domingo, 22 de diciembre de 2019

QUÉ HUBIERA SIDO DE PANAMÁ CON EL DICTADOR NORIEGA #MiraEsto #Panama #ElChorrillo


A 30 años de la operación «Causa Justa»

Es una perversidad deplorar la intervención armada en Panamá, que resultó ser la consecuencia, y olvidarse de las dos décadas de dictadura, que fue una de las causas de la invasión. Sin deplorar los crímenes cometidos por el General Manuel Antonio Noriega es una vileza acusar las violaciones a los derechos humanos del ejército norteamericano.

Soldados norteamericanos transportan los cadáveres de las víctimas de la
invasión a Panamá. Foto: Fuente Externa

Cierto, como el «hubiera» no existe, entraría en el campo de la metafísica si intento adivinar qué sería hoy de Panamá si el dictador Manuel Antonio Noriega hubiera fallecido impune, si hubiera estado dictando hasta su muerte, el 29 de mayo de 2017, los destinos de los panameños, si hubiera completado un periodo que, «marcado por decisiones dictatoriales», comenzó con el primer decreto que él firmó en 1983, en el que ordenó cambiar el nombre de la Guardia Nacional por el de Fuerzas de Defensa de Panamá. Un periodo durante el cual, el dictador o agente encubierto de la CIA fue girando hacia el narcotráfico como sustento económico, hacia la izquierda como marco ideológico -aparente o real, por convicción u oportunismo estratégico-, y hacia la represión de las libertades democráticas como medio de control de toda la sociedad; sin embargo, para acercar lo que no ocurrió a lo que «hubiera» podido ocurrir, los que saben han utilizado la Historia Comparada, es decir, «la comparación de las distintas sociedades que existieron durante un mismo período o compartieron condiciones culturales similares». Eso es lo que trataré de hacer, esforzándome lo más que pueda en no manchar los hechos con las tintas de las ideologías.

Batallones de la Dignidad
Como en todas las guerrillas que se despliegan por
América Latina se aprecia la participación de menores
de edad. Foto: Fuente Externa

De tal modo, que a 30 años de la invasión, ocurrida el 20 de diciembre de 1989, cuando se contabilizan las pérdidas y se esquiva mencionar lo que ganó Panamá y también el continente americano, es imprescindible presentar las causas de esas pérdidas de vidas inocentes, descubrir quienes fueron víctimas de la metralla de las Fuerzas de Defensa de Panamá y quienes cayeron por la metralla del Ejército de los Estados Unidos, conocer por qué los comandantes estadounidenses no previeron la salvaguarda de los civiles y evitaron los desórdenes, el vandalismo y los saqueos en los que se produjeron víctimas e incontables pérdidas materiales.

Es justo investigar por qué Manuel Antonio Noriega, el capo buscado por las tropas invasoras, se acantonó en el Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa Panameña, en pleno barrio El Chorrillo, donde contaba con el apoyo de civiles armados y organizados en los llamados Batallones de la Dignidad que habían sido entrenados por las Fuerzas de Defensa y que hicieron resistencia a las tropas norteamericanas durante más de 130 horas, contadas a partir del inicio de las acciones[1].

Los Batallones de la Dignidad, fueron
capaces de apalear en la vía pública a
Billy Ford y asesinar a su escolta, que
no harían durante la invasión.
Foto: Fuente Externa
Es imprescindible conocer cuántos civiles murieron en acciones de guerra enfrentando a las tropas invasoras con las armas en la mano, es imprescindible, que quienes están dedicando sus esfuerzos a investigar estas incógnitas no manchen los resultados con las tintas ideológicas y carguen, por ejemplo, todas las víctimas a «civiles panameños indefensos» y se olviden de cuantificar los civiles armados que echaron el pecho adelante para defender a su General, quien pretendió mimetizarse con la patria. No todos los civiles murieron indefensos, porque, de los 10,000 entrenados por las Fuerzas de Defensa, muchos murieron, imbuidos por el honor, en el combate.

Es justo investigar por qué Colin Powell, quien presidía entonces el Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos, no pudo hacer que sus tropas, que disponían de armamento con tecnología de punta, minimizaran las bajas de civiles; por qué cientos de civiles presumiblemente desobedecieron el toque de queda que ordenaba a las tropas norteamericanas disparar a todo lo que se moviera; investigar por qué Noriega no depuso su beligerancia y por el contrario, unos días antes de la invasión, hizo una declaración de guerra contra los Estados Unidos.

Es mucho lo que se debe investigar en un campo de batalla y sobre todo llegar a conocer si se pudo evitar la guerra. En este caso, si el General Manuel Antonio Noriega hubiera sido capaz de privilegiar las vidas humanas de sus compatriotas por encima de sus intereses personales y se hubiera entregado a quienes le habían forjado un destino de «intocable» y ahora tocaban a sus puertas con fuego de artillería para atraparlo con la vara de las leyes y las vendettas, se hubiera evitado la guerra, pero el dictador, como casi todos los dictadores, optó por ser el líder de un nacionalismo que se constituyó en dictadura militar y que al final no pudo resistir la intervención armada[2].

