jueves, 4 de octubre de 2018

LA LEY, EL CHIVO, LOS DDHH Y EL ESTADO FALLIDO


(Este artículo lo publiqué en 2001, pero se quedó fuera de este blog por algo que no pude descubrir, así que como forma parte del diario vivir, ahí se los dejo otra vez)

A propósito de una demanda de la CIDH contra RD

Los políticos dominicanos truenan ante las acusaciones de lo fallido del Estado Dominicano y tienen respuestas centelleantes cuando se les sacude en el rostro cualquier realidad, de la cual ellos sean los máximos responsables.

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Hace algunos años cuando se publicó en la República Dominicana la novela La fiesta del chivo, del hoy Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, no faltó quien tronara en contra de la obra, entre otras cosas porque en ella se describía al dominicano como un pueblo que no le gusta la música sino el ruido. Tuvo que pasar casi una década para que una institución científica, mediante un estudio que supongo fuera muy costoso, demostrara que los niveles de ruido en Santo Domingo hacen peligrar la salud de los ciudadanos.

El pasado 17 de febrero se publicó en varios medios dominicanos la noticia de que la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos había demandado a la República Dominicana por la muerte en 2000 de 6 nacionales haitianos y un dominicano a manos de militares dominicanos, quienes después de un largo proceso judicial quedaron absueltos. La respuesta atronadora de la clase política dominicana no se hizo esperar y ocupó las primeras planas de casi todos los periódicos.

Los políticos dominicanos truenan ante las acusaciones de lo fallido del Estado Dominicano y tienen respuestas centelleantes cuando se les sacude en el rostro cualquier realidad, de la cual ellos sean los máximos responsables.

Creo que para denunciarlo no hay que esperar a que nadie nos revele que estamos contaminados por el ruido y que más de la mitad de la población tiene problemas de salud relacionados con esto, eso está en los oídos de todo el que lo quiera escuchar, como está a la vista de todos la violación del derecho a la vida de los ciudadanos, es tan obvia que por lo general ni nos damos cuenta, y quizás lo más alarmante sea que las más graves faltas son aceptadas y forman parte de los hábitos y costumbres de la gran mayoría de la población.

El derecho humano más importante es el derecho a la vida y es responsabilidad del Estado velar por ella, es obligación del Estado garantizar la aplicación de las leyes que coadyuven a ello y propiciar que los órganos represivos impidan la comisión de delitos que atenten contra la integridad de los ciudadanos.

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Pero esto ya está tan subvertido en la sociedad dominicana que ni los obispos, ni la sociedad civil, ni la Corte Internacional de los Derechos Humanos será capaz de corregir el caos que cada día y a toda hora se produce en la vía pública, que es la vía en la que confluyen en todas las sociedades, desde la antigüedad hasta nuestros días, todas las malas y las buenas virtudes de los ciudadanos y que aquí es una fuente inagotable de atropellos a la persona humana.

La incapacidad de los órganos represivos para imponer el orden acusa la irresponsabilidad del Estado y de la clase política que lo integra, evidencia la indigencia de quienes manejan la cosa pública y la poca importancia que para ellos tiene la vida de las personas. Es tal la miseria de los vehículos de motor que se dedican al transporte de pasajeros en la República Dominicana, que dicen claro y fuerte cuan poco vale el ciudadano.

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A pesar de las malas condiciones y la contaminación que provoca es normal que un minibús, conocido con el bien ganado sobrenombre de «voladora» lleve, como dice el cobrador, «cinco pasajeros por fila», cuando el fabricante hizo solamente cuatro asientos. Es normal que no lleve cristales, espejos retrovisores, puertas, frenos etc. y ninguna autoridad se está dando cuenta de estas letales transgresiones. Es normal que un carro público transporte dos personas en el asiento delantero del pasajero y cuatro en el asiento de atrás, una infracción que ha provocado la pérdida de cientos de vidas humanas.

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Y ni los taxis se salvan de esta agonía del transporte, cada vez son peores los vehículos y los taxistas menos profesionales, no se salvan los ómnibus subsidiados por el gobierno, equipos que vienen de Brasil después de ser dados de baja por no cumplir ya con las normas que rigen en el transporte público de aquel país pero aquí parecen nuevos.

La clase política que ha formado y forma parte del Estado Dominicano, quienes legislan, quienes juzgan y quienes ejecutan, son los responsables de las violaciones a los derechos humanos que se cometen diariamente contra millones de dominicanos, son quienes engendran los chivos sin ley y el Estado fallido y si la sociedad los denuncia no lo hace por dañar a la República Dominicana, sino por sacarles de las manos el país que ellos destruyen con sus irresponsabilidades.

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