Yo no sé si es que en mi memoria se atiborran selectivamente fragmentos repetidos periódicamente, o en realidad los años provocaron que los recuerdos desfilen ante mí como una noria. El caso es que desde hace décadas no sucede nada en mi país, no se emprende campaña alguna a favor o en contra de algo que ya no se haya realizado, nada se publica, nada dicen sus "dirigentes" que no se haya dicho antes, y toda su actualidad se me presenta como la destartalada imagen del pasado.
Estimulado por el artículo “Causas y consecuencias”, de Jorge Olivera Castillo, me puse a buscar el la red y leí, con cierto retraso, algunas noticias acerca de la educación en Cuba, entre ellas la destitución el pasado año del Ministro de Educación Superior , y me pareció estar leyendo el Granma de hace 30 años.
Las críticas oficiales a las deficiencias en la educación, por supuesto -y que valga la aclaración- maquilladas como brujas, han aparecido de tiempo en tiempo en los medios de mi patria, claro, que unas "críticas constructivas", "dentro de la revolución" que en realidad no persiguen atacar las causas de los males, sino sus consecuencias, es decir, a los dirigentes a purgar en cada vuelta de tuerca, sea por “cansancio y pérdida de la conciencia revolucionaria”, "desviaciones ideológicas" , borracheras "con las mieles del poder" o el estigma epocal creado por el caudillo.
La educación en Cuba no será la peor del mundo, pero no es ni la sombra de lo que debió ser en el siglo XXI, ni por su desarrollo desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX, ni por los innumerables recursos materiales y humanos que se dedicaron al sector durante el último medio siglo.
Todo falló porque el fin supremo no fue la educación y la instrucción libre, sino el adoctrinamiento de los individuos en la ideología voluble del “máximo líder”. “La universidad es para los revolucionarios”, reza la consigna, y parafraseando otros dos eslóganes: “quienes no estén dispuestos a ser revolucionarios que se vayan, que se vaya escoria”.
Cuba pasa como la sombra de lo que fue, y quienes la administran la repiten hasta el cansancio –más que el ajo hubiera dicho mi abuelo-, y no puedo evitar, cada vez que la veo, recordar el carrusel que de tiempo en tiempo pasaba por mi pueblo, cada año con los corceles más destartalados, cada vez más mugrosos, más viejos… cada año más pencos hasta que ya no volvieron .
Estimulado por el artículo “Causas y consecuencias”, de Jorge Olivera Castillo, me puse a buscar el la red y leí, con cierto retraso, algunas noticias acerca de la educación en Cuba, entre ellas la destitución el pasado año del Ministro de Educación Superior , y me pareció estar leyendo el Granma de hace 30 años.
Las críticas oficiales a las deficiencias en la educación, por supuesto -y que valga la aclaración- maquilladas como brujas, han aparecido de tiempo en tiempo en los medios de mi patria, claro, que unas "críticas constructivas", "dentro de la revolución" que en realidad no persiguen atacar las causas de los males, sino sus consecuencias, es decir, a los dirigentes a purgar en cada vuelta de tuerca, sea por “cansancio y pérdida de la conciencia revolucionaria”, "desviaciones ideológicas" , borracheras "con las mieles del poder" o el estigma epocal creado por el caudillo.
La educación en Cuba no será la peor del mundo, pero no es ni la sombra de lo que debió ser en el siglo XXI, ni por su desarrollo desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX, ni por los innumerables recursos materiales y humanos que se dedicaron al sector durante el último medio siglo.
Todo falló porque el fin supremo no fue la educación y la instrucción libre, sino el adoctrinamiento de los individuos en la ideología voluble del “máximo líder”. “La universidad es para los revolucionarios”, reza la consigna, y parafraseando otros dos eslóganes: “quienes no estén dispuestos a ser revolucionarios que se vayan, que se vaya escoria”.
Cuba pasa como la sombra de lo que fue, y quienes la administran la repiten hasta el cansancio –más que el ajo hubiera dicho mi abuelo-, y no puedo evitar, cada vez que la veo, recordar el carrusel que de tiempo en tiempo pasaba por mi pueblo, cada año con los corceles más destartalados, cada vez más mugrosos, más viejos… cada año más pencos hasta que ya no volvieron .