Desde hace más de una década los centavos del peso dominicano no circulan en el mercado; sin embargo, los precios de casi todos los artículos se cotizan en base a esa llamativa fracción que al cliente le hace parecer que los precios son más bajos.
Ese 20.80, 26.99 ó 27.95 -que al comprador desprevenido le entra por los ojos, le cala el cerebro y le empuja a tomar el artículo-, se utiliza en casi todo los mercados del mundo, pero en nuestro país no se le devuelve al cliente la fracción. Aquí, aparentemente, no le prestamos atención a esos "chelitos" que cuando vamos al supermercado nos quitan con premeditación y alevosía.
¿Será porque somos tontos? o ¿porque estamos convencidos de que por unos centavos más o menos no seremos ni más pobres ni más ricos? Puede que haya algo de verdad en ambas causas, pero nadie reclama su calderilla; sin embargo, los empresarios se ponen las botas quitándonos esos centavos que, como por arte de magia, aparecen en las facturas como si nos hubieran sido devueltos. Esa calderilla que no nos devuelven, sumada mes tras mes y año tras año, multiplicada por millones de clientes se convierte en millones de pesos, millones que no se contabilizan adecuadamente, dinero que supuestamente está en manos del cliente, pero que en realidad pasó mediante el engaño a ser patrimonio del vendedor.
Pero lo más lamentable no es que tales desmanes se comentan en el mercado por tantos años, lo peor es que el propio Banco Central le dejó las manos libres a los perpetradores para cometer tal fechoría cuando sacó de circulación las monedas de menor denominación que el peso dominicano (RD$1.00) y tal acción no fue complementada con la prohibición de los precios con fracción de centavos.
El Estado Dominicano, que cuando fue catalogado como un estado fallido recibió tantas defensas y lo más granado de la intelligentzia dominicana expresó las mil y una pruebas de lo contrario, tiene en este hecho una tarea pendiente, tiene aquí la intelligentzia dominicana un síntoma que explicar y explicarse, porque en esta práctica se muestra no solamente la debilidad del Banco Central sino el de muchas otras instituciones del Estado. ¿Cómo se puede conocer exactamente el PIB con este desparpajo financiero? ¿Cómo calcular con exactitud la inflación? ¿Cómo creer en las estadísticas?
Si esto se puede ver en los iluminados anaqueles de las tiendas, cuántos desaguisados no habrá en las intrincadas madejas por las que se escurren las Finanzas del Estado. Un Estado que, a propósito de las elecciones del próximo 16 de mayo, es el engendro de todos los Partidos Políticos, tanto los mayoritarios como sus aliados, un Estado que, aunque unos políticos y otros se lancen las culpas de los errores y se apropien de los aciertos, está construido con la inteligencia de todos los dominicanos, pero en muchos casos, como en este, con la indolencia de todos.
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