La expresentadora de la TV cubana Laritza Camacho, según los medios, envió carta a Díaz Canel
Laritza Camacho @Fuente externa |
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La expresentadora de la TV cubana Laritza Camacho, según los medios, envió carta a Díaz Canel
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Los estetas, en numerosos tratados, abordan el adjetivo, lo escudriñan y lo definen. Muchos son los enfoques que existen sobre lo bello como categoría estética en el arte clásico; sin embargo, todos se unen en el punto quizás más elemental: clásico es lo que no pasa de moda, es lo que gusta siempre, clásico es lo más depurado de la creación humana. Clásico es, a veces, el gusto de las élites.
Los estudiosos, partiendo de premisas formales y de estilo, se enfrascan en discusiones infinitas por definir qué es lo culto y qué lo popular. Hoy, algunos se inclinan por clasificar la música de acuerdo con su función práctica; así, lo clásico y lo popular no se excluyen. Si la música popular se define por su función social, por ser música para ser actuada, para ser bailada, para que el destinatario interactúe con ella, esa música popular y bailable puede convertirse también en música clásica, puede convertirse, por sus valores estéticos excepcionales, en música clásica popular. El disco «Billo’s caracas boys con sus cantantes Cheo García y Felipe Pirela», del sello Kubaney, es una de esas obras clásicas del género popular bailable.
Luís María Frómeta Pereyra, nació en Santo Domingo el 15 de noviembre de 1915, y desde muy joven comenzó a conocérsele como un músico excepcional. Integró la Santo Domingo Jazz Band y se desempeñó como fagotista de la Orquesta Sinfónica de Santo Domingo; fue, además, director de la Banda de Música del Cuerpo de Bomberos de la capital.
El 31 de diciembre de 1937, en el Roof Garden del Hotel Madrid, en Caracas, Venezuela, debutó Billo Frómeta con su orquesta, lo que fue el inicio de una larga carrera en la que cosechó innumerables éxitos. Como compositor escribió piezas de diversos géneros, en las que cantó de un modo estremecedor a sus más grandes amores: Quisqueya y Caracas.
Venezuela fue escenario de sus grandes éxitos, fue donde la banda gigante Billo’s Caracas Boys comenzó a dejar hondas huellas en la música americana. A este formato, integrado por saxofones, trompetas, trombones, bajo y batería, utilizado en Norteamérica para interpretar el jazz, se le habían sumado instrumentos de la percusión cubana. Benny Moré, allá por los primeros años de la década del cincuenta, probó la efectividad de una buena banda para tocar los ritmos caribeños. Billo, se unió a la larga lista de creadores que, a través de un formato foráneo, fue capaz de sonar como el alma latina.Cada una de las once piezas que aparecen en el registro «Billo’s Caracas Boys, con sus cantantes Cheo García y Felipe Pirela», es una joya de altísima calidad. Cada una de ellas es emblemática. El disco, contiene los principales géneros musicales del Caribe, contiene once joyas clásicas de la música popular bailable. La conga, el bolero, el danzón, el danzonete, el merengue, el cha-cha-cha, el mambo, el son -y hasta un paso doble para recordar la madre patria- están interpretados de manera impecable, con arreglos, tan bien concebidos, tan creativos y modernos que parecen hechos ayer, arreglos que tienen la vigencia de una pluma de gran talento.
Los textos son de lo mejor que se ha escuchado en la música bailable, todas las letras de las piezas están llenas del gracejo popular, de la imaginería del bailador, de la mejor poesía.
Para cantarte a ti puse al arpa
todas las cuerdas de oro
Para cantarte a ti mi garganta
recogió un ruiseñor
Para cantarte a ti mi caracas
he pedido al poeta
que le ponga a mi canto
toda su inspiración...
