30-09-09. Santo Domingo, R.D. Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito. José Antonio Molina, Fanfarria Novi Temporis. Piotr I. Tchaikovsky, Concierto No. 1 en si bemol menor, para piano y orquesta, Op. 23. Jean Sibelius, Sinfonía No. 1 en mi menor, Op. 39. José A. Molina, Director. Jorge Luis Prats, solista. Orquesta Sinfónica Nacional. Aforo: 85%.
Pasado
La Orquesta Sinfónica Nacional de la República Dominicana es la institución cultural más antigua del país. Fundada por Ley en 1941 ha desplegado una importantísima labor en la cultura y se le reconocen temporadas de conciertos y presentaciones memorables en las que han participado algunas de las figuras más descollantes del arte musical. Entre otros grandes artistas, se recuerdan los conciertos en los que actuaron como solistas Michel Camilo, Plácido Domingo, José Carreras, Ana María Martínez, Priya Mitchel, Miglena Savova, Mark Drobinsky, Jon Nakamatsu, David Kim y Philippe Entremont. Por el podio de la institución han pasado destacados directores; entre ellos, Pablo Casals, Félix Carrasco, Eduardo Diazmuñoz, Yeruham Scharovsky, Nurhan Arman, Germán Cáceres, Jan Josef Wnek, Eugene Kohn y Piero Gamba, y la orquesta ha acompañado, entre otras, las óperas Traviata, Rigoletto y Aida de Verdi, Carmen de Biset, Madame Butterfly de G. Puccini, El Barbero de Sevilla de Rossini y Salomé de Strauss.
Durante casi siete décadas, la Orquesta Sinfónica Nacional de la República Dominicana ha tenido también que enfrentar múltiples borrascas y sufrir las decepciones que provocan las promesas incumplidas de políticos y gobernantes. Casi todos prometieron construir la sala de conciertos que aun no existe, equiparla con los instrumentos de calidad que tampoco posee, y asignar los decorosos salarios que aun esperan sus integrantes. Sin embargo, nunca se suspendió un concierto o un ensayo por incapacidad de los músicos, quienes siempre han estado ahí para hacer lo que mejor conocen: interpretar la música. La orquesta tuvo un seguro apoyo en la Fundación Sinfonía, que la gerenció durante décadas y propició algunos de los más destacados conciertos.
Durante los últimos años, la falta de un espacio físico en el que realizar los ensayos y conciertos desestabilizó la programación y provocó que las actuaciones de alta calidad artística se convirtieran en sucesos esporádicos. Con el nombramiento de José Antonio Molina como Director Titular de la institución en marzo de 2009 y la disponibilidad permanente de los salones indispensables para los ensayos, la orquesta comenzó en agosto pasado el proceso de montaje de las obras que se presentaron el pasado miércoles 30. Fue un trabajo intenso, continuo y de alta productividad que, guiado por los Maestros Mihnea Ignat, Director Asistente, y José A. Molina rindió sus frutos, propició la realización de un excelente concierto, una audición comparable con las mejores que la orquesta ha podido realizar en el pasado.
Presente
La velada comenzó más allá de la hora señalada con las notas del Himno Nacional y seguidamente el señor Secretario de Cultura, José Rafael Lantigua, hizo la presentación de la renovada Orquesta Sinfónica Nacional, un discurso que sin dudas pasará a la historia. Después comenzó el concierto con una muy agradable interpretación de la Fanfarria. Los alientos entregaron una obra con buen tono, potable, fácil de escuchar y con un magnífico ensamble.
Después salió un gran pianista a exponernos una obra que hemos escuchado decenas de veces por disímiles intérpretes, pero con la fuerza de sus argumentos el Maestro Jorge Luis Prats la magnificó. Conozco a este pianista desde que era prácticamente un niño y siempre sobresalió en su clase, y cuando en 1977 tocó en La Habana el programa con el que había ganado el “Primer Gran Premio” del Concurso Internacional Marguerite Long-Jacques Thibaud, estuve seguro de que quienes tuvieran la posibilidad de escucharle cuando llegara a su plena madurez sentirían algo extraordinario. La noche del pasado 30 de septiembre, después de más de una década sin escucharle en vivo, tuve la sensación de encontrar justamente eso: a un artista en plena madurez y capaz de hacer que la música se convierta en un acontecimiento estremecedor, inigualable e inolvidable.
Prats tiene el don del sonido, los fortes son enormes, bellos, monumentales, capaces de remover al mayor de los auditorios. Los pianos son casi inaudibles, a veces sólo sentimos la sospecha de haberlos escuchado, y entre ambos extremos una paleta prácticamente infinita, muy difícil de encontrar en otros artistas. Su sentido del ritmo y la manera de construir las melodías es una fiesta, es el impulso intenso ora hacia el canto, ora hacia la danza que nos lleva como una ola mar adentro.
Al final el público obligó al pianista a regalar algo más, y entonces el Maestro interpretó algunas danzas de Ignacio Cervantes. Otro lenguaje, otra música, pero con el mismo inigualable poder seductor.
El acompañamiento del Maestro Molina fue preciso, con el nervio y la intensidad del espectáculo vivo, con el nervio a flor de piel. Fue la suya una gran labor de concertación entre el solista y la masa orquestal, fue el significativo soporte para la creación de una interpretación magnífica.
Después del intermedio se escuchó una obra muy demandante para los músicos, una sinfonía que se trabajó largamente en ensayos agotadores, en los que el Maestro Mihnea Ignat propició, con su sabiduría y paciencia, el debido ensamble y la adecuada ejecución de los escabrosos pasajes de los que está llena la obra.
Sin dudas que la masa orquestal pudo demostrarse a si misma que está en capacidad de enfrentar obras complejas del repertorio, y que tiene el deseo de remontar cualquier cuesta como siempre lo ha hecho; sin embargo, los tormentos que provocan en los músicos la ejecución de tantos malabares, no se recompensan con la música que es capaz de trasmitir la obra. Aunque en el concierto el Maestro Molina le sacó el máximo y la ejecución fue incluso mejor que en el ensayo general, la obra transcurre por momentos verdaderamente aburridos para quienes la escuchan.
Futuro
El concierto de la Sinfónica Nacional, con sus nuevos Directores, y mediante el intenso e ininterrumpido trabajo de montaje, fue todo un acontecimiento cultural y será en el futuro, si no desterramos de la memoria el pasado y lo tenemos bien en cuenta para no tropezar de nuevo con las mismas piedras, el inicio de una nueva vuelta en la espiral eterna del desarrollo cultural de la nación. Si no se vuelven a incumplir las promesas, si se mantienen estables las condiciones propicias para los ensayos, si se favorecen las presentaciones en salas apropiadas, con la debida afluencia de público, y finalmente los músicos alcanzan el prometido salario decoroso, la Orquesta Sinfónica Nacional, la institución cultural más antigua del país, interpretará muchos inolvidables conciertos, incluso, cuando no estemos aquí ninguno de los que asistimos al Teatro Nacional el pasado 30 de septiembre.