Entre aquellas metas inalcanzadas hasta hoy está la construcción de un moderno auditórium que sirva de alojamiento a la orquesta y a la música sinfónica.
Y muy probablemente fue Cándido Castellanos quien impulsó aquella idea, por haber sido el único en aquel grupo que ya había recorrido medio mundo, había conocido los teatros de Europa y América y había tocado en muchas de sus orquestas.
Cándido Castellanos (1871-1947) |
De
acuerdo con lo que estos tres autores mencionan no tengo dudas de que su labor
en Santo Domingo incidió absolutamente en lo que sucedió después: La fundación
de la Orquesta Sinfónica Nacional en 1941 y el Conservatorio Nacional de Música
y Declamación en 1942. Según
Cruzado, el Maestro Cándido Castellanos llegó en 1908 a la capital del país
como concertino de la compañía de Adelina Vehi y junto a la tiple Esther
Laclaustra se quedó después que terminó la gira por el país. (Cruzado 1952, 33)
El
Maestro Manuel Rueda, quien debió conocerlo personalmente porque coincidieron
en el Liceo Musical, escribe:
La casa No. 115 de la calle 27
de febrero, donde se reunió la Orquesta por primera vez y siguió desarrollando
sus actividades hasta el final, era el hogar del Maestro español radicado entre
nosotros, Cándido Castellanos, quien en un gesto de altruismo brindó su saber y
su cooperación al naciente movimiento, llegando a crear una escuela para
instrumentistas de cuerdas. Se
beneficiaban de ella los mismos componentes de la Orquesta en la cual él era
primer cellista. Asombra el desinterés en que el maestro se entregaba a esas
labores pedagógicas siendo un verdadero padre y guía para todos. (Rueda 1966, VII)
Fue en
la casa del Maestro Castellanos donde el día 13 de febrero de 1932 se reunieron
los 27 miembros fundadores de la Orquesta Sinfónica de Santo Domingo para elegir
la Junta Directiva de la Sociedad Sinfónica Dominicana que estuvo integrada;
entre otros, por Enrique Mejía Arredondo, quien sería unos años después
subdirector de la Orquesta Sinfónica Nacional; Julio Alberto Hernández, destacado
compositor y pedagogo; Ernesto Leroux, músico fundador de la OSN; Enrique de
Marchena, también fundador de la OSN, diplomático y crítico musical; y como
Director Técnico y Presidente Honorario, el Profesor Don Cándido Castellanos.
(Rueda 1966, VI)
Según
la reseña biográfica que publicó Arístides Incháustegui (Incháustegui 1995), el
Maestro Cándido Castellano Montoya, había nacido en Granada, España, se había
graduado del Real Conservatorio de Madrid como maestro de violín y viajó a los
Estados Unidos donde tocó con orquestas de teatros en grandes espectáculos.
Llegó a La Habana con una compañía de ópera, que se disolvió en la capital cubana,
pero el maestro granadino permaneció allí hasta que fue reclutado por la
compañía de Adelina
Vehi, la que andaba de paso por la mayor de las Antillas y con la que viajó a
Santo Domingo.
José
de Jesús Ravelo le ofreció la plaza de maestro de instrumentos de cuerdas en el
Liceo Musical, que recién había fundado en ese año 1908 y que dirigió hasta su
desaparición en 1942. Además, Castellanos estableció una tienda de música donde
vendía partituras y cuerdas, donde también impartía clases privadas de música y
violín lo que significó el inicio del aprendizaje sistemático de los estudios
de violín en Santo Domingo. Entre sus alumnos estuvieron Luis Beltrán, Ernesto
Leroux, Victor B. Pichardo, Petronio Mejía, Luis Cernuda y José Dolores Cerón,
quienes serían en el futuro integrantes de la Orquesta Sinfónica Nacional y
músicos destacados en el panorama musical dominicano.
Aquella
Orquesta se presentó por primera vez en la Catedral, bajo la dirección de
Enrique Mejía Arredondo y aunque la vida de la institución no fue larga, sí realizó
conciertos que demostraron que «la Orquesta Sinfónica de Santo Domingo había
penetrado en las necesidades de nuestro conglomerado social realizando conciertos
benéficos, conmemorativos y con destacadas figuras extranjeras como el cellista
Bogumil
Sykora» (Rueda 1966, VIII), y sí expuso las premisas que han de cumplirse
para que una orquesta sinfónica exista y realice un trabajo de provecho
espiritual, sostenible y a largo plazo.
Entre
aquellas metas inalcanzadas hasta hoy está la construcción de un moderno auditórium
que sirva de alojamiento a la orquesta y a la música sinfónica. Esta idea
aparece consignada en el acta de la sesión extraordinaria del 12 de mayo de
1934, que en su punto tercero dice lo siguiente:
Preparar un plano del proyecto
de auditórium de la Sinfónica para (enviar) una copia a varios filántropos en
los Estados Unidos con el objetivo de ver si se obtiene una donación que
permita realizar esta obra. Fue designado el Ing. Caro (José Antonio) para
efectuar la preparación del plano, quien con mucho gusto ofreció su valiosa
cooperación. (Ruedas 1966, VII)
Y muy
probablemente fue Cándido Castellanos quien impulsó aquella idea, por haber
sido el único en aquel grupo que ya había recorrido medio mundo, había conocido
los teatros de Europa y América y había tocado en muchas de sus orquestas, era,
probablemente, el único que estaba en capacidad de comprender que no hay
orquesta sin un auditorio apropiado para ensayos y conciertos.
Fue
probablemente el maestro granadino quien primero presentó a los estudiantes de
música un método y una metodología como la que se utilizaba en los Conservatorios
de Europa y América. Fue quizás una de las primeras pruebas de lo agreste que
puede ser el camino hacia las altas cumbres de la educación artística
profesional. Después de aquellos intentos llegaron al país, dos grandes
maestros del violín: Willy Kleinberg, quien llegó en 1938 y el Checo Emil Friedman, quien
llegó al país en 1940 y pudo preparar algunos alumnos, entre ellos Carlos
Piantini y Nidia Mieses, pero Kleinberg debió emigrar nuevamente, esta vez a
Venezuela, donde fundó la escuela que lleva su nombre y aún existe.
Por esto,
y mucho más que pudiera descubrirse en una investigación más profunda, Cándido
Castellanos ocupa un lugar notable en la conformación de la vida cultural
dominicana, especialmente en la divulgación de la educación musical y la música
sinfónica. Honor a quien honor merece.
[1] Cruzado,
Américo. 1952. El Teatro en Santo Domingo.
Santo Domingo. Montalvo.
[2] Rueda,
Manuel. 1966. Prólogo a Memoria. Orquesta
Sinfónica Nacional. 25 años. 1941-1966. Santo Domingo. Arte y Cine.
[3]
Incháustegui, Arístides. 1995. Por amor
al arte. Notas sobre música, compositores e intérpretes dominicanos. Santo
Domingo. Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos.
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