Así canta a Caracas Billo Frómeta; así, en ese altísimo vuelo poético está hecho el disco. Un registro que en el catálogo de Kubaney lleva el número 477-2 y que, en ese grande y exquisito tesoro musical de Mateo San Martín, es una joya entre las joyas. (Mundoclasico.com, 2 may. 2000 / Santo Domingo, [A]hora, 15 may. 2000) (Revisado para el Tren de Yaguaramas 2da. Época. 4 nov. 2024)
(*) Hace más de veinte años que, bajo el título «Clásicos populares en discos increíbles», publiqué una serie de reseñas de discos en diferentes medios de prensa de Santo Domingo, entonces había que comprar el fonograma; sin embargo, hoy solamente es necesario tener la app Spotify, o YouTube, es por eso que me animé a subirlos a Facebook y a mi blog, algunos con la Playlist del álbum original y otros en YouTube, como en el caso de esta disco de Billo Frómeta que aún no aparece en Spotify.
Clásicos populares en discos increíbles (*)
Roberto Sánchez Ferrer (La Habana, 1927), era en 1958 director Musical del canal 2 de la TV cubana. Por entonces ya sus cualidades como arreglista y director de orquesta lo señalaban como uno de los jóvenes músicos más prominentes de su generación. Al frente de una orquesta de más de cincuenta músicos interpretaba, en la naciente televisión de la mayor de las Antillas, obras del repertorio popular en versiones de gran complejidad y belleza.
En ese mismo año Mateo San Martín (La Habana, 1930-Miami 2014) tuvo la feliz idea de producir algunos discos con buena parte del repertorio de aquella magnífica orquesta dirigida por Sánchez Ferrer y fue entonces que aparecieron los fonogramas «La música de Osvaldo Farrés», «Alegría pascual», «Esther Borja» y «Fantasía cubana», este último disco resulta ser una verdadera joya de la discografía cubana, una pieza que contiene títulos imprescindibles en el catálogo de la música popular americana y que nos llega ahora en una presentación del sello Kubaney.
Pero, además, los integrantes de la orquesta que se presenta en este fonograma y quienes interpretaron las diez piezas preciosas que contiene, fueron renombrados músicos que integraron la Orquesta Filarmónica de La Habana y agrupaciones bailables de primera línea por aquellos años. Artistas criollos y de otras latitudes, dejaron su impronta en los surcos de este disco increíble, una pieza que ahora, gracias a las modernas tecnologías, nos llega renovado.
Entre ellos, podemos escuchar al violinista Alexander Prilutchi, quien brilló en el puesto de Concertino de la Filarmónica, institución con la que interpretó además grandes obras del repertorio concertante, bajo la dirección de maestros de la altura de Frieder Weissmann, Erich Kleiber y Massimo Freccia. Un músico de esta envergadura es el Concertino de esta orquesta que dirige Roberto Sánchez Ferrer, es Alexander Priluchi quien interpreta los solos de María la O (C-1), Almendra (C-4), Que rico Mambo (C-5) y Panamá (C-7)
Está también en este disco increíble José Antonio Fajardo (1919-2001) flautista, compositor y director quien integró, entre otras, las orquestas de Neno González, Paulina Álvarez, Arcaño y sus Maravillas, Antonio María Romeu y quien fuera creador de su propia orquesta, Fajardo y sus Estrellas. Es este el solista que escuchamos en Son de la loma (C-2) y La engañadora (C-3).
Las maderas de la Orquesta Filarmónica de La Habana gozaron siempre de altísimo prestigio y aún ruedan leyendas en Cuba que dan cuenta de la admiración que sintieron renombrados músicos al escucharlas. En La bayamesa (C-8), Roberto Sánchez Ferrer escribió el dúo de Sindo Garay para las voces del oboe y el corno inglés, que son interpretados por Duane Voth y Onofre Servera respectivamente. En Amorosa guajira (C-6) aparece el virtuoso clarinetista Juan Jorge Junco, y en No puedo ser feliz (C-9) el solo está adjudicado al fagotista Louis Salomons.
