La
carta que publico a continuación se la envié a una dama que ejerce el
periodismo en un país de Latinoamérica, y fue el resultado de un intercambio de
opiniones en un foro, en uno de esos en los que uno cae sin saber cómo, donde
el centro era un artículo publicado en un blog hecho en Cuba. Sin saber cómo
tampoco, hicimos un aparte e intercambiamos algunos mensajes personales, lo que
dio como resultado la invitación que aparece en la carta, pero al cabo de tantos
días de no recibir respuesta, entiendo que ya no la recibiré, es por eso que la
pongo a disposición de los lectores de El Tren de Yaguaramas, al que seguramente
subirán pasajeros que la sabrán disfrutar, y de quienes quizás reciba contestaciones.
Santo
Domingo, R. D.
27
de febrero de 2012
Sra.
X
Su
correo-e
Distinguida Señora:
Como
ayer en realidad me fue bien difícil simultanear sus mensajes con Rigoletto
–como le mencioné estaba viendo una puesta en escena con el gran barítono Leo
Nucci-, entiendo que dada su tolerancia vale la pena que sea más sintético, por
lo que trataré de enunciarle brevemente por qué digo que en Cuba no hay
libertad de expresión en la prensa oficial:
En la isla, desde 1959, el
único que sabe lo que todos tienen que hacer es él, el único que dice dónde,
cómo y por qué se dicen y hacen las cosas es él, el único poseedor de todas las
respuestas a todas las preguntas es él, el único hombre libre que ha vivido en
la isla desde 1959 ha sido él, incluso cuando su salud física y mental se van
despidiendo su sombra sobrevuela todos los recovecos de la isla, todas las
sintaxis oficiales, todo lo que se publica en los medios oficiales de la isla.
Por suerte, y es algo que
mencionan oficialmente solo para denostarlo, la tecnología abrió un espacio
para la libertad de expresión, para un periodismo independiente que, reprimido
con violencia, bloqueado con firmeza para que no llegue a los ciudadanos de la
isla, es una realidad.
Él siempre lo ha sabido todo,
los tipos como él siempre lo saben o perecen. Supo siempre quitarse del medio a
todos aquellos que por hache o por be, le contradijeron en algo, o a
quienes fueron capaces de descubrir tempranamente sus secretas intenciones.
Nadie puede explicar su conducta como él, nadie podrá hacerlo porque entre sus
palabras, sus acciones y la realidad hay desacomodo. Nunca sus palabras dan con
la lógica y la razón al mismo tiempo, así que la realidad circundante y las
acciones que provocan sus discursos son una amalgama de lógica irracional.
Es por eso que cuando se nos
embutió el marxismo, como única filosofía en el currículo de todas las
escuelas, los maestros debían ser espadas para tratar de llenar esos trechos
entre la letra de los clásicos, el accionar del líder supremo y la realidad
objetiva -históricamente los primeros alarmados, saqueados y esquilmados fueron
los viejos comunistas-. Tanta era la dicotomía entonces, que se convirtió en
ciencia ficción, y poco después, cuando los próceres del este se les fueron
abajo con muro y todo, ya los clásicos no cupieron en el pensum de ninguna
escuela, la filosofía de Marx, Engels y Lenin caducó definitivamente, por lo
que él supo, muy atinadamente, colocar su pensamiento en el lugar de aquellos,
sepultó el marxismo-leninismo y dio paso a su doctrina sin ambages, entonces
sus arengas pasaron de la tribuna a los salones de clase, ya no como círculos
de estudio, sino como contenido curricular. Dígame usted señora X, que
barbaridad debe parecerle eso cuando en su país está prohibido que aparezcan en
los libros escolares fotos de políticos de la actualidad.
Ah, y si usted está entre quienes
creen en la respuesta oficial programada que reza: “En el capitalismo los
periódicos dicen lo que quiere el dueño”, debo alertarle que ese es otro ardid
para confundir, pues como es evidente existen miles de periódicos alrededor del
mundo y todos los periódicos tienen muchísimos dueños, y cada uno de esos
dueños tiene intereses diferentes. Como podrá ver, incluso creyendo la
respuesta oficial, si usted se remite a la respuesta incontestable que la realidad
le ofrece, se dará cuenta perfectamente que en la isla no hay libertad de
expresión.
Los cubanos tenemos también
el derecho de estar en contra y expresarlo libremente, tenemos el derecho a
expresarnos con libertad y denunciar que en nuestro país existe una dictadura
de más de medio siglo, que cual monarquía pasa el poder de un hermano a otro.
Los cubanos, igual que todos los ciudadanos del mundo, tenemos derecho a exigir
que en nuestro país se respeten los derechos humanos, los que se violan por el
simple y claro hecho de que el estado de derecho se sintetiza en un axioma: Lo
que no es de obligatorio cumplimiento está prohibido.
De la imposibilidad de
cumplir al pie de la letra con este principio no escrito nace la corrupción,
que es el modo elemental en que viven los cubanos desde hace más de medio
siglo. Los cubanos tenemos el derecho a estar en contra, pero ese derecho se
nos conculca desde el momento en que la oposición política está prohibida y la
palabra “contrarrevolucionario” es una figura jurídica criminal.
