“Lo mejor de mi alma latina”.
Santo Domingo,
04/11/2011. Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito. Placido Domingo, tenor. Íride Martínez, soprano. Nancy Fabiola
Herrera, mezzosoprano. Orquesta
Sinfónica Nacional. Director: Ramón Tebar
(Invitado). G. Bizet, Preludio de la ópera “Carmen”; R. Wagner, Winterstu·rme wichen dem Wonnemond (Aria de Segismundo) de la ópera “La Walkiria”;
Bizet, L´amour est oiseau rebelle (Habanera)
de la ópera “Carmen”; Giordano, Nemico
della Patria de la ópera “Andrea Chénier”; Gounod, Je veux vivre (Vals de Julieta) de la ópera “Romeo et Juliette”;
Soutullo y Vert, Ya mis horas felices de
la zarzuela “La del soto del parral”; Perrín y Vico, Me llaman la primorosa de la zarzuela “El barbero de Sevilla”;
Moreno Torroba, En mi tierra extremeña
de la zarzuela “Luisa Fernanda”; Caballero, No
cantes más la Africana de la zarzuela “El dúo de la Africana”; Luna, de España vengo, soy española de la
zarzuela “El niño judío; Sorozábal, Madrileña
bonita de la zarzuela “La del manojo de rosas”; Vives, Canción del ruiseñor de la zarzuela “Doña Francisquita”; Torroba, Adiós, dijiste (Amor, vida de mi vida)
de la zarzuela “Maravilla”; Giménez, Intermedio de la zarzuela “La boda de Luis
Alonso”; Grever, Júrame, Te quiero dijiste (Muñequita linda);
Portillo de la Luz, Contigo en la
distancia; Sorozábal, No puede ser
de la zarzuela “La tabernera del puerto”.
Casi una década después
volvió Plácido Domingo, El Rey de la Ópera, a convocar al público en la Sala
Principal del Teatro Nacional, pero esta vez ya nada fue igual que en su debut.
En 2002, la Orquesta Sinfónica Nacional, junto a su Titular, el Maestro Álvaro
Manzano, preparó meticulosamente el programa durante unas dos semanas, pero
además, el conjunto estaba en sus aguas, porque durante los meses previos a
aquel gran acontecimiento los músicos habían tenido en sus atriles un
repertorio contundente, de obras demandantes que colocaron a la institución en
uno de sus mejores momentos artísticos. Entonces la Orquesta gozaba de una
salud musical excelente, y eso se pudo notar en los resultados de aquel
concierto.
Sin embargo, para la velada
del pasado 4 de diciembre de 2011 fueron insuficientes los cuatro ensayos. Mucho
esfuerzo, mucha tensión sobre los músicos y un trabajo casi al límite de Ramón
Tebar, quien debió prestar mucha atención al conjunto para poder ensamblarlo. Solamente
el pundonor y la capacidad de respuesta del conjunto permitieron una noche de
grandes emociones, de alegrías desbordadas y ningún sobresalto indeseado.
Tampoco fue Plácido el
mismo, aquellos hilos de plata en su voz se han multiplicado y con sus siete
décadas cumplidas, es el amor por lo que fue lo que estremece al auditorio, es la
capacidad que tiene El Rey para embrujar a todos, es su desbordante amor por lo
que hace, por lo que dice y la inigualable ofrenda que hace al cantar cada
frase, al construir con sonidos, a veces craquelados, un trepidar de
sensaciones. Plácido es un artista y de ello dejó constancia nuevamente.
El auditorio estuvo repleto
como pocas veces y en los rostros hubo lágrimas y risas, hubo aplausos y
gritos, solicitudes y una gran complicidad con el gigante, a quien todos aman y
amarán por lo que fue, por lo que es y por lo que será.
La gran belleza en las voces
de Íride y Nancy Fabiola, y la depurada técnica de ambas, propician, junto a la
maestría de Plácido, una extensa gama de colores que se traducen en emociones. Ellos
tres, van colocando, como en un lienzo, sus timbres y consiguen que cada aria,
romanza o dúo ocupe un espacio en el ritmo del concierto.
El final del programa, como
no podía faltar, Plácido lo hizo con No
puede ser, pero entonces llegaron las propinas, que fueron varias, pero la
más sentida quizás fue Por amor, que
El Rey dedicó con mucho cariño a Niní Caffaro, quien estrenó la pieza hace ya
varias décadas, y a su autor Rafael Solano, quienes estaban en el público.
La última presentación de
Plácido en Santo Domingo será memorable como las tres anteriores, será
recordada por su eterno amor a la música y a esta ciudad, y sería maravilloso
si a algún patrocinador se le ocurriera traerlo la próxima vez a dirigir una
ópera o una zarzuela, géneros que tantas joyas han dado a la corona de El Rey, así
se reviviría un espectáculo que desapareció de los escenarios dominicanos hace
más de un lustro a pesar de tener aquí un público que siempre desborda la sala.
Sería grandioso ver a Plácido dirigiendo en ese mismo escenario una puesta de Madame Butterfly. Ojalá.
Enlaces relacionados:
Hilos
de plata peina el Rey 16/04/2002 Teatro Nacional, Santo Domingo.
Santiago
era una fiesta 22/01/2004 Gran Teatro del Cibao, Santiago de los
Caballeros.
Emociones
latiendo 20/06/2008 Anfiteatro de Altos de Chavón.
Amigo Sotolongo, mis congratulaciones por esta atinada crítica que pone cada cosa en su lugar sin restar méritos a su protagonisa y sus acompañantes. Así debe ser la crónica de arte, constructiva, sin palabras hirientes, pero sin elogios complacientes.
ResponderEliminar