viernes, 27 de junio de 2025

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (12 de 12)

Por Roberto Sotolongo (**)

«Ya no sabremos nunca como fue la muerte de Martí».


Si se le pregunta a cualquiera en Cuba por los culpables de la muerte de José Martí responderían sin vacilación: «los españoles». Sin embargo la responsabilidad por aquella desgarradora muerte, cae sobre las vidas y la memoria de los propios cubanos que lo llevaron a la única alternativa posible ante tanta desidia, burlas, críticas, desconocimiento e incomprensiones.

En la oscura madrugada del 19 de mayo, a las 4, Martí y los hombres que le siguen rumbean hacia La Vuelta Grande, a reunirse con las tropas del General Masó. Allá aguardan por Gómez. La aparición del General en Jefe ocurre más de ocho horas después. Entonces el monte pierde el letargo de lo cotidiano ante el entusiasmo de los bravos insurrectos, que responden con vítores a la oración patriótica de cada uno de los tres jefes.

Martí fue el último en hablar. Desde su brioso corcel su palabra, cual himno avasallador, dominó el aire y los ruidos, penetró las mentes y los corazones de aquellos hombres que apenas le conocían. El poderoso misterio de su verbo logró el milagro del impacto inmediato y la aceptación unánime. Y cuando afirmó que por Cuba estaba dispuesto a dejarse clavar en la cruz, la apoteosis lo cubrió con un refulgente manto de admiración.

Al concluir su arenga, ni Gómez pudo evitar que la tropa proclamara en un solo grito: «¡Viva el Presidente!». Al mismo tiempo que esto ocurría en el campamento mambí, seiscientos españoles comandados por el coronel José Ximénez de Sandoval comienzan a avanzar hacia los potreros de Dos Ríos. Marchaba el oficial con seguridad y profesionalismo por la sencilla razón de que ya contaba con información precisa sobre la presencia insurrecta por aquella zona. Además un traidor les sirve de guía: el campesino Carlos Chacón, apresado por la extrema vanguardia enemiga.

Aquí ocurre algo raro: si este es el mismo convoy que el 17 salió Gomez a hostilizar, ¿por qué no se tomaron con antelación medidas organizativas de precaución que impidieran a las tropas españolas posicionarse estratégicamente, como así lo hicieron?

Efectivamente, el experimentado enemigo llega hasta Las Bijas, lugar situado en el mismo centro de Boca de los Dos Ríos y ya allí se ordena una maniobra de dispersión de la nutrida tropa, que copa las posibles rutas de acceso y los lados vulnerables. De esa forma le han tomado la delantera a los insurrectos.

En el campamento mambí han terminado el pase de revista y los discursos. Almuerzan y cuando ya se disponían a preparar las hamacas para una siestecita, son abruptamente interrumpidos por un oficial de las tropas de Masó, quien a toda velocidad llega para informar que se habían escuchado disparos por la vuelta de Dos Ríos. Entonces, todo ocurre en un santiamén: el General en Jefe da la orden de «¡A caballo!», en tanto le indica a Masó que cabalgue con sus tropas a la espalda de las suyas. 

¿Qué ocurre con Martí? Se sabe que marchaba junto a Masó y los ayudantes de este, los hermanos Dominador y Ángel de la Guardia. Hay gran confusión entre los mambises y bastante desorganización, y aunque conocían el terreno mejor que el enemigo, no lo dominaban.

En un momento del combate Gómez le indica al Delegado que vuelva a la retaguardia; pero es demasiado tarde para convencer a un convencido de que no debía abandonar el frente, de que su lugar estaba allí. Más en una lastimosa situación en que el ímpetu inicial de los insurrectos había decaído frente a un enemigo bien organizado. Muy bien pudo pensar el Apóstol que con su ejemplo levantaría los ánimos de la tropa. Además quería demostrar que él no era solo un hombre de palabras (por lo que tanto fue vituperado antes del comienzo de la contienda), sino también de acción. Y él no era otro que el mismo cubano que momentos antes había enardecido a los soldados con su encendida arenga. ¿Qué pensarían de él los que dieron la cara a las balas enemigas, si se hubiera quedado imperturbable en el campamento a la espera del final del combate? No tenía alternativa, no la tendría nadie en su lugar.

El organizador de la contienda, el Delegado del PRC y el Mayor General del Ejército Libertador, no podía sino estar entre los primeros en blandir armas contra el enemigo. Por todo ello es que Martí hace caso omiso de la orden del Generalísimo y se lanza al combate, secundado por Ángel de la Guardia.

Bajo un sol centelleante, cerca ya de la una de la tarde de aquel domingo de inmolación, los dos cabalgadores se ubican prácticamente por delante de Gómez, a 50 metros y a su derecha. Y es entonces que ocurre el infortunio que nos acompaña hasta hoy.

Desde unos tupidos arbustos comienzan a sonar nutridos disparos. Martí, que se desplazaba entre un dagame muerto y un descomunal fustete derribado es alcanzado por tres disparos: el primer impacto lo produjo una bala que le destrozó el esternón, empujando el cuerpo hacia atrás sobre el caballo; otro proyectil le desbarató la mandíbula después de penetrar por el cuello; y un tercer impacto hizo blanco en el muslo derecho mientras el cuerpo giraba hasta caer a tierra.

