martes, 20 de mayo de 2025

OPERACIÓN PICO: EL DÍA QUE FC ESTUVO DISPUESTO A BOMBARDEAR LA REPÚBLICA DOMINICANA

 Prohibido olvidar

Tomado de DiarioLibre

Para confundir a las tropas estadounidenses ubicadas en la base naval de Guantánamo, se ordenó 
un ejercicio a gran escala que haría parecer el movimiento de los MiG-21 como un proceso
de rutina (Captura de pantalla @ FARVISION - YouTube)

Como muestra de músculo ante el gobierno dominicano y presionar la liberación de los pescadores, Fidel ordenó a un escuadrón compuesto por 12 MiG-21, efectuar un vuelo rasante sobre la ciudad de Puerto Plata, al norte de República Dominicana, que simulara un ataque sobre esa ciudad.

La Habana. A principios de setiembre de 1977 unos buques pesqueros cubanos fueron detenidos por guardacostas de Santo Domingo (según otra versión, era el buque mercante «Capitán Leo» que venía de vuelta de Angola). Los dominicanos acusaban a las tripulaciones de violar las aguas territoriales de la República Dominicana y pretendían incluso procesar a los pescadores. Estos a su vez alegaban que faenaban en aguas internacionales cuando fueron obligados a cambiar de ruta por las naves dominicanas, e internados en Puerto Plata. En el incidente, dos F-51D Mustang de la FAD, los FAD 1912 y FAD 1916, sobrevolaban los barcos cubanos. El Gobierno dominicano de Joaquín Balaguer aparentemente sospechaba que los buques estaban en misiones de espionaje, mientras que el cubano pensaba a su vez que por la intransigencia dominicana a devolverlos y arreglar el asunto por la vía diplomática, se trataba de una provocación anticubana, algo que no estaba dispuesto a aceptar.

El día 8 de setiembre de 1977 se reúnen con Fidel Castro en el ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR), el jefe de la DAAFAR, general Francisco Cabrera, el Jefe de la Brigada de Cazas de San Antonio, teniente coronel Rubén Martínez Puente, el sustituto del Jefe de la DAAFAR, coronel Rafael del Pino, y otros jefes militares de alto rango. Cuando aparece Castro, éste explica la situación. El gobierno dominicano se mostraba reticente a arreglar el caso armoniosamente y era hasta arrogante. El gobierno cubano no toleraría afrentas al honor del país y de sus ciudadanos, por lo que sin renunciar a los esfuerzos diplomáticos, se decidió a demostrar irrefutablemente que las cosas no se quedarían así y que los pescadores no serían abandonados a su suerte.

Para presionar al gobierno dominicano a liberar inmediatamente el buque, un escuadrón completo de 12 MiG-21 bis, los más versátiles y potentes aviones de la FAR, debía efectuar un vuelo rasante sobre la ciudad de Puerto Plata, que aterrorizaría a los dominicanos y serviría de mensaje a su gobierno, para demostrar que los MiGs cubanos llegaban hasta allí y que estaban dispuestos a todo para liberar a sus compatriotas. Si entonces en un plazo de 24 horas los dominicanos no liberan el buque, el escuadrón de MiG-21bis bombardearía las unidades militares dominicanas en Santo Domingo, Puerto Plata y luego las de Santiago de los Caballeros. Castro les recuerda que esa hora «H» debía ser a las 10:00 de la mañana del día 10 de septiembre. Se pone en marcha la «Operación Pico».

Se prepara el ataque

Ya se había cursado la orden a las unidades de la Fuerza Aérea, que reforzaban la zona oriental de Cuba, colocando varios escuadrones de MiG-21 en Moa, Santiago de Cuba, Baracoa y Guantánamo, lo cual crearía en Oriente una correlación de fuerzas muy favorable, que disuadiría a los Estados Unidos a intervenir. Los MiG-21MF de la zona oriental despegarían para asegurar la cobertura aérea de la misión. Los Puntos de Conducción de tierra impartirían órdenes falsas para desinformar. Las tropas del Ejército Oriental estaban movilizadas en supuestas maniobras tácticas y un riguroso secreto y silencio oficial total cubría la operación, por lo que el escuadrón de MiG-21bis sería detectado sólo al volver de la misión. Los radares de reserva se habían colocado en puntos estratégicos orientales cerca de la Punta de Maisí, para controlar las posibles rutas de vuelo de la aviación dominicana en caso de que decidiera responder. Las unidades de rescate y salvamento estaban listas para salir por si algún piloto tuviera que eyectarse. 