También, los cornos de la Filarmónica alcanzaron muy alto nivel técnico y artístico para su época, y he aquí que podemos escuchar al legendario Maestro Fernando Bencomo, en el solo de ¿Y tú qué has hecho? (C-10)
Integrada por músicos de gran solvencia, la orquesta de Roberto Sánchez Ferrer se presenta en esta «Fantasía cubana» como un testimonio del alto nivel que había alcanzado ya, en los últimos años de la década del 50, la producción musical en la mayor de las Antillas. En este disco increíble tenemos un documento de gran valor histórico, un testimonio que nos da a conocer, de primera mano, los derroteros de la música popular cubana y de cómo los géneros bailables pudieron estilizarse y llegar a producciones de muy alta elaboración instrumental. (Santo Domingo, [A]hora, 30 jul. 2001) (Revisado para el Tren de Yaguaramas 2da. Época 4 nov. 2024)
(*) Hace más de veinte años que, bajo el título «Clásicos populares en discos increíbles», publiqué una serie de reseñas de discos en diferentes medios de prensa de Santo Domingo, entonces había que comprar el fonograma; sin embargo, hoy solamente es necesario tener la app Spotify, o YouTube, es por eso que me animé a subirlos nuevamente al Tren, algunos con la Playlist del álbum original y otros en YouTube, como en el caso de esta «Fantasía Cubana» que aún no aparece en Spotify.
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Clásicos
populares en discos increíbles (*)
Para esta
gira, se sumó una voz que ya comenzaba a destacarse en el ambiente musical
cubano: Maximiliano Bartolomé Moré.
Fueron estas, unas de las primeras apariciones discográficas de quien se
convirtió, en la década del cincuenta, en el legendario Benny Moré, conocido en la historia de la música popular cubana
como El Bárbaro del Ritmo.
Fue a partir
de este viaje, que Benny comenzó
una vertiginosa carrera, que lo llevó a lo más alto de la popularidad. Su
excepcional talento y su incomparable voz le permitieron crear una obra
perdurable, una obra que está en el acervo musical americano. Este disco,
recoge ocho piezas que se originaron en los albores de esa monumental carrera.
Los otros nueve números fueron grabados entre 1946 y 1947, y constituyen, cada
uno de ellos, obras antológicas. Son,
obras indispensables en el repertorio sonero.
En este fonograma, podemos disfrutar de un formato instrumental
que tomó del big band norteamericano
instrumentos como el piano, el contrabajo y las trompetas. El son, utilizó en principio un
instrumental de sonoridades íntimas; pero, al llegar a La Habana, rodeado de
orquestas trepidantes, que escandalizaban ritmos foráneos, debió aumentar su
caudal sonoro. El piano y los instrumentos de viento metal fueron tomados y
puestos en función de los ritmos autóctonos, en un formato que se denominó conjunto, donde la sonoridad del grupo
se abrió aún más y el son siguió
creciendo. (www.mundoclasico.com, 15 may. 2000 / Santo Domingo,
[A]hora, 29 may. 2000) (Revisado para el Tren de Yaguaramas 3 nov. 2024)
Para escuchar la Playlist del disco pincha aquí
(*) Hace más de veinte años que bajo el título «Clásicos populares en discos
increíbles», publiqué una serie de reseñas de discos en diferentes medios de prensa
de Santo Domingo, entonces había que comprar el disco; sin embargo, hoy
solamente hay que tener la app Spotify, es por eso que me animé a
subirlos nuevamente al Tren con la Playlist del álbum original, para que
mientras leas puedas ir escuchando cada una de las piezas.
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Clásicos populares en discos increíbles
«María Teresa Vera y Rafael Zequeira. El Legendario Dúo de la Trova Cubana». Grabaciones históricas 1916-1924. M.ª Teresa Vera, voz y guitarra; Rafael Zequeira, clave. Sello Tumbao Cuban Classics. Recopilación y producción, Jordi Pujol. TCD-090
De todas las
formas musicales que por diversas vías llegaron a Cuba procedentes de Europa,
la Contradanza y la Canción fueron las que adquirieron carta de ciudadanía en
la mayor de las Antillas. Llegadas a un ámbito en el cual toda música era
sometida a una dialéctica lujuriosa, la primera, derivó en contradanza
habanera, y de ahí en danzón y los géneros que de él se desprendieron; la
segunda, asumió el entorno criollo en sus textos y alcanzó mayor fluidez en sus
melodías, se entrelazó con los modos de hacer africanos y entonces se convirtió
en canción habanera, y en los diversos géneros de la canción cubana.
