domingo, 24 de agosto de 2025

IONESCO, PETER WEISS, VIRGILIO PIÑERA, HAFFE SERULLE. TEATRO DEL ABSURDO.

Evocaciones en la mente de un espectador

SD. 23 ago. 2025. Sala Ravelo del Teatro Nacional Eduardo Brito. Cuerpos de Barro, obra original de Haffe Serulle. Producción General, Raíces Escénicas & Haffe Serulle. Regiduría, Michelle Cruz López. Iluminación, Javier Suero. Vestuario, Juan Tavárez. Maquillaje, Taína Peña. Relaciones Públicas, Rosa Arredondo. Contenido y Redes, Saúl Rodríguez, Evan Daviddi, Yen Guerrero y Escarlet Alburquerque. Diseño Gráfico, Saúl Rodríguez, Yen Guerrero y Érika Martínez. Fotografías, Mika Pasco y Francheska Peralta. Spot de Redes, Doce Films. 
 
La obra transcurre con un ondulante ritmo en el que las tensiones y distensiones dejan respirar a los sentidos, me sentí cómodo en los descansos, en las distensiones que dan paso a nuevas tensiones, y así hasta el final.

@AGS
La obra comenzó a eso de las ocho y treinta de la noche con un 
prólogo  a manera de performance, a las puertas de la sala, donde se había acumulado el público acostumbrado a acomodarse en sus asientos antes de esa hora. Esa sorpresa fuera de la sala no me gustó, pero eso no es importante, al parecer el resto del público, que fue numeroso para una función de su tipo en esta ciudad, recibió con agrado ese contacto directo con los tres actores: Stuart Ortiz (el viejo esposo), Lissette Jiménez (la joven esposa adúltera) y Saúl Rodríguez (el amante violinista).

La sigilosa salida del esposo viejo de detrás de la puerta de la sala, su vestuario con reminiscencias que divagaban entre lo castrense, lo circense (du soleil), lo mágico maravilloso (el general en su laberinto) y la desgarrada voz con recuerdos de Darth Vader (Star Wars), fue seguida de los otros dos personajes; ella, con un provocativo vestido punzó que dilató las pupilas de más de uno en el público; él, con el atuendo más sencillo, pero con hechuras semejantes al lucido por el viejo.

En realidad no le presté mucha atención a la improvisación, aunque repito, eso no es importante porque los tres interactuaron a sus anchas con los presentes, hasta que finalmente todos comenzaron a entrar en la sala y yo pude concluir mi ritual de dejarme caer en la trampa.

La primera imagen que brotaba del escenario me dio los primeros signos para enhebrar mis evocaciones. Largas telas movidas a gusto por los personajes, telas muy efectivas y muy exploradas también en la danza, personajes absurdos como ya los he descrito, en una situación muy cotidiana, pero expresada desde el desorden, el caos de las ideas o desde la estética de un Weiss en La persecución y muerte de Jean Paul Marat, representada por los internos del asilo de Charenton, dirigida por el marqués de Sade. Muy convencido de esto quedé en la escena erótica en la que se aprecia claramente una erección en el violinista. O en la estética de Piñera en Dos viejos pánicos (*), donde una pareja de viejos esposos se enfrenta a sus recuerdos en un escenario sin más utensilios que dos catres separados desde donde se lanzan sus ráfagas inconexas de recuerdos doloridos y felices. O en la estética de Ionesco en la Cantante Calva, donde se encañona con un arma mordaz a la familia disfuncional.

@AGS
La obra transcurre con un ondulante ritmo en el que las tensiones y distensiones dejan respirar a los sentidos, me sentí cómodo en los descansos, en las distensiones que dan paso a nuevas tensiones, y así hasta el final.

Y no me gustó la performance, porque me quitó esa sensación de incertidumbre que provoca la entrada a la sala de teatro, ese momento en el que sabemos que estamos cayendo en una trampa de la que no saldremos los mismos, y luego las imágenes desde las tablas te van arrugando, removiendo o estirando la piel, pero como dije, eso no es importante, es solo un criterio. El arte, cuando es de verdad, provoca emociones muy disímiles, polisémicas, estiran y retuercen la piel y los sentidos y esta obra lo consigue.

Y claro, el arte no es perfecto, el artista siempre está creando, por lo que sí debo poner un periquito: la poética de los textos, originales del director y dramaturgo Haffe Serulle, no se compadecen con las imágenes, demasiado llano para mi gusto y falto de ritmo por momentos, las palabras no hilvanan bien, el texto no deja muchos recuerdos, no evoca muchas imágenes, lo que sí consiguen la escena, el vestuario, las desgarradas voces y la fluidez que alcanzan los actores al expresar esos textos. Y no se trata de que los diálogos sean inconexos, se trata de que a cada línea le vendrían muy bien algunas metáforas, imágenes, musicalidad al hilvanar una palabra con otra y hasta refranes conocidos.

Por otra parte, es una verdadera pena, que tanto esfuerzo y gasto material y espiritual no encuentre en esta ciudad el público suficiente como para reponer durante largas temporadas obras como esta, o intereses públicos y privados que la lleven a otros escenarios del país.

En conclusión, estremecido por esos Cuerpos fue grato evocar tanto teatro, fue bueno salir de la sala siendo otro. 

(*) Lamentablemente no he podido encontrar en vídeo la puesta en escena de Dos viejos pánicos, es probable que esto se deba al cerco que el régimen castrista ha tendido alrededor de la vida y obra de Virgilio, pero en su lugar recomiendo un programa de radio, en el que comentan con muy buen tino su obra. Dos viejos pánicos fue premio de Teatro Casa de las Américas 1968 y no se estrenó en Cuba hasta 1990, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional, función a la que tuve la suerte de asistir.     

Disponible en Hypermedia
y en Cuesta Libro

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