viernes, 23 de marzo de 2012

ORA PRO BRUTUS

Los cambios en Cuba

Entonces faltarían unos cien metros para que todo terminara, y el rucio, como si flotara, sacaba más de un cuerpo por delante de todos. El jockey azuzaba al animal y en su rostro se amplificaba la euforia, las gradas retumbaban, se conmocionaban… el milagro se iba haciendo.

El ludópatar blasfemaba contra el animal en el hipódromo, lo maldecía con su amplio repertorio desde las gradas, y el cura, a su lado, lo miraba. La bestia no parecía reaccionar en su carrera, y colocado más de dos cuerpos por detrás del posible ganador, provocaba que el rostro enrojecido del tahúr convulsionara de rabia.

Salivaba mientras gritaba improperios al caballo; entonces el padre, con la tranquilidad de los buenos, como si flotara, le dijo al oído:

-Hijo, ¿por qué blasfemas de ese modo? La infeliz bestia no tiene idea, déjalo en manos de Dios.

-Padre –respondió el jugador como picado por un bicho-, usted no sabe lo que es esto.

-Claro hijo mío, Dios lo puede todo.

-Entonces padre –respondió el hombre desafiante- hágase cargo, quiero ver si usted consigue que ese penco de mierda gane esta carrera.

El cura extendió su mano izquierda como queriendo acallar al blasfemo, elevó su diestra al cielo y comenzó una larga plegaria. Susurraba, invocaba, miraba al infinito azul, balbuceaba como si flotara. Y oh milagro del Universo, la bestia comenzó a avanzar, iba de menos a más, adelantaba en la curva final, y ante el graderío incrédulo se puso a la cabeza del tropel.

Entonces faltarían unos cien metros para que todo terminara, y el rucio, como si flotara, sacaba más de un cuerpo por delante de todos. El jockey azuzaba al animal y en su rostro se amplificaba la euforia, las gradas retumbaban, se conmocionaban… el milagro se iba haciendo.

Entonces el hombre le dijo al cura en una ráfaga.

-Padre ahora déjemelo a mí… déjemelo a mí-. Y entre blasfemias irrepetibles ganó Brutus la carrera.

PE.: Cualquier similitud entre los eventos y los personajes de esta historia con los de la vida real no es pura casualidad.

miércoles, 7 de marzo de 2012

EL PERIODISMO QUE NO PUEDE


La carta que publico a continuación se la envié a una dama que ejerce el periodismo en un país de Latinoamérica, y fue el resultado de un intercambio de opiniones en un foro, en uno de esos en los que uno cae sin saber cómo, donde el centro era un artículo publicado en un blog hecho en Cuba. Sin saber cómo tampoco, hicimos un aparte e intercambiamos algunos mensajes personales, lo que dio como resultado la invitación que aparece en la carta, pero al cabo de tantos días de no recibir respuesta, entiendo que ya no la recibiré, es por eso que la pongo a disposición de los lectores de El Tren de Yaguaramas, al que seguramente subirán pasajeros que la sabrán disfrutar, y de quienes quizás reciba contestaciones.

Santo Domingo, R. D.
27 de febrero de 2012

Sra. X
Su correo-e

Distinguida Señora:
Como ayer en realidad me fue bien difícil simultanear sus mensajes con Rigoletto –como le mencioné estaba viendo una puesta en escena con el gran barítono Leo Nucci-, entiendo que dada su tolerancia vale la pena que sea más sintético, por lo que trataré de enunciarle brevemente por qué digo que en Cuba no hay libertad de expresión en la prensa oficial:

En la isla, desde 1959, el único que sabe lo que todos tienen que hacer es él, el único que dice dónde, cómo y por qué se dicen y hacen las cosas es él, el único poseedor de todas las respuestas a todas las preguntas es él, el único hombre libre que ha vivido en la isla desde 1959 ha sido él, incluso cuando su salud física y mental se van despidiendo su sombra sobrevuela todos los recovecos de la isla, todas las sintaxis oficiales, todo lo que se publica en los medios oficiales de la isla.

Por suerte, y es algo que mencionan oficialmente solo para denostarlo, la tecnología abrió un espacio para la libertad de expresión, para un periodismo independiente que, reprimido con violencia, bloqueado con firmeza para que no llegue a los ciudadanos de la isla, es una realidad.

