A 30
años de la operación «Causa Justa»
Es una perversidad deplorar la intervención armada en Panamá, que resultó ser la consecuencia, y olvidarse de las dos décadas de dictadura, que fue una de las causas de la invasión. Sin deplorar los crímenes cometidos por el General Manuel Antonio Noriega es una vileza acusar las violaciones a los derechos humanos del ejército norteamericano.
Soldados norteamericanos transportan los cadáveres de las víctimas de la invasión a Panamá. Foto: Fuente Externa |
Cierto,
como el «hubiera» no existe, entraría en el campo de la metafísica si intento
adivinar qué sería hoy de Panamá si el dictador Manuel Antonio Noriega
hubiera fallecido impune, si hubiera estado dictando hasta su muerte, el 29 de
mayo de 2017, los destinos de los panameños, si hubiera completado un periodo que,
«marcado por decisiones dictatoriales», comenzó con el primer decreto que él firmó
en 1983, en el que ordenó cambiar el nombre de la Guardia Nacional por el de Fuerzas
de Defensa de Panamá. Un periodo durante el cual, el dictador
o agente encubierto de la CIA fue girando hacia el narcotráfico como
sustento económico, hacia la izquierda como marco ideológico -aparente o real,
por convicción u oportunismo estratégico-, y hacia la represión de las
libertades democráticas como medio de control de toda la sociedad; sin embargo,
para acercar lo que no ocurrió a lo que «hubiera» podido ocurrir, los que saben
han utilizado la Historia
Comparada, es decir, «la comparación de las distintas sociedades que
existieron durante un mismo período o compartieron condiciones culturales
similares». Eso es lo que trataré de hacer, esforzándome lo más que pueda en no
manchar los hechos con las tintas de las ideologías.
Batallones de la Dignidad Como en todas las guerrillas que se despliegan por América Latina se aprecia la participación de menores de edad. Foto: Fuente Externa |
De tal
modo, que a 30 años de la invasión, ocurrida el 20 de diciembre de 1989, cuando
se contabilizan las pérdidas y se esquiva mencionar lo que ganó Panamá y
también el continente americano, es imprescindible presentar las causas de esas
pérdidas de vidas inocentes, descubrir quienes fueron víctimas de la metralla
de las Fuerzas de Defensa de Panamá y quienes cayeron por la metralla del
Ejército de los Estados Unidos, conocer por qué los comandantes estadounidenses
no previeron la salvaguarda de los civiles y evitaron los desórdenes, el
vandalismo y los saqueos en los que se produjeron víctimas e incontables pérdidas
materiales.
Es justo
investigar por qué Manuel Antonio Noriega, el capo buscado por las tropas invasoras,
se acantonó en el Cuartel
Central de las Fuerzas de Defensa Panameña, en pleno barrio El Chorrillo,
donde contaba con el apoyo de civiles armados y organizados en los llamados Batallones de la
Dignidad que habían sido entrenados por las Fuerzas de Defensa y que
hicieron resistencia a las tropas norteamericanas durante más de 130 horas,
contadas a partir del inicio de las acciones[1].
Los Batallones de la Dignidad, fueron capaces de apalear en la vía pública a Billy Ford y asesinar a su escolta, que no harían durante la invasión. Foto: Fuente Externa |
Es
imprescindible conocer cuántos civiles murieron en acciones de guerra enfrentando
a las tropas invasoras con las armas en la mano, es imprescindible, que quienes
están dedicando sus esfuerzos a investigar estas incógnitas no manchen los
resultados con las tintas ideológicas y carguen, por ejemplo, todas las
víctimas a «civiles panameños indefensos» y se olviden de cuantificar los
civiles armados que echaron el pecho adelante para defender a su General, quien
pretendió mimetizarse con la patria. No todos los civiles murieron indefensos,
porque, de los 10,000 entrenados por las Fuerzas de Defensa, muchos murieron, imbuidos
por el honor, en el combate.
Es
justo investigar por qué Colin
Powell, quien presidía entonces el Estado
Mayor Conjunto de los Estados Unidos, no pudo hacer que sus tropas, que
disponían de armamento con tecnología de punta, minimizaran las bajas de
civiles; por qué cientos de civiles presumiblemente desobedecieron el toque de
queda que ordenaba a las tropas norteamericanas disparar a todo lo que se
moviera; investigar por qué Noriega no depuso su beligerancia y por el
contrario, unos días antes de la invasión, hizo una declaración de guerra contra
los Estados Unidos.
Es
mucho lo que se debe investigar en un campo de batalla y sobre todo llegar a
conocer si se pudo evitar la guerra. En este caso, si el General Manuel Antonio
Noriega hubiera sido capaz de privilegiar las vidas humanas de sus compatriotas
por encima de sus intereses personales y se hubiera entregado a quienes le
habían forjado un destino de «intocable» y ahora tocaban a sus puertas con
fuego de artillería para atraparlo con la vara de las leyes y las vendettas, se
hubiera evitado la guerra, pero el dictador, como casi todos los dictadores, optó
por ser el líder de un nacionalismo que se constituyó en dictadura militar y que
al final no pudo resistir la intervención armada[2].
Fidel Castro y Omar Torrijos. Foto: Fuente Externa |
Dicho
esto, es lícito intuir que si el General hubiera continuado en su laberinto del
poder hasta que las parcas decidieran llevarlo en andas, jamás hubiera mirado a
los Estados Unidos como un socio comercial y se lo hubiera comprado como
enemigo. Si el dictador panameño hubiera obtenido la «segunda derrota del
imperialismo en América» y del Chorrillo hubiera nacido el mito que Castro consiguió
en Playa Girón, Cara de Piña hubiera jugado hasta el fin la carta del
enemigo imperialista.
