Posiblemente El Tren no salga hasta el próximo año, nunca se sabe, pero por si acaso y las predicciones se cumplen, aquí les dejo mis más sinceros deseos de que todos disfruten las fiestas, sobre todo en familia y con los seres queridos.
Para llevarles este mensaje utilizaré mi locomotora más eficiente, la 25, piedra fina excelente para consolidar fuertes columnas de tolerancia y amor.
No se consigue mejorar la educación de los ciudadanos sacando del medio al reggaeton y otras yerbas, porque el proceso es al contrario; una sociedad bien educada, con buena ortografía oral y escrita no admite chabacanerías.
La música en Cuba ha sido tema de debate durante siglos,
incluso antes de que existiera la música cubana. Desde el poder y desde los
medios intelectuales se han emitido juicios, críticos y prohibiciones, análisis
históricos y musicales. En repetidas ocasiones se prohibieron los bailes y las
fiestas realizadas por negros horros o esclavos, en las que se tocaban y
bailaban las músicas de sus naciones de origen, mezcladas con otras de diversas
procedencias.
Pero si la música en Cuba tuvo manera de escapar a
aquellas prohibiciones y censuras durante la colonia y la república, algo bien
distinto sucedió en la segunda mitad del siglo XX; entonces, unos géneros
dejaron de existir durante años -entre ellos el rock-; y otros, no se desarrollaron
armónicamente al perderse el hilo entre la creación y el público –entre ellos
la música bailable de las charangas-.
Y no pudieron escapar a la censura y a las prohibiciones
porque fue abolida la propiedad privada, lo que provocó el derrumbe del mercado
y la ruptura violenta de todo un sistema de producción y distribución de la
música. Entonces, económicamente, dejó de existir la competencia en el mercado,
y políticamente, dejó de ser importante el refinamiento de los textos, porque el
público estaba compuesto por obreros y campesinos, a quienes había que
llegarles con obras llanas.
Y para remachar el clavo, después de un período en el que
se fueron al exilio decenas de grandes músicos cubanos e importantes orquestas
perdieron sus fuentes de trabajo, los medios, todos bajo el monopolio del
Estado, comenzaron a promover con insistencia un tipo de canción social que en
la isla se conoció como la Nueva Trova. Esto provocaría que algunos músicos se
desplazaran hacia ese nicho y otros se quedaran varados en otros géneros.
Durante el último medio siglo la música en Cuba ha dado
muchas vueltas. La censura ha escondido, temporal o permanentemente, a decenas
de artistas extranjeros y nacionales, sobre todo por motivaciones políticas. También
hubo décadas en las que prácticamente desaparecieron los bailes públicos, en
los que debido a la poca oferta y el incremento del público marginal, creció el
índice de violencia.
Ahora la «vulgaridad» y la «mediocridad» vuelven a estar
en la mira de los organismos oficiales, nuevamente tratan de frenar los textos
violentos y el erotismo explícito en algunos géneros de la música popular
cubana.
En una
entrevista publicada por Granma, Orlando Vistel, Presidente del Instituto
Cubano de la Música afirmó que se toman medidas contra la mediocridad y las
expresiones vulgares que tratan de opacar la riqueza de la música cubana. Y
aunque no dijo textualmente que el reggaeton
quedaría prohibido, sí afirmó que se han adoptado medidas, que van
desde la descalificación profesional de aquellos que violen la ética en sus
presentaciones hasta la aplicación de severas sanciones a quienes, desde las
instituciones, propician o permiten estas prácticas».
No dijo que la censura sería el
método para seguir, pero afirmó que están en un proceso de depuración
«encaminado a erradicar cualquier práctica que por su contenido se aparte de la
legitimidad de la cultura popular cubana». Y agregó que eso no basta, por lo
que utilizarán «formas prácticas para lograr que, en los espacios recreativos y
turísticos, y por supuesto, en la radio y la televisión, haya una presencia
representativa de lo mejor de los catálogos de nuestras instituciones».
Hay que entender entonces que
será mediante la coerción, que el ICM sacará del medio a las agrupaciones que
no se avengan a lo que oficialmente se considera «legítimo de la cultura
cubana». Algo verdaderamente engorroso y difícil de definir, que deja en manos
de los funcionarios la decisión de quienes sí y quienes no.
En realidad, estas mismas
medidas en otros tiempos tuvieron resultados demoledores, y provocaron lo que
mencioné más arriba: la extinción de unos géneros, el disloque de otros y la
ausencia en los medios de decenas de artistas cubanos y extranjeros.
A estas alturas el régimen
perdió un pedazo de su monopolio en la producción y distribución de la música
cubana, porque aunque tenga en sus manos una porción nada despreciable,
cualquier hijo de vecino tiene la posibilidad de grabar un disco en su casa, y
por ahí conseguir la permanencia que no consiguieron, por ejemplo, agrupaciones
tan importantes para el rock cubano como Los Pacíficos, Los Kent, o Arte Vivo.
Toda norma que se pretenda
imponer en el arte, es baladí o peligrosa. Así, por ejemplo, el sonado fenómeno
de Buena Vista Social Club, se fundó sobre músicos que habían sido afectados
por normativas oficiales, algunos o no pasaron la «evaluación artística», o
fueron jubilados por su avanzada edad, o no cumplían con alguna de las normas
establecidas, o a nadie se le ocurrió emplearlos en lo que ellos sabían hacer
como pocos; sin embargo, cuando llegó un señor con capital y lo invirtió con
alto riesgo, la película tuvo un final feliz joligudense.