El joven de la Guardia salió ileso, no así su corcel, que fue herido, aunque no de muerte. En vano intentó hacerse del cuerpo del Apóstol. También Gómez, al enterarse del terrible suceso, hizo todo lo posible por rescatar el cadáver, aun sin saber si vivía o estaba muerto. En definitiva los españoles cargaron con él. Y luego de identificar al caído lo despojaron de todas sus pertenencias excepto el pantalón: la carta inconclusa a Manuel Mercado, el reloj, el revólver, la sortija de hierro, el cinto, las polainas, los zapatos, la escarapela, una moneda de cinco duros y tres duros de plata —dinero que utilizaron en la compra de aguardiente y tabaco para la tropa--; también quedó en poder del enemigo una breve y tierna carta que le había entregado al Maestro, Clemencia, hija de Gómez; acompañaba a la misiva. una cinta azul.

A partir de ese momento comienzan las peripecias del cadáver de Martí, que ofrecen suficientes argumentos para otro comentario. Sólo recordemos que durante el recorrido hacia Santiago de Cuba, los despojos del Maestro fueron enterrados tres veces. Posteriormente ocurriría un cuarto enterramiento en 1907 y el último el 29 de junio de 1951, que se produjo para depositar sus restos en el Mausoleo, donde hasta hoy reposan, protegidos contra la traición, la envidia, la maldad, la incomprensión y la ignorancia de los hombres.

Mucho se ha escrito sobre las circunstancias de la muerte del Apóstol, incluido un breve ensayo mío; pero prefiero no hacer llover sobre lo mojado, más cuando el mismísimo Cintio Vitier aseguró el 19 de mayo de 1996: «Ya no sabremos nunca como fue la muerte de Martí». Sin embargo, antes de hacer mutis, quiero dejar constancia de mi criterio sobre la más aciaga de todas las muertes, la más lacerante, inoportuna, desconcertante, e irreparable. Y la que pudo haberse evitado.

Cuando he preguntado a alguien, sea o no cristiano, sobre los culpables de la muerte de Jesucristo, me han respondido casi invariablemente: «los romanos». Y esta no es la verdad histórica exacta. Cuando Jesús fue llevado al pretorio, ante Pilato, este lo interrogó, haciéndole varias preguntas, tras lo cual volvió el Procurador ante los judíos y les dijo: «Yo no hallo en él ningún delito»; y les propuso liberarlo por las fiestas de pascuas, según la costumbre hebrea; mas, prefirieron los judíos soltar al ladrón Barrabás. Y empezó el calvario del Mesías hasta el instante trágico de la crucifixión. Cierto, los romanos ejecutaron el asesinato, pero los verdaderos responsables de la muerte del hijo del carpintero fueron los judíos. Y así se cumplía la profecía: Dios entregaba a su unigénito para redimir a la humanidad del pecado.

Si se le pregunta a cualquiera en Cuba por los culpables de la muerte de José Martí responderían sin vacilación: «los españoles». Sin embargo la responsabilidad por aquella desgarradora muerte, cae sobre las vidas y la memoria de los propios cubanos que lo llevaron a la única alternativa posible ante tanta desidia, burlas, críticas, desconocimiento e incomprensiones. Ellos no supieron -¿o no quisieron- preservar la vida del mejor de los hijos de este pueblo. Y hay evidencias suficientes que lo demuestran. 

El que se dejó clavar en la cruz por Cuba, no tuvo tregua en su vida, todo lo sacrificó por su país, por nuestra América y por todos los pobres de este mundo. Nos dejó su ejemplo y su obra. Sus restos físicos descansan en el Mausoleo y su espíritu vibra en las páginas que nos legó, como pidiéndonos que lo recordemos siempre «como un hombre sin odio, cultivador de la rosa blanca, como hombre de amor, que siempre fue fiel a una grande y sola pasión por su simbólica novia Cuba, por la que vivió y murió».

La ofrenda del primogénito nos acompañará siempre, aun cuando tengamos la certeza de que «no sabremos nunca como fue la muerte de Martí». 

La última décima de «Corazón a diario», pone el punto final de esta invocación ineludible, como ofrenda sagrada para el más puro de la raza.

76

¡Martí, usted no debe ir!

-grita una voz que no atiendo.

La balacera creciendo.

Cabalgo hacia el porvenir.

Vivir para mí es servir.

Más que exaltación urgente,

es mi palpitar creciente

como el más fino soldado.

Fue mi día desventurado;

se apagó el sol de repente. 

(*) Tomado de Facebook, publicado el 20 de mayo a las 6:41 pm  


(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.



 

 

miércoles, 25 de junio de 2025

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (11 de 12)

 Por Roberto Sotolongo (**)

Sé desaparecer, pero no desaparecerá mi pensamiento

El 18 de mayo, bajo la sombra de un viejo cedro, comienza a escribir el Apóstol su célebre carta a Manuel Mercado. Y justamente no la concluye por la sorpresiva llegada de Masó con sus 350 hombres. 

@FuenteExterna
En el último artículo publicado en relación con las anotaciones de Martí en su Diario de Campaña, dejamos dos preguntas: ¿Podrá entonces consumar Martí el tan necesario análisis sobre los nuevos derroteros de la guerra?, y ¿Tendrá tiempo de hacerlo antes del 19? Su intención era, con la presencia de Gómez y de Bartolomé Masó, abordar el asunto de la guerra, la necesidad de que esta pasara a una nueva etapa de organización, unidad y acciones bélicas que hostigaran sin cesar al enemigo. Veamos qué ocurrió.