Fidel Castro y Omar Torrijos.
Foto: Fuente Externa
Dicho esto, es lícito intuir que si el General hubiera continuado en su laberinto del poder hasta que las parcas decidieran llevarlo en andas, jamás hubiera mirado a los Estados Unidos como un socio comercial y se lo hubiera comprado como enemigo. Si el dictador panameño hubiera obtenido la «segunda derrota del imperialismo en América» y del Chorrillo hubiera nacido el mito que Castro consiguió en Playa Girón, Cara de Piña hubiera jugado hasta el fin la carta del enemigo imperialista.

Sus relaciones con Castro y los intríngulis en que ambos se metieron por el narcotráfico, sus vaselinas a la CIA en cuanto a las guerrillas de Centro América y su romántico romance con el Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua, herencia que le dejara su antecesor Omar Torrijos[3], dilecto amigo del dictador cubano y de los Sandinistas, me hacen suponer que por esa vía hubiera estrechado lazos con Ortega, el guerrillero vencedor; con Chávez, otro golpista, nacionalista, antiyanqui y narco gobernante con quien compartía muchas afinidades; después hubiera desplegado sus agradecimientos a todos esos que, como él, resistían e insistían en el poder vitalicio con el mazo dando, y, entonces, la entrada al Socialismo del Siglo XXI (SS-XXI) hubiera sido como bola por tronera.

Ciudad de Panamá.
Foto: Fuente Externa
Y cuando el fin estuviera cerca, las parcas anunciaran su llegada y todos estuvieran esperando la carrosa, él hubiera nombrado con su índice a un secuaz que continuara su «obra», algo así como un Maduro señalado por un Chávez; un Castro señalado por otro Castro; un Stalin señalado por un Lenin; o un Kim señalado por otro Kim.

Entonces hoy, todas las consecuencias de esta Historia Comparada estarían a ojos vista y sin el más mínimo temor a equivocarme, Panamá con Noriega no sería ni la sombra de lo que es hoy, tan próspera y pujante que no serán suficientes los rezos por su salud económica y por su democracia, que no serán suficientes los azabaches para librarla del mal de ojos y protegerla de las perretas que esos éxitos provocan en la izquierda apocalíptica.

Largas filas en Venzuela para conseguir
algún alimento. Foto: Fuente Externa
Comparado con los países del SS-XXI (Bolivia, Nicaragua, Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Viet Nam y China), y con los que integran el ALBA (Dominica, Granada, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y Granadinas, Haití), son pocos los rubros en los que Panamá exhibe cifras inferiores. Pero no hay paraísos en la tierra, por eso Panamá tiene muchísimos estribos por donde pueden montarla los jinetes del apocalipsis anticapitalista, y uno de ellos es repetir una y mil veces que la invasión del 20 de diciembre de 1989 dejó un saldo de cientos de civiles muertos, pero esa Historia está por ser esclarecida, lo que sí está a ojos vista es la diferencia entre Panamá y todos los países socialistas entre los que estuvo a punto de caer y eso hay que remarcarlo con tintas indelebles.

Es una perversidad deplorar la intervención armada en Panamá, que resultó ser la consecuencia, y olvidarse de las dos décadas de dictadura, que fue una de las causa de la invasión. Sin deplorar los crímenes cometidos por el General Manuel Antonio Noriega es una vileza acusar las violaciones a los derechos humanos del ejército norteamericano.

La invasión de Estados Unidos a Panamá no puede desvincularse de los 21 años de régimen dictatorial que se estableció en Panamá a partir del 11 de octubre de 1968. Además, del apoyo y cooperación que la comunidad internacional, principalmente Estados Unidos de América, brindaron a dicho régimen. De la inacción de la Organización de Estados Americanos y de la actitud desafiante y provocadora de Manuel Antonio Noriega, una vez producida su escisión con Estados Unidos. (Ramírez 1999, 77)

Paz eterna a todos los que murieron en aquella guerra que comenzó el 20 de diciembre de 1989, que se indemnice a las familias lastimadas, que se condenen las violaciones a los derechos humanos cometidas por la larga dictadura del General Manuel Antonio Noriega y las que cometieron las tropas norteamericanas, que la bandera hondee a media asta en señal de duelo, pero que todo esto nos sirva como un golpe fuerte en el rostro, como un latigazo en la espalda que nos recuerde cuánto nos puede costar, si lo permitimos, que los jinetes que conculcan nuestras libertades cabalguen por nuestra América.  


[1] Cfr.: Beluche, Olmedo. 2004. La verdad sobre la invasión. Panamá: Manfer, S.A, 56
[2] Según documentos desclasificados por la CIA recientemente, la Agencia solicitó a algunos líderes latinoamericanos que persuadieran a Noriega para que abandonara el poder, pero la gestión diplomática no prosperó. Cfr.: Panamá: Prospects for Latin American Mediation [En línea] [Fecha de consulta 21 de diciembre de 2019] Disponible en: https://drive.google.com/file/d/19tZfBr44tOe6hJZdhh0WZw61NUC3HrDh/view
[3] Cfr.: Ramírez, Sergio. 1999. Adiós Muchachos. México: Aguilar, 129-135

1 comentario:

  1. Excelente artículo. Independientemente de las motivaciones estratégicas e incluso de venganza que pudiera haber animado al gobierno de los EEUU, los panameños fueron rescatados del desastre material, social y espiritual, que hubiera terminado en el la completa depauperación y envilecimiento del pueblo panameño. El principio de no intervención queda obsoleto cuando se trata de dictaduras totalitarias, mafiosas y corruptas como era el caso de aquél malgobierno de Panamá y como es el caso de los actuales desgobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

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