Cada MiG-21bis llevaría en este primer vuelo un tanque adicional de combustible de 800 litros y cuatro misiles térmicos K-13 (AA-2). En caso de una segunda misión de ataque real, la División Oriental de la DAAFAR les situaría el armamento y los MiG-21 llevarían bombas FAB-250 y FAB-500, de 250 y 500 kg respectivamente, y los terribles racimos de cohetes S-24.

De nuevo, como era frecuente en las operaciones del mando cubano, la acción era otra iniciativa propia, ajena al gobierno soviético, a los que no se podía mezclar en el incidente. Si los dominicanos llevaban el caso a las Naciones Unidas se debían tomar medidas para que todo el armamento suspendido y los tanques no tuvieran letras rusas, y no fueran usados como prueba acusatoria contra la URSS. Los tanques auxiliares eran necesarios para el vuelo, pero de vuelta ya vacíos se convertían en un estorbo, pues empeoraban la relación consumo-recorrido, y debían ser lanzados al mar.

Como flotarían un buen rato podrían llegar a las costas dominicanas (como llegó a ocurrir en realidad), por lo que había que limpiarlos. El espacio aéreo de Haití tampoco debía ser violado. El asunto debía implicar sólo a Cuba y a República Dominicana.

Del Pino recibe la orden de escoger a los 12 pilotos más experimentados para la primera misión, y que deben ser preparados con el mejor escuadrón de MiG-21bis de San Antonio. Se dirige inmediatamente a la esa base mientras, el jefe de la Brigada de Cazas de allí, teniente coronel Rubén Martínez Puente, ganando tiempo, ordena a su sustituto, el mayor Henry Pérez Martínez, uno de los mejores pilotos cubanos: «Oye, necesito que selecciones doce pilotos, entre ellos tú, para cumplir una misión importante». Henry Pérez inmediatamente se dedica a escoger a los mejores pilotos de la base de San Antonio, y cuando va al despacho de Martínez a acordar los nombres, allí ya se encuentra Rafael del Pino. Ambos aprueban la lista de pilotos, reparten a los hombres por tres escuadrillas de 4 MiG-21 cada una, y le explican que el líder de la misión será Del Pino y que Henry Pérez no irá como jefe de escuadrilla, sino como número suyo, para tomar el mando del escuadrón en caso de que le ocurra algo a Del Pino. Todo esto significaba que el peso principal de los preparativos recaería sobre Henry Pérez, pues aunque Del Pino es audaz y arriesgado en el aire, «era terriblemente apático a todo lo que no fuera volar», por palabras de Pérez.

Los 12 pilotos serían: coronel Rafael del Pino, mayor Henry Pérez Martínez, teniente coronel Jorge Villardel, mayor Benigno Gonzáles Cortés, capitán Arnaldo Torres Biart, capitán Manuel Rojas García, capitán Rigoberto Morales, capitán Evelio Bravo, capitán Armando Castellanos, capitán Raúl Hernández Vidal, mayor Pedro Pérez y capitán Díaz. Eran todos excelentes pilotos de alta profesionalidad y algunos con experiencia de combate, como el mayor Benigno Cortés, quien había sido jefe del primer escuadrón de MiG-21MF llegado a Angola en 1976, y que acompañaba a Del Pino cuando éste con su MiG-21MF destruyó un Fokker F-27 enemigo en ese país, el 13 de marzo de 1976.

Al mediodía los pilotos escogidos fueron reunidos en el salón de briefings a esperar indicaciones especiales de un alto jefe que debía llegar de un momento a otro. Los pilotos se impacientaban cuando de repente, Rigoberto Morales, que espiaba por la ventana, les grita: «Caballeros, es Fidel, ¡es Fidel!».

