viernes, 3 de octubre de 2025

HEREDÉ MILLONES Y LOS DISFRUTO

Playas y boleros

Esa herencia que guardo, que no pudo llegar a las generaciones que vinieron después -y que algunos de mi generación han querido olvidar convenientemente-, porque fue destruida por el castrismo, borrada sin la menor compasión, con un profundo espíritu medieval, esa herencia, esas memorias, esos recuerdos que se compartían desde la Colonia hasta la República, son el tesoro más preciado que me dejaron mis padres y mis abuelos.

Varadero, Cuba. 1957

Así es, mis padres me heredaron una fortuna que jamás se ha de consumir. Mire usted, cuando apenas yo era un bebé y no tenía consciencia, comenzaron a llevarme a la playa, pero no a cualquier playa, sino a Varadero, cuando Varadero vivía su esplendor, cuando a mediados de los 50´s era el balneario más rico de Cuba. Poco después, cuando comencé a tener memoria, recuerdo que con mucha gracia mi abuelo decía: «Para río caudaloso elijo, Varadero, y para pueblo de campo La Habana».

Y cuando no era factible ir a Varadero o Guanabo, donde mi tía y mi tío tenían una casa, íbamos en la camioneta del jefe de mi padre, quien más que jefe era el amigo, a la que entonces era una playa salvaje, situada en las cercanías de la Península de Zapata, y la entrada de la Bahía de Cochinos, donde solamente habían construido unas letrinas, en una región que años después saltó a la fama por la expedición que intentó librarnos del comunismo, y a la que, también, muchísimos años después fui a tocar un baile cuando aquello se convirtió en un poblado que llegó a conocerse como Guasasa.

También, por estar más cerca de Aguada, me llevaban a Playa Larga, la que bien lleva su nombre, porque en ella se camina cientos de metros y no consigues que el agua te llegue a la cintura; Playa Girón, la peor del mundo, donde apenas era posible mojarse los pies, porque allí cunde el dienteperro; y La Máquina, una playita pequeña, entonces también salvaje, de arena muy fina y blanquísima como la de Varadero.

Así que por aquellos hábitos aprendidos desde la más tierna infancia, en cuanto a balnearios, si la arena no es tan fina como polvo de estrellas, tan blanca que rechine en los ojos como la nieve, si la temperatura del agua no oscila entre los 20 y 30 grados centígrados, sin una sola piedra en el camino y en la que se pueda caminar cientos de metros sin que el agua te llegue a la cintura, no me deslumbra.

Disponible en Hypermedia
y en Cuesta Libro.

No sé si eso será bueno o malo, usted dirá, pero me encanta disfrutar de esos recuerdos. Por otra parte, mi padre, sobre todo mi padre -porque mi mamá no era de cantar-, siempre que se ponía de moda un bolero, un cha-cha-chá, una guaracha, o un son, la entonaba alguna que otra vez, por cierto, con muy buena afinación y ritmo. Su voz, de buen timbre y perfecta dicción -con la que siempre soñó llegar a ser locutor y por lo que seguía y conocía de oído a casi todos los de la radio y la televisión-, le permitían repetir algunas líneas de las novelas, como aquella de El Derecho de Nacer que decía cada vez que venía al caso: «¡¡¡Habló don Rafael del Junco!!!», o entonar aquel bolero de Luis Kalaf, que en la voz de Alberto Beltrán se hizo tan popular en Cuba a través de las Victrolas, y que decía: «Aunque me cueste la vida» o aquel otro bolerón que cantaba Roberto Ledesma y que decía: «Camino del puente me iré», y otro más, aquel que dice así: «Besándote en la boca me dijiste / solo la muerte podrá alejarnos». Y de Pototo y Filomeno aquel estribillo de una guaracha que dice: «Ahorita va a llover, ahorita va a llover si tú no tienes paraguas el agua te va a coger». Ah, y el muy repetido bocadillo de Trespatines en La Tremenda Corte; «Es humano, es consciente»

Esa herencia que guardo, que no pudo llegar a las generaciones que vinieron después -y que algunos de mi generación han querido olvidar convenientemente-, porque fue destruida por el castrismo, borrada sin la menor compasión, con un profundo espíritu medieval, esa herencia, esas memorias, esos recuerdos que se compartían desde la Colonia hasta la República, son el tesoro más preciado que me dejaron mis padres y mis abuelos. Es la herencia de una Cultura Cubana que no existe más, que fue suplantada por un sistema de propaganda.

Y cuando me pongo muy optimista, pienso, o más bien quiero pensar, que ocurrirá irremediablemente un renacimiento de esa Cultura Cubana, que renacerá de entre las cenizas, como Pompeya y Herculano, que se levantará un renovado país, una nueva historia en la que iremos acumulando recuerdos juntos y conservaremos por los siglos de los siglos una herencia colectiva que no se consumirá nunca. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Están permitidos todos los argumentos, sobre todo los que están en contra de los expresados en este blog. No están permitidas las ofensas personales por innecesarias para defender una idea. Así que me tomaré el trabajo de censurarlas.

HEREDÉ MILLONES Y LOS DISFRUTO

Playas y boleros Esa herencia que guardo, que no pudo llegar a las generaciones que vinieron después -y que algunos de mi generación han que...