Urna de cristal con el cuerpo embalsamado de Kim Il Sung |
-Señor Pepito, me causa
asombro haberle visto desgañitarse dando vivas al finado líder y al socialismo,
su rostro enrojecido, su cuello visiblemente inflamado por los alaridos, las
lágrimas en sus ojos no dejan lugar a dudas de su profundo pesar. ¿Qué ha
sucedido en su manera de ver el mundo a estas alturas, que después de despotricar
del socialismo en Cuba durante el último medio siglo, ahora se convirtió a él?
-Pues mira chico -dijo
Pepito enjugándose con el sudor las lágrimas y haciendo un aparte para
responder con otra pregunta a sotto voce-, «¿me estás grabando?», y ante el gesto afirmativo de su interlocutor continuó
en voz muy alta y rota-. Eso se debe a que el ser social condiciona, en última
instancia, la conciencia social. Eso es una ley inviolable, de tal modo que ahora
sí no hay vuelta atrás, ahora, como nunca antes quedó claro para la humanidad toda
que el socialismo es el mejor sistema del mundo. Ahora sí que van a construir
el socialismo…
-¿Pero pudiera usted
argumentar un poco más?
-Oye esto –concluyó Pepito, y haciendo un aparte le respondió con una solicitud a sotto voce-, «Apaga la grabadora», y ante el gesto afirmativo de su interlocutor continuó en un murmullo-. Te lo voy a poner bien simple, a la altura de las masas, para que todos lo
entiendan y ningún medio al servicio del enemigo pueda tergiversar mis palabras…
te lo voy a poner en palabras de un sabio anónimo… Y dice así: «En el
socialismo no hay desempleo, pero nadie trabaja. Nadie trabaja, pero se cumplen
los planes. Se cumplen los planes, pero escasean todos los productos. Escasean
todos los productos, pero la gente se las arregla para conseguirlo todo en el
mercado negro. La gente consigue de todo, pero nadie está de acuerdo con nada.
Nadie está de acuerdo con nada, pero tienen que aplaudir».
Todo parece indicar que el
periodista no entendió, quizás por lo tumultuoso del instante, por la rapidez y
lo surrealista de la respuesta, pero el tipo siguió reportando todo lo demás y
olvidó a Pepito, a quien por cierto le vieron salir del tumulto, casualmente
cuando se corrió la noticia del embalsamamiento, la urna de cristal y la
prolongación de las exequias por una semana más.
Dicen los que le vieron que
agonizando repetía en un murmullo enajenado: «¿Y quién paga eso?» «¿Y quién
paga eso?» «¿Y quién paga eso?».