lunes, 15 de julio de 2013

LA GUARACHERA DE CUBA, LA ARTISTA DEL MUNDO


El 21 de octubre de 2003, Celia Cruz hubiera cumplido 78 años de edad, pero tres meses antes, el 16 de julio, su salud se quebró, y ella, La Guarachera de Cuba, dejó de existir, ese día entró al panteón de los eternos y su voz y su imagen llegaron al punto en el que nada vale el paso del tiempo.
Durante sus primeros años de vida, su familia y los vecinos la vieron desde muy niña cantar y bailar en cualquier reunión, y con sus ademanes de artista en ciernes colocarse en el centro de todas las miradas. Fue en aquellos primeros años en los que participó en el conjunto vocal llamado “Botón de Oro”, una de las primeras agrupaciones que la memoria recoge, y ya adolescente, en 1940, el talento y el empeño de Celia se vieron estimulados en el concurso de aficionados que organizaba Radio García Serra y que llamaban “La hora del té”. Allí obtuvo el primer premio y un buen empujón para continuar, así llegó después a uno de los programas más populares de la televisión cubana por esos años: “La Corte Suprema del Arte”, un espacio en el que se dieron a conocer muchísimas figuras que alcanzaron fama y prestigio en los escenarios de Cuba y el mundo.
En ese programa Celia Cruz alcanzó el primer premio cantando un tango de Enrique Cadímaco titulado Nostalgias y esto le abrió las puertas para trabajar con diversas agrupaciones, entre las cuales estuvo el conjunto Siboney, que fundó Isolina Carrillo y al cual pertenecía por entonces otra de las grandes voces de Cuba: Olga Guillot.
Celia trabajó también por esos años iniciales con la Orquesta de Ernesto Duarte, con la Gloria Matancera, con la Sonora Caracas y con la Orquesta Anacaona, agrupación con la que se presentó exitosamente en los Carnavales de Maracaibo, desde 1947 se presentó con frecuencia en los más importantes centros nocturnos de La Habana, entre ellos Tropicana, Sans Souci y Montmartre; sin embargo, su gran momento, su verdadera y definitiva consagración ante el público cubano le llegó junto a la Sonora Matancera, y su primer hit fue una guaracha del compositor santiaguero José Carbó Menéndez titulada Cao, cao, maní picao. La grabación se realizó en 1950 en los estudios CMQ, en La Habana, y de inmediato se colocó en el tope de la popularidad, lo cual estimuló a los ejecutivos del sello discográfico Seeco para que le firmaran a Celia el primer contrato de gran relevancia en su carrera. Esta grabación, y otras de la época, están recogidas en un disco compacto editado por el sello Tumbao Cuban Classics (TCD-091) que tiene por título: Celia Cruz con la Sonora Matancera. La Guarachera de Cuba, que se encuentra actualmente en las tiendas de discos.
Celia Cruz, al integrarse a la Sonora, tuvo un gran reto, ella ocupó el lugar que dejó nada más y nada menos que la popularísima Myrta Silva, la puertorriqueña que se ganó al público cubano desde los primeros años de la década del cuarenta, cuando llegaron a la isla sus primeras grabaciones con el Cuarteto Victoria, de Rafael Hernández, y con las Orquestas de Julio Roqué, y Moncho Usera; después, establecida en La Habana, las Guarachas de Myrta Silva con la Sonora Matancera hicieron furor, así que cuando Celia la sustituyó debió convencer con muy buenos argumentos a un público que seguía con vehemencia a la gran artista boricua.La guaracha, un género de la música cubana que estuvo ligado en el siglo XIX al teatro bufo y que ya en el XX se había transformado y formaba parte del repertorio que se interpretaba en los salones de baile, se convirtió en el modo de expresión más acabado en la carrera de Celia Cruz, fue ella una de las artistas que con más acierto manejó el género y ya desde sus inicios grabó infinidad de piezas en ese estilo. Esto, por supuesto, en un músico cubano, no es una afirmación absoluta, Celia grabó todos los géneros, estaba muy bien capacitada para hacer tanto un bolero, como un bolero-mambo, una guajira-mambo, un cha-cha-chá o un son, Celia era magnífica en cualquiera de los muchos géneros de la música cubana, pero las guarachas las hacía como nadie. Ese sentido picaresco, ágil, que tiene la guaracha, el ritmo acelerado, un poco más vivo que el son, en el que se describen personajes y situaciones humorísticas Celia lo trató de una manera excepcional. Desde aquella primera grabación con la Sonora Matancera Celia se ganó muchos apelativos por su calidad como intérprete de la música cubana: “La Máxima Rumbera”, “La Diosa del Ritmo”, pero ninguno le sentó mejor que “La Guarachera de Cuba”.
La artista del mundo
Nunca en la historia de Cuba emigrar había provocado un estigma. Antes de 1959 los cubanos viajaron a los cuatro puntos cardinales, libres, e incluso bajo el dominio español tuvieron siempre el derecho a salir de su país y regresar a él, siempre tuvieron el derecho a elegir su residencia. Siempre, incluso los peores gobiernos y las violentas dictaduras que padeció la República durante la primera mitad del siglo XX, tuvieron algún pudor ante esos derechos. Sin embargo, cuando “La Guarachera de Cuba” decidió quedarse en México al finalizar la gira que la llevó a aquel país en 1960, las cosas habían cambiado radicalmente y las autoridades cubanas la declararon traidora a la patria y su vida y obra, a partir de tal designio, quedaron omitidas oficialmente. Su obra, parte inseparable de la cultura cubana, quedó excluida del acervo de la nación, del mismo modo que quedaron omitidas por mandato oficial las vidas y las obras de cientos de artistas que a lo largo de casi medio siglo decidieron salir de Cuba y expresar su desacuerdo con el régimen.
Pero la música cubana está demasiado arraigada en todo el mundo, y Celia es una de sus más genuinas intérpretes, así que incluso cuando “La Guarachera de Cuba” debió ser extranjera más de la mitad de su vida, fue una de las voces más altas que tuvo la cultura musical cubana en todo el orbe.
Trabajó hasta el final de sus días, hizo música cubana, lo que mejor sabía hacer, hizo revivir la guaracha, el son, el bolero y el mambo por todo el mundo. Fuera de Cuba Celia Cruz propició que se reactivara la música cubana en los mercados, un mercado del cual quedaron excluidos casi totalmente los músicos que viven en la isla. Por disentir Celia fue desterrada; sin embargo, el mundo la acogió con los brazos abiertos, compró millones de sus discos, y llenó los cientos de lugares en los que se presentó durante más de cuarenta años. Celia fue, durante más de tres décadas, la más cercana referencia de la cultura cubana que tuvieron millones de personas a través del mundo.
Cuando el tiempo borre las inquisiciones y a los inquisidores, cuando la historia dé su veredicto, cuando el nombre de quienes la estigmatizaron en su patria no sea más que una sombra en el tiempo, la voz de Celia Cruz sonará eternamente, sonará porque Celia Cruz también es Cuba.
 Este artículo fue publicado en Mundo Clásico el 12/11/2003

