Los géneros de la música
cubana se definen por determinadas células rítmicas y por formas musicales bien
delimitadas y perfectamente identificables. La habanera, el danzón, el mambo,
el cha-cha-chá, el son, el bolero, la guajira y tantos otros se basan en
células, por lo general de dos compases, sobre las cuales se estructura toda la
pieza.
Alegre Records – LPA 827 (1963) |
Hace algún tiempo un amigo me reprochaba que hubiera escrito varios artículos enfilados a establecer que la salsa es música cubana. Argumentaba él que eso era tan evidente para los músicos que resultaba una verdad de Perogrullo, y que parecía como si yo estuviera tratando de demostrar lo que está ante los ojos -en este caso los oídos-, de todo el mundo.
Sin embargo, eso que
puede parecer tan claro y natural para los músicos aún promueve el
desconcierto, sobre todo en el público que consume esa música
cubana con las etiquetas de salsa, música tropical, música
latina, latín jazz y un amplio surtido de términos
imprecisos que son utilizados por las casas disqueras que comercializan lo que
en verdad es música cubana en sus múltiples y complejos
géneros.
La última de las
controversias de la que fui testigo, se produjo en el programa multimedia De dónde son los cantantes, que sale al aire de
9:00 a 12:00 pm en el canal 62 de la televisión dominicana y que conducen de
muy buena manera la señora Abigail García y el señor Julián Fernández, dos
espigados jóvenes que conocen muy bien lo que están haciendo. El programa, que
se ocupa de difundir la música cubana con un magnífico corte
didáctico, le da al público la oportunidad de exponer sus criterios, sus gustos,
pedir sus piezas preferidas y solicitar información sobre sus artistas
predilectos. En este ámbito, el tema de si es son o es salsa siempre
anda rondando, y el pasado domingo 12 de mayo (de 2001) otra vez hubo opiniones
divididas entre el público: unos dicen que el son y otros
dicen que la salsa. Es por eso que vuelvo a tomar el tema,
aunque mi amigo, del lado de allá del Atlántico, me tilde de redundante.
Para no hacer esta vez
el preámbulo muy largo, voy a definir que es una verdad probada, a través de un
enorme caudal de documentos, que la música en Cuba ya desde la primera mitad
del siglo XVIII había comenzado a tener un desarrollo muy particular en La
Habana y Santiago de Cuba.
La salsa no es un género
musical, sino un nombre comercial
En estas ciudades la
música religiosa y profana tenía compositores e intérpretes de gran valía que
elaboraban la música venida de todos los confines del planeta en los
innumerables barcos que anclaban en los importantes puertos de estas dos
ciudades y que trasegaban los mil y un géneros comerciales. Ya en la década del
sesenta del siglo XIX muchos de los elementos de la música africana, haitiana
afrancesada, francesa, inglesa, italiana y española habían evolucionado hacia
formas y contenidos que no eran ni de un lado ni de otro, sino que, en el
lujurioso y desenfrenado mestizaje, originaron los elementos de la música
propia de la mayor de las Antillas. Así fueron apareciendo los diversos géneros
de la música cubana, géneros que no detuvieron nunca su marcha evolutiva y
que, en la primera mitad del siglo XX, apoyados en la radio, la prensa escrita
y la industria discográfica se posicionaron en los mercados más importantes.
Célula rítmica contenida en las danzas, contradanzas, danzones, boleros y otros géneros de la música popular cubana. |
Los sellos discográficos
de mayor alcance se asentaron en Cuba y desde allí hacían negocios millonarios
con el talento de los músicos y la música cubana, en el que participaron,
por supuesto, todos los artistas, cubanos o no, que tuvieron el genio suficiente
como para imponerse en el competitivo mercado. Vale mencionar algunos
dominicanos como Alberto Beltrán, Billo Frómeta, Lope Balaguer, Johnny Pacheco,
Esteban Peña Morell y Eduardo Brito, o algunos puertorriqueños como Roberto
Roena, Ismael Miranda y Rafael Ithier, o europeos como Xavier Cugat, o
norteamericanos como Larry Harlow quienes alcanzaron cimas insospechadas en el mercado
de la música cubana muchos años antes de que se hablara de salsa.
Desde Cuba salían a
recorrer el mundo artistas, agrupaciones y discos que mantenían vivo el
mercado. María Teresa Vera, Rafael Zequeira, Celia Cruz, Benny Moré, Los
Compadres, Orlando Contreras, Lino Borges, Vicentico Valdés, Olga Guillot, Arsenio
Rodríguez, Chano Pozo, Machito, Bola de Nieve, Barbarito Diez, Lecuona
Cuban Boys, La Sonora Matancera y una lista interminable eran conocidos en
todos los confines del planeta. Pero esto quedó bruscamente cortado en los
primeros años de la década del sesenta del pasado siglo XX, ese desenfreno comercial
quedó mutilado por la llamada «revolución cubana» de 1959, que impuso mediante
leyes espurias un sistema económico no capitalista que comenzó en 1961 por
expropiar y confiscar todos los medios de producción y terminó por abolir la
propiedad privada en 1968 y esta es la primera causa del surgimiento del nombre
comercial: salsa.
Las producciones que habían quedado en los almacenes, después de las confiscaciones, salieron al mercado con la palabra «nacionalizada» junto al sello Panart. |
El sistema de «dirección
económica de la cultura» que se centralizó en manos del estado, provocó un
total disloque entre la producción musical, los músicos y el mercado. En ningún
momento, ni siquiera cuatro décadas después, los sistemas aplicados estuvieron
en capacidad de crear las condiciones apropiadas para que la música
cubana volviera a asomarse a los mercados como un producto asequible,
competitivo y cotidiano, ni dentro ni fuera de la isla, o que volvieran a
presentarse los artistas habitualmente en decenas de centros nocturnos y
salones de bailes como sucedía cada día en la primera mitad del siglo XX.