En las
postrimerías del siglo XIX, ya había en Cuba una gran hornada de cantores que
le cantaban a su tierra, utilizando recursos tomados de la ópera italiana, la
romanza francesa y la Canción napolitana, cantores que guitarra en ristre
deambulaban cantando canciones propias y ajenas. Había surgido el género de la
Canción trovadoresca, y las melodías, cantadas a dos voces por terceras y
sextas, eran acompañadas por guitarras y clave fundamentalmente.
Entre aquellos
cantores, que se conocieron como trovadores quizás por su similitud con quienes
al sur de Francia contaban las historias acompañados de algún instrumento en el
medioevo, en 1911, apareció en el Teatro Politeama de La Habana, María Teresa Vera,
una jovencita de 16 años, quien había llegado de Guanajay, una localidad
cercana a la capital cubana. A partir de aquella presentación su carrera se
expandió enormemente y su voz viajó en discos por todo el orbe.
La Victor, que se había instalado en La Habana desde 1906, contrató al dúo de María Teresa y Rafael Zequeira y hasta 1924 les grabó 193 números. De ese arsenal inmenso, el sello Tumbao Cuban Classics nos ofrece en este disco increíble una antología sustancial para el conocimiento de la canción trovadoresca cubana, un documento que nos muestra el quehacer musical cubano durante las primeras décadas del siglo XX, en lo que a canción popular se refiere, y su vínculo con los géneros bailables. Ahí están el bolero, la clave, la canción, y la criolla como exponentes antológicos de los géneros que integran la Canción cubana, y están también la picaresca en los textos, y los esquemas rítmicos de la rumba, los textos amatorios en ritmo de bambuco, el son, la clave y la guaracha. Están contenidas en este disco, veinte piezas indispensables en la discografía de la música cubana. (Santo Domingo, [A]hora, 13 ene. 2003) (Revisado para el Tren de Yaguaramas 2da. Época 3 nov. 2024)
Para escuchar la Playlist del disco pincha aquí
(*) Hace más de veinte años que bajo el título «Clásicos populares en discos increíbles», publiqué una serie de reseñas de discos en diferentes medios de prensa en Santo Domingo, entonces había que comprar el disco; sin embargo, hoy solamente hay que tener la app Spotify, es por eso que me he animado a subirlos nuevamente al Tren con la Playlist del álbum original, para que mientras leas puedas ir escuchando cada una de las piezas.
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Por Roberto Sotolongo
Es lo que se vive en Cienfuegos hoy y en buena parte del
país. Por ello es que utilizo calificativos o adjetivos tales como «plaga
maldita», «mugre», «suciedad», «mar de pringue», «porquería». «cochambre», «peste»,
«inmundicia» y «caos».
Es
a los griegos a quienes le debemos la existencia de este vocablo, empleado comúnmente
para designar lo impredecible, lo indefinido, supuestamente anterior a la ordenación
del cosmos.
Al
respecto se han elaborado diversas cosmogonías, que parten de ver al mundo como
una generalidad amorfa, existente aun antes que los dioses y las fuerzas
elementales, llámense aire, tierra, agua, espacio o vacío.
No
pocos filósofos reflexionaron al respecto, como Tales de Mileto, Anaximandro (ápeiron),
Anaxímenes (aire), Jenófanes (tierra y agua), etc., etc. Más cercanos a
nosotros tenemos a Friedrich Nietzsche, quien habló sobre la distinción entre
el espíritu apolíneo y el espíritu dionisíaco, aseverando que el espíritu
griego originario está conformado por un elemento dionisíaco que concibe el
carácter caótico de la existencia y por un elemento apolíneo, responsable de la
creación de un mundo de formas límpidas. Para él la filosofía constituye la
visión de la lucha entre estos dos opuestos. ¿De qué parte se sitúa Nietzsche?:
de parte de la concepción trágica, caótica del mundo. Por ello arremetió contra
la visión ascética de sacrificio y renuncia del cristianismo.
Volviendo
a las teogonías, es con Ovidio con quien el caos empieza a verse como una «confusión
elemental». Partiendo de aquí el criterio filológico sobre el caos presenta a
este como la hendidura situada entre el cielo y la tierra.