La música se realiza en el
mercado, de frente al público y es éste quien tiene la última palabra al
comprar el disco o no, al asistir al baile o no, al mantener la sintonía o no,
al permanecer en el canal o no. De lo contrario, cabe la posibilidad de que
luego de defenestrar a algunos de estos grupos que se «apartan de la
legitimidad», aparezca otro señor con capital, invierta con riesgo y le dé la
vuelta al mundo vendiendo un posible Buena Vista Reggaeton Club.
Pero, además de todo lo
anteriormente escrito, si esta música que consideran ahora vulgar y mediocre, tiene
numerosos cultores y un nutrido público, es por alguna causa. Eso debe estar
sucediendo porque la sociedad que engendró a ese público y a esos creadores se
ha vuelto vulgar y mediocre, sea en su conjunto o en alguno de sus estratos.
Visto así, no se consigue
mejorar la educación de los ciudadanos sacando del medio al reggaeton y otras hierbas, porque el
proceso es al contrario; una sociedad bien educada, con buena ortografía oral y
escrita no admite chabacanerías. Pero cómo salvar a estas alturas al enfermo, donde
se ha promovido hasta la saciedad la subversión de los valores éticos, donde la
conducta ciudadana ha perdido el rumbo, donde vestir y calzar con elegancia es
de pequeño burgués.
En fin, el arte no admite normativas, porque
en el proceso de creación, interpretación y disfrute es donde se resuelven
todos los conflictos. Si el músico está creando una obra vulgar y mediocre y
tiene un extenso público, eso quiere decir que esa sociedad ha procreado a ciudadanos
vulgares y mediocres y no dejarán de serlo porque maten al artista.
Este
fue un gran trabajo de la Orquesta Sinfónica Nacional de la República Dominicana,
y uno de los más loables bajo la batuta del Maestro Molina.
La interpretación de la
cantata Carmina Burana (Canciones de Beuern) siempre es un acontecimiento
musical, por sus proporciones, por su contenido musical y poético y por la
amplia gama de colores que alcanza a través de las combinaciones entre voces e
instrumentos, mediante el uso de un orquestación efectiva y novedosa, incluso
en nuestros días, cuando las técnicas orquestales nos tienen acostumbrados a
los más inimaginables colores.
Es sin dudas una obra compleja,
pero fundamentalmente para los solistas, los coros y el director. Sobre ellos recaen
los mayores requerimientos. Esto no quiere decir que la masa orquestal tenga
poco trabajo, pero es relativamente fácil de tocar para todas las secciones,
aunque habría que hacer una excepción con la percusión que tiene pasajes
verdaderamente intrincados, de gran precisión y muy demandantes.
En la versión que se
presentó en la Sala Carlos Piantini del Teatro Eduardo Brito, de Santo Domingo,
en la gala final de la Temporada Sinfónica 2012, todas las partes funcionaron
con gran solvencia y el ensamble total fue satisfactorio.
Los solistas
La soprano Paola González
interpretó su papel de manera impecable, con calidades comparables a las más
destacadas que en la actualidad se escuchan en los teatros del mundo. El
barítono Jason Stearns lució muy bien en los registros medios, sin embargo los
difíciles pasajes en falsete los llevó con poca fortuna. Por su parte, el
contratenor Michael Daniel Bicoy realizó un trabajo impecable, y cuando su
participación es relativamente corta, es muy intensa y peligrosa. El Maestro José Antonio
Molina, Director Titular de la institución, al acometer la obra de memoria
aportó soltura y seguridad al conjunto, fue preciso en todas las indicaciones
de “alto riesgo” y propició que toda la masa se ensamblara con naturalidad,
consiguiendo la necesaria unidad en una obra de más de una hora de duración y
el ritmo ondulante, entre tensiones y distensiones imprescindible también para
mantener la atención del auditorio.
Este fue un gran trabajo de
la Orquesta Sinfónica Nacional de la República Dominicana, y uno de los más
loables bajo la batuta del Maestro Molina. Todos como institución sobreponen
sus voluntades a la carencia de un auditorio propio para ensayos y conciertos, a
la falta algunos músicos que completen su plantilla y a las irregularidades que
mes tras mes confrontan con los salarios.
Estos obstáculos impiden una
mayor calidad en las obras que presenta la orquesta ante el público, y han sido
durante décadas el talón de Aquiles de la institución. Sin embargo, el pundonor
de los músicos hace que conciertos como este sean una realidad y que el público
disfrute enormemente de la única Orquesta Sinfónica profesional que existe en
el país desde 1941.
Título
de la obra en latín
Carmina Burana:
Cantiones profanæ cantoribus et choris cantandæ comitantibus instrumentis atque
imaginibus magicis("Canciones
deBeuern: canciones seculares para cantantes ycorospara ser cantadas junto con los instrumentos e imágenes
mágicas")
Los coros Coro Nacional, Simón Caesar Novas, dir. Coro del Poder Judicial, Elioenai Medina, dir. Coro de Niños del Centro de Estudio de Música Moderna, Laurina Vásquez, dir.