Me asombra y me llena de dudas que, después del 11 de julio, como tocados por unos polvos mágicos o por el beso de un príncipe en sus mejillas, despertaran a la realidad cubana publicando textos con redacciones improbables y aromas de dudosa autenticidad.
Muertos, heridos y desaparecidos en las protestas. |
Eche usted un vistazo al curso
de la Historia de la Música Cubana hasta 1959 y encuentre un nicho de mercado en
el que la llamada Nueva Trova hubiera colocado sus canciones: a mis
ojos, en ninguno. Tuvo que venir una dictadura, que como lava de diez volcanes sepultó
la cultura cubana, erigiendo sobre ella un sistema de propaganda castrista,
para que los boleros, sones, guarachas, danzones, pachangas, mambos, puntos, descargas,
etc., abandonaran sus nichos en el mercado y se colocara en ellos la voz de la propaganda
castrista, utilizando para tal empresa a quienes vinieron a cantar las
canciones que Celia Cruz no quiso cantar, y a componer las canciones que
Ernesto Lecuona no quiso componer. Y lo mismo pasó con los escritores,
periodistas, bailarines, artistas plásticos, etc., que estuvieron obligados a
emigrar, callar, o convertir el «arte en un arma de la revolución».
Y como el hubiera no
existe, sin ánimo de ser exhaustivo -como diría Cesar Vidal-, el hecho cierto
es que hoy, muchos de los que se enrolaron en la gran campaña de erradicación
de los «rezagos del pasado» y escribieron en sus banderas programáticas las ideas
del castrismo, que arrasó con la economía de mercado, terminaron siendo millonarios
en euros, esa fue la recompensa por haber realizado la «gentil misión de
aplaudir a la dictadura más longeva del hemisferio occidental», ese fue el
estímulo material por ser parte de la propaganda castrista. Sin ánimo de
anotar todos los despropósitos de estos artistas revolucionarios, entre
muchas acciones algunos firmaron cartas innombrables, o aplaudieron de manera
irrestricta la intransigencia revolucionaria del Partido, materializada
en persecución, encarcelamiento y tortura, otros ejercieron la violencia en
actos de repudio contra sus propios compañeros de labor, otros denunciaron las
desviaciones ideológicas de las personas que se movían en su radio de acción,
incluidos familiares y amigos íntimos, y otros cometieron todas las anteriores.
Por eso, y solo por eso, es mi
sentimiento de asombro y dudas -Benedetti hubiera dicho jodido y radiante-,
ante las denuncias de algunos de esos artistas que han militado hasta hace unos
días como voces de la propaganda castrista, quienes han firmado cartas
innombrables, han suscrito declaraciones en favor de la dictadura y han mirado
a otra parte cuando fusilaban a héroes de la República de Cuba o a simples ciudadanos. Me asombra
porque más de una vez muchos de ellos dijeron que no hablaban de política,
incluso, durante años yo he denunciado en este blog los desmanes del castrismo y
más de un amigo me aconsejó que no me metiera en política, que yo solo era
músico.
Por eso me asombra y me llena
de dudas que, después del 11 de julio, como tocados por unos polvos mágicos o por
el beso de un príncipe en sus mejillas, despertaran a la realidad cubana publicando
textos con redacciones improbables y aromas de dudosa autenticidad.
Sí, hay que sumar, pero sumar a los dispuestos a derrocar a la dictadura castrista, no a quienes están dispuestos a lavarle la cara con «críticas constructivas» y culpar al «imperialismo yanqui» y al «bloqueo» de los males que ha padecido Cuba y los cubanos durante más de sesenta años, no a quienes exculpen a la dictadura castrista. Por eso, parafreseando a Marcelo, repito: algo podrido hay Dinamarca... y gato encerrado en La Habana.