La participación directa de FC en el plan para bombardear a RD (Tomado de Periódico cubano)

Fidel Castro decide no quedarse de brazos cruzados ante la afrenta de los dominicanos y el 8 de septiembre de 1977 realiza una reunión secreta en el ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR), con el jefe de la Defensa Antiaérea de las FAR (DAAFAR), general Francisco Cabrera, el Jefe de la Brigada de Cazas de San Antonio, teniente coronel Rubén Martínez Puente, el sustituto del Jefe de la DAAFAR, coronel Rafael del Pino, quien años más tarde, luego de ser ascendido a general, escaparía hacia los Estados Unidos a bordo de una avioneta junto a su familia.

Fidel explicó a sus subordinados que el gobierno cubano no toleraría afrentas al honor del país y de sus ciudadanos, por lo que, sin renunciar a los esfuerzos diplomáticos, decidió a demostrar irrefutablemente que las cosas no se quedarían así y que los pescadores no serían abandonados a su suerte.

¡Me las van a pagar! ¡Estos dominicanos me las van a pagar! − exclamaba Castro.

Como muestra de músculo ante el gobierno dominicano y presionar la liberación de los pescadores, Fidel ordenó a un escuadrón compuesto por 12 MiG-21, efectuar un vuelo rasante sobre la ciudad de Puerto Plata, al norte de República Dominicana, que simulara un ataque sobre esa ciudad.

De esta forma demostraba que los MiG-21 cubanos podían llegar hasta allí y que estaban «dispuestos a todo».

Si entonces en un plazo de 24 horas los dominicanos no liberan el buque, el escuadrón de MiG-21bis bombardearía las unidades militares dominicanas en Santo Domingo, Puerto Plata y luego las de Santiago de los Caballeros.

Castro les recuerda que esa hora “H” debía ser a las 10:00 de la mañana del día 10 de septiembre. Se pone en marcha la «Operación Pico».

Se prepara el ataque

Para preparar el ataque, los cazas cubanos partieron desde la base aérea de San Antonio, ubicada en el occidente cubano, hacia la unidad militar ubicada en Guantánamo desde donde partirían hacia la República Dominicana.

Para confundir a las tropas estadounidenses ubicadas en la base naval de Guantánamo se ordenó un ejercicio militar a gran escala que haría parecer el movimiento de los MiG-21 como un proceso de rutina.

Igualmente se colocaron varios escuadrones de estos cazas en Moa, Santiago de Cuba, Baracoa y Guantánamo, lo cual crearía en Oriente una correlación de fuerzas muy favorable, que disuadiría a los Estados Unidos a intervenir.

Los MiG-21MF de la zona oriental despegarían para asegurar la cobertura aérea de la misión. Los Puntos de Conducción de tierra impartirían órdenes falsas para desinformar.

Las tropas del Ejército Oriental estaban movilizadas en supuestas maniobras tácticas y un riguroso secreto y silencio oficial total cubría la operación, por lo que el escuadrón de MiG-21bis sería detectado solo al volver de la misión.

Además, radares de reserva se habían colocado en puntos estratégicos orientales cerca de la Punta de Maisí, para controlar las posibles rutas de vuelo de la aviación dominicana en caso de que decidiera responder.

Según las revelaciones hechas años después por el propio general Del Pino, cada MiG-21 llevaría en este primer vuelo un tanque adicional de combustible de 800 litros y cuatro misiles térmicos K-13 (AA-2).

En caso de una segunda misión de ataque real, la División Oriental de la DAAFAR les situaría el armamento y los MiG-21 llevarían bombas FAB-250 y FAB-500, de 250 y 500 kg, respectivamente, y los terribles racimos de cohetes S-24.

La «Operación Pico»

En la mañana del 9 de septiembre de 1977, el escuadrón de MiG-21 es reabastecido en Guantánamo, luego de partir de la base de San Antonio.

A las 8:30 horas toman rumbo hacia la República Dominicana, evadiendo el espacio aéreo de Haití. El vuelo de 580 kilómetros se desarrolló con normalidad, y a 20 km de Puerto Plata se separaron en parejas para «atacar» a sus objetivos y no estorbarse entre ellas.

La operación consistió en hacer varios pases de vuelos rasantes y conectar la postcombustión para romper la barrera del sonido, un estruendo mayúsculo sobre aquella urbe que rompió cristales y causó pánico entre sus habitantes.

