miércoles, 4 de enero de 2012

HOMBRE PRESO QUE MIRA A SU AMIGO


Estimado amigo: En tu último mensaje me reprochaste que estuviera dedicándole tanto espacio a la política: “lo tuyo es la ciencia compadre, deja la política que eso no da más que problemas”. Y es posible que en el caso de los cubanos así sea, por eso cuando terminé de leer todas las cosas que me decías, estuve un buen rato consultando con la almohada. Traté de darte la razón y me fui a buscar argumentos sólidos, por eso hice un flash-back y sin querer me remonté a los días en los que mi familia se olvidaba de mis muñequitos, y se pasaban horas de horas ante el televisor viendo aquellos interminables discursos, en los que todo lo que decía quien tú sabes tenía que ver con la política.

Después en la escuela todo tenía que ver con política, y aunque yo no estaba para eso, todo lo que me rodeaba tenía que ver con la política. Cuando entré en la carrera, y como ya traía el San Benito desde el preuniversitario, estuve marcado como “el compañero más apático del grupo” y el dúo de la Juventud comenzó a trabajarme. Yo no le hacía swing a los círculos de estudio, donde claro, como tú sabes, lo que se hablaba era de política, los mismos discursos que salían por el cine, la radio, la prensa y la televisión después teníamos que estudiarlos y para ello casi siempre designaban al compañero más combativo del grupo para que nos ilustrara y nos pusiera al tanto de todo aquello que por nuestra ignorancia política no podíamos comprender.

Así las cosas, llegó el momento en el que ya se vislumbraba que no me sacarían de la universidad por limitaciones académicas y las posibilidades de verme con un título en la mano eran altas, y además con altas calificaciones, y entonces un día, sin previo aviso, los compañeros del dúo de la UJC me dijeron a las claras: “compañero, si no te pones para las cosas no te gradúas, te lo hemos dicho de todas las maneras habidas y por haber, y no te acabas de acoplar, si no dejas esa apatía y te conviertes en un tipo combativo, no te gradúas, ya lo sabes, y después no digas que nosotros no te alumbramos”.

Saqué mis cuentas y le metí mano al asunto, comencé a leerme el Granma completico todos los días, algo que no era difícil porque sus pocas páginas permitían que en una hora más o menos esa tarea estuviera terminada. Le metí a las asignaturas del currículo que tenían que ver con eso, es decir, Marxismo en todas sus variantes, dialéctico, histórico y la Economía Política Marxista. Además antes de las reuniones para explicarnos los materiales de estudio, yo me conseguía un ejemplar de aquellos que les llevaban a los compañeros de la Juventud y me los leía completicos, por lo que cuando el sabio combativo llegaba a ilustrarnos ya yo me sabía el cuento, y comencé a demostrar muy pronto mi combatividad.

Como podrás ver hasta aquí, entre mis intereses naturales, los que me hacían feliz, no estaban los temas políticos; fueron amigos como tú, amigos que se dan cuenta de los peligros que se ciernen sobre un apático, quienes me llevaron por ese camino.

Por eso muy probablemente me gradué sin problemas y después me fui metiendo tanto en esos temas, que llegué a comprenderlo todo y me hicieron Militante, primero de la Juventud y después del Partido, pero con lo que no contaba nadie, ni yo mismo, era con este problemita que arrastro desde que tengo uso de razón, ese obstáculo de mi personalidad que me empuja a buscarle las cinco patas al gato, o encontrar todos los ángulos de la realidad objetiva, como decía el profe de marxismo.

Nadie contaba, ni yo mismo, con que me fuera a gustar el tema, y peor aun, que fuera capaz de saltar por encima del dogma, que me convirtiera en un dudante y no en un creyente, y que le aplicara a todos los círculos de estudio mi propia lógica, mis propios razonamientos y descubriera, en medio de todas las cosas de la vida, que el derecho al libre albedrío era sagrado. Aquello fue del carajo, la hecatombe.

Por eso, mi socio, si por emitir mis criterios políticos en público o si a causa de escribirlos estoy aquí, no fue mi culpa, fueron los compañeros combativos los que me indujeron a eso, yo era un simple apático, que no pensaba en nada, ni me importaba por qué sucedían las cosas, pero todos me querían ver combativo, querían que me convirtiera en un acusador de lo mal hecho, de las injusticias del mundo, me querían combativo, y cuando me miré y toqué, yo Juan Sin Nada, y me descubrí Juan Con Todo, lo más jodido que encontré estaba al alcance de mi mano, no tenía que denunciar los desmanes contra los sirios, los palestinos o los vietnamitas, no tenía que luchar contra las dictaduras lejanas… y antes de luchar por la libertad de Mandela debía hacerlo por la de mi vecino, los desmanes estaban más cerca, los enemigos de la libertad no estaban a noventa millas, estaban aquí, en mis narices, por eso ahora te pido, con todo cariño, que si no estás conforme con la vida que vives allá afuera, que si este no es el país que querías para tus hijos, ¡compadre sé combativo!, deja de ser un apático, convéncete de que, como dice Benedetti, “uno no siempre hace lo que quiere, uno no siempre puede, y es por eso que estoy aquí, es por eso que me dieron y casi me revientan los riñones. Mi socio, es demasiado el dolor para que te lo oculte, es demasiado suplicio para que se me borre. Te digo que uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere… y es mentira mi socio que los hombres no lloran, aquí lloramos todos. Gritamos, berreamos, moqueamos, chillamos, maldecimos, y ¿sabes por qué? porque es mejor llorar que traicionar, porque es mejor llorar que traicionarse”.1

1 Paráfrasis del poema Hombre preso que mira a su hijo, de Mario Benedetti.



Hombre preso que mira a su Hijo
Cuando era como vos me enseñaron los viejos
y también las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quien se le ocurría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas.
Que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien
en las canchas y en los pastoreos.
Realmente botija no sabían un corno
pobrecitos creían que libertad
era tan solo una palabra aguda
que muerte era tan solo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula.
Olvidaban poner el acento en el hombre.
La culpa no era exactamente de ellos
sino de otros mas duros y siniestros
y estos sí
como nos ensartaron
en la limpia república verbal
como idealizaron
la vidurria de vacas y estancieros
y como nos vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles.
Uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos.
Por eso es que no puedo despeinarte el jopo
ni ayudarte con la tabla del nueve
ni acribillarte a pelotazos.
Vos ya sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio.
Y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías.
Y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre.
Botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides.
Por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones
todas estas llagas hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre.
Pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar.
Que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos.
Y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en que esquina
en que bar
que parada
que casa.
Y acordarse de vos
de tu carita
lo ayudaba a callar.
Una cosa es morirse de dolor
y otra cosa es morirse de vergüenza.
Por eso ahora
me podés preguntar
y sobre todo
puedo yo responder.
Uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere.
Llorá nomás botija
son macanas
que los hombres no lloran
aquí lloramos todos.
Gritamos berreamos moqueamos chillamos
maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse.
Llorá
pero no olvides.
 

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