El 17 de mayo vuelve a quedar en el campamento sin la compañía de Gómez, quien ha salido a aguijonear a un convoy enemigo salido de Bayamo. Está al frente de las tropas: doce hombres le acompañan, y se le suman después, venidos de Santiago, siete más. Ese día el Apóstol concentra su actividad en las copias de la circular «Instrucciones a los jefes y oficiales», para lo cual cuenta con el auxilio de los escribientes Garriga y Feria. Salvo esto no aparecen en los apuntes del Diario de este 17, informaciones medulares. Bartolomé Masó no ha aparecido. Al menos en esta fecha, tampoco puede Martí tener con este jefe y con Gómez, las urgentes conversaciones a las que nos hemos referido. ¿Será aún posible ese encuentro? ¿Ocurrió por fin?

Por el Diario de Campaña de José Martí nunca lo sabríamos: justamente el 17 de mayo es el último día en que él escribe en sus páginas. ¿Llegó finalmente el General Masó? No, al menos ese día. El 18 de mayo, bajo la sombra de un viejo cedro, comienza a escribir el Apóstol su célebre carta a Manuel Mercado. Y justamente no la concluye por la sorpresiva llegada de Masó con sus 350 hombres. El Maestro dejó de escribir y doblando la cuartilla la guardó en uno de los bolsillos de su saco. Fue una noche de júbilo, en medio de la cual, el veterano de las tres guerras y Martí conversaron largamente, exponiendo sus consideraciones sobre la contienda. A las diez de la noche el General Masó y su tropa marchan a acampar en la finca de La Vuelta Grande. Por dos razones lo hacen; primero, porque necesitaban descanso y el lugar en que acampaban Martí y sus acompañantes era pequeño y escaso de pastos; y segundo, por la indicación recibida el 16 de parte de Gómez, donde le pedía que se ubicara en esa zona.

Las últimas palabras de Martí en su Diario de Campaña, pertenecientes al día 17 fueron estas: 

Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre, y me trae Valentín un jarro hervido en dulce, con hojas de higo.

El 18 de mayo nos parece una fecha premonitoria, si atendemos a estas ideas expresadas hacia el final involuntario de la carta a Manuel Mercado: 

Sé desaparecer, pero no desaparecerá mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad. Y en cuanto tengamos forma, obraremos, cúmplame esto a mí, o a otros.

Aunque no se refería a su muerte física sino a la deposición de su cargo ante la Asamblea de Delegados que le daría gobierno a la Revolución, de todas formas estaba haciendo la profecía del holocausto del 19.

Ese día 18 queda de esta manera recogido en las décimas de Ramón Guerra:

72

Bajo un cedro centenario

le escribo a Manuel Mercado.

Y de pronto, el esperado

encuentro tan necesario.

El general legendario

Masó, jefe de este frente,

llega entre sudada gente

a darnos la bienvenida.

Amarra al moño su brida

y viene hacia mi sonriente.

(*) Los 12 artículos que conforman esta serie fueron publicados por su autor en su página de Facebook entre el 1 y el 19 de mayo de 2025, como un homenaje de recordación a la caída en combate de José Martí.

(*) Tomado de Facebook, publicado el 19 de mayo a las 8:28 am

Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:

La mujer de su vida.

José Martí: El asta contra el hacha.

La reseña como parte de la crítica literaria.

Roberto Sotolongo (1956)


(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.




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domingo, 22 de junio de 2025

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (10 de 12)

Por Roberto Sotolongo (**)

Mas, el viejo general no aparecía

El aroma de la tierra despierta ante los golpes insistentes de la lluvia. Y este día recibe un alegrón: al fin el General Masó responde a sus cartas. 

Desde el día 12 de mayo y después de recorrer más de 380 kilómetros atravesando montes, los hombres al mando de Gómez y Martí habían acampado en la geografía donde el Cauto y el Contramaestre se abrazan. A partir de esa fecha, como hemos dicho anteriormente, aguardan el arribo del General Masó. Ambos líderes se comunican epistolarmente con el veterano mambí pidiéndole que se les reuniera lo más pronto posible.

Llega el 15 de mayo y continúa sin aparecer Bartolomé Masó. En su brevísima carta del día 12 al general manzanillero, Martí le había escrito: «Las cartas del General Gómez y las mías lo andan buscando desde hace medio mes». Y después le advierte: «Imposible es seguir camino sin verlo. De aquí deben empezar a nacer las medidas de conjunto, para que ya esté madura la revolución que debe tanto a Ud». Ahora vuelve a la carga con otra misiva, en la que le reitera la urgencia de la reunión entre los tres generales, pues «Ya debe y puede terminar, en este renuevo poderoso de la guerra, el primer período confuso de agregación de las fuerzas». Más adelante insiste: «y sólo eso nos falta: concebir en conjunto, poner todos los detalles al fin general, y empezar ya desde las raíces la arremetida».