Imitan movimientos de ataque pero sin emplear armamentos. Del Pino realiza un vuelo tan bajo, que su líder Henry Pérez pensó que se tragaría todas las antenas de la ciudad. Pasaron a corta distancia de un hotel, donde los turistas confundidos pensaron que se trataba de una maniobra de las tropas estadounidenses. La destreza de Del Pino era sumamente reconocida dentro de las tropas cubanas.

La misión concluye exitosamente y los MiG-21 bis regresan a Guantánamo luego de aterrorizar a la población local y enviar una clara advertencia al gobierno de Balaguer. Una vez en Guantánamo, del Pino es citado por Fidel para que se dirigiera a La Habana y relatara los detalles de la misión. Según cuenta el militar, una vez en el MINFAR, tuvo que esperar unos minutos, pues los jefes militares cubanos estaban leyendo copias de conversaciones entre los altos mandos militares quisqueyanos y su presidente.

Del Pino manifiesta sentirse sorprendido, pues nunca pensó que los servicios de inteligencia cubanos tuviesen la capacidad de monitorear las conversaciones de un jefe de Estado de otro país. Los dominicanos se comunican a través de un cable cifrado a las 13:00 horas de ese 9 de septiembre, manifestando que estaban dispuestos a arreglar el incidente por la vía diplomática, sin embargo, no liberan a ninguno de los pescadores.

Fidel Castro les da un ultimátum de 24 horas a los dominicanos para liberar a los pescadores cubanos, si no bombardearía, esta vez con armamento real, una de las ciudades de ese país. El objetivo escogido fue la capital, Santo Domingo, específicamente la base aérea de San Isidro.

A las 8:30 a.m. del día siguiente, 10 de septiembre, los MiG-21 bis de la Fuerza Aérea cubana se encontraban alistados con bombas rusas FAB-500 de 500 kilogramos para despegar hacia la República Dominicana y llevar el conflicto hasta las últimas consecuencias. Mientras Del Pino esperaba la confirmación para el despegue, en ese momento llega un cable cifrado de La Habana en el cual decía: «Barco devuelto. Regresar el circo a casa a las 14:00 horas. Firmado: Senén Casas Regueiros, Jefe del Estado Mayor General».

De esta forma, culminaba una de las crisis más tensas entre dos naciones caribeñas por aquellos años. Se impuso la razón y no se realizó un bombardeo que sin dudas iba a marcar la historia entre ambos países.

viernes, 16 de mayo de 2025

MI PASO FUGAZ POR LAS PANTALLAS DEL CINE Y LA TELEVISIÓN, o el por qué los viejos hablan solos

Un civil de espalda, el músico cortado, un tabaco exquisito y una prueba de cámara desaprobada

Yo recuerdo, que allá por la década del ochenta del pasado siglo XX, había un anuncio en la vidriera del entonces llamado cine Yara, en la calle L, esquina a 23, en el vedado habanero, en el que se convocaba a todo aquel que estuviera dispuesto a trabajar como extra en cine y televisión.

La juventud, digo yo, es un divino tesoro cuando se pierde, es en la vejez cuando adquiere su precio justo. Es invaluable después que pasó, y es por eso que el joven ni se entera. La juventud, digo yo, es un botín para quienes logramos rebasarla, para quienes muchos años después, si nos queda algo de memoria y entusiasmo, la recordamos, la saboreamos al verla pasar en trozos como de viejas películas, la juventud es un bocatto di cardinale para quienes la disfrutamos en secuencias oníricas.

Cada uno de aquellos acontecimientos, en los que a tuerto o a derecho me metí, vuelven de cuando en cuando y los voy rumiando. Cada uno de aquellos sucesos difíciles, dolorosos, alegres o insignificantes en los que se me enredó la vida y de los que pude salir airoso o trasquilado vuelven a la gran pantalla de mi memoria. Los avatares que enfrenté en mis años mozos, solamente los he podido aquilatar, saborear y disfrutar después de haber confeccionado un extenso catálogo de pruebas, errores y aciertos.

