En
realidad las dimensiones de este fruto son asombrosas, pues según la nota ha
pesado 5 libras y ocho onzas, algo así como un bebé recién nacido.
Un guinness a la depredación
y un consejo al consumidor
Cuba, como la
isla del Doctor Moreau, es, desde hace poco más de medio
siglo, tierra de rarezas: En ella se exhiben y cultivan peces como la Claria Batrachus,
una de las 100 especies invasoras más dañinas del mundo, que se arrastra por
las riberas de los ríos para depredar cualquier otro ser viviente; pastillas
milagrosas como el PPG;
sanaciones de enfermedades catastróficas, como la de Hugo
Chávez y control de adicciones como las del “Pelusa”;
y la más reciente iluminación alimentaria que nos ha llegado de las
meditaciones del ex presidente y anciano dictador: la moringa oleífera.
Para elongar la lista de
exotismos ahora el diario que se dedica a mantener a los jóvenes de la isla
bien informados, ha dado la noticia de un
aguacate para el record Guinness. En realidad las
dimensiones de este fruto son asombrosas, pues según la nota ha pesado 5 libras
y ocho onzas, algo así como un bebé recién nacido.
Pero lo que a mí en
particular me llama la atención de esta noticia aguacatera es que el hecho
cierto de que las frutas tropicales fueron desaparecidas del mercado cubano y que
todas se convirtieron en exóticas por obra y gracia de la incompetencia del
sistema no se menciona. En una tierra en la que se daban, como en otra
cualquiera del Caribe, los aguacates, los mangos, las papayas, los melones de
agua y de castilla, las yucas, el plátano en todas sus variedades, la piña, el
caimito, el níspero, la refrescante guanábana, el anón, el marañón, el
caimitillo, la granada y toda un larguísima lista de frutas tropicales, hoy por
hoy, todas forman parte de una lista de frutas exóticas. Lo que me llama la
atención es que los comunicadores para noticiar utilicen las dimensiones del
aguacate, cuando en realidad todas las frutas tropicales, grandes, medianas y
pequeñas, se volvieron extrañas en Cuba, el privilegio del extrañamiento no le
corresponde a este único ejemplar.
Extraño es que, salvado de
la depredación de que fueron objeto los árboles frutales cuando la “heroica
zafra del 70”, este aguacatero sobreviviera -según dijo el cultivador-, en el
patio de su casa desde hace 70 años. Lo extraño es que este sea uno de los pocos
de la región, porque siendo Trinidad una zona azucarera, y el aguacatero un
árbol que necesita años para dar frutos, muy probablemente sus congéneres
quedaron extintos y nunca más se recuperaron.
Esta pudiera ser una
prejuiciada especulación mía, pero como una imagen vale por mil palabras, esta
que encabeza la publicación del diario oficial cubano no me deja mentir. En
ella se pueden ver los anaqueles de lo que aparenta ser una bodega, y allí hay,
presumiblemente, unos productos que ni por su forma o empaque pueden ser
identificados; sin embargo, lo evidente es que allí no hay ni una sola fruta
tropical, lo evidente es que en un paisaje lunar como ese, un aguacatón de
cinco libras y ocho onzas viene a ser sin dudas lo más exótico del mundo.
Un
consejo al consumidor de moringa:
A propósito de la agresiva comercialización
de la moringa que se puede apreciar desde hace algunas semanas en el mercado informal dominicano, anoto,
como sana recomendación, un pasaje que ilustra cuán lejos de los alimentos de
dudosa procedencia ha estado el “Máximo Líder”, sobre todo de la moringa, del té
de hongos, el bisté de cáscara de plátano o la hamburguesa de gofio:
Frei
Betto: Mi madre elogia la cocina cubana,
especialmente los productos del mar. El cocinero que es Fidel concuerda:
-Lo
mejor es no cocer ni los camarones ni la langosta, pues el hervor del agua reduce
sustancia y sabor y endurece un poco la carne. Prefiero asarlos en el horno, o
en pincho. Para el camarón bastan cinco minutos al pincho. La langosta once
minutos si es al horno, seis minutos al pincho sobre brasa. De aliño, sólo
mantequilla, ajo y limón. La buena comida es una comida sencilla. Considero a
los cocineros internacionales derrochadores de recursos; un consomé desperdicia
gran parte de los subproductos al incluir la cascara de huevo; debe usarse solo
la clara, para poder usar después en un pastel u otra cosa la masa de carne y
vegetales que quede. Uno de estos cocineros, muy famoso, es cubano. Estuvo preparando
no hace mucho pescado al ron y otras mezclas, en ocasión de la visita de una
delegación. Lo único que me gustó fue el consomé de tortuga, pero con los
desperdicios señalados. Fidel y la
religión p. 36
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Están permitidos todos los argumentos, sobre todo los que están en contra de los expresados en este blog. No están permitidas las ofensas personales por innecesarias para defender una idea. Así que me tomaré el trabajo de censurarlas.