¿Qué preocupa a José Martí? ¿Por qué insiste tanto en el apremio del encuentro con las tropas del General Masó? ¿Por qué es imposible seguir camino sin verlo? Es que el Apóstol se ha percatado de que la guerra ya está necesitada de evolucionar hacia otro estadio; está como detenida en un remanso peligroso, que en vez de contribuir al objetivo sagrado por el que se desencadenó, beneficia más al enemigo, quien se aprovecha del dañino reposo de los insurrectos, aun cuando Maceo ya haya logrado el 13 de mayo su sonada victoria en Jobito.

Por ello es que dice: 

Ya debe y puede terminar, en este renuevo poderoso de la guerra, el primer período confuso de agregación de las fuerzas; y este núcleo de Ud., y la significación histórica que ya tiene, son base natural, y ocasión de arranque, sobre lo que dejamos atrás, del período nuevo de organización total y suficiente. 

Naturalmente, él no ha estado cruzado de brazos. Como ya conocemos, el 14 de mayo redactó un extenso documento con instrucciones generales dirigidas a los jefes y oficiales del Ejército Libertador. Sería muy útil para todos los cubanos, sobremanera para los martianos de corazón, echarle un vistazo a este ineludible texto. En el mismo no sólo descubriremos las normas establecidas para cortarle hasta el aire al enemigo, que todavía no sentía el rigor de la contienda, sino, además, geniales conceptos sobre la guerra que ningún ejército del mundo sobre las armas debe ignorar.

No es posible aquí hacer la disección del documento pero sí poner algunos ejemplos de las estratégicas y tácticas visiones del Maestro expresadas en el mismo. Una de ellas es la siguiente: 

El valor suele resolver los encuentros aislados, pero sólo el orden en la guerra y la unidad de pensamiento llevan a la victoria final.

Otro: 

La victoria sólo se puede lograr, con el asedio metódico y unánime que aturde al enemigo por su orden implacable, que lo obliga a empezar de nuevo donde cree que ha terminado, que no le deja reposo y lo compele a emplear y dividir sus fuerzas enfermas y cansadas. Hay que fatigar y tener en ejercicio las fuerzas del enemigo, y privarle de recursos, a él, y a las ciudades y poblados donde se asila.

Justamente a lograr lo que él prevé, van dirigidas las abarcadoras instrucciones. Pero el Apóstol veía la necesidad de reordenar la guerra desde la cúpula y con la cúpula, ello explica la urgencia de la presencia junto a ellos de Masó. Mas, el viejo general no aparecía. Transcurrió el día 15 sin él. ¿Qué pensaría al respecto José Martí? No hay nada que lo indique en las anotaciones del Diario de ese día; sólo un breve apunte que menciona a Masó: «A la tarde viene la guerrilla: que Masó anda por la Sabana, y nos los buscan».

El 16 de mayo Gómez no le acompaña, pues ha salido en maniobra de inspección. Como siempre, no pierde el tiempo: habla mucho con los soldados, lee y escribe. El aroma de la tierra despierta ante los golpes insistentes de la lluvia. Y este día recibe un alegrón: al fin el General Masó responde a sus cartas, aunque con una breve nota: 

C. Delegado// José Martí // Mi distinguido compatriota y amigo, sobre el caballo le pongo estas líneas. Mañana tendré el gusto de abrazarlo con toda la efusión de mi alma, su entusiasta admirador y amigo. // Bart. Masó.

¿Podrá entonces Martí consumar el tan necesario análisis sobre los nuevos derroteros de la guerra? ¿Tendrá tiempo de hacerlo antes del 19? De lo escrito por el Maestro ese 16, Ramón Guerra nos deja este testimonio poético:

70

Sé que el murciélago trinca

al cocuyo en pleno vuelo

y, haciendo de tiranuelo,

sus incisivos le afinca.

La fluorescencia que brinca

no la dirigiere el villano

y, como oscuro cristiano,

al ver que la luz no alcanza,

la decapita y la lanza

porque le asusta en la mano.

(*) Los 12 artículos que conforman esta serie fueron publicados por su autor en su página de Facebook entre el 1 y el 19 de mayo de 2025, como un homenaje de recordación a la caída en combate de José Martí.

(*) Tomado de Facebook. Publicado el 18 de mayo a las 8:47 am

Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:

La mujer de su vida.

José Martí: El asta contra el hacha.

La reseña como parte de la crítica literaria.

Roberto Sotolongo (1956)
@AGS


(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.







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viernes, 20 de junio de 2025

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (9 de 12)

Por Roberto Sotolongo (**)

Presidente me han llamado

¿Cómo fue posible que pudiera molestar a alguien que los hombres sencillos y fogueados de la manigua llamaran cariñosamente al Apóstol «Presidente»?

Retrato de José Martí, por Jorge
Arche. @Fuente externa
El 13 y 14 de mayo son días de espera, aguardan por el General Masó. Esa es la razón por la que Martí y sus acompañantes vuelven sobre sus pasos, recorriendo de nuevo los potreros hasta Dos Ríos. Pernoctarán en casa de Rafael Pacheco, hermano de Rosalío. Allí evitarán el descampado, eludiendo así cualquiera acción enemiga.

En cuanto al día 13, existen dos momentos en las anotaciones del Diario, que merecen sendos comentarios. El primero tiene que ver con el siguiente apunte de Martí:

13. Esperaremos a Masó en lugar menos abierto, cerca de Rosalío, en casa de su hermano. Voy aquietando a Bellito, a Pacheco, y a la vez impidiendo que me muestren demasiado cariño. 