Yo recuerdo, que allá por la década del ochenta del pasado siglo XX, había un anuncio en la vidriera del entonces llamado cine Yara, en la calle L, esquina a 23, en el vedado habanero, en el que se convocaba a todo aquel que estuviera dispuesto a trabajar como extra en cine y televisión. Entonces, embullado por algunos amigos que estudiaban actuación, llené mi planilla en una oficina que recordar no puedo y uno de aquellos días recibí mi primer llamado. Recuerdo que pasé por un vestuario en el que me endilgaron una ropa y un personaje: Civil de Espalda.

Lo otro que recuerdo es que nos llevaron al restaurante del hotel Sevilla y allí estuvimos desde poco antes de la media noche, hasta que amaneció. Todo para una escena en la que Orlando Casín comía con unos amigos y si mal no recuerdo, era víctima de un atentado. Estuve sentado en una mesa, durante varias horas haciendo como que comía y por supuesto, desde que terminó aquello, en lo que más pensaba era en verme de espaldas por primera vez en la televisión, pero la realidad fue otra, por más que presté atención a la pantalla de mi televisor el día en que pasaron aquel capítulo de la telenovela -que tampoco puedo recordar el título-, no me vi por ningún lado, el Civil de Espalda que yo protagonicé quedó fuera de cámara y así mi primera derrota como actor.

No obstante, pasó el tiempo y volví a ser llamado, esta vez para una película, y aquí sí que me vistieron como músico del siglo XVIII, con peluca y todo un atuendo y maquillaje y me desembarcaron en el Palacio de los Capitanes Generales, en la Habana Vieja, donde había un set en el que me hicieron subir para ensayar con otros músicos la obertura de la ópera El Barbero de Sevilla. Todo iba bien, el ensayo sin contratiempos, los especialistas se arremolinaban en torno al set ajustando las luces, los músicos a lo nuestro con Rossini y los técnicos revisando cada detalle. Y en eso llegó un personaje con aspecto de gran autoridad, quien según supe era el director, y lo vi conversar, gesticular y mirar hacia donde yo estaba con uno de los asistentes. Poco después alguien se me acercó y me pidió con mucha cortesía que saliera del set, me dio las gracias por mi valiosa colaboración y me dijo tranquilamente: El director lo ha cortado. Y esto, me dije yo entonces, iba a ser todo. Pero en realidad me faltaban dos intentos.

Cuando llegué a vivir en Santo Domingo, la hermana de una colega de la orquesta trabajaba en una publicitaria, y al conocerme me propuso participar en un comercial que a la sazón estaba en producción, previa advertencia de que yo no calificaba en los castings, ella insistió y me volví a enfrentar a las cámaras, y esta vez sí salí en en pantalla, hasta con un parlamento: Exquisito, dije como mil veces hasta que el director quedó conforme con mi performance. Bueno, en realidad no tan conforme porque me doblaron la voz.

Años después tendría la última oportunidad, esta vez fue también para un comercial. Una joven muy emprendedora a quien todavía veo trabajando en los medios, me vio en un ensayo de la Sinfónica en Bellas Artes y me pidió que hiciera una prueba de cámara para ella, y entonces, con la basta experiencia que yo había adquirido en el oficio, le dije lo que ya era obvio, no estoy en capacidad de hacer casting, y creo que hasta le conté de mis éxitos en el cine cubano, pero ella, perseverante como corresponde a un oficio tan demandante como el que ella ejerce, se apareció en mi casa con su cámara en ristre, me hizo tomar el contrabajo y ella hizo su prueba de cámara. Unos días después recibí la noticia anunciada: Al director no le gustó. Y así quedó sellado mi paso por la pequeña y la gran pantalla.

Cientos de escenas como estas se han acumulado en mis recuerdos de juventud, sucesos que vuelven una y otra vez, frases antológicas dichas por amigos inolvidables, anécdotas irrepetibles, personas que por sus valores siguen conmigo, y así, montones de lecciones que la vida me ha dado y que a veces siento el impulso de compartir, porque como dice el refrán, la felicidad no es nada si no es compartida, pero no siempre hay alguien que escuche, y sucede lo inevitable: Hablo solo. En fin, como te iba diciendo, la juventud es para mí un tesoro, ahora tiene el precio justo y la recuerdo, ahora continúo disfrutándola como el paso de la vida por mis venas. Santo Domingo, 16 may. 2025

Disponible en Hypermedia,
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