En Cuba, una de las economías más pobres del mundo, el dólar y el Euro valen menos que el CUC, una moneda ficticia, sin el menor respaldo en divisas y que, fuera de Cuba, no sirve para nada.
El cuento del “propista” y
los cambios en Cuba
Jugar con la cadena y dejar
al mono tranquilo, andar por las ramas, evadir las verdaderas causas de los
conflictos sociales, económicos y políticos, y no denunciar a los culpables de
los desastres se ha convertido en Cuba en una filosofía de vida que entre otras
aberraciones ha provocado la doble moral que desmorona a la sociedad cubana en
nuestros días, ha entronizado la cautela y la autocensura como mecanismos del
instinto de conservación.
Así lo puedo percibir, por
ejemplo, en los comentarios de los participantes en El Segundo Congreso de la
Asociación Hermanos Saiz, la Mesa Redonda dedicada a la reestructuración de la
Enseñanza Artística Profesional y en las infinitas quejas de la población por los
precios de los productos agrícolas.
Nadie menciona públicamente -o al menos ningún medio es capaz de reproducirlo-, que la causa fundamental que
desquicia toda actividad son los paupérrimos salarios en la isla y la incapacidad
del llamado Estado, que monopoliza todas las actividades económicas, para
realizar un reajuste salarial que ponga a los ciudadanos en condiciones de
enfrentar los precios reales de los productos que componen su canasta familiar
y realizar con mayor eficiencia su labor y producir riquezas como empleados
públicos, cooperativistas o cuenta propistas.
Por ninguna parte se ha
mencionado, durante los últimos 54 años, que el desastre original está en la
abolición de la propiedad privada y la implantación en su lugar de sistemas
económicos fallidos, todo lo cual fue idea única y exclusiva del ex máximo
líder Fidel Castro y que, como despeñándose por un barranco, sobrelleva su
hermano como parte de la herencia del poder.
En las reuniones oficiales a
nadie se le ocurre exigir una reforma o reajuste salarial al llamado Estado
Cubano que monopoliza vidas y haciendas, sino que se demoniza por todos los
medios a los productores, a los empleados, a los burócratas, a los ciudadanos o
a cualquier otra figura, quienes en todo caso son víctimas también del
naufragio, porque ellos igual que toda la población pagan en la llamada “moneda
convertible” o CUC y cobran el monto sustancial de sus salarios en pesos
cubanos o CUP, y, como si fuera poco, ese llamado CUC se compra y se vende
oficialmente a precios irracionalmente ficticios, acomodados para suplir con
impuestos la ineficiencia económica del sistema. En Cuba, una de las economías
más pobres del mundo, el dólar y el Euro valen menos que el CUC, una moneda
ficticia, sin el menor respaldo en divisas y que, fuera de Cuba, no sirve para
nada.
A nadie se le ocurre, por
instinto de conservación, exigirle a Raúl Castro que decrete un reajuste
salarial general y que desaparezca una de las dos monedas que circulan en la
actualidad, a nadie se le ocurre exigir públicamente que los salarios sean
pagados en CUC, la moneda en que los ciudadanos están obligados a pagar la
canasta familiar real.
A nadie se lo ocurre
exigirle a Raúl Castro que propicie la inversión en el país de los cubanos
residentes en el extranjero. Nadie ha sido capaz de exigirle públicamente que contribuya
con la conformación de un Estado de Derecho que asegure la inversión tanto de
nacionales como extranjeros. Nadie, fuera de la oposición estigmatizada,
perseguida, aislada y no reconocida, se atreve a jugar con el mono.
A nadie se le ocurre
denunciar en esas reuniones oficiales, en las que se pregonan con obstinación
los cambios, que los salarios en Cuba están por debajo del nivel de pobreza,
puesto que la gran mayoría de los empleados y pensionados ganan menos de un
dólar diario, es decir, menos de 25 pesos cubanos al día. A nadie se le ocurre
exigir, por temor a ser tildado de “contrarrevolucionario”, que el salario
mínimo sea por lo menos de 700 pesos cubanos, unos 28 CUC mensuales.
Nadie ha sido capaz, por
instinto de conservación, de exigirle a Raúl Castro, como máximo responsable de
todo lo que sucede en Cuba, que no trastabille más en los mal llamados cambios,
tal como ha sucedido con el recién denegado permiso para importar y vender ropa
por emprendedores privados, un negocio que estaba en pleno auge y que tendrá
que continuar como estuvo siempre, clandestino, porque el máximo responsable
del llamado Estado Cubano, Raúl Castro, es intocable de toda "intocabilidad" y
donde dijo “digo” dice “Diego” y aquí no ha pasado nada, porque, por instinto
de conservación, quienes participan en esas reuniones oficiales no se atreven a
jugar con el mono, porque conocen de primera mano que la multiplicación por
cero existe en Cuba desde hace más de medio siglo, porque saben que el costo de
enfrentar la verdad siempre es superior a las ganancias.