El 21 de octubre de 2003, Celia Cruz hubiera cumplido 78 años de
edad, pero tres meses antes, el 16 de julio, su salud se quebró, y ella, La
Guarachera de Cuba, dejó de existir, ese día entró al panteón de los eternos y
su voz y su imagen llegaron al punto en el que nada vale el paso del tiempo.
Durante sus primeros años de vida, su familia y los vecinos la
vieron desde muy niña cantar y bailar en cualquier reunión, y con sus ademanes
de artista en ciernes colocarse en el centro de todas las miradas. Fue en
aquellos primeros años en los que participó en el conjunto vocal llamado “Botón
de Oro”, una de las primeras agrupaciones que la memoria recoge, y ya
adolescente, en 1940, el talento y el empeño de Celia se vieron estimulados en
el concurso de aficionados que organizaba Radio García Serra y que llamaban “La
hora del té”. Allí obtuvo el primer premio y un buen empujón para continuar,
así llegó después a uno de los programas más populares de la televisión cubana
por esos años: “La Corte Suprema del Arte”, un espacio en el que se dieron a
conocer muchísimas figuras que alcanzaron fama y prestigio en los escenarios de
Cuba y el mundo.
En ese programa Celia Cruz alcanzó el primer premio cantando un
tango de Enrique Cadímaco titulado Nostalgias y
esto le abrió las puertas para trabajar con diversas agrupaciones, entre las
cuales estuvo el conjunto Siboney, que fundó Isolina Carrillo y al cual
pertenecía por entonces otra de las grandes voces de Cuba: Olga Guillot.
Celia trabajó también por esos años iniciales con la Orquesta de
Ernesto Duarte, con la Gloria Matancera, con la Sonora Caracas y con la
Orquesta Anacaona, agrupación con la que se presentó exitosamente en los
Carnavales de Maracaibo, desde 1947 se presentó con frecuencia en los más importantes
centros nocturnos de La Habana, entre ellos Tropicana, Sans Souci y Montmartre;
sin embargo, su gran momento, su verdadera y definitiva consagración ante el
público cubano le llegó junto a la Sonora Matancera, y su primer hit fue una guaracha del compositor
santiaguero José Carbó Menéndez titulada Cao, cao, maní picao. La grabación se
realizó en 1950 en los estudios CMQ, en La Habana, y de inmediato se colocó en
el tope de la popularidad, lo cual estimuló a los ejecutivos del sello
discográfico Seeco para que le firmaran a Celia el primer contrato de gran
relevancia en su carrera. Esta grabación, y otras de la época, están recogidas
en un disco compacto editado por el sello Tumbao Cuban Classics (TCD-091) que
tiene por título: Celia Cruz con la Sonora Matancera. La
Guarachera de Cuba, que se encuentra actualmente en las tiendas de discos.
Celia Cruz, al integrarse a la Sonora, tuvo un gran reto, ella
ocupó el lugar que dejó nada más y nada menos que la popularísima Myrta Silva,
la puertorriqueña que se ganó al público cubano desde los primeros años de la
década del cuarenta, cuando llegaron a la isla sus primeras grabaciones con el
Cuarteto Victoria, de Rafael Hernández, y con las Orquestas de Julio Roqué, y
Moncho Usera; después, establecida en La Habana, las Guarachas de Myrta Silva
con la Sonora Matancera hicieron furor, así que cuando Celia la sustituyó debió
convencer con muy buenos argumentos a un público que seguía con vehemencia a la
gran artista boricua.La guaracha, un género de la música cubana que estuvo
ligado en el siglo XIX al teatro bufo y que ya en el XX se había transformado y
formaba parte del repertorio que se interpretaba en los salones de baile, se
convirtió en el modo de expresión más acabado en la carrera de Celia Cruz, fue
ella una de las artistas que con más acierto manejó el género y ya desde sus
inicios grabó infinidad de piezas en ese estilo. Esto, por supuesto, en un
músico cubano, no es una afirmación absoluta, Celia grabó todos los géneros,
estaba muy bien capacitada para hacer tanto un bolero, como un bolero-mambo,
una guajira-mambo, un cha-cha-chá o un son, Celia era magnífica en cualquiera
de los muchos géneros de la música cubana, pero las guarachas las hacía como
nadie. Ese sentido picaresco, ágil, que tiene la guaracha, el ritmo acelerado,
un poco más vivo que el son, en el que se describen personajes y situaciones
humorísticas Celia lo trató de una manera excepcional. Desde aquella primera
grabación con la Sonora Matancera Celia se ganó muchos apelativos por su
calidad como intérprete de la música cubana: “La Máxima Rumbera”, “La Diosa del
Ritmo”, pero ninguno le sentó mejor que “La Guarachera de Cuba”.
La artista del mundo
Nunca en la historia de Cuba emigrar había provocado un estigma.
Antes de 1959 los cubanos viajaron a los cuatro puntos cardinales, libres, e
incluso bajo el dominio español tuvieron siempre el derecho a salir de su país
y regresar a él, siempre tuvieron el derecho a elegir su residencia. Siempre,
incluso los peores gobiernos y las violentas dictaduras que padeció la
República durante la primera mitad del siglo XX, tuvieron algún pudor ante esos
derechos. Sin embargo, cuando “La Guarachera de Cuba” decidió quedarse en
México al finalizar la gira que la llevó a aquel país en 1960, las cosas habían
cambiado radicalmente y las autoridades cubanas la declararon traidora a la
patria y su vida y obra, a partir de tal designio, quedaron omitidas
oficialmente. Su obra, parte inseparable de la cultura cubana, quedó excluida
del acervo de la nación, del mismo modo que quedaron omitidas por mandato
oficial las vidas y las obras de cientos de artistas que a lo largo de casi
medio siglo decidieron salir de Cuba y expresar su desacuerdo con el régimen.
Pero la música cubana está demasiado arraigada en todo el mundo,
y Celia es una de sus más genuinas intérpretes, así que incluso cuando “La
Guarachera de Cuba” debió ser extranjera más de la mitad de su vida, fue una de
las voces más altas que tuvo la cultura musical cubana en todo el orbe.
Trabajó hasta el final de sus días, hizo música cubana, lo que
mejor sabía hacer, hizo revivir la guaracha, el son, el bolero y el mambo por
todo el mundo. Fuera de Cuba Celia Cruz propició que se reactivara la música
cubana en los mercados, un mercado del cual quedaron excluidos casi totalmente
los músicos que viven en la isla. Por disentir Celia fue desterrada; sin
embargo, el mundo la acogió con los brazos abiertos, compró millones de sus
discos, y llenó los cientos de lugares en los que se presentó durante más de
cuarenta años. Celia fue, durante más de tres décadas, la más cercana
referencia de la cultura cubana que tuvieron millones de personas a través del
mundo.
Cuando el tiempo borre las inquisiciones y a los inquisidores,
cuando la historia dé su veredicto, cuando el nombre de quienes la
estigmatizaron en su patria no sea más que una sombra en el tiempo, la voz de
Celia Cruz sonará eternamente, sonará porque Celia Cruz también es Cuba.