El derecho de insurrección frente a la tiranía es uno de esos principios que, esté o no esté incluido dentro de la Constitución Jurídica, tiene siempre plena vigencia en una sociedad democrática. Fidel Castro Ruz.
El portal Espacio Laical Digital ha publicado un artículo de Guillermo Rodríguez Rivera Sobre la prensa en Cuba; y, aunque ceñido al dogma castrista que reza: “con la revolución todo contra la revolución ningún derecho”, ya hay quienes han querido imaginar encantamentos en su contenido:
El Universo, en Guayaquil afirma que “Intelectual critica situación de prensa en Cuba y pide cambiar sistema”; el Observador global.com recoge la información bajo el titular: “Cuba: críticas al control estatal sobre los Medios de Comunicación”.
El significado de las palabras es tan importante, al parecer, que cuando se les pierde el hilo jamás se da con el ovillo. Repetirlas con un significado erróneo propicia que en las mentes de los receptores poco advertidos, se configuren espejismos como verdades aplomadas, inmutables e indiscutibles. Por eso antes de entrar en razonamientos, lo primero que viene a cuento es corregir la errata en el dogma: donde dice “la revolución”, debe decir “el castrismo”. Si usted comprende eso, todo lo demás es fácil, usted estará a favor de una dictadura o en contra de ella, nunca pretenderá lo que usted no es, ya no se asustará más cuando lo acusen de contrarrevolucionario porque habrá comprendido que aquella pretendida revolución no existe más, y que en realidad usted está en contra de una dictadura, y es un opositor con todos los derechos y los riesgos que esto conlleva y no un contrarrevolucionario.
Por eso, en la Historia reciente de Cuba hay que restaurar enormes espacios del tapiz, porque se ha infectado con palabras grotescas. Es proverbial la capacidad de tirar contra el tejido de nuestras vidas, las que van conformando la tela de nuestra historia, palabras, palabras y más palabras que por muy absurdas y fuera de lugar que parezcan, en boca de “elegidos”, se convierten temporalmente en condicionantes de conductas.
La lista es demasiado larga y será una ardua tarea para filólogos e historiadores del futuro, por eso aquí me detendré solamente en lo que por estos días anda en la palestra, días por demás en los que algunos se la pasan tomando gato por liebre, descubriendo encantados decenas de piezas que se pandean -más bien culipandean- entre la realidad y la imaginación, figurando cambios en Cuba y obviando los brutales atropellos que comenten diariamente los llamados “revolucionarios” contra la oposición.
Con sus palabras, el articulista que mencioné allá arriba, en el primer párrafo, se atiene justamente al dogma y redacta -tomando un buen dictado- una de esas críticas constructivas que por lo general son la punta de lanza de alguna de las cientos de purgas, incluida la que el autor menciona, de un tal… ¿Martínez… Roque… Aldana… Matos…?, perdón debí decir un tal Morales, Esteban Morales.
Hay que desmontar el espejismo, el pase mágico, la perversidad que trata de hacernos creer que la defensa de la Soberanía Nacional es la defensa de un dictador, hay que desmontar los retruécanos y juegos letales de palabras, ruletas rusas que han costado ya cientos de vidas y miles de años de cárcel a todos aquellos que piensan y escriben en contra de la dictadura castrista.
El autor no dice nada más allá de lo que se puede decir en una asamblea del Partido -el único grupo que legalmente puede reunirse en asambleas-, sin correr los riesgos que corrió Esteban Morales. El autor no menciona a los cientos de periodistas independientes y que sí denuncian los verdaderos males del sistema porque están en contra de la dictadura y a favor de la Patria, ni una palabra de la misteriosa muerte de Laura Pollán, ni una palabra de quienes por el bien de la Patria enfrentan a la dictadura.
No hay nada realmente crítico que deba resaltarse, pero sí mucho del mismo veneno oral, muchas palabras mágicas que expresan una realidad imaginaria, una lógica irracional, donde Fidel y Raúl personifican la revolución y la Patria, donde quienes se oponen a seguir viviendo en la innegable miseria a la que condujo el sistema castrista son acusados sumarísimamente a penas inimaginables, donde la perversidad y la trapisonda tratan de hacernos trastabillar y confundir al soberano dictador con la Soberanía Nacional, donde con pases mágicos y abracadabras tratan de ocultar la violencia represiva de un régimen que por más que quieran sus usufructuarios se extingue como una vela.