Sus
relaciones con Castro y los intríngulis en que ambos se metieron por el
narcotráfico, sus vaselinas a la CIA en cuanto a las guerrillas de Centro
América y su romántico romance con el Frente
Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua, herencia que le dejara su
antecesor Omar
Torrijos[3],
dilecto amigo del dictador cubano y de los Sandinistas, me hacen suponer que
por esa vía hubiera estrechado lazos con Ortega, el guerrillero vencedor; con Chávez,
otro golpista, nacionalista, antiyanqui y narco gobernante con quien compartía
muchas afinidades; después hubiera desplegado sus agradecimientos a todos esos
que, como él, resistían e insistían en el poder vitalicio con el mazo dando, y,
entonces, la entrada al Socialismo del Siglo XXI (SS-XXI) hubiera sido como
bola por tronera.
Ciudad de Panamá. Foto: Fuente Externa |
Y
cuando el fin estuviera cerca, las parcas anunciaran su llegada y todos
estuvieran esperando la carrosa, él hubiera nombrado con su índice a un secuaz
que continuara su «obra», algo así como un Maduro señalado por un Chávez; un
Castro señalado por otro Castro; un Stalin señalado por un Lenin; o un Kim
señalado por otro Kim.
Entonces
hoy, todas las consecuencias de esta Historia Comparada estarían a ojos vista y
sin el más mínimo temor a equivocarme, Panamá con Noriega no sería ni la sombra
de lo que es hoy, tan próspera y pujante que no serán suficientes los rezos por
su salud económica y por su democracia, que no serán suficientes los azabaches
para librarla del mal de ojos y protegerla de las perretas que esos éxitos
provocan en la izquierda apocalíptica.
Largas filas en Venzuela para conseguir algún alimento. Foto: Fuente Externa |
Comparado
con los países del SS-XXI (Bolivia,
Nicaragua,
Cuba,
Venezuela,
Corea
del Norte, Viet Nam
y China),
y con los que integran el ALBA (Dominica,
Granada,
San
Cristóbal y Nieves, San
Vicente y Granadinas, Haití),
son pocos los rubros en los que Panamá exhibe cifras inferiores. Pero no hay
paraísos en la tierra, por eso Panamá tiene muchísimos estribos por donde pueden
montarla los jinetes del apocalipsis anticapitalista, y uno de ellos es repetir
una y mil veces que la invasión del 20 de diciembre de 1989 dejó un saldo de cientos
de civiles muertos, pero esa Historia está por ser esclarecida, lo que sí está
a ojos vista es la diferencia entre Panamá y todos los países socialistas entre
los que estuvo a punto de caer y eso hay que remarcarlo con tintas indelebles.
Es una perversidad deplorar la intervención
armada en Panamá, que resultó ser la consecuencia, y olvidarse de las dos
décadas de dictadura, que fue una de las causa de la invasión. Sin deplorar
los crímenes cometidos por el General Manuel Antonio Noriega es una vileza acusar
las violaciones a los derechos humanos del ejército norteamericano.
La invasión de Estados
Unidos a Panamá no puede desvincularse de los 21 años de régimen dictatorial
que se estableció en Panamá a partir del 11 de octubre de 1968. Además, del
apoyo y cooperación que la comunidad internacional, principalmente Estados
Unidos de América, brindaron a dicho régimen. De la inacción de la Organización
de Estados Americanos y de la actitud desafiante y provocadora de Manuel
Antonio Noriega, una vez producida su escisión con Estados Unidos.
(Ramírez 1999, 77)
Paz eterna
a todos los que murieron en aquella guerra que comenzó el 20 de diciembre de 1989,
que se indemnice a las familias lastimadas, que se condenen las violaciones a
los derechos humanos cometidas por la larga dictadura del General Manuel
Antonio Noriega y las que cometieron las tropas norteamericanas, que la bandera
hondee a media asta en señal de duelo, pero que todo esto nos sirva como un
golpe fuerte en el rostro, como un latigazo en la espalda que nos recuerde
cuánto nos puede costar, si lo permitimos, que los jinetes que conculcan
nuestras libertades cabalguen por nuestra América.
[1] Cfr.: Beluche,
Olmedo. 2004. La verdad sobre la invasión. Panamá: Manfer, S.A, 56
[2] Según
documentos desclasificados por la CIA recientemente, la Agencia solicitó a algunos
líderes latinoamericanos que persuadieran a Noriega para que abandonara el
poder, pero la gestión diplomática no prosperó. Cfr.: Panamá: Prospects for
Latin American Mediation [En línea] [Fecha de consulta 21 de diciembre de
2019] Disponible en: https://drive.google.com/file/d/19tZfBr44tOe6hJZdhh0WZw61NUC3HrDh/view
[3] Cfr.:
Ramírez, Sergio. 1999. Adiós Muchachos. México: Aguilar, 129-135
Excelente artículo. Independientemente de las motivaciones estratégicas e incluso de venganza que pudiera haber animado al gobierno de los EEUU, los panameños fueron rescatados del desastre material, social y espiritual, que hubiera terminado en el la completa depauperación y envilecimiento del pueblo panameño. El principio de no intervención queda obsoleto cuando se trata de dictaduras totalitarias, mafiosas y corruptas como era el caso de aquél malgobierno de Panamá y como es el caso de los actuales desgobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
ResponderEliminar