Él siempre lo ha sabido todo, los tipos como él siempre lo saben o perecen. Supo siempre quitarse del medio a todos aquellos que por hache o por be, le contradijeron en algo, o a quienes fueron capaces de descubrir tempranamente sus secretas intenciones. Nadie puede explicar su conducta como él, nadie podrá hacerlo porque entre sus palabras, sus acciones y la realidad hay desacomodo. Nunca sus palabras dan con la lógica y la razón al mismo tiempo, así que la realidad circundante y las acciones que provocan sus discursos son una amalgama de lógica irracional.

Es por eso que cuando se nos embutió el marxismo, como única filosofía en el currículo de todas las escuelas, los maestros debían ser espadas para tratar de llenar esos trechos entre la letra de los clásicos, el accionar del líder supremo y la realidad objetiva -históricamente los primeros alarmados, saqueados y esquilmados fueron los viejos comunistas-. Tanta era la dicotomía entonces, que se convirtió en ciencia ficción, y poco después, cuando los próceres del este se les fueron abajo con muro y todo, ya los clásicos no cupieron en el pensum de ninguna escuela, la filosofía de Marx, Engels y Lenin caducó definitivamente, por lo que él supo, muy atinadamente, colocar su pensamiento en el lugar de aquellos, sepultó el marxismo-leninismo y dio paso a su doctrina sin ambages, entonces sus arengas pasaron de la tribuna a los salones de clase, ya no como círculos de estudio, sino como contenido curricular. Dígame usted señora X, que barbaridad debe parecerle eso cuando en su país está prohibido que aparezcan en los libros escolares fotos de políticos de la actualidad.

Ah, y si usted está entre quienes creen en la respuesta oficial programada que reza: “En el capitalismo los periódicos dicen lo que quiere el dueño”, debo alertarle que ese es otro ardid para confundir, pues como es evidente existen miles de periódicos alrededor del mundo y todos los periódicos tienen muchísimos dueños, y cada uno de esos dueños tiene intereses diferentes. Como podrá ver, incluso creyendo la respuesta oficial, si usted se remite a la respuesta incontestable que la realidad le ofrece, se dará cuenta perfectamente que en la isla no hay libertad de expresión.

Los cubanos tenemos también el derecho de estar en contra y expresarlo libremente, tenemos el derecho a expresarnos con libertad y denunciar que en nuestro país existe una dictadura de más de medio siglo, que cual monarquía pasa el poder de un hermano a otro. Los cubanos, igual que todos los ciudadanos del mundo, tenemos derecho a exigir que en nuestro país se respeten los derechos humanos, los que se violan por el simple y claro hecho de que el estado de derecho se sintetiza en un axioma: Lo que no es de obligatorio cumplimiento está prohibido.

De la imposibilidad de cumplir al pie de la letra con este principio no escrito nace la corrupción, que es el modo elemental en que viven los cubanos desde hace más de medio siglo. Los cubanos tenemos el derecho a estar en contra, pero ese derecho se nos conculca desde el momento en que la oposición política está prohibida y la palabra “contrarrevolucionario” es una figura jurídica criminal.

No puede existir libertad en un país en el que se criminalizan los derechos, no puede existir la libertad de prensa oficial en un país en el que un dictador, para permanecer de manera vitalicia en el poder, tiene que atarles las manos y la mente a los ciudadanos.

Por otra parte, el hecho de que ese dictador utilice todos los medios de su país, para oponerse enérgicamente a los desmanes que en otras partes del mundo se comenten, por el “imperialismo yanqui” o por Masantín el Torero, no le quita el derecho a los cubanos a obtener esa misma libertad y bienestar.

No le deben nada los dominicanos al dictador de Cuba por haberles enviado, con el dinero y la sangre de los cubanos, una expedición con la intención de derrocar al otro dictador, Leónidas Trujillo, no le deben nada los países latinoamericanos que recibieron decenas de terroristas -entonces llamados guerrilleros-, para hacer la utópica revolución continental y erradicar los males de este mundo.