Otras
teogonías posteriores (la del huevo órfico, de la oscuridad, etc., etc.) han
engordado a partir de la de Hesíodo y de «La Metamorfosis» de Ovidio. Tengamos
presente que para el poeta latino el caos significa un bulto sin vida, una masa
cruda y no digerible, informe, sin bordes. Justamente tomando como referencia
este criterio es que se ha llegado hasta la presente concepción de «completo
desorden».
Es
precisamente asumiendo esta visión que empleo el término caos en el texto «La
mugre que nos invade» recientemente compartido. En cualquier diccionario que
revisemos aparece, entre otras, la acepción a la que me refiero. En el Pequeño
Larousse Ilustrado se califica el caos como desorden, confusión; así
también en el Diccionario
Ideológico, sólo que invirtiendo los significados: confusión, desorden.
Es
lo que se vive en Cienfuegos hoy y en buena parte del país. Por ello es que
utilizo calificativos o adjetivos tales como «plaga maldita», «mugre», «suciedad»,
«mar de pringue», «porquería». «cochambre», «peste», «inmundicia» y «caos».
Como habrá podido apreciar, mi mirada crítica hace alusión sólo a una zona de nuestra compleja realidad: el contexto exterior, físico de la vida cotidiana en una ciudad que se deteriora visiblemente. En otras esferas también existe el desorden, la confusión, y si no se le pone freno con urgencia llegará el momento en que presenciemos, como víctimas y victimarios el caos generalizado.
Otros
artículos de Roberto Sotolongo en este blog:
José
Martí: El asta contra el hacha.
La
reseña como parte de la crítica literaria.
Roberto Sotolongo (1956) |
Por Roberto Sotolongo
Un simple ciudadano sensibilizado con su entorno tiene toda la fuerza moral y el derecho para denunciar el caos; sobremanera cuando dirigentes y funcionarios del Gobierno y del Partido viven ajenos a esta agresiva realidad.
Un
peligro se cierne sobre Cienfuegos, cual plaga maldita: la invasión masiva de
la mugre. Lo que antes eran escasos oasis de suciedad, hoy es un mar de pringue
que amenaza con ahogarnos en el hedor y liquidar el paradigma que siempre
fuimos en cuanto a limpieza.
Poco
a poco, ante la vista indiferente, ocupada o ensimismada de todos, la porquería
ha ido ganando terreno, indetenible: aguas albañales convertidas en patronas de
varias calles; basureros perpetuados en el tiempo; escombros que se sueldan
lentamente a las superficies sobre las que fueron echados; las heces de
animales y humanos visibles por doquier; los jardines de los parques (el de
Villuendas, por ejemplo), enyerbados, saturados de basura y sin la atención de
un vergelero; filtraciones, salideros de agua potable; insectos, roedores y
animales callejeros, felices por la libertad con que viven, etc., etc., etc.
Tres
ejemplos señalo que confirman la irrupción de la cochambre: el bulevar, con una
sed de agua que nadie aplaca; los portales que dan al Prado, menos maltratados,
pero igual de sucios (v. gr. el que está al pie de lo que fuera la sede de la Dirección
Municipal de la UJC); y el llamado Panteón de Gil, abandonado a su suerte,
asediado por enemigos tan vulnerables como desechos y hierbas, a 131 años de la
muerte del corajudo mambí.
No
hay que ser periodista, ni escritor, ni urbanista para observar y alertar sobre
la peste que se nos echa encima. Un simple ciudadano sensibilizado con su
entorno tiene toda la fuerza moral y el derecho para denunciar el caos;
sobremanera cuando dirigentes y funcionarios del Gobierno y del Partido viven
ajenos a esta agresiva realidad.
Y
no es Cienfuegos una excepción: Cuba entera es un descomunal muladar.
Alguien dijo alguna vez que Cienfuegos es una ciudad que encanta; sin embargo, si no se ataja la embestida de la inmundicia, habrá que decir que la nuestra es una ciudad que desencanta y espanta.
Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:
José
Martí: El asta contra el hacha.
La
reseña como parte de la crítica literaria.
Roberto Sotolongo (1956) |
Roberto
Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la
Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la
Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa.
En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha
publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural
Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.
La expresentadora de la TV cubana Laritza Camacho, según los medios, envió carta a Díaz Canel Laritza Camacho @Fuente externa Según CubitaNo...