El joven Maestro Edel Muñoz,
llegó por primera vez a Santo Domingo cargado de premios en concursos
internacionales -19 primeros premios para ser exacto-, de fabulosas críticas y
de un gran éxito de público. Con sus pocos años ya tiene hecha una carrera estupenda
en el mundo real, enfrentado al gran público, ese que se encuentra en el Weill
Hall del Carnigie Hall de New York, el Palau de la Música de Barcelona y en los teatros de más de veinte
países en los que se ha presentado. Así que tratar de elogiar a estas alturas a
Edel es bien difícil, por lo que intentaré poner en lenguaje escrito lo que su
música fue capaz de provocarme.
Siempre he sentido que
interpretar bien una obra musical, consiste “simplemente” en acercarla a lo que
pudiera ser una declamación, o más bien una conversación en la que cada melodía
es un personaje, o en la que todas en conjunto conforman un actor que nos
habla, que trata, desde los sonidos hilvanados como un monólogo o un diálogo,
de contarnos una historia; o más bien, de expresarnos algo que en ese momento
es lo más importante del mundo, algo que nos amarra al discurso y nos pone el
cerebro a generar sensaciones indescriptibles, a crear imágenes inimaginables. Y
eso sentí ante el concierto de Edel Muñoz.
Edel posee una dicción
impecable, su discurso es coherente, cada sonido es único, pero al mismo tiempo
cada nota que pulsa es consecuencia de todo lo anterior y un precedente de lo
que vendrá.
No pude evitar escuchar un
clavecín; sin embargo, era como un juego, como si uno de los personajes
-extrañamiento mediante- imitara a otro que el público conoce de otras
historias. Estoy seguro que muchos clavecinistas que le han escuchado quedaron
sorprendidos con la claridad y expresividad de los adornos que utiliza en la
obras de Scarlatti y Bach.
No pude sustraerme a la idea
de un arpa -y esto quizás esté entre las cosas más subjetivas que ahora escribo-,
pero el Rabo de Nube, ese, al que Lloró le hizo un magnífico arreglo, se me quedó
en el disco duro en su versión original y saltó de nuevo el juego de las
imitaciones, y era un arpa lo que sonaba desde la guitarra del Maestro Muñoz.
No creo que pueda escribir
mucho más de Edel, porque tendría que decir que es un artista excepcional, que
está entre los guitarristas más virtuosos de su generación, que es hoy por hoy
uno de los más destacados representantes de la Escuela Cubana de Guitarra, ese
modo de tocar que distingue a todos los que estudiaron apegados a la técnica de
Clara Romero de Nicola e Isaac Nicola, a los que por su técnica y su espíritu se
les nota que llevan consigo una larga tradición, y miles de horas de estudio
entre seis cuerdas.
Ah, tendría que decir además
que Edel posee una digitación perfecta, que sus dos manos trabajan como reloj
suizo. La izquierda se desplaza sin ruidos por el mástil evadiendo ese siseo o
rayar de güiros, a veces molesto, que dejan los dedos al viajar sobre las
cuerdas, -que por lo aparentemente inevitable muchos otros grandes guitarristas
han tratado de tolerar como “daños colaterales” o quizás gajes del oficio-. Y
pisa con una pasmosa precisión, sin aproximaciones, anulando absolutamente
cualquier distorsión provocada al chocar la cuerda con los trastes. Edel no
comete estos “pecados piadosos” que se pueden escuchar en grabaciones tenidas
como legendarias, y el resultado es un sonido pulcro, culto y expresivo.
Tendría que decir que su
variedad en el toque se ajusta a la firmeza y precisión con que pisa las
cuerdas, tendría que decir que es a través de su maestría técnica que consigue
una paleta infinita de colores; pero, estoy seguro que todo eso ya lo han dicho
y escrito.
El público que asistió al
concierto debió sentir muchas otras sensaciones, porque aplaudió con ganas cada
una de las piezas, y al final fueron muchas las muestras de agradecimiento al
artista.
También tendría que decir
que volveremos muchas veces a escuchar a Edel, porque su carrera hasta aquí
augura un porvenir excepcional; pero esto seguramente también ya lo habrán
dicho.
Vaya, resumiendo… que fue un
placer enorme poder haber asistido a este concierto y conocer en vivo a un
artista de su talla, a un músico capaz de hacerme escuchar la música en el
lenguaje de la guitarra.
Un
nuevo espacio para la guitarra en Santo Domingo
En Santo Domingo se mueve la
guitarra clásica, no tanto como en otras
grandes y pequeñas urbes, pero se mueve. Y en el motor de ese meneo está,
desde hace algunos años -unos veinte más o menos-, el Maestro Rubén González, quien
acumula múltiples logros como artista y pedagogo, y casi sin darse cuenta, como
promotor indiscutible de la guitarra en nuestro país.
Y el último empujón al que
he podido asistir, fue el concierto que realizó aquí el guitarrista Edel Muñoz,
quien con su recital movió la guitarra en la República Dominicana de una manera
telúrica. Pero además de eso, según se supo, este fue el primer recital de un
ciclo que en ese lugar y a esa misma hora, se realizarán cada mes, un sitio
nuevo, un tiempo y un espacio que estarán dedicados a mover la guitarra en
Santo Domingo.
Página oficial de Edel Muñoz
Página oficial de Edel Muñoz
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