La libertad de los cubanos es una cosa tan defendible como la de cualquier región del mundo. Y ya que usted anotó algunas de sus experiencias personales en Cuba, me atrevo a anotarle que esas miserias: colas para alimentos, trabajos agrícolas, pobreza generalizada, son aun, en pleno siglo XXI, la miseria de millones de cubanos, no ya de unas minorías como las que con todo derecho debemos accionar para que mejoren sus calidades de vida.

No existe ni puede existir libertad de prensa en Cuba, porque es mucho lo que se debe ocultar de los ojos del mundo. Ah, porque además existe un doble discurso, uno para los nacionales y otro para los extranjeros como el blog que originó este intercambio de mensajes, es bien conocido el mercado para unos y para otros, las monedas diferentes en los mercados, y el periódico internacional que no es el mismo que se reparte en los estanquillos de la isla.

Lo que constituye la causa suprema de que en Cuba no exista libertad de prensa está en la raíz misma del régimen: dictatorial y vitalicio.

Y he aquí otra arista preciosa del tema: Vitalicio. No todos los dictadores americanos tuvieron la osadía de pensarse en el poder de por vida, todos fueron a por los dineros y los poderes y cuando la cosa se puso fea, porque fueron incapaces de desbrozar todos los espacios de libertad -espacios que contemplaba la Constitución cubana de 1940, el derecho constitucional de estar en contra y que Fidel Castro demolió-, se fueron, como lo hicieron Gerardo Machado y Fulgencio Batista en Cuba; Hugo Banzer, en Bolivia; Stroessner, en Paraguay; Pinochet, en Chile; Videla, en Argentina, y guardando las distancias, los 70 años del PRI en México.

Los cubanos tenemos el mismo derecho a hacer en nuestro país lo que hace cualquier periodista en su país, incluidos tomar los riesgos que usted menciona, porque decir lo que muchos no quieren escuchar es de por sí un riesgo. Los cubanos tenemos el derecho a hacer en nuestro país lo que hemos tenido que hacer en otros. Millones de cubanos andamos dispersos por el mundo y no es por nuestra culpa, es a pesar de nuestros deseos, pero una vida digna no se consigue en Cuba, ni siquiera accediendo a los más altos cargos del Partido.

Ese es, a grandes rasgos, mi criterio, y lo digo sin una pizca de enojo, quizás con miedo porque sé de lo que son capaces los llamados “revolucionarios”, lo han demostrado fehacientemente, pero es un temor que siempre he sabido controlar, algo que también aprendí en las filas del Partido.

X, quienes se oponen en Cuba a la política oficial son constantemente asediados en sus hogares con los llamados actos de repudio, práctica medieval incentivada desde las cumbres del Comité Central del Partido y armada con las tácticas represivas de la Seguridad del Estado.

Si el mundo se asombra por la represión contra los indignados, debería mirar también la violencia que se practica en Cuba contra los que dentro de sus casas se reúnen para hablar, porque sitiados no se les permite siquiera reunirse en un lugar público.

Luchar contra los desmanes de Obama es fácil, hasta en el propio Congreso despotrican contra él. Claro, también lo podrá hacer en un periódico oficial cubano, usted podrá escribir sobre los males del gobierno de Obama en el Granma, pero no podrá decir una sola palabra a favor de la oposición cubana, en la que ya militan muchos más que dos.

Y para resumir resumir: Los cubanos queremos hacer en nuestro país, lo que usted hace en el suyo, nada más.

Un saludo cordial y espero que haya tenido paciencia para leer esto, y después de eso pueda yo contar con su amistad.

Antonio Gómez Sotolongo.

PE.: Como veo que Ud., tiene un blog y creo que un programa de radio, le propongo un intercambio de tolerancias: Usted publica esta respuesta mía en su blog y yo publicaré la suya en el mío. No es un reto, no es una competencia, es un ejercicio de tolerancia y respeto por la libertad de expresión. Pero además, como mi blog no se lee en Cuba por razones obvias, trate de que ambos se publiquen como comentarios al pie, en el blog del artículo “El periodismo que no llega”, que originó todo este intercambio de opiniones, mismo que usted defendió de manera militante ante mis comentarios adversos. ¿Qué le parece? 

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