Suenan extrañas estas palabras, pudieran parecer misteriosas, inexplicables; pero nada en Martí es baladí. ¿Por qué se esmera el Maestro en impedir que quienes le acompañan le muestren demasiado cariño? ¿Qué está previendo? Pronto se juntarán con ellos las tropas de Bartolomé Masó, según se espera, y no desea él que estas descubran tantas simpatías por el Delegado. Mas, ¿por qué?

Regresemos al día 9 de mayo. Entonces Martí escribió en el Diario: 

Presidente me han llamado desde mi entrada al campo, las fuerzas todas, a pesar de mi pública repulsa, y a cada campo que llego, el respeto renace, y cierto suave entusiasmo del general cariño, y muestras del goce de la gente en mi presencia y sencillez.__ Y al acercarse hoy uno: «Presidente, y sonreír yo». «No me le digan a Martí Presidente, díganle General, él viene aquí como General». __«¿Y quién contiene el impulso de la gente, General?; le dice Miró: «eso les nace del corazón a todos»._ «Bueno, pero él no es Presidente todavía: es el Delegado». Callaba yo, y noté el embarazo y desagrado de todos, y en algunos como el agravio».

Queda claro que el Maestro quería evitar que se repitiera una escena como la del día 9, que tanto molestó a Gómez. Este no aceptaba que le llamaran Presidente a Martí. Por eso es más tajante y absoluto el día 10 el General, cuando afirma, ora mirando al Delegado ora al resto de los hombres: «Pues lo tienen a Ud. bueno con lo de Presidente. Martí no será Presidente mientras yo esté vivo». Según apunta el Apóstol «Bello, airado, se levanta y da dos o tres trancos, y el machete le baila en la cintura». «Eso será a la voluntad del pueblo», y murmura. «Porque nosotros, me dijo otra vez, acodado a mi mesa con Pacheco, hemos venido a la revolución para ser hombres, y no para que nadie nos ofenda en la dignidad de hombres».

Estaba consciente Martí de los sentimientos adversos que provocaba en el viejo General las simpatías que despertaba a su paso por la manigua. Y también tenía presente las discrepancias_ las antiguas y las nuevas_ existentes entre él y los dos veteranos del 68, sobre todo en relación con Maceo, quien no apoyó al Apóstol en su propuesta de gobierno y era el que más insistía en que este volviera al exilio, amén de que proponía como Presidente del Gobierno que se aprobara en la próxima Asamblea de Delegados, a Bartolomé Masó.

En cuanto al resquemor experimentado por Gómez al oír llamar a Martí Presidente, en la mayoría de los historiadores es común el criterio de que ello se debía a la experiencia vivida en la Guerra grande, cuando el poder civil puso al militar tantas funestas trabas. Así lo expresa Rolando Rodríguez en "Cuba. La forja de una nación": «A no dudar, la reacción de Gómez tenía que ver con los viejos roces de la Guerra de los Diez Años con Céspedes, y el cargo con que ahora se designaba a Martí no podía traerle sino antipatía y malos recuerdos».

No falta razón en lo que se dice; sin embargo, ello no invalida otras razones. Una pregunta es posible hacer: si los presidentes le provocaban tanta ojeriza en medio de una guerra, ¿por qué coincidió con la propuesta de Maceo pensando en Masó como futuro Presidente del Gobierno a formar?, y más aún, ¿por qué no se opuso a la elección de este como tal en 1897? Para mí no hay dudas: era Martí el que no les convenía ni a Gómez ni a Maceo. Por ello, quizá entre otros motivos, lo querían fuera de Cuba.

El segundo momento, que aunque tal vez no llame tanto la atención, me parece interesante dentro de los apuntes del día 13, se refiere a la siguiente anotación que hace Martí: «Me buscan hojas de zarza o de tomate, para untarlas de sebo sobre los nacidos». Como se ve, aquel hombre casi esmirriado, que había padecido del sarcocele, que cargaba con la dolencia de la sarcoidosis, y sufría de afecciones pulmonares, del hígado, oculares, cardiovasculares, que fue presa no pocas veces de extensos desmayos y de ataques de fiebre que lo postraban en el lecho, también soportaba, además de las llagas en los pies, los molestos nacidos. 

¿Por qué es interesante saber esto? Muy sencillo: porque a pesar de estas dolencias, en todo su Diario de Campaña no aparece ni un asomo de queja. Y como buen soldado jamás eludió sus responsabilidades, cargando con sus pertrechos de guerra y abriéndose camino en el hirsuto monte, como cualquiera, a golpes de machete. ¿No es esto un admirable ejemplo de estoicismo? ¿Acaso no se alza Martí desde su espacio histórico y para todos los tiempos, como un símbolo de la voluntad convertida en fuerza telúrica indetenible? Entonces, ¿cómo fue posible que pudiera molestar a alguien que los hombres sencillos y fogueados de la manigua llamaran cariñosa mente al Apóstol «Presidente»?

Como siempre, al tanto de lo más señalado de lo escrito por Martí en el Diario el día 13 de mayo, el poeta Ramón Guerra ofrece en «Corazón a diario» su atinada visión:

62

Me llaman «el presidente»

a pesar de mi repulsa.

Dice Miró, _ les impulsa

el amor puro y creciente

que a usted profesa la gente

_No me le digan así.

Increpa Gómez, _ Martí,

viene como general.

