Muy probablemente, a partir de este nuevo relumbre que ha tenido la obra, al ser interpretada por uno de los músicos más conocidos en todo el mundo, otros saxofonistas se interesen por disfrutar esa experiencia.
Crónicas domincanas
La historia de la música académica
está llena de obras que en su estreno no tuvieron suerte ni con el público ni
con la crítica, pero luego se convirtieron en parte incuestionable del
repertorio de todas las orquestas del mundo, así como también han habido muchas
que siendo recibidas con grandes reverencias, pasaron, en un abrir y cerrar de
ojos, al olvido; por eso, cuando una obra de arte nos mueve el tapete, nos saca
del curso tradicional, o nos llena de dudas, lo mejor es esperar a que el
tiempo diga la última palabra.
El párrafo anterior no es
más que un pie forzado para reflexionar acerca del Concierto para saxofón y orquesta de Bienvenido Bustamante, el cual
siempre me ha parecido que tiene demasiada carga de música popular para ser un
concierto académico y demasiados elementos académicos para ser música bailable.
Eso es por una parte, pero
por la otra, no tengo dudas, desde la primera vez que lo escuché, que es una de
esas obras que no admite indiferencias, cuando ella suena, suena, y es casi
imposible voltear para otro lado, sobre todo si uno ha nacido por el Mar de las
Antillas. Es una obra que se nos acomoda en el oído de principio a fin.
Las últimas experiencias
ante esta pieza las tuve el pasado 13 y 15 de agosto, cuando el saxofonista
Paquito D´Rivera la interpretó, primero en el Teatro Nacional Eduardo Brito y
después en la Fortaleza Ozama en una fiesta popular.
El señor D´Rivera reúne lo
mejor de lo culto y de lo popular, su formación académica es estricta y su gran
solvencia intelectual le permiten descubrir las esencias de los estilos
musicales, tiene una inagotable capacidad para improvisar y una depurada
técnica que le posibilitan pasar por el instrumento todos aquellos complicados temas
repentistas que su mente crea.
Así, un artista con estas
cualidades, ante una obra como la de Bustamante constituyó, a mi entender, un
suceso importante para la obra, le dio una perspectiva diferente, trató de
equilibrar las fuerzas de ambos estilos. Por una parte el señor D´Rivera fue
estricto en la dicción, preciso en las digitaciones, incluso en los pasajes que
exigen velocidades supersónicas -en los que la tradición popular convoca a
tocar a grosso modo-, y la presencia de un sonido culto a través de toda la
obra -incluso donde la tradición popular convocaría a romperlo-.
El hecho cierto es que la
obra de Bustamante, se ha ido internacionalizando y eso le hace bien. Ha sido
estrenada en Cuba y Chile por Miguel Villafruela, ha sido interpretada en la
República Dominicana por algunos de los más importantes solistas de ese
instrumento; entre ellos, Choco de León, quien la estrenó; Luis Ruiz, quien
hizo una versión para flauta, Remy Vargas y Sandy Gabriel, y muy probablemente, a partir de
este nuevo relumbre que ha tenido la obra, al ser interpretada por uno de los
músicos más conocidos en todo el mundo, otros saxofonistas se interesen por
disfrutar esa experiencia, la cual, dicho sea de paso, es todo un reto, porque
la obra es demandante, y así, como quien no quiere la cosa, está llena de
pasajes de ardua solución.
Además, la obra para saxofón
y orquesta de Bustamante contiene esa exigencia extra a la que me he referido,
entiendo que para abordarla con suerte es necesario equilibrar los lenguajes
diferentes que se tejen en ella de manera feroz, de tal modo, que si el solista
no se pone a tiro, le puede salir un baile en lugar de un concierto.
PE.: No estaría de más que
alguien comisionara la escritura académica de la güira y la tambora que lleva
la obra de Bustamante, porque como es sabido, esos instrumentos folclóricos
rara vez se escriben por el compositor, debido a que se tiene por descontado
que en el patio siempre aparecerá quien toque de oído esos instrumentos. Pero
sucede que cuando la obra sale del patio y llega a los atriles de otros países,
en los que esos instrumentos no son conocidos, pues se arma la de San Quintín.
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