Un
consejo sano a los milenians
Cuando la energía eléctrica falla por varios días, ningún dispositivo moderno está a salvo, todos quedan
descargados, por lo que un radio pequeño de dos pilas D puede mantenernos al
tanto de las noticias.
©ags
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Durante
el último medio siglo los cambios tecnológicos se han producido a una velocidad
nunca vista en la Historia de la Humanidad, y esta afirmación no la voy a
documentar porque; por una parte, así lo han hecho serios especialistas en Historia de
la Tecnología; y por la otra, porque lo he visto con mis propios ojos.
Durante
mi vida he podido ver el uso del telégrafo y el teletipo porque soy hijo y
nieto de telegrafistas; el primer teléfono que usé en mi casa era de
manigueta y tenía un par de pilas gigantes que se colocaban en una cajita
clavada a la pared; usé zapatos con contrafuerte; vi que los trenes que
llevaban la caña al central Perseverancia y Covadonga eran de vapor; escuché discos de vinilo en tocadiscos y victrolas;
tomé leche pura de vaca que vendían en litros de cristal y que el lechero traía
a la puerta de mi casa montado a caballo; tomé agua de la llave sin necesidad
de hervirla; y el primer televisor que vi era en blanco y negro y con una
antena muy alta con unos bigotes felinos -que atrapaba los rayos con mucha
frecuencia, pero esa es otra historia-.
La
lista pudiera ser muy extensa, pero ya es suficiente para este rápido
comentario, solo me faltaría agregar que en época de huracanes, lo primero que mi
abuelo y mi padre ponían a punto era el radio de pilas y el farol de chuchero.
Pero hoy, al parecer, esos artículos no son tenidos en cuenta a la hora de avituallarse
para enfrentar una tormenta, algo que en mi opinión es un error. Cuando la
energía eléctrica falla por varios días, ningún dispositivo moderno está a
salvo, todos quedan descargados, no así un pequeño radio de dos pilas D, un
aparato muy económico que puede mantenernos al tanto de las noticias; además de
eso, si se acompaña de un farol, es posible tener lumbre durante varias noches
con solo una botella de keroseno.
Pero -y
aquí viene un pero importante-, en Santo Domingo, a pesar de que las
autoridades recomiendan el radio de pilas entre los útiles necesarios para
hacer frente a los huracanes durante y después de su paso, encontrar uno en el
mercado no es cosa fácil. Por años he buscado, como quien no quiere la cosa, un
radio de baterías no recargables en las tiendas dominicanas, pero siempre
fracasé. Sospechaba, y al parecer con razón, que este artefacto había caído en
desuso; sin embargo, hace unos pocos días, cuando anunciaron a Irma, hice una nueva búsqueda y, justo donde menos lo
imaginaba, lo encontré: en La Gran Vía de Plaza Central, y aunque no es bien
visto que se haga promoción gratis, en este caso el asunto pudiera tener un
matiz humanitario.
Allí
había unos pocos ejemplares, parece que desde hacía mucho tiempo -de hecho, el
primero que tomé estaba dañado-, y el joven que me lo vendió no se mostró muy
diestro en su manejo, así pensé que, aunque mis sospechas no eran del todo
ciertas, quizás el radio de pilas, aunque no estaba en total desuso, sí figuraba
en la lista de los menos buscados, esta idea me llevó a preguntarle al vendedor
cuántos había realizado en el último mes y entonces su cara de desconcierto lo
dijo todo. Insistí después en mi curiosidad con la cajera, pero tampoco recordó
haber vendido nunca un radio de pilas.
La tecnología
no es una moda, no viene a darnos estatus de modernos ni mucho menos, solo viene
en auxilio nuestro, por eso, pretender que el radio de pilas D, o el quinqué han
sido enterrados por el celular y las redes sociales, es un error que pudiera
costar sustos o cuando no la propia vida.
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