jueves, 11 de julio de 2013

EL TRIUNFO DE LA REVOLUCIÓN FANIA

Merecido homenaje a Nuestra Cosa llamada Salsa.

Quienes supieron mercadear la salsa, impidieron que los ritmos afrocubanos corrieran la misma suerte que muchos otros rubros producidos tradicionalmente en Cuba hasta la primera mitad del siglo XX


Recientemente he podido ver que aún se promociona el documental Nuestra Cosa Latina (Our Latin Thing), que Strut Records y La Fania relanzaron hace dos años para celebrar las cuatro décadas de un movimiento que se llegó a conocer como Salsa y significó una verdadera revolución musical y cultural.

Es cierto que el espectáculo del Cheetah y el documental que allí se filmó en agosto de 1971 significaron el primer llamado a la rumba global, fue el primer disparo de salida para que la música cubana volviera a los mercados, pero no fue hasta el despampanante concierto de agosto de 1973 –que comenzó en el Yankee Stadium y terminó en el Roberto Clemente de Puerto Rico-, que se coló definitivamente en el mercado de los cuatro puntos cardinales.

Y Salsa fue el título del documental que se filmó en aquel concierto entre New York y San Juan, y fue a partir de entonces que la música en el nuevo mundo rescató, de la muerte inducida por otra revolución, los ritmos afrocubanos que hasta la primera mitad del siglo XX abastecieron los mercados de más de medio mundo.

Motivos merdacológicos habrán tenido los productores para celebrar los 40 de la Salsa con esa magnífica fiesta que es Nuestra Cosa Latina, pero como disfruto lo nuestro y conozco la historia, quisiera que la misma suerte tuviera el documental Salsa y las producciones discográficas -live at the yankee stadium- que resultaron de aquel concierto. Sería justo que hubieran podido celebrar en este verano la revolución salsera con el documental y las producciones remasterizadas, porque ahora es cuando en realidad se cumplen los 40, porque fue aquel suceso de 1973 el que acabó por posicionar la Salsa en un nicho seguro en todos los mercados.

Quienes supieron mercadear la salsa, impidieron que los ritmos afrocubanos corrieran la misma suerte que muchos otros rubros producidos tradicionalmente en Cuba hasta la primera mitad del siglo XX, el mercado de la salsa impidió que el son, la guaracha, la rumba, el danzón y todos los géneros de la música cubana tuvieran el destino del café, el azúcar y el tabaco, los que, luego de enseñorearse por el mundo, posesionarse, posicionarse y establecer nichos aparentemente invulnerables, encontraron la muerte súbita a manos de unos revolucionarios que nunca han sabido qué hacer en el mercado. 

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