La legalización de la unión homosexual
El tema de la legalización de las parejas de individuos del mismo sexo acapara la atención pública desde hace mucho tiempo en diversos puntos de la geografía mundial. Por ignorancia, más que por otra cosa, en nuestro país aun no se tocan esos temas, pero sería muy bueno que legisladores, activistas e interesados vayan poniendo oídos a lo que en el resto del mundo sucede para que no les tome de sorpresa cuando les toque opinar y legislar acerca de ello.
Entre los muchos escollos que encuentra el tema está el lingüístico, porque, por lo general, las parejas del mismo sexo no se refieren al otro como esposo o esposa y mucho menos a esa unión como matrimonio. Al parecer, estos deseos de igualar los derechos de las parejas homosexuales con los de las parejas heterosexuales ha metido a legisladores y activistas en un escollo que de no salir de él podrá, en el futuro inmediato, desembocar en otros desaguisados o por lo menos en situaciones desagradables. Según entiendo no han tenido en cuenta la fuerza de la costumbre y la capacidad del lenguaje para sintetizar un concepto.
Es sabido que cuando se nos llena un formulario, nunca se nos pregunta el sexo, el censor traza una cruz en el que a todas luces nos corresponde y sigue de largo para no herir susceptibilidades, no nos preguntan para no molestarnos, porque siempre suponemos que nuestro sexo es evidente -aunque no lo sea nuestra sexualidad-, y suele molestarnos un cuestionamiento acerca de lo que presumimos es obvio para cualquier prójimo.
De tal modo, la Ley que reconozca la unión entre personas del mismo sexo, ineludiblemente deberá adoptar otro nombre distinto al de matrimonio. Por la fuerza de una milenaria costumbre el matrimonio se efectúa entre personas de distinto sexo, es decir, quienes se unen en matrimonio adquieren el estado civil de casados, lo cual denota sin dudas al matrimonio heterosexual, por lo que al llenar una forma en la que se nos pregunte el estado civil, la respuesta es única: soltero(a), casado(a) o viudo(a) y en algunas legislaciones que lo contemplen divorciado(a).
Si la unión legal entre parejas del mismo sexo se adopta bajo la figura del matrimonio puede acarrear entuertos y preguntas que pudieran ser irritantes tanto para homosexuales como para heterosexuales.
Por ejemplo:
Pregunta: ¿Cuál es su Estado Civil?
Respuesta: Casado(a)
Pregunta (inevitable en ciertas circunstancias): ¿Con un hombre o una mujer?
En algunos contextos se utilizan ciertas palabras que definen conceptualmente la relación homosexual; entre otras, “pareja” o “compromiso”. Hay mucha inteligencia en la comunidad homosexual, y si bien es cierto que los derechos reclamados son justos, no lo es así la figura legal a la que se quiere ajustar. Ya en muchos Estados las uniones homosexuales se han legalizado bajo la figura del matrimonio, algo que seguramente provocará muchos entuertos que nada tienen que ver con la homofobia sino con el uso de las palabras.
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