«Ночь на
лысой горе» (Una noche en la montaña calva)
Modest Músorgski (1839-1881) Foto: Fuente externa |
Hace muchos años,
cuando vi por primera vez la película Fantasía,
de Walt Disney, en el Cinecito de La Habana, sentí una profunda impresión con
todos los cuentos, incluso por aquellas abstracciones de arcos y violines que
concibió el genial dibujante para la Tocata
y fuga de Bach, y recuerdo perfectamente el tremendo aquelarre -por
supuesto que entonces no conocía la palabra «aquelarre», pero sí entendí que
era una fiesta de brujas y muertos en una montaña-, que se desarrollaba sobre
la música de Modest
Músorgski a la que, en aquella versión de 1940, habían
traducido al castellano como: Noche en la
árida montaña.
De un tiempo a esta
parte he podido leer y escuchar que también se ha traducido como: Una noche en el monte pelado o Una noche en el monte calvo, pero eso; en
principio, me molestó al oído, y después, por esas tozudeces quizás
innecesarias e inútiles que se me posan en la sesera, comencé a averiguar por
qué me sonaba mal y cuál sería la causa, si la había, de que mi oído fuera tan
quisquilloso.
Me lancé a la red y al
primero que encontré con los mismos caprichos fue a Paco Lema, quien administra
el blog Lema-Traductores y ha publicado un artículo con el título Traductor ¿traidor?.
Y según su investigación, el adagio que reza: Traduttori, traditore (traductor, traidor), es de uso extendido y
por supuesto viene del italiano. Según Lema, a pesar de que existen errores y
traiciones en las traducciones, ese no debe ser en realidad el trabajo del
traductor, sino el de llevar a otras lenguas la esencia de lo que los autores
han querido decir en realidad.
Sus ejemplos son
ilustrativos, entre ellos el cambio del significado de las palabras esenciales en
un pasaje del Antiguo Testamento, que «decía en hebreo que una muchacha concebiría y pariría a un
niño que sería el hijo de Dios (Isaías 7, 14). Sin embargo, los traductores de
esa parte al griego tradujeron «muchacha» por «virgen» y ya sabemos lo que todo
esto trajo por consecuencia. Pero no me pude quedar con su visión solamente,
porque en todo caso su oficio es traducir y aún lo tenía bajo sospecha y me fui
a buscar a alguna víctima.
Y encontré lo que
buscaba, fue en la reseña que publica Espéculo,
Revista de estudios literarios de la Facultad de Ciencias de la Información de
la Universidad Complutense de Madrid en su No. 40, año XIV, noviembre 2008-febrero
2009, donde aparece una reseña de Alexander Caro Villanueva
del libro Decir casi lo mismo, de
Umberto Eco[1],
y solamente con el título me hubiera bastado para responder a mis dudas y a las
de mi oído, pero Caro Villanueva cita a Eco y con eso me responde por qué las palabras «calvo» o «pelado» me resultan infieles al texto, al contexto y a la
cultura de la que proceden los signos que han sido traducidos. Según Eco la fidelidad
expresa «la convicción de que la traducción es una de las formas de la
interpretación y que debe apuntar siempre, aun partiendo de la sensibilidad y
de la cultura del lector, a reencontrarse no ya con la intención del autor,
sino con la intención del texto, con lo que el texto dice o sugiere con
relación a la lengua en que se expresa y al contexto cultural en que ha nacido».
(Eco 2008, 22)
Muchas veces el
título de esta obra de Músorgski se traduce del ruso al inglés y de este al
castellano como Una noche en el monte
calvo o Una noche en el monte pelado
utilizando acepciones de las palabras anglosajonas «bald» (calvo) y/o «bare» (pelado) y del ruso «лысой»
que significa «calvo» en una de sus acepciones; sin embargo, en ruso la palabra «лысой»
en este contexto puede ser también
sinónimo de «árido»; por tanto, como las montañas no pueden ser ni «calvas» ni «peladas»,
prefiero usar la palabra «árida» que en castellano sí denota una cualidad que
puede tener una montaña.
Con esta
conclusión mi oído y mi tozudez quedaron en calma. Por ahora.
[1] Decir casi lo mismo. Experiencias de
traducción. Umberto Eco, Lumen, Barcelona, 2008. 537 pp. Traducción: Helena
Lozano Millares.