del público de la Isla, público que dejó de ser consumidor directo, natural y mayoritario de sus propios productos a causa de la abolición de la economía de mercado en Cuba, la abolición de las leyes de oferta y demanda en el mercado cubano y en las relaciones comerciales internacionales del «Gobierno Revolucionario», el que se giró hacia el bloque de los países socialistas de Europa que compartían sus sistemas políticos y económicos, aunque esta fuera una comunidad absolutamente ajena al son de la música y la cultura cubana.

Estas causas y estas premisas, en muy apretada síntesis propiciaron la aparición de la salsa a mediados de los setentas, un concepto que debió nacer para comercializar la música cubana sin mencionarla. (Santo Domingo, [A]hora, 28 may. 2001) Revisado para este blog el 23.02.2020


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Pacheco Y Su Orquesta ‎– Spotlight On Pacheco Vol. 5
Alegre Records ‎– LPA 827 (1963)

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