Callado pienso, formal

es que me sienta mambí.

(*) Los 12 artículos que conforman esta serie fueron publicados por su autor en su página de Facebook entre el 1 y el 19 de mayo de 2025, como un homenaje de recordación a la caída en combate de José Martí.

(*) Tomado de Facebook. Publicado el 16 de mayo a las 7:09 am.

Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:

La mujer de su vida.

José Martí: El asta contra el hacha.

La reseña como parte de la crítica literaria.

Roberto Sotolongo (1956)


(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.

 



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miércoles, 18 de junio de 2025

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (8 de 12)

Por Roberto Sotolongo (**)

Demoras son derrotas

«Ante la Asamblea depondré, ya en esta nueva forma, la autoridad que ante ella cesa. Y ayudaré a que el gobierno sea simple y eficaz, útil, amado, uno, respetable, viable».

Antonio Maceo (1845-1896)

Justo a un mes y un día de haber entrado por Playitas de Cajobabo, anda Martí por la Jatía. Caminan por Boca de los Dos Ríos, cruzando el Contramaestre, hasta que dan a La Vuelta Grande. La yerba es abundante; alegran los hermosos pastizales y los campos abiertos, propicios para la caballería. Es un día muy ocupado para el Delegado, pues casi no para de escribir: envía cartas al Camagüey: al Marqués, a Mola, a Montejo, también a Rabí. Elabora una circular en la que se prohíbe el pase de reses para, de esa manera, impedir que el enemigo se provea de alimentos.

Al conocerse la cercanía de Masó y Maceo, Martí les escribe. En su libro, José Martí. Cronología, Ibrahim Hidalgo Paz afirma: «De la Jatía sale una comisión para averiguar el paradero de Masó, a quien le envía una misiva»; sin embargo, en sus apuntes de ese día, el Apóstol escribió: «Masó anda por la sabana con Maceo, y le escribimos: una semana hemos de quedarnos por aquí, esperándolo».

Es decir no especifica que es a Masó a quien dirige la carta. En realidad la misiva que se conoce de esa fecha -cotejada con una fotocopia del manuscrito original-, va dirigida al General Antonio Maceo.

Y aquí preciso hacer una reflexión.

Es una epístola breve, de apenas treinta y tres renglones en letra de imprenta. Martí se dirige a él, llamándolo «General y amigo». Y luego de expresarle su lamento por no hallarlo y no poder abrazarlo, pasa a cumplir con el propósito de la carta.

Vuelve sobre el tema del tipo de gobierno que necesita la Revolución, que tantas contradicciones provocara entre los dos jefes. Es firme en su concepción, expresada muchas veces, y sobremanera en la entrevista de La Mejorana; pero aclara que sólo la Asamblea de delegados dirá la última palabra al respecto. Y él acatará su decisión. Por eso dice: «Ante la Asamblea depondré, ya en esta nueva forma, la autoridad que ante ella cesa. Y ayudaré a que el gobierno sea simple y eficaz, útil, amado, uno, respetable, viable».

Pudiera decirse que esta misiva es como una citación cursada a Maceo. Mas, lo interesante es que lo está apremiando para que no dilate el envío de los delegados suyos a dicha Asamblea. Recordemos que durante la entrevista de La Mejorana, el Titán había sido incisivo al referirse a los cuatro delegados de Oriente: «...dentro de quince días estarán con Uds. y serán gentes que no me las pueda enredar allá el doctor Martí».

Asombra el comedimiento de Martí en esta misiva. Su tono es moderado, sin el menor asomo de rencor; no hay ni la más mínima referencia al desagradable encontronazo del 5 de mayo. Actúa con diplomacia: no impone, sugiere, y ordena como si no lo hiciera: «¿Necesitaré encomiarle, por tantas razones, que envíe muy enseguida, a que nos vean pronto la cabeza, el representante de las fuerzas de esa zona? Demoras son derrotas».

Estamos en presencia de un ejemplo más que ilustra sobre la capacidad del Maestro para tratar con los hombres y de su don para dirigir una guerra, eludiendo el uso del «ordeno y mando», que tanto daño hizo entonces y lo sigue haciendo hoy en no pocos lugares del mundo. Un ejemplo del cual los cubanos debiéramos estar orgullosos.

En Corazón a diario, el día 12 de mayo queda así, en este bello epítome:

64

A ratos llueve lloriscos

por toda La Travesía.

Llegamos a la Jatía

por resbalosos derriscos.

Las vacas daban mordiscos

bajo la lluvia y el viento

al pasto más suculento.

Espantamos el ganado

para que al hostil soldado

no le sirva de sustento.

(*) Los 12 artículos que conforman esta serie fueron publicados por su autor en su página de Facebook entre el 1 y el 19 de mayo de 2025, como un homenaje de recordación a la caída en combate de José Martí.

Tomado de Facebook. Publicado el 14 de mayo a las 1:57 pm

Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:

La mujer de su vida.

José Martí: El asta contra el hacha.

La reseña como parte de la crítica literaria.

Roberto Sotolongo (1957)


(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.






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y en Cuesta Libro

domingo, 15 de junio de 2025

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (7 de 12)

 Por Roberto Sotolongo (**)

Yo sin cesar pienso en Ud.

La disyuntiva que más laceró al mejor de los cubanos, fue aquella que lo puso a elegir entre la consagración a la familia o su irreprimible apego al ideal de redención.

