El pasado 9 de octubre, la Orquesta Sinfónica Nacional se presentó en el Auditorio del Palacio de Bellas Artes, en Santo Domingo, bajo la conducción del Director Invitado José Antonio Molina. El programa estuvo conformado por la obertura Yaya, de Molina; A la caída de la tarde, de José Dolores Cerón y Tres imágenes folklóricas, de Papa Molina.
Como parte del evento de reinauguración del Palacio de Bellas Artes, la institución cultural más antigua del país, la OSN, interpretó tres obras de gran relevancia en el repertorio dominicano. Piezas representativas de un estilo que se conformó a lo largo de la pasada centuria y adquirió rasgos muy bien definidos. Entre otros, el uso de formas musicales cortas, de temas populares o folklóricos sin grandes elaboraciones, armonías tonales, y orquestaciones sinfónicas en las que a veces participan instrumentos propios de la música bailable; entre otros, el saxofón, la tambora y la güira.
Conocedor de ese estilo dominicano, el señor José Antonio Molina, desde el podio insufló a las piezas toda la musicalidad que ellas contienen, realzó con gran imaginación la belleza de sus argumentos simples, o mejor aun consiguió demostrar la grandeza que encierran la sencillez de esas partituras y descubrió la conmoción que puede causar la apropiada lectura de los tempos y los matices, el control preciso del sabor popular y su recreación en la estética de la música sinfónica.
La jornada que cubrió la OSN en tan magno evento resultó grata para todos, incluso cuando algunos de los músicos no tuvieron espacio para realizar su trabajo dentro del escenario, las condiciones acústicas mantuvieran la precariedad de los viejos tiempos, y la costosa restauración no sirviera para darle domicilio a la institución cultural más antigua del país.
Como parte del evento de reinauguración del Palacio de Bellas Artes, la institución cultural más antigua del país, la OSN, interpretó tres obras de gran relevancia en el repertorio dominicano. Piezas representativas de un estilo que se conformó a lo largo de la pasada centuria y adquirió rasgos muy bien definidos. Entre otros, el uso de formas musicales cortas, de temas populares o folklóricos sin grandes elaboraciones, armonías tonales, y orquestaciones sinfónicas en las que a veces participan instrumentos propios de la música bailable; entre otros, el saxofón, la tambora y la güira.
Conocedor de ese estilo dominicano, el señor José Antonio Molina, desde el podio insufló a las piezas toda la musicalidad que ellas contienen, realzó con gran imaginación la belleza de sus argumentos simples, o mejor aun consiguió demostrar la grandeza que encierran la sencillez de esas partituras y descubrió la conmoción que puede causar la apropiada lectura de los tempos y los matices, el control preciso del sabor popular y su recreación en la estética de la música sinfónica.
La jornada que cubrió la OSN en tan magno evento resultó grata para todos, incluso cuando algunos de los músicos no tuvieron espacio para realizar su trabajo dentro del escenario, las condiciones acústicas mantuvieran la precariedad de los viejos tiempos, y la costosa restauración no sirviera para darle domicilio a la institución cultural más antigua del país.