Ya para los sesentas, la
radio cubana había dejado de ser una vía de promoción internacional, puesto que
en los países del área fueron apareciendo emisoras potentes que ocuparon el
éter e impidieron que las señales llegaran desde Cuba, además, a partir del
punto de vista ideológico, el arte, como objeto comercial, estuvo censurado por
las autoridades cubanas. La función comercial de la obra de arte produjo
ojerizas, el arte fue convertido en un «arma de la revolución» y esta fue una premisa fundamental en la aparición de la salsa.
Con este panorama, la
década del sesenta del pasado siglo XX fue gris para la música
cubana dentro y fuera de la isla; sin embargo, muchos de los músicos que
comerciaron con sus múltiples géneros en otros países se mantuvieron
expectantes y trataron de no perder los mercados que por años estuvieron abiertos
y que se reciclaban naturalmente con el ir y venir entre Cuba y el mundo.
En 1968, la
disquera Fania, del flautista dominicano Johnny Pacheco (1935),
quien dirigió por mucho tiempo una charanga -formato clásico de la música
cubana-, y el empresario Jerry Masucci (1934-1997), hicieron el
primer intento por revitalizar el mercado con un baile en el Red
Garter de New York, donde hicieron una descarga al estilo de las que
fueron grabadas por Cachao y su Combo para el sello Panart en
La Habana por los años cincuenta. Esta presentación y el disco que en ella se
grabó no tuvieron gran aceptación, pero fue un buen intento. En agosto de
1971 Fania volvió a la carga, esta vez en el Cheetah,
donde se realizó un baile-concierto.
Allí se volvió a aplicar
la fórmula de las grabaciones en vivo y la filmación de un documental que se
tituló Nuestra Cosa Latina, en el que se quiso dar, quizás por
primera vez, una torcedura a la procedencia de la música que en el filme se le
ofrecía al público, allí se manipuló la terminología y la Historia pretendiendo
mostrar que todos aquellos sones, rumbas, guarachas, mambos,
boleros etc., que aplaudían los latinos residentes en Nueva York no
venían de Cuba.
Por su parte, quienes
escriben sobre el tema acuden con frecuencia a manipulaciones en las que eliminan
el término música cubana o la mencionan sólo como una
influencia para el surgimiento de la salsa. Nicolás Ramos Gandía,
por ejemplo, afirma en su libro Salsa: de las raíces hasta el 1975,
refiriéndose a los medios sonoros que utilizó La Fania en el
concierto del 1971 en el Cheetah, que eran «una dotación bastante extraña en la
tradición musical caribeña y que perfilaría el sonido de la salsa hasta
nuestros días», refiriéndose a las tres trompetas y los tres trombones
utilizados. Algo que no es cierto. Las tres trompetas fueron el medio sonoro
que utilizaron los conjuntos, tales como el Casino de la Playa o Riverside,
formato que apareció en Cuba como resultado de la ampliación del septeto
sonero. Por otro lado, trompetas y trombones fueron utilizados en las bandas
gigantes de Pérez Prado y Benny Moré –recuérdese al legendario trombonista
Generoso Jiménez-, entre otras. Así que el formato instrumental que utilizó
la Fania no era nada nuevo en la música cubana, ni
siquiera el uso del cuatro puertorriqueño -que también se utilizó por Yomo
Toro-, era algo raro, puesto que el tres, un instrumento típico de Cuba y
pariente muy cercano del cuatro, ya había sonado muchísimo en Nueva York en las
manos de Arsenio Rodríguez. De este modo, la manipulación de las terminologías
musicales y de la historia aparece como otra de las causas que condicionaron la
aceptación de la palabra salsa para referirse a los productos
de la música cubana.
Finalmente, en 1975, el
término salsa se posicionó en el mercado. En 1973, se había
anunciado un concierto de la Fania en el Yankee
Stadium, que, por lo monumental, fue abortado, no obstante, dos años
después, en el Roberto Clemente de Puerto Rico, llegó a
completarse el empeño. Con lo que se grabó y filmó en ambos lugares se creó un
documental que se tituló Salsa y se sacaron a la venta dos
discos. Fue entonces cuando la palabra salsa, que andaba hacía
muchos años en boca de los músicos del género sirvió para revitalizar un
mercado que por varios años estuvo dormido.
Este filme y estas
grabaciones constituyeron una manipulación para el mercado, puesto que se le
vendió al público un concierto que nunca se hizo en el Yankee Stadium y
se le llamó salsa a lo que siempre fue música cubana. Se
le daba nuevos significados a los productos de la música cubana y se rescataba
el nicho en el que estuvo durante la primera mitad del siglo XX.
Los géneros de
la música cubana se definen por determinadas células rítmicas y por
formas musicales muy bien delimitadas y perfectamente identificables. La habanera,
el danzón, el mambo, el cha-cha-chá,
el son, el bolero, la guajira y tantos
otros se basan en células, por lo general de dos compases, sobre las cuales se
estructura toda la pieza. Así, es una verdad irrefutable, que las células
rítmicas utilizadas en la gran mayoría de las piezas adjudicadas a la salsa son
las células que surgieron, durante largos años de evolución musical, en la
mayor de las Antillas y que identifican a los diversos géneros de
la música cubana.
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Estas causas y estas premisas, en muy apretada síntesis propiciaron la
aparición de la salsa a mediados de los setentas, un concepto
que debió nacer para comercializar la música cubana sin mencionarla. (Santo
Domingo, [A]hora, 28 may. 2001) Revisado para este blog el 23.02.2020
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