Leonor Pérez (1828-1907)

No hay una sola palabra en el Diario de Campaña de José Martí dedicada a su madre o que haga alusión a la misma. No fue, sin dudas, por falta de tiempo. Se tiene constancia de las muchas misivas que escribió sobre la marcha riesgosa por los montes insurrectos. 

Sabemos, por ejemplo, que a Carmen Miyares y a sus hijos les remitió cinco, una a Bernarda Toro de Gómez, dos a Antonio Maceo y también a Manuel Mercado y a Máximo Gómez. 

Sin embargo, contamos con la última que envió a su madre, breve, intensa, tierna y amorosa. La escribió en Montecristi, el 25 de marzo de1895, a punto de iniciar su vía crucis hasta Dos Ríos. 

Fue la epístola de la despedida: la del hijo que marcha al holocausto, a la madre que queda con su dolor.

Esta es la carta :

Madre mía:

Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en Ud. Yo sin cesar pienso en Ud. Ud. se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de Ud. con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre.

Abrace a mis hermanas y a sus compañeros. ¡Ojalá pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí! Y entonces sí que cuidare yo de Ud. con mimo y con orgullo. Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición.

Su

J. Martí

Lo primero que nos llama la atención de este transido texto, es la conciencia que acompaña a Martí de la angustia de la madre por la perenne ausencia de su primogénito y por su decisión irreversible de entregarse al sacrificio. Ella nunca lo entendió y mucho menos lo apoyó en sus sueños de redentor. En su primera misiva al hijo, después de echarle en cara lo poco que le escribe a ella, le dice tajante: «Dios te perdone hijo todo el mal que me haces, y por ti le pido a todas horas, y porque te conserve tu hermoso hijo, y no te castigue en él lo que con tu abandono haces sufrir a tu madre».

En cada una de las 19 cartas que le envió, está presente la queja de ella hacia él y su doloroso anhelo de que desista de la locura en que se ha metido. En la epístola fechada el 19 de agosto de 1881, le advierte:

En todas partes los hombres son iguales, hay buenos y malos y que con todas formas de gobiernos hay descontentos, y te acordarás de lo que desde niño te estoy diciendo, que todo el que se mete a redentor sale crucificado, y que los peores enemigos son los de su propia raza.

Si Dios y María entregaron a su unigénito, ella no estaba dispuesta a hacer lo mismo con su primogénito. La disyuntiva que más laceró al mejor de los cubanos, fue aquella que lo puso a elegir entre la consagración a la familia o su irreprimible apego al ideal de redención. Y aunque hizo desesperados intentos por buscar un equilibrio entre los dos deberes, la vida no se lo permitió. Mas, nunca dejó de pensar en los suyos, sobremanera en su hijo y en su madre. Por eso dice: «Yo sin cesar pienso en Ud.», aun cuando le reitere que: «El deber de un hombre está allí donde es más útil».

Tuvo la esperanza Martí de ver a toda la familia alrededor de él, contentos de él, y soñó con la posibilidad de cuidar de la madre «con mimo y con orgullo». No pudo ser. Por ello vivió con la convicción y el consuelo de que «No son inútiles la verdad y la ternura». Y sólo podía rogarle a la madre: «No padezca».

(*) Los 12 artículos que conforman esta serie fueron publicados por su autor en su página de Facebook entre el 1 y el 19 de mayo de 2025, como un homenaje de recordación a la caída en combate de José Martí.

Tomado de Facebook. Publicado el 11 de mayo a las 8:48 pm  ·


Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:

La mujer de su vida.

José Martí: El asta contra el hacha.

La reseña como parte de la crítica literaria.

Roberto Sotolongo (1957)



(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.



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viernes, 13 de junio de 2025

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (6 de 12)

Por Roberto Sotolongo (**)

Un improvisado y voluntario médico.

Y aquel que también vaticinó que: «La verdadera medicina no es la que cura, sino la que precave», se vio forzado a convertirse en un sanador, por aquello de que es casi imposible prevenir las consecuencias físicas y espirituales de los embates de una guerra.

Ante la presencia de Martí, o desde el conocimiento de su vida y de su obra, la estupefacción es inevitable; no es posible quedar impasible ante la grandeza enmascarada en aquel cuerpo aparentemente endeble. Una de las niñas que le conocieron en su andar por los montes de Oriente, Mariana, ya anciana, recuerda: «Y fue más que nada por eso, por lo que Modesta, aunque Martí no era un hombre muy físico, se impresionó con él». Lo que sorprende a todos, en especial a la adolescente Modesta y a Mariana era que: «A Martí no le daba pena preguntar como nosotros decíamos los nombres. (Se refiere a los nombres de las pequeñas criaturas del bosque) Apuntaba en una libretica. Lo agarraba un entusiasmo cuando descubría algún saber. Quien iba a decirlo, siendo él el que era aquilatado, sapiente. ¡Habrase visto!».

Asombro ante la sencillez de aquel sabio, que sin proponérselo quedó para siempre sembrado en las entrañas de aquella tierra y en la memoria de los que gozaron del privilegio de sentir su respiración y su palabra. Mucho y diverso pudiéramos contar al respecto; sin embargo, nos gana el interés de atraer la mirada hacia una de las más elevadas manifestaciones de la conducta del Apóstol: la que lo llevó a hacer de médico y enfermero de las huestes insurrectas.

