He recibido esta carta con la solicitud de que la publique y así lo hago. Hubiera querido utilizar las firmas del destinatario y del remitente, pero este último no lo quiso así... él tendrá sus razones y yo las respeto. Ahí queda.
París, Francia.
14 de Brumario
Sr. X. Nunez
Ref.: El hombre nuevo, el
palito de la eñe y el capitalismo.
C. C.: A todo aquel que le
sirva el sayo.
Distinguido señor:
Según sus dichos puedo
entender, que cuando a usted le estaban convirtiendo en gringo y se empeñaban
en suprimirle el palito a la eñe, y el acento de la u en su apellido, a mí
trataban de convertirme en “El Hombre Nuevo”. Ya desde entonces tuvimos
paradigmas antagónicos: A usted le inculcaban los sentimientos de libertad, y
sus íconos fueron Abraham Lincoln, Thomas Jefferson y George Washington; a mí
me inculcaban los sentimientos de lealtad a un hombre y mi ícono era el Che, yo
tenía que rezar todos los días un solo versículo de una larga biblia: “Seremos
como el Che”; usted rezaba seguramente el “Padre Nuestro”.
Cuando usted aprendía a
utilizar esa libertad que le inculcaron, aprehendió que siendo aparentemente
gringo, tenía los mismos derechos de aquellos que lo eran por nacimiento, y
allí, donde era un extranjero por naturaleza, podía ejercer su derecho a la
libertad simplemente por haber nacido libre, y que como uno de esos sagrados derechos
podía expresarse contra el sistema que le enseñó a ser libre, era para usted lo
más lógico del mundo hacerlo, era desde entonces una verdad de Perogrullo.
Cuando a mí trataban de
convertirme en “El Hombre Nuevo” me enseñaron a opinar lo que me sugerían mis
mayores, y ya para entonces mis mayores habían dejado de ser mis familiares más
cercanos, porque para entonces la familia eran los “compañeros de lucha”.
Aprehendí de todo aquello que quienes se desviaban o cometían actos de
“diversionismo ideológico”, eran multiplicados por cero, era una verdad de
Perogrullo que mi sistema era monolítico, y quienes no estaban con él, contra
él estaban, quienes no estaban con él eran los enemigos y asesinos en potencia
del “Hombre Nuevo” y yo debía ser uno de ellos.
Mientras usted veía que los
líderes que se oponía al sistema -en el que usted perdió su eñe-, eran
recibidos como héroes en países abiertamente enemigos, y públicamente se
expresaban a favor del -real o supuesto- enemigo país extranjero, usted asimiló
que quienes estaban contra el capitalismo no estaban contra usted, porque usted
era un hombre libre.
Pero
un día yo comencé a ver grietas en el “monolítico socialismo” y traté -con
críticas constructivas, guardando todas las reglas del juego, siendo
respetuoso, teniendo muy en cuenta el lugar y la forma de la crítica-, de
decirlo. Pero entonces me convertí en el compañero al que había que atender
–como si estuviera enfermo-, y convencer de que no eran grietas, sino arrugas
que ahora sí las íbamos a planchar.
Como mientras viví en la isla nunca llegué a estar abiertamente en contra del sistema que me había forjado
como “El Hombre Nuevo”, me saqué la lotería y me
enviaron a una “misión”, pero entonces fue cuando mis sospechas fueron todas
confirmadas, no eran arrugas, eran las grietas de una dictadura que se estaba
viniendo abajo, y en consecuencia, fui aprehendiendo, sin que nadie me lo
tuviera que marcar compás por compás, que yo, por haber nacido libre, tenía el
derecho de protestar –en cualquier forma, momento y lugar-, ante los atropellos
cometidos contra mis espacios de libertad o contra los de cualquier otro Hombre.
Aparentemente
usted no aprendió -o no actúa en consecuencia por razones escondidas que nada
aportan al tema-, que de esa misma libertad que a usted le inculcaron emana la
fortaleza del sistema, los hombres libres mejoran ellos y mejoran el mundo, justamente
atacando al capitalismo -único sistema conocido capaz de generar riquezas y
libertades-, el sistema se consolida.
Hoy,
yo soy tan cubano como el día de mi nacimiento, no tuve que intercambiar mis
apellidos por nada, no tuve que abandonar mi lengua para poder expresarme, y nunca
fui “El Hombre Nuevo”.
Aparentemente
usted, por sus dichos, perdió su identidad junto con el palito de la eñe, el
acento de la u y el apellido materno, y aunque tampoco lo hayan podido
convertir en gringo, defiendo su derecho a expresarse libremente en contra del
país que le enseñó a ser libre, pero deploro bíblicamente que usted pretenda disminuir
en un adarme la libertad de oponerme, con todas las letras, a quienes quisieron
convertirme a mí y a mis compatriotas en esclavos felices, en hacer de mi
identidad una máscara, y de mis dichos y acciones un puntal para una
dictadura-dinástica.
Usted se coloca como interlocutor de una dictadura que no quiere de
ningún modo reconocer la oposición interna, y le busca a usted para recalcar que
dentro de la isla todos la apoyan. Así hace usted un flaco servicio a nuestro país
natal, permitiendo que se hagan a un lado quienes en el ruedo, colocando sus
vidas por delante, se oponen. Hacen con usted lo que hubieran querido hacer
conmigo: acallar las voces que dentro de la isla tienen toda la autoridad moral
y el civismo para oponerse a la dictadura. Usted contribuye irresponsablemente
a que el régimen le haga creer al mundo que quienes le adversan son un grupito
de descamisados del exilio, quienes no tienen vela en ningún entierro, y deja
las manos libres para acusar de “mercenarios” a los verdaderos patriotas, a quienes agarran el toro por los cuernos en el ruedo; un ruedo, donde nosotros somos simples
espectadores.
Créame,
si alguna vela tiene el exilio en el entierro de la nación cubana a manos de
una dictadura, es la de apoyar los designios y acciones de la oposición
interna, nunca hacer lo que más conviene a la dictadura, que es: desconocer la
oposición interna colocándose en su lugar y/o empujar sus integrantes al
destierro.
No
creo que a estas alturas usted haya intercambiado sus íconos por los que alguna
vez fueron los míos, no creo que usted quiera ser como el Che y haya dejado de
rezar su “Padre Nuestro” o similares, pero estoy convencido de que con sus
dichos y acciones se convirtió plenamente, y por libre elección según sus
dichos, en puntal de una dictadura-dinástica, usted, hijo del capitalismo, se
convirtió en lo que no pudieron convertirme a mí.
Y
muchas gracias por insistir en tenerme al tanto de sus ideas, incluso a pesar
de algún que otro temporal desinterés mío por conocerlas, finalmente tengo fe
en el mejoramiento humano y me causan mucha curiosidad los antagonistas, me da
placer visitar la antípoda de mi ecúmene ideológico.
Le
saludo cordialmente
Yo