No puede existir libertad en
un país en el que se criminalizan los derechos, no puede existir la libertad de
prensa oficial en un país en el que un dictador, para permanecer de manera
vitalicia en el poder, tiene que atarles las manos y la mente a los ciudadanos.
Por otra parte, el hecho de
que ese dictador utilice todos los medios de su país, para oponerse
enérgicamente a los desmanes que en otras partes del mundo se comenten, por el
“imperialismo yanqui” o por Masantín el Torero, no le quita el derecho a los
cubanos a obtener esa misma libertad y bienestar.
No le deben nada los
dominicanos al dictador de Cuba por haberles enviado, con el dinero y la sangre
de los cubanos, una expedición con la intención de derrocar al otro dictador,
Leónidas Trujillo, no le deben nada los países latinoamericanos que recibieron
decenas de terroristas -entonces llamados guerrilleros-, para hacer la utópica
revolución continental y erradicar los males de este mundo.
La libertad de los cubanos
es una cosa tan defendible como la de cualquier región del mundo. Y ya que
usted anotó algunas de sus experiencias personales en Cuba, me atrevo a
anotarle que esas miserias: colas para alimentos, trabajos agrícolas, pobreza
generalizada, son aun, en pleno siglo XXI, la miseria de millones de cubanos,
no ya de unas minorías como las que con todo derecho debemos accionar para que
mejoren sus calidades de vida.
No existe ni puede existir
libertad de prensa en Cuba, porque es mucho lo que se debe ocultar de los ojos
del mundo. Ah, porque además existe un doble discurso, uno para los nacionales
y otro para los extranjeros como el blog
que originó este intercambio de mensajes, es bien conocido el mercado para unos
y para otros, las monedas diferentes en los mercados, y el periódico
internacional que no es el mismo que se reparte en los estanquillos de la isla.
Lo que constituye la causa
suprema de que en Cuba no exista libertad de prensa está en la raíz misma del
régimen: dictatorial y vitalicio.
Y he aquí otra arista
preciosa del tema: Vitalicio. No todos los dictadores americanos tuvieron la
osadía de pensarse en el poder de por vida, todos fueron a por los dineros y
los poderes y cuando la cosa se puso fea, porque fueron incapaces de desbrozar
todos los espacios de libertad -espacios que contemplaba la Constitución cubana
de 1940, el derecho constitucional de estar en contra y que Fidel Castro demolió-,
se fueron, como lo hicieron Gerardo Machado y Fulgencio Batista en Cuba; Hugo
Banzer, en Bolivia; Stroessner, en Paraguay; Pinochet, en Chile; Videla, en
Argentina, y guardando las distancias, los 70 años del PRI en México.
Los cubanos tenemos el mismo
derecho a hacer en nuestro país lo que hace cualquier periodista en su país,
incluidos tomar los riesgos que usted menciona, porque decir lo que muchos no
quieren escuchar es de por sí un riesgo. Los cubanos tenemos el derecho a hacer
en nuestro país lo que hemos tenido que hacer en otros. Millones de cubanos
andamos dispersos por el mundo y no es por nuestra culpa, es a pesar de
nuestros deseos, pero una vida digna no se consigue en Cuba, ni siquiera
accediendo a los más altos cargos del Partido.
Ese es, a grandes rasgos, mi
criterio, y lo digo sin una pizca de enojo, quizás con miedo porque sé de lo
que son capaces los llamados “revolucionarios”, lo han demostrado
fehacientemente, pero es un temor que siempre he sabido controlar, algo que
también aprendí en las filas del Partido.
X, quienes se oponen
en Cuba a la política oficial son constantemente asediados en sus hogares con
los llamados actos de repudio, práctica medieval incentivada desde las cumbres
del Comité Central del Partido y armada con las tácticas represivas de la
Seguridad del Estado.
Si el mundo se asombra por
la represión contra los indignados, debería mirar también la violencia que se
practica en Cuba contra los que dentro de sus casas se reúnen para hablar,
porque sitiados no se les permite siquiera reunirse en un lugar público.
Luchar contra los desmanes
de Obama es fácil, hasta en el propio Congreso despotrican contra él. Claro,
también lo podrá hacer en un periódico oficial cubano, usted podrá escribir
sobre los males del gobierno de Obama en el Granma, pero no podrá decir una
sola palabra a favor de la oposición cubana, en la que ya militan muchos más
que dos.
Y para resumir resumir: Los
cubanos queremos hacer en nuestro país, lo que usted hace en el suyo, nada más.
Un saludo cordial y espero
que haya tenido paciencia para leer esto, y después de eso pueda yo contar con
su amistad.
Antonio Gómez Sotolongo.
PE.: Como veo que Ud., tiene
un blog y creo que un programa de radio, le propongo un intercambio de
tolerancias: Usted publica esta respuesta mía en su blog y yo publicaré la suya
en el mío. No es un reto, no es una competencia, es un ejercicio de tolerancia
y respeto por la libertad de expresión. Pero además, como mi blog no se lee en Cuba
por razones obvias, trate de que ambos se publiquen como comentarios al pie, en
el blog del artículo “El
periodismo que no llega”, que originó todo este intercambio de opiniones,
mismo que usted defendió de manera militante ante mis comentarios adversos. ¿Qué
le parece?