Sabemos que al desembarcar por Playita de Cajobabo, Martí cargaba, además de su mochila, con un revólver Smith and Wesson, un fusil Winchester, dos mil cápsulas y un machete de hoja curva. La mochila contenía, entre otras cosas, sus libros y los imprescindibles medicamentos.

El pensador, el escritor, el estratega de la guerra necesaria y de la futura república, el fundador de un partido nuevo, el soldado que rompía monte como cualquiera, el traductor, el periodista y el Mayor General, devino en un improvisado y voluntario médico. Mas, no un improvisado cualquiera. Como leyó y estudió de todo, no podía hurtarse a la curiosidad por la medicina.

No es este el momento de escribir sobre sus vastos conocimientos al respecto. Me limito sólo a remitirlos a los siguientes tomos de sus Obras Completas: 1, 2, 3, 21, 22, 23 y 28; y para mayor facilidad en la búsqueda, al Diccionario del pensamiento martiano, en sus páginas de la 426 a la 430. En estas fuentes podrá el interesado descubrir hasta donde llegó la sapiencia martiana en lo tocante a este menester.

Sin embargo, me complace ponerlos al tanto de lo que él meditaba en 1875, con sólo 22 años de edad, acerca del rol de la medicina en la sociedad humana, y su admiración por los que ejercían esta sagrada profesión. En un texto publicado en la Revista Universal, decía: «Es la medicina como el derecho, profesión de lucha; necesítase un alma bien templada para desempeñar con éxito ese sacerdocio; el contacto de las diarias miserias morales y materiales, el combate con la sociedad y con la naturaleza, hacen mal a las almas pequeñas, mientras que es revelación de cosas altas en almas altas y hermosas.

Y aquel que también vaticinó que: «La verdadera medicina no es la que cura, sino la que precave», se vio forzado a convertirse en un sanador, por aquello de que es casi imposible prevenir las consecuencias físicas y espirituales de los embates de una guerra. Y él asumió el reto con hidalguía, porque justamente fue también y siempre un hombre de alma alta y hermosa.

Veamos, en sus anotaciones del día 25 de abril como se ocupaba de los heridos:

25.__......Hamacas, candelas, calderas, el campamento duerme; al pie de un árbol grande iré luego a dormir, junto al machete y el revólver, y de almohada mi capa de hule, __ahora hurgo el jolongo, y saco de él la medicina para los heridos. Cariñosas las estrellas, a las tres de la madrugada.

A las 5, abiertos los ojos, colt al costado, machete al cinto, espuela a la alpargata y a caballo. __¿Y a dónde, al acampar estaban los heridos? Con trabajo los agrupo, al pie del más grave, que creen pasmado, y viene a andas en una hamaca, colgando de un palo... Bebe descontento un sorbo de Marrasquino. ¿Y el agua, que no viene, el agua de las heridas, que al fin traen en un cubo turbio_ ¿Y el practicante, dónde está el practicante?, que no viene a sus heridos? Los otros tres se quejan, en sus capotes de goma.

 Al fin llega, arrebujado en una colcha, alegando calentura. Y entre todos, con Paquito Borrero de tierna ayuda, curamos la herida de la hamaca, una herida narigona, que entró y salió por la espalda: en una boca cabe un dedal, y una avellana en la otra: lavamos, iodoformo, algodón fenicado. Al otro, en la cabeza del muslo: entró y salió. Al otro, que se vuelve de bruces, no le salió la bala de la espalda: allí está, al salir, en el manchón rojo e hinchado; de la sífilis tiene el hombre comida la nariz y la boca; al último, boca y orificio, también en la espalda:... A Antonio Suárez de Colombia, primo de Lucila Cortés, la mujer de Merchán, la misma herida. Y se perdió a pie, y nos halló luego. 

Tres son las décimas en las que Ramón Guerra evoca aquellos instantes de curación bajo el cielo de la manigua:



35

Hacemos alto, a esperar

a los de los pies llagados,

que se acercan rezagados

y mi deber es sanar.

Desde el apacible altar

nos custodian las estrellas,

murmurando, triste y bellas

mientras busco en mi jolongo

y medicinas dispongo

al piadoso uso de ellas.

36

En la necesaria guerra

a Alcil Duvergie, el valiente

un mal plomo dio en su frente

y cayó a abonar la tierra

que ahora lo mira y lo encierra.

Traen el agua turbia, oscura;

no hay otra para la cura.

Los heridos ya me esperan

y, algunos, se desesperan.

Borrero a ayudar se apura.

37

Aplico el desinfectante

a una herida narigona;

entró y salió por la zona

de la espalda el plomo errante.

¿Y dónde está el practicante

que no viene a sus heridos?

Afriebrados y dolidos,

penden de la hamaca herida

y no poder con mi vida

aliviar a estos sufridos.

(*) Los 12 artículos que conforman esta serie fueron publicados por su autor en su página de Facebook entre el 1 y el 19 de mayo de 2025, como un homenaje de recordación a la caída en combate de José Martí.

(*) Tomado de Facebook. Publicado el 9 de mayo a las 5:18 am  

Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:

La mujer de su vida.

José Martí: El asta contra el hacha.

La reseña como parte de la crítica literaria.

Roberto Sotolongo